domingo, abril 10, 2022

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 132 [2T]

 

-        ¿Interrumpo algo?- escuché la voz de una mujer que estaba justo detrás de Gabriel y de mí, ambos nos giramos.

-        ¡Hola! No adelante.- le dijo Gabriel.

La mujer era muy bella y alta, llevaba una túnica roja que le brillaba, aunque tampoco hacía tanto calor ese día, llevaba la capucha puesta, sus ojos eran azules, llevaba el pelo trenzado rubio a un lateral del hombro, su sonrisa era hermosa y muy contagiosa. Las abuelas no la podían ver, así que supe que era un Ser de Luz pero al ver que no tenía alas, sabía que era una Maestra Ascendida.

-        Laia te presento a la Maestra Ascendida Lady Nada, o como tú la debes recordar María Magdalena, la esposa del Maestro Jesús. – me la presentó Gabriel.

-        ¡Hola!- le dije sorprendida me lancé a sus brazos, sentía dentro de mí que la conocía de otra vida por eso me alegraba tanto de volver a verla.

-        ¡Bienvenida a Lourdes, Laia! – dijo muy amable Lady Nada.


Ese sentimiento de familiaridad últimamente era muy frecuente entre Seres de Luz, a pesar de no recordarla, simplemente con sentirlo dentro ya era una señal de que era verdad. Gabriel se puso a hablar con ella, perdí el hilo de la conversación al contemplar las vistas e intentar no dejar de mirar a las abuelas para que no sospechasen de lo que estaba ocurriendo a mi lado. Todo parecía bastante controlado y tranquilo…

-        No es buena idea que se lo digas, Gabriel. Ella necesita caminar, si debe ser, dios la pondrá en el camino. – le decía Lady Nada.

-        ¡Lo sé, Magdalena! Pero es que… ¿tú te alejarías de Jesús si volviese a encarnar? – le preguntó Gabriel, se le veía cabiz bajo algo que no era muy usual viniendo del Gran Arcángel por el cual todos los seres de luz tenían un gran aprecio.

-        Si es la voluntad de Dios, si. – respondió Lady Nada.

-        Está claro que no lo entiendes…- comentó Gabriel.

Lady Nada le dio una colleja a Gabriel que se quejó enseguida, pero la cara de molesta de ella simplemente le sirvió para que Gabriel le pidiera disculpas por el comentario. Yo simplemente me reí, me gustaba saber que no era la única que intentaban ponerle de los nervios… si éramos familia, se notaba en la forma de reaccionar.

-        Bueno, ¿alguien me va a contar porqué estamos aquí o seguirán hablando de mí como si no estuviera?- les pregunté a los Seres de Luz.

-        Tienes razón, mi querida Laia. – respondió con una sonrisa Lady Nada.- El motivo de tú visita era, para que nos conociéramos de nuevo y para decirte, que cuando quieras subir aquí, estaré encantada de escuchar tus problemas y ayudarte en lo que sea necesario, tanto yo como mi esposo. – terminó de decir Lady Nada.

-        ¿Tu esposo?- dije mirando alrededor si lo veía.

-        El Maestro Jesús, Laia. Te lo he comentado antes, mientras subíamos… - dijo Gabriel arrugando la frente.

Lo acepté sin más. En ese momento mi abuela empezó a caminar hacia la Ermita, la Maestra Lady Nada subió tan rápido la colina del final que no la pude atrapar.

-        Lo siento pero no tienen permiso para entrar en la ermita, tus acompañantes no están en sintonía, pero tú si lo deseas, puedes entrar. – me dijo Lady Nada.

-        No gracias, si ellas no pueden yo tampoco.- le dije.

Lady Nada puso los ojos como dos naranjas. Gabriel simplemente se puso a reír para ser amable.

-        Será mejor que les cierres la puerta antes de que entren sin permiso, Magdalena. – le dijo Gabriel.

Lady Nada accedió y volvió a correr, cerró la puerta de madera con la llave de hierro antigua que tenía y se quedó a un lado, cuando la Pepeta intentó abrir la puerta y vio que estaba cerrada, se puso algo triste. Mi abuela lo comprobó y se puso igual de triste.

-        ¡Qué pena, con la ilusión que me hacía rezarle un rosario a la virgen de Lourdes!- susurró mi abuela.

-        Yo le quería entregar esto, una estampita de la virgen de Guadalupe de nuestro viaje a Nuevo Mejico.- dijo la Pepeta mostrando la estampita, al final la dejó debajo de la puerta de madera con la intención de que quién tuviese la llave aceptaría el obsequio.

Estaba claro que vibrábamos muy diferentes mi abuela y yo, porque sin tener que rezarle a ninguna virgen, tenía a mi lado a la esposa del Maestro Jesús y también la presencia del arcángel san Gabriel. Desde muy pequeña entendí que los rezos de la religión cristiana no sirven para conectar con Dios ni con las divinidades, pero si para mantener las mentes ocupadas, mientras que esperan el milagro caer del cielo.

-        ¿Cuándo veré al Maestro Jesús?- le pregunté a Lady Nada.

-        Él solo se deja ver cuando Dios lo permite, pero no te preocupes que Jesús está al tanto de todas tus cosas. – respondió Lady Nada.

Con casi siete años y medio aún no había tenido el placer de verlo y charlar un rato con él, era extraño sabiendo que los demás Seres de Luz no tenían ningún problema en venir a charlar un ratito. ¿Por qué con Jesús era diferente todo?

En el momento en que llegamos de nuevo a casa, tenía tanta sed que me bebí dos vasos de agua fría de golpe, entonces tenía que esperar que mi madre me viniese a buscar, así que me puse al salón a jugar con los almohadores del sofá a hacer una especie de automóvil y cabaña, como si me imaginase que así volvería a mi casa, si a los lados del sillón tuviese ruedas, lo hubiese intentado. Del mismo modo de aquel gag de Mr Bean, cuando compra un sillón en las rebajas de Enero y como compra tantas cosas, no puede manejar su auto, y decide manejarlo subido al techo de su auto sentado en su nuevo sillón. ¿Se imaginan eso en la vida real? ¡Qué risas y qué divertido yo me apuntaría!

Uriel seguía sin venir, así que Gabriel se pasó el tiempo intentando jugar conmigo, pero yo no le dejaba, así que se quedó sentado en el otro sofá de brazos cruzados encima de su pecho, mirándome fijamente arrugando la frente. Por ser un arcángel tan bello y solicitado por mucha gente, se enoja con facilidad, ¿de qué signo podía ser? En un momento que me tuve que salir de la cabaña, porque volvía a tener Sed y me fui a tomarme otro vaso de agua, mientras que la abuela estaba en la cocina ya preparando su cena para el tiet Josep que vendría en una hora aproximadamente.


Cuando regresé al salón-comedor, vi que Gabriel no estaba, se había marchado, lo agradecí, así que me volví a meter en la cabaña, puse la compuerta de seguridad que estaba hecha de almohadores y simplemente me puse cómoda para seguir jugando sola. Pero al girarme, mi nariz chocó con la nariz de Gabriel, me quedé tan sorprendida que pegué un grito, su mano me tapó la boca y me contrajo hacia él para susurrarme a la oreja que me callara. Al final nos quedamos allí mirándonos como dos tontos, aunque él estaba realmente incómodo, medio encorvado, casi sin poder moverse de lo grandioso que siempre ha sido, intentando encontrar una posición cómoda pero no había manera, era una imagen muy chistosa.

-        ¿Te esperabas un room-service o qué?- le dije bromeando.

-        No, pero podías haber pensado un poquito en mí, ¿no crees? – se quejó Gabriel.

-        Veo que captaste la idea, pero no lo pusiste en práctica. ¿Qué haces aquí a dentro?- le pregunté.

-        Pasar tiempo contigo, mi amor. – dijo con esa mirada mezclada entre rabieta y desafiante.

-        ¡Adiós!- le dije, me giré y empecé a desmantelar la puerta de la cabaña, entonces noté sus brazos agarrarme muy fuerte por la cintura tirando hacia su cintura, apartándome de la salida.

-        Juguemos a lo que quieras, pero no me dejes de lado, por favor… quiero hacer las paces… - susurró a mis orejas Gabriel.

Inevitablemente eso me provocó unas cosquillas que me retorcí toda yo, sin querer le di una patada demasiado fuerte a una de las paredes de la cabaña y se cayó literalmente la cabaña encima de nosotros.

-        ¡Ahora verás!- le dije, me giré y me puse encima de él, empecé a hacerle cosquillas en la parte del cuello (es su zona más sensible) y simplemente empezó a reír y a retorcerse como si fuese un niño pequeño pidiendo que pare pero no lo hacía.- ¿Vas a dejar de hacer el tonto conmigo?- le pregunté exigiéndole.

-        ¡Si, si, lo haré! – decía Gabriel riéndose sin parar.

-        ¡Prométeme que nunca más vas a desaparecer así!- le dije.

-        ¡No, no puedo! – dijo riéndose pero intensifiqué las cosquillas.- ¡Si, lo prometo!- gritó riéndose.

En cuanto paré me levanté y empecé a recoger los almohadores porque si venía mi abuela, me daría la bronca, porque no querían que los almohadores tocasen el suelo. Gabriel me ayudó y en ese momento mi madre tocó el timbre y en menos de diez minutos, ya nos fuimos para casa.

Durante el mes de Julio, me pasé todas las noches viajando a Agartha, aprovechando que estaba de vacaciones, estuve visitando dos veces por semana al Chico de Ojos Verdes en la ciudad de luz de Amsha. Era de las pocas veces que podíamos visitar una ciudad de Agartha sin la supervisión de los Arcángeles, estar relativamente solos en esa ciudad, nos resultó bastante inquietante, partiendo de la base de que yo era la menor y él tan solo acababa de cumplir 15 años. El Chico ya empezaba a desentonar, sus características de niño ya empezaban a convertirse lentamente en un hombrecito, preparándose para cuando llegase a la juventud, algo que inevitablemente me daba mucha rabia haber decidido nacer tan lejos de él. Todavía nuestra relación de amistad, no se veía demasiado afectada por los pensamientos de los demás, pero yo con casi ocho años y él con quince años, era extraño hacer amigos de esta forma, sentía dentro de mí que en cualquier momento él me diría que habría conocido a una chica de su clase y se habría enamorado, ¿estaba dispuesto a ser solo la amiga sabiendo que dentro de mi corazón para él siempre fue algo más que una amistad?


A pesar de ser tan pequeña, siempre me he sentido como un adulto atrapado en un cuerpo de una niña, mi edad mental siempre ha sido muy diferente a mi edad física. En esos tiempo mentalmente estaba en la misma edad que el Chico, pero físicamente se notaba la gran diferencia que teníamos, veía demasiado lejos el momento en que la ley de este tiempo nos permitiera ser libres totalmente y sentir y expresar aquello que sentíamos sin avergonzarnos de lo que los otros pudiesen decir. Fue entonces que le dejé de dar la mano y le seguí, él se dio cuenta e intentó darme la mano pero se lo impedí.

-        ¿Estás bien?- preguntó el Chico.

-        Prefiero no ir así… - le dije.

-        Como quieras. – dijo sin detenerse.

Durante esos viajes me estuvo enseñando dónde estudiaba y empezaba a hacer prácticas para su futuro trabajo que había elegido ser asesor emocional, que estaba en la rama de comunicadores espirituales, un trabajo que en la actualidad (en nuestro año 2022) es muy importante para ayudar a las personas a encontrar su misión de vida en esta encarnación, después llegarían los terapeutas emocionales. 

PD. Nos vamos de vacaciones de semana santa, así que volveremos a partir del 19 de Abril. 

Recomendación: Entre dos mundos


 HR.

HERO&Corporation.


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