Esta semana les vamos a compartir dos capítulos...
Capítulo 133:
En Agartha todo siempre ha sido muy diferente que en la
superficie de 3D, los trabajos que había en Amsha en ese tiempo, son los que
actualmente están en desarrollo en la 3D, con la diferencia de que ellos se
estaban preparando para atender a los humanos, porque sabían que se habían
olvidado de creer en la magia de la vida y en el poder de que dentro del
universo TODO ES POSIBLE.
Empecé a arrepentirme el hecho de que hubiese elegido
regresar a 3D, partiendo de la base de que en mis tres últimos años antes de volver
a nacer, estuve viviendo en Agartha. No vivía en Amsha, sino en Telos, pero
siempre notaba que Agartha era mi casa y la superficie de 3D un lugar hostil e
inhóspito lleno de maldad y sufrimiento.
-
Eso son por tus recuerdos de otras vidas, mi
amor.- dijo riéndose el Chico.
-
¿Tú sabes algo de eso?- le pregunté.
-
He empezado a recordar nuestras vidas, y lo que
dices tiene mucha lógica con lo mal que lo hemos pasado en algunas, más en las
últimas.- respondió el Chico, mientras que se tomaba su desayuno en una pequeña
taberna que nos habíamos parado para descansar un rato.
-
De la última solo recuerdo que estuvimos en
París, pero nada más.- le comenté y él arqueó las cejas, casi se atraganta con
el zumo de manzana que él tomaba.
-
¿Ya recuerdas eso?- preguntó sorprendido.
-
Solo que íbamos a una especie de iglesia con una
cúpula india y luego nos paramos en una plaza dónde habían hombres que
dibujaban a las personas, mientras tomábamos un bollo muy tierno lleno de
chocolate.- le expliqué.
Se quedó en silencio pero vi que se había emocionado con tan
solo verle los ojos llorosos. La terraza de la taberna era muy linda, al estilo
pirata, banquitos y mesas de madera oscura, había un loro en la puerta
saludando a los clientes, y de fondo se escuchaba un piano tocar canciones
típicas que solían cantar los piratas de alta mar.
-
Durante muchas vidas, tuvimos que pasar por el
sufrimiento para aprender muchas cosas tanto de los dos, como de cada uno. Por
eso ahora, a mí se me ha permitido ascender y a ti, empezar a estudiar aquí.-
respondió el Chico.
-
Entonces, esta vida cambian mucho las cosas,
¿verdad?- le pregunté.
El Chico dijo que si con la cabeza, cuando le dio un bocado
al pan con mermelada de cereza.
-
¿Desde cuándo hace que somos llamas gemelas?- le
pregunté.
-
Hay una vida que recuerdo aún no muy
nítidamente, pero en la Cruz del Sur, en la casa dónde vive nuestro Gran Jefe.
Allí empezamos a salir.- comentó el Chico.
Se me pusieron los pelos de punta. ¿Cómo era posible si en
esa vida me vi a mi misma siendo la novia del arcángel san Gabriel?
-
¿Te dije algo de Gabriel en alguna vida?- le
pregunté arrugando la frente.
-
Si, me dijiste que habías sido su novia.-
respondió muy seguro.
-
Que yo recuerde, en la Cruz del Sur sucedió
eso…- susurré.
-
Si, pero también estabas conmigo.- respondió,
pensaba que no me había escuchado.
-
¿Cómo? ¿A la vez?- dije con los ojos como
platos.
-
No, claro que no… uno a uno…- dijo el Chico
entre risas.
¡Qué susto! Intuí que quizás ese había sido el problema por
el cuál había elegido dejar a Gabriel para irme con el Chico en esa vida, pero
para confirmarlo tendría que esperar a que pudiese recordarlo por mí misma, y
eso era cada vez más difícil, porque me estaba acercando a los ocho años y eso
quería decir que prontito ya no recordaría nada por un tiempo muy largo.
-
¿Tú sabes lo que es el poliamor?- me preguntó el
Chico.
-
No.- dije.
-
Es el hecho de poder estar con más personas a la
vez de forma romántica. Algunos ángeles están de acuerdo con eso y tienen
amantes aceptados entre las parejas.- informó el Chico.
¡Ay mierda! Seguro que la relación que tenía con Gabriel y
el Chico era usando esta regla…
-
Pero yo no estoy de acuerdo con eso. – respondió
el Chico.
¿Y si Gabriel si lo estaba?
-
Lo último que recuerdo de ti, es que tampoco
estabas de acuerdo.- comentó el Chico.
¡Ay mierda! Seguro que Gabriel sí que lo era y lo seguirá
siendo…
Después de desayunar, me acompañó a la parada del metro
dónde me esperaba Uriel, para regresar a la superficie, cada día nos
despedíamos dándonos un fuerte abrazo. Me resultaba difícil tener que separarme
todo el día de él, pero así es como tenía que ser.
Me sentía feliz y muy libre durante ese verano del año 2001,
habían pasado cosas bastante bonitas como para tener ahora unos lindos
recuerdos, unas colonías realmente relajantes y divertidas, aprender cosas de
los abuelos, es como conseguir un trozo de la gran sabiduría del mundo que en
tiempos antiguos solo los ancianos eran los guardianes merecidos de guardarlo,
y luego los viajes dimensionales a Agartha. Quería que el tiempo se detuviera
en ese verano tan bonito, aunque en esencia echaba mucho de menos a Frodo y a
mi abuela Vitorina, el tiempo a veces te juega el mal tránsito de vivir
desgracias, pero las aceptas cuando entiendes que estamos de paso y que nada es
permanente. Al fin y al cabo, el tiempo siempre gana todas las partidas, naces,
creces, te reproduces y mueres, al final siempre acabas muriendo, quieras o no,
lo hagas a los seis como a los ochenta años, acabas terminando abandonando la
encarnación y tomándote el tiempo de la paz, como un tiempo de reflexión, para
saber preparar bien la próxima vida.
En Agosto las cosas siguieron super bien, pasé unas fiestas
del pueblo muy divertidas, subiendo a los cacharros de quita y pon, aunque no
pude subir tanto como quisiera, mis padres me prometieron ir al Tibidabo que
cumplieron una semana después de terminar las fiestas de Manlleu. Había crecido
bastante entre el año anterior y ese, pero no lo suficiente para cumplir con la
altura mínima para subir al huracán Condor, era una atracción que siempre me
había dado muchas ganas de experimentarlo, pero era de las más peligrosas y la
más divertida. Esa atracción, te agarraban de los hombros y de las piernas bien
fuerte, porque el cacharro giraba a mucha velocidad y en algunas ocasiones terminabas
empapado por las fuentes de agua que tiraban a la mitad del trayecto. No podías
subir con nada, ni bolsos, ni nada en los bolsillos, ni zapatos sin sujeción
fija, porque todo se caía en el agua. No se movía mucho, solo daba vueltas
sobre sí mismo hasta que cumpliesen cinco u ocho minutos de atracción.
Tampoco fue tan bonito tener la altura mínima de 1,20m
porque pude subir al Guri-Guri, lo que en España diríamos un funicular de la
bruja, porque vas sujeto por una vía por el techo, te atan para que no te
caigas y ves las afueras del parque que está en lo alto de la colina de
Collserola, en el Parque Natural por el cual lleva ese nombre. El nombre de
Tibidabo es por la iglesia y el patrón de ese lugar, al parecer es un Ser de
Luz (creo que un Maestro Ascendido) vivió en ese bosque durante cien años y
allí dejó algunos escritos del nuevo evangelio de San Juan Amado, para
adjuntarlo en las sagradas escrituras, solo que alguien un tiempo después, le
construyó una doble iglesia (tiene dos pisos, hay iglesia abajo completa y otra
en el piso superior).
Esta iglesia está construido como si todo fuese un reflejo
de un espejo, lo mismo que hay en el piso de abajo, está en el de arriba,
decorado como si desde el punto medio se pudiera ver las dos iglesias (pero solo
se verían si estuvieses en medio de dos dimensiones o lo que solemos decir los
seres de luz “en medio de ninguna parte). Para explicaros esto, me tengo
que salir un poco de la perspectiva del año 2001 y volver al 2022 dónde
estamos, esta iglesia está construido con los mismos fundamentos que se mandó a
construir la Piaza del Populo en Roma, con la diferencia de que las dos
iglesias solo se pueden ver si estás dentro y no cuando estás a fuera, en
cambio en Trastevere se puede ver perfectamente el punto que une el espejo y de
allí ninguna parte puede empezar a cantar su canto y volverse visible.
En cuanto llegó Septiembre, pasaron muchas cosas, en primer
lugar mis padres me llamaron ya que estaba en la habitación jugando con Uriel,
bajé las escaleras y me fui al salón, aún no era el momento de cenar pero
querían decirme algo importante, me senté en el sofá y les escuché.
-
Tu madre y yo, hemos pensado que ya que echas
tanto de menos al Frodo y nosotros también, el viernes iremos a la protectora
de animales y así adoptaremos a un perro, ¿qué te parece?- dijo mi padre.
-
¿En serio?- me puse super contenta.
-
Si, con la condición de que estará a tú nombre y
le tendrás que cuidar tú, ¿ok?- dijo mi padre.
-
¡Maravilloso, papá!- grité de alegría, les di un
abrazo a los dos.
¡Qué alegría me llevé! Un nuevo perrito en la familia… ya no
me sentiría tan sola y podría jugar con él tanto hasta que saliesen las
estrellas. Mientras que no llegaba ese día, porqué cuando me lo dijeron era
martes, curiosamente ese día mi padre salió pronto del trabajo, teníamos que
pensar un nombre para el perrito los tres, lo queríamos tener ya pensado antes
de irlo a buscar así ya le tendríamos preparado una nueva identidad para el
perrito.
Decidimos tener esta vez un macho, que no fuese de raza (por
varias razones, la principal para que dure más tiempo), de una medida media (ni
como si fuera un chihuahua ni tampoco una altura de un Dogo), por último que
tuviese entre dos y cuatro años (principalmente para asegurarnos que estaría
con nosotros mucho tiempo). Todo lo demás, nos daba igual, excepto que no fuese
agresivo y apto para niños.
Un día antes, el primo Juanito vino a pasar las dos semanas
antes de empezar el colegio con nosotros, así que nos acompañó el viernes a
buscar al perrito. El viernes por la tarde, mi padre fue a buscarme a casa de
la abuela a las seis de la tarde, ya le dijo a mi abuela que vendría pronto
porque teníamos prisa. Para llegar al lugar, tuvimos que dejar la carretera
principal para irnos a Vic, para desviarnos a un camino de tierra, hasta que
llegamos cerca de la Ermita de Palau, para estacionar el auto abajo en un
pequeño parquing natural.
Al bajar del auto, escuchaba los ladrillos de los perros,
había muchos que se habían percatado de nuestra llegada al recinto, caminamos
todos juntos siguiendo el pequeño camino de piedras, hasta que vimos las jaulas
de los perros que ladraban con tanta intensidad que te dejaban un poco sordo.
Estaba algo nerviosa, porque mis padres me dieron la responsabilidad de que
eligiera yo el perro, ellos solo darían la aportación económica que se hace
cuando se adopta un perro, das lo equivalente a ese momento unos 20€ (ahora
está en 50€) para que el recinto pueda aprovecharlo en comprar comida y abrigo
para los centenares de perros que tienen allí abandonados.
Con la cantidad de perros que había en ese recinto, me
preguntaba si ¿sería capaz de elegir bien? Todos buscaban su oportunidad de
oro, pero solo uno de esos cientos de perros, lo conseguiría. Solo uno sería
miembro de nuestra familia y yo sería su mamá.
Capítulo 134:
La muchacha del recinto después de charlar con mis padres y
darles las indicaciones del tipo de perro que nos gustaría adoptar, nos guío
hasta uno de los recintos que le llamaban la casa, efectivamente había perros
en una antigua casa de campo que en ese tiempo lo usaban como un lugar más para
tener perros. Subimos unas escaleras de piedra, entonces pasamos la verja y
allí de nuevo los ladrillos de perros nos volvió a dejar sordos, tanto que la
muchacha gritaba para decirnos cosas pero no se le escuchaba a pesar de tenerla
a un metro de distancia de nosotros.
Antes de que pudiera esforzarme para escucharla, notaba como
varias patitas me tocaban la altura de la cadera y el culo, al mirar me fijé
que eran más de cinco perros que intentaban llamar mi atención, algunos
lloraban, otros ladraban y solo uno se me quedó mirando insistiendo sin decir
nada. Intenté caminar pero era imposible, me quedé atrapado al lado de la
verja, más perros se subieron encima de otros para mi cintura, eso provocó que
los pantalones no pudiesen sujetarse bien y empezaba a mostrar a la gente y a
los perros, las bragas. Me subí los pantalones, pero la fuerza de ellos era
brutal, aunque eran del tamaño que habíamos pedido.
Perdí de vista completamente de mis padres y del primo
Juanito, en cuanto intenté buscarlos, vi a mis padres al fondo, sentados en un
pedestal al lado de un perro con pelo largo rubio que dormía, pero yo notaba
que no tenía ganas de hacer amigos. Mientras que a Juanito se quedó tocando los
perros en un lado que consiguió ir, porque también le hacían lo mismo y les iba
indicando que fueran a por mí y no a por él, porque sabía que tenía yo la
responsabilidad de elegir. ¡Ay, madre!
Esa avalancha de perros, fue maravilloso, pero también
triste, si fuese por mí me hubiese quedado a vivir allí para cuidarlos y
tenerlos conmigo, pero sabía que no podía ser. Volví a subirme los pantalones,
cuando vi quién era el causante de quién me lo estaba bajando, el perrito que
no ladraba, ni hacía nada pero estaba a dos patas todo el rato, haciendo fuerza
para bajarme los pantalones. Era un perro muy bonito, de pelo corto, mezclado
de color marrón, blanco y negro, las orejas largas como los conejos, tenía cara
de Husky con los ojos marrones claros, una sonrisa divina… ¡era hermoso! Noté
en el corazón, un latido muy fuerte y le agarré de las patitas de delante, me
acerqué a él.
-
¿Por qué me estás bajando los pantalones?- le
pregunté como si me fuera a contestar.
La mayoría de perros de ese recinto aún no saben usar la
telepatía, pero escuhcé voces que me contestaban, al ver que provenían del
perro que había agarrado de las patitas, me asombró.
-
¡Mami!- decía.
-
¿Mami?- repetí.
Entonces, él me pasó telepáticamente un recuerdo de una vida
anterior…
Bajaba del barco en el
muelle de Lisboa (antes de la independencia de Portugal), era un hombre
buscando a su esposa que había hecho el viaje desde Salamanca hasta allí solo
para venirme a buscar. Cristofolo Colón desembarcó antes y ya estaba subiendo a
su coche de caballos rumbo a Valladolid para no perder más tiempo y mostrarle a
los la Majestad Isabel y al Rey Fernando todo el oro que había conseguido tras
llegar a las Indias siguiendo su nueva ruta de viaje.
Encontré a mi esposa
junto a mi hija de cuatro años que estaba en los brazos de mi esposa, le di un
beso apasionado y sonreí de volverlos a ver. A pesar de ser general y ganarme
bien la vida, tenía a mi esposa y mi hija bien atendida, así que llevaban
ropajes dignos de una dama que era lo que eran, en ese tiempo.
-
Te
estábamos esperando…- dijo mi esposa, me colocó una de mis manos encima de su
barriga y supe en aquel momento de que íbamos a tener otro hijo.
A pesar de haber
desembarcado, llevábamos una semana en Lisboa, porque Colón tenía que visitar
al rey de Portugal. Mi esposa estaba allí durante ese primer viaje a las
Indias. La noche anterior, nos amamos apasionadamente y saber que iba a ser
padre de nuevo, solo me puso feliz. Ese bebé, que nació una luna más tarde, fue
mi primer varón.
Ese perro era mi hijo varón, que había elegido rencarnar
como perro en esta vida. La vida nos volvía a juntar con la oportunidad de
volver a ser mi hijo, a pesar que en esta vida en vez de padre, sería madre.
-
¡Ei, no busques más, la Laia ya ha elegido!-
escuché que decía mi madre a mi padre, me miraron.
Volví a mirar al perro, contenta de haber recordado eso.
-
¿Te quieres venir a mi casa y ser tu mamá otra vez?-
le dije al perro.
Simplemente saltó de alegría. Mi madre lo agarró en brazos
al perro y volvimos a bajar los cinco al piso de abajo, mientras que hacían los
papeles y daban la donación. Yo me quedé observando al perro que estaba con la
cabeza reposada en el hombro de mi madre, ahora ya estaba algo más calmado y le
vi que tenía algo de miedo. Lo acaricié de la cabeza, él me miró.
-
No te preocupes, estarás con nosotros hasta que
mueras, mi amor. ¡Bienvenido a la familia Galí Garcia! A partir de ahora, te vas
a llamar Bilbo del Bote, pero te llamaremos Bilbo. – le dije con una sonrisa,
él sonrió creo que le gustó su nombre.
Antes de firmar los papeles de la adopción, la muchacha nos
explicó lo que había pasado con este perro, aproximadamente tenía tres años,
pero había sido abandonado y aseguraban que quizás había estado como un año en
la calle, sus antiguos dueños le maltrataron tanto que tenía muchas heridas
cuando llegó, afortunadamente se salvó sin secuelas.
-
¡Aquí será muy feliz con nosotros!- le dije a la
muchacha con firmeza y alegría, entonces firmé los papeles de la adopción.
Nada más llegar a Manlleu, nos fuimos al veterinario a
entregar los papeles de la adopción para documentarlo con su nuevo nombre,
ponerle las vacunas y pedirle hora para castrarlo, porque no queríamos que
tuviera crías. Además que compramos, su collar (el único que tuvo al no crecer
se quedó con el mismo que le duró toda la vida que estuvo con nosotros), su
camita y la correa (porque la que usábamos con Frodo era para perros grandes y
él necesitaba un poco más de espacio, por eso compramos una correa de cuerda y
otra de bovina). El pienso que le dabamos al Frodo tampoco le servía, por eso
le tuvimos que comprar uno para jóvenes (al tener tres años el perro era joven
y no adulto). La broma nos costó más de lo esperado, pero ante de salir del
veterinario, le pusimos el collar y le enganché con la correa, entonces le dije
a mis padres que iba solita a casa acompañada de Juanito.
Aunque solo era una calle (en ese tiempo estaba a la siguiente
manzana) mis padres lo aceptaron, mi padre se fue con mi madre en auto porque
veníamos directo. Como ya tenía las vacunas puestas, le habían pesado (solía
pesar 7kg), y le habían hecho todos los chequeos, Bilbo estaba todo perfecto,
me dieron la cartilla porque mis padres me dijeron que tenía que guardarla yo,
al ser su madre me tenía que hacer responsable de ello. La veterinaria nos dijo
que la tarjeta con todos sus datos del Bilbo llegaría por correo postal en unas
semanas, una carta postal a mi nombre.
-
Incluso los perros tienen cartilla sanitaria.-
comentó Juanito en plan broma, me puse a reír.
En el momento en que nos quedamos Juanito y yo delante de la
puerta de casa, para esperar a que llegasen mis padres con el auto, que
tuvieron que dar más vuelta por las señales de tráfico…
-
¡Mira Bilbo, aquí vas a vivir ahora, en esta
casa! ¡Bienvenido a tú nueva casa, mi amor!- le dije al perro.
Bilbo olisqueó la puerta y lo primero que hizo fue levantar
la pata y marcar, me puse a reír. Era como si dijera “esta es mi casa y solo es
mía y de ningún perro más” un poco posesivo parecía, pero me dio la risa.
Finalmente entramos por el garaje, aprovechando que mi padre
entraba el auto, mi máxima prioridad era enseñarle toda la casa, primero con la
correa puesta para que no se me fuera a ningún lado, y luego sin la correa.
Como era un perro mediano, tenía vía libre por toda la casa, excepto dos
lugares, la cocina y la habitación de mis padres. En cambio Frodo estaba
obligada a estar siempre o en el garaje o en el patio, por ser tan grande y
nerviosa, no se podía quedar libremente en la casa, siempre estaba encadenada
la pobre.
Lo primero que debe saber un perro cuando llega a su nuevo
hogar, es reconocer la casa, saber qué espacio tiene, sin marcar. Dentro de
casa se comportó en eso, parecía que tuviera ya esa educación, así que le
enseñé primero el garaje ya una vez no tenía la correa y me aseguré de que
todas las puertas de la calle estuviesen cerradas para que no se escapara.
Bilbo investigó el garaje cada rincón bajo mi supervisión, sentía que quería
que no me fuese de su lado (ya de primeras nos habíamos hecho íntimos, de hecho
el vínculo era más profundo de lo que había imaginado, madre e hijo de luz).
Entonces le enseñé el cuartito de juegos, se quedó bastante
impresionado porque parecía un sabueso olisqueando cada juguete pero sin
agarrar ninguno, incluso agarré una pelota de tenis y la empecé a botar, él se
quedó mirando pero se quedó parado en un rincón sin hacer nada pero me di
cuenta de que tenía miedo, así que agarré la pelota y se lo acerqué para que la
olisquease, en cuanto lo hizo empezó a inclinar la cabeza con las orejas bajas.
-
Bilbo, esto es para jugar. Una pelota de tenis,
te la subo arriba y jugamos ¿ok? Mañana compraremos juguetes para ti, hoy no
nos ha dado tiempo.- le dije.
Juanito se había ido al piso de arriba. Pero Bilbo parecía
que no entendía lo que le decía, me guardé la pelota en el bolsillo y abrí la
puerta del patio, en cuanto lo vio se lanzó a investigar de nuevo. Le
impresionó bastante, sentía que así era (de esta forma solía expresarse conmigo
a través de la telepatía emocional, empatizaba con sus emociones). Después se
dio cuenta de que estaba la Dama, la perrita del vecino que estaba cenando a
las ocho de la tarde, Josep el vecino ya le había puesto la comida y no estaba
en el huerto. Bilbo se quedó mirándola y empezó a llorar, me acerqué a él y me
agaché a su lado, la verja que separaba los patios le hacía estar más seguro,
Bilbo se apoyó en mi y puso una de sus patas delanteras encima de mi rodilla,
me dio un beso en la mejilla.
-
¡Ay mira, pero si está la Dama! ¡Dama, te
presento a tu vecino Bilbo, es su primer día en casa! ¡Bilbo, esta es tu vecina
Dama y es amiga! ¿ok?- le dije a los perros.
Bilbo con las orejas igual que un conejo en alerta, me miró
directamente a los ojos y me dio un beso en todo los morros, aceptando que
tenía una amiga. Aparté la cara dando ascos.
-
¡Ay no, en la boca no, Bilbo!- le dije.
Aprendió enseguida que los besos mejor en la mejilla. De
momento a nadie más de la casa le daba besos, me sentí afortunada. La Dama se
puso a sus cosas de nuevo (la verdad es que no era muy sociable ella, siempre
ignoraba a los demás tanto perros como personas). Nosotros nos fuimos a buscar
las escaleras y subimos al primer piso, se me adelantó y subió tan rápido que
le tuve que gritar para que parase, finalmente me hizo caso casi al final.
Cerré las luces del garaje y subí las escaleras, cuando le di permiso para
entrar en la salita, investigó. Cerré la puerta y abrí la puerta de la terraza.
-
¡Mira Bilbo aquí es dónde harás tus
necesidades!- le dije saliendo a fuera a la terraza él me seguía y le dije –
cuando no puedas salir a la calle, tendrás que hacerlo aquí, lo de… cagar y
mear… ¿ok?- le dije.
Bilbo se dio un rodeo por allí, y enseguida meó y aprovechó
también para dejarnos un regalito. Le felicité y se puso contento, lo estaba
pero también notaba que tenía algo de miedo, sobretodo cuando algún adulto me
hablaba.
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