No recordaba nada de lo que me mostraban de la historia de Orión, concretamente de una gran guerra que tuvo lugar hace unos pocos centenares de años. Le llamaban la guerra de Orión, que por lo visto destrozó más de un millar de planetas de tal magnitud que la vida terminaba para siempre, solo unos pocos se pudieron refugiar y en estos tiempos siguen en procedimiento de volver a poblarse.
En ese momento me hubiese gustado estar al lado de Uriel, en estos casos él sabría mejor qué hacer, puesto que empecé a encontrarme algo mal y supe que me venía un recuerdo de vida anterior, que sin saber porque, no me parecía un buen lugar para algo así, pero mi cuerpo cuanta más resistencia ponía peor me sentía, hasta que me rendí…
Subía las escaleras corriendo, como si mi vida corriese peligro, subía a una especie de mirador, una vez arribar me encontraba con un compañero que iba vestido igual que yo, me miré y llevaba el uniforme de guardián de la orden de San Miguel Arcángel. Detrás escuché pasos, me giré y vi a una especie de mantis religiosa gigante que me perseguía y apuntaba con una espada, pero en mis manos ni a mí alrededor teníamos ninguna arma para defendernos. Algo me decía que ese ser era peligroso y que venía a matarnos.
- ¿Qué hacemos? ¡Están aquí!- dije con la respiración ajetreada.
- Usa tus armas de ser de luz.- informó, parecía que estaba preparado él para lo que estaba a punto de suceder.
Entonces le vi a él, mi compañero que de sus manos emergió una gran espada de luz y en la otra mano un escudo, dónde se disponía a defender con uñas y con dientes lo que se suponía que estábamos aguardando. Antes de que me diese cuenta, él se adelantó a la mantis para atacarle, le empuñó la espada de luz en el brazo que le quemó parte del brazo. Me escondí detrás de él, pero no tenía el control del cuerpo, automáticamente y sin saber cómo lo conseguí, de la mano derecha emergió una espada de luz con un tono verde azulado y en la otra un escudo muy parecido al de mi compañero. Sin pensármelo mucho, ayudé a mi compañero a defender el fuerte con mi vida, si era preciso.
Mientras que mi cuerpo luchaba contra ese ser que me provocaba tanto miedo, miré alrededor, algo que había aprendido con la proyección astral, era a ampliar la visión y ver más allá. Me di cuenta de dónde estaba, aunque no me acordaba del nombre, estaba metida en una guerra, veía edificios muy antiguos y hermosos derrumbarse por ataques y bombardeos por láser que provocaban el caos por doquier. Me giré un segundo y de repente me empezó a doler el lado derecho de la barriga, me tumbé hacia al lado, miré la barriga y vi que estaba sangrando, alguien me había clavado una espada por la espalda y me había atravesado.
Rápidamente perdí el equilibrio y caí en el suelo, encharcada en sangre, lo último que vi fue como el compañero mataba de un espadazo a la mantis y venía hacia a mí, me agarraba, pero lo único que pude escuchar fueron “te amo, te amo, no permitiré perderte otra vez, te amo, vayas dónde vayas, mi alma es tuya y la tuya es mía, recuérdalo, mi amor, te seguiré en los confines del tiempo-espacio, te amo” entonces morí.
Al volver al presente en ese momento, las lágrimas brotaban por mis mejillas a sus anchas. Algo me decía en el interior de que aquel ser que había visto y me había confesado semejantes palabras tan hermosas, en realidad era el Chico de Ojos Verdes, que a pesar de las vidas, siempre me lo encontraba, igual que dichas palabras, su alma está encadenada a la mía y la mía a la suya.
Tras la reunión nos mandaron a una sala al lado para comer algo, se había alargado más de lo esperado y como era la última vez de Mintaka, se había preparado un festín. Me quedé observando distintas estanterías dónde había trofeos y ornamentos de guardianes y salvadores muy importantes en el universo, en la segunda estantería habían fotografías de promociones importantes de guardianes y unidades que se habían merecido ser venerados para toda la eternidad. Mis ojos se quedaron fijos al ver una de las fotografías uno de los chicos, era el mismo que había recordado hacía pocos minutos. ¡No lo podía creer! Puesto que abrazada a él, estaba yo, me reconocí aunque tenía un aspecto algo diferente, era mayor, como unos treinta años, la piel era más clara que la que tengo ahora, el pelo largo y rubio con unos ojos verdes preciosos, pero era yo, la corazonada que tenía, no me estaba fallando.
Uriel se encontraba a mi lado, al igual que Amour.
- ¿Alguien recuerda quién este ser de aquí?- pregunté.
- Si claro que si…- Amour dijo un nombre pero no lo voy a compartir, porque el corazón me decía muy claramente de que realmente era el chico de ojos verdes.
- Era tú fiel compañero de vidas y muy buen guardián, por cierto. – aclaró Uriel con una copa de agua en la mano.
- ¿Dónde está él ahora? ¿Ha venido?- dije mientras lo buscaba con la mirada.
- No, tras la noche en que ganamos la guerra de Orión, él decidió no ser más guardián y desertó. – informó Amour.
- ¿Cómo?- pregunté.
- Tras la muerte de su mujer en combate, decidió abandonar toda la orden de San Miguel Arcángel y no volvió más a ejercer. – informó Amour.
Miré a Uriel con ojos vidriosos, él mandó a Amour a buscar algo para picar, mientras que me quedé a solas con Uriel, automáticamente me lancé a darle un abrazo y llorar.
- ¿Es el Chico de ojos verdes, verdad?- le susurré en la oreja.
- Así es, mi amor. – dijo Uriel aceptando mí abrazo.
¿Sería este el motivo de porque siempre nos enojamos cuando le cuento mis experiencias en los entrenamientos regresando de IÓN? La palabra “mujer” que había dicho Amour, me decía que la relación con el Chico había sido por muchas vidas, la verdadera razón de regresar por tantos años a revivir y a reencontrarnos. Me puse feliz, por lo menos, los sentimientos son puros y eso me puso muy feliz, tanto que a la que sonó la primera canción, me puse a bailar con Uriel y Amour.
La última fiesta que se celebró en Mintaka fue un éxito, pensar que estaban a punto de aniquilar este planeta, se me giraba el estómago, pero saber que lo había salvado, era porque en el fondo sabía qué era este lugar, sin recordarlos previamente en este tiempo.
Me fui relacionando también con viejos amigos que seguían viviendo en la constelación de Orión, quizás hacía demasiados milenios que no sabía nada de ellos, pero me alegraba saber de qué seguían bien, viviendo todavía en esas vidas. Al parecer tras la guerra de Orión, se restableció el orden y el cinturón de Orión tomaba el control de nuevo de todo el sector del universo dónde nos encontramos. El tribunal del Karma seguía compensando las vidas que entraban en la eternidad, es decir, almas que habían dejado atrás una vida y ahora les esperaba la eternidad una vez más.
El 90% de los causantes de la guerra, ya habían sido enviados a sus sentencias por toda la eternidad, para tenerlos seguros en un lugar y así restablecer la paz universal. Muchos de los compañeros habían decidido seguir con sus vidas, regresando a sus planetas de origen, otros habían probado reencarnar en planetas como el nuestro, experimentar y contribuir con el planeta y el propósito del universo en ellos.
Me quedé sentada en un pequeño sofá junto a mi ex compañera de la orden de San Miguel, que se llamaba Batara hablando de diferentes temas, hasta que sacamos la política de Orión.
- Ahora uno de tus hermanos de cuando vivías en el cinturón, se ha embarcado en una nave y se ha ido a vivir a uno de los extremos de la constelación para presentarse como representante de especies y entrar así en la comunidad universal, ¿qué te parece? – dijo Batara.
- Disculpa, pero refréscame toda esta información, mi actual encarnación aún me nubla la parte de vidas anteriores…- le dije amablemente, tenía curiosidad.
- La comunidad universal es el lugar más especial del universo, es dónde todas las civilizaciones del universo se encuentran y se unen en normas y leyes para que todos los planetas aceptemos nuestras diferencias y seamos vecinos pacíficos. Es todo un honor entrar a trabajar allí, y tú hermano pequeño es uno de ellos, me siento feliz por ti. – dijo Batara.
- Y yo, aunque no me acuerde de él. – comenté con una sonrisa de complicidad.
- Debe ser duro no recordarlo todo, ¿no? – arrugó la frente Batara.
- Vivir en la Tierra es complicado. Ser humano es complicado.- le confesé.
Ella quiso que le contara y así lo hice, al parecer había estado durante los siglos XVI y XVIII vigilando o mejor dicho observando nuestra historia humana, desde las alturas del firmamento. Le sorprendió las innovaciones humanas que habían ocurrido desde esa época.
- ¿Ya lo has visto a él? – dijo mientras le seguía contando, quería saber del Chico.
- Si.- le dije se me presentó una sonrisita en la carita.
- Vuestra historia está en boca de todo el universo, ¿sabes? No hay día que no se sepa de ustedes dos. Aunque no hago mucho caso de los rumores que rondan de ti, y de él, tenía ganas de volver a verte al saber que venías a la reunión. La pena es que él no haya podido venir, al final…- dijo con una sonrisa rota.
- ¿Cómo? ¿El Chico tenía que venir también?- pregunté.
- Si, claro que si. Él es el presidente del Concilio, pero hace eones que no viene… ¿sabes por qué? – dijo Batara algo inquieta.
Me quedé en silencio, haciéndole creer que tampoco tenía el motivo, pero la memoria me lo había hecho ver hacía tan poco tiempo, que aún no estaba segura de si era por ese recuerdo o por otro motivo.
- Explícame más, ¿por qué es el presidente?- le pregunté.
- Me sorprende que aún no lo recuerdes, pero ustedes formaron parte de la creación de este Concilio y a él le eligieron presidente. – dijo Batara.
Puse los ojos como dos naranjas. ¡Madre mía! Por desgracia me tuve que despedir de ella y volver hacia la nave, era el momento de volver a la Tierra y seguir con la vida como si todo esto fuese un sueño demasiado bonito para ser todo imaginación. De camino de vuelta, me quedé en la cafetería sentada en una mesa alta con Janice tal y como habíamos prometido, tomando un rico chocolate caliente.
- Cuéntame, ¿qué haces en la Tierra normalmente? – me preguntó Janice.
- Básicamente estoy estudiando, en dos colegios muy distintos, uno en la superficie llamado Escuela Elemental y el otro en Agartha en IÓN zona encarnada.- le dije y le comenté varias cosas de esta doble vida y del trabajo que daba tener que “actuar” delante de mis padres, esperando el momento para decirles la verdad de todo.
- Mi hija también decidió encarnar hace poquito tiempo, y también está estudiando en IÓN… quizás la conozcas, se llama Rita ahora, sus nuevos padres le han puesto este nombre… con lo bonita que era su nombre cuando vivía aquí conmigo…- comentó.
¡No lo podía creer Rita era su hija! Poco a poco el puzzle de mis vidas anteriores cobraba un sentido diferente al que pensaba al principio, muchas de las amistades que tenía en IÓN, resultaban ser viejas personas muy importantes en vidas anteriores y trabajos que realice hace eones. La amistad con Rita no había empezado en esta vida, puesto que según Janice, me explicó que ya éramos íntimas en algunas misiones en la tripulación. De alguna forma, la vida nos estaba volviendo a unir, aunque desconozco dónde realmente vive en la superficie Rita, la amistad siempre perdurará en el tiempo-espacio.
Recomendación: Alfred Garcia - Los Espabilados.
HR.
HERO&Corporation.
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