domingo, enero 03, 2021

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 64

 Primer post del año 2021

Me quedé frita en el sofá de casa la Mari después de comer pizza y ver una peli junto a mis primos Juanito y Jordi, mientras que los adultos terminaban la boda en un pub, cómo no tenía 16 años, no pude ir con ellos. Al día siguiente, antes de almorzar nos volvimos a Manlleu, puesto que un día después era el último día de clase y tenía muchas ganas de enviar a la Ramona a tomar viento y recibir el verano con los brazos abiertos.

El último día de clase teníamos la tradición de estar toda una mañana en el patio, observando diferentes espectáculos que cada clase de los seis cursos más los parvulitos habían preparado para finalizar el curso. Eran cuatro horas de espectáculo, sin deberes y sin clases. ¡Fantástico! Nuestra clase había preparado un número musical de baile, con todos los del curso, nos lo habían enseñado en clase de gimnasia, con la música de mama, lávame las botas.

Me sentía nerviosa, puesto que esa era la primera vez que era consciente de lo que estábamos haciendo, era la primera vez que bailaba en público, delante de unos 400 alumnos y más de 30 profesores. Eso era peor que hacer un examen con Lonan, en este caso me valoraban el ritmo y la ligereza del baile, aunque no estaba sola, pero me lo tomé como un examen importante, aunque en realidad no lo era. Nadie iba a valorar eso, pero solo me lo pareció porque en casa, había repasado con Uriel muchas veces para que todo me saliese bien, a pesar de que no tenía la canción gravada, repasé los pasos uno por uno, quería quedar bien, básicamente Silvana estaba entre el público.

Entonces, me acordé que hacía pocos meses Gabriel tenía razón, esa pequeña representación en aquel garaje, me dio fuerzas para lo que estaba a punto de hacer hoy, aunque eso era solo un baile, no una conexión ancestral. Pero también formaba parte de mi formación, lo supuse así. Nos llamaron y nos fuimos colocando en nuestros puestos, ¡qué curioso! Me tocó bailar cerca de los alumnos de octavo, delante de la clase de Silvana, allí en primera fila… ¡qué vergüenza!


Por un momento me quería negar a bailar, pero en el momento que escuché el silencio y la música empezó a sonar por los altavoces grandes, automáticamente me olvidé de quién me miraba y simplemente flui con la música sin prestar atención qué tenía que hacer, simplemente mi cuerpo hacía lo correcto, bailar igual que los demás, pero quizás la fluidez hacía que por mis venas en vez de haber sangre, era una sangre con ganas de bailar, porque me lo estaba pasando muy bien durante toda la actuación, miré a Silvana y ni me percaté si lo hacía mal o no, pero la vi que se fijaba en mí y me gustó. Después de la canción, de sorpresa habíamos querido hacer una canción más que la profesora no sabía, así que nos pusimos una gorra y bailamos una canción popular del momento. Tanto la Ramona como la profesora de baile se quedaron sorprendidas, puesto que esta idea había sido de la clase.

Al terminar saludamos a la gente haciendo una reverencia, enviamos besos al público, y nos volvimos para nuestro lugar a sentarnos.

En el momento del patio, nos regalaron a todos un helado de fresa o limón, yo lo agarré de limón porque me gustaba más, eran de esos de palo y que estaban hechos de hielo, me lo comí tras el desayuno que me había preparado mi madre, un plátano.

-        Dary, ¿por qué mamá me hace esto?- me quejé al mostrarle el plátano.

-        ¿por qué dónde está el problema? – preguntó porque no me entendía.

-        ¿Cuántas veces le tendré que decir que no me como el plátano a bocados y menos en público? Es asqueroso… ¿ahora qué hago?- le dije.

-        Espera…- dijo Uriel.

Agarró el plátano, curiosamente desapareció de mis manos para el ojo de los demás que no estaban mirando, por suerte, y mientras que Uriel no sé qué hacía con el plátano, escuché que alguien me llamaba por mi nombre por el otro lado, me giré, no lo pude creer, Silvana me estaba buscando, se acercó ya con el helado en sus manos, me abrazó feliz.

-        ¡Has bailado súper bien! ¿dónde aprendiste?- me pregunté.

-        Tengo profesor particular.- le confesé ella mostró su sonrisa.

-        ¡Qué pena que no nos volvamos a ver después de hoy!- dijo, estaba triste.

-        ¿Cómo? ¿no vas a ir a la secundaria?- le dije.

-        Sí, pero me marcho de Manlleu. Mis padres se mudan a otra ciudad, muy lejos de aquí y me voy con ellos.- confesó.

¿Cómo? Quería seguir conociéndola… y al parecer no era lo que la vida debía ser.

-        ¿A dónde vas?- le pregunté pero evitaba mi pregunta.

-        ¿Te puedo pedir un favor?- dijo.

-        Si.- contesté.

-        Al final de toda la representación, nos darán un clavel a todos, como no tengo hermanos pequeños, ¿puedes dármelo tú?- dijo

-        Si, claro que si.- le dije contenta.

Me dio otro abrazo y se fue. Entonces Uriel se giró y me dio el plátano, lo había dejado con una parte de la piel, mientras que lo había cortado a rodajas. De esta forma no me mancharía las manos, empecé a comer y luego me tomé el helado mientras le contaba lo que me había dicho Silvana.

-        ¿Sabes a dónde va?- le pregunté.

-        Su ángel ha dicho que… Alemania. Está lejos y va a pasar frío en invierno… - contestó.

Aún no sabía de geografía, pero me pareció que era demasiado lejos, me puse triste. Me dio tiempo suficiente para terminármelo todo antes de que continuasen las representaciones, en el momento que se acercaban la una del mediodía y que era el fin de clases, ese día terminábamos al mediodía. Llegó el momento de los claveles, un momento muy triste, fui hacia los profesores, me dieron un clavel y fui en busca de Silvana, Uriel me ayudó a encontrarla, había mucho lío en ese momento en el patio. Al encontrarla, le toqué la espalda ella se giró y al verme, se emocionó, agarró el clavel y nos abrazamos, yo no lloré pero estaba triste.

-        Te voy a echar de menos…- le susurré en la oreja.

Ella no contestó, las lágrimas le jugaron una mala pasada. Entonces, me tuve que volver con la clase para bailar la última canción, era bailar y cantar la hora del adiós. La canción popular de cada año, que no entendía porque terminaba mareada al terminar la canción.

En el momento que me dejaron las manos, caí literalmente al suelo, encima de Uriel, no sé qué había pasado pero no pude entrar en razón, sin motivo alguno me vino un recuerdo de vida anterior.

Un ancla estaba dibujada en el centro de una plaza, todos estaban sentados con las patas cruzadas, las manos agarradas entre los demás, mientras cantaban una canción con lágrimas, mientras se veía como los volcanes entraban en erupción y todo temblaba. Era de noche y lo último que se oía era el canto de todos que lo hacían en armonía en un idioma desconocido. Vestidos con largas túnicas y collares extraños.


Cuando regresé al presente, me puse de pie y con la ayuda de Uriel, volvimos a clase, agarré mis cosas, me despedí de la clase y nos fuimos hacia el patio cubierto dónde me esperaba la Iaia Filo. Salimos del colegio, con alegría, saltando y gritando con sonrisas increíbles, oficialmente empezaban nuestras vacaciones de verano a dos días de San Juan.

En IÓN aún estaba estudiando hasta finales de Junio, por lo visto iba a pasar de curso, los resultados de las clases eran muy favorables y los entrenamientos también, pero aún era pequeña para volver a la guardia, por lo tanto el año siguiente no tendría entrenamientos obligatorios, solo durante dos veces a la semana, el resto de días podría volver una hora antes. El penúltimo día de clases, me quedé más tiempo en clase de cuidador de reinos, porque quería hablar con Tzorelle, esperé a quedarme solita en clase con él.

-        ¡Te echaré de menos el año que viene, Laia! – dijo Tzorelle con una sonrisa de complicidad.

-        Y yo, pensaba que me tendrías un año más…- le dije.

-        Me tengo que ir, dejo de ser maestro en IÓN, me iré a la parte prohibida. Pero les hablaré de ti, seguramente que querrán saber cómo estás – dijo complacido.

-        No entiendo. ¿Ellos me conocen?- pregunté.

-        Aquí mucha gente te conoce, no me refiero en esta escuela, sino al planeta entero. Eres especial. – dijo.

-        Si… me lo dicen mucho…- dije apartando la mirada, harta de escucharlo y no entenderlo.

-        Ser especial es algo muy bueno, es una virtud. – dijo.

La sección prohibida se decía así porque allí estaban los Seres de Luz que esperaban tener una oportunidad para encarnar en la superficie como Maestros. Eran los enviados para los planes de Dios en este mundo, algo que yo todavía no sabía que acabaría formando parte de ello. Se encontraban a una parada más allá del metro, algo que si ibas a Rama, no podías bajar acaso que fueras un Maestro titulado para enseñarles a los que todavía tienen que venir como futuros bebés aquí arriba y así hacer su trabajo.

Algo me decía que ser especial era lo más interesante y que muchos seres de luz querían ser, pero cada vez que me lo decían yo me sentía aún más tarada de lo que parecía. Durante mucho tiempo, detestaba que me lo dijeran, me lo tomaba mal porque eso significaba que no era como los demás, algo que mi padre se empeñaba a cada rato que lo fuese y él sabía que algo en mí resonaba distinto por eso intentaba hacerme creer que yo era una más del montón.


El primer día de vacaciones oficial, que ya ni tenía que ir a IÓN, me encontraba en casa tan tranquilamente jugando con Uriel en la piscina que me compraron de aquellas que se montan en la terraza cada verano, cuando en el cielo, mientras ponía me hacía el muerto boca arriba, vi un ángel sobrevolar por nuestra casa. Estaba dentro de la pequeña piscina junto a Uriel que estaba sentado con el agua en la cintura, señalé hacia arriba.

-        Mira Uriel… ¡allí arriba hay un ángel!- le dije contenta por cuanto tiempo seguiría viendo ángeles directamente…

-        ¿Qué hace él aquí? – susurró Uriel, parecía que lo conocía pero yo no me acordaba de haberlo visto.

 

Recomendación: After: En mil pedazos - Amazon Prime Video (Película).

HR.

HERO&Corporation.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 205 [3T]

  Sabía que me jugaba algo grave, nunca les había mentido a mis padres, ni les había hecho algo parecido jamás. Pero yo no podía volver a ...