domingo, diciembre 27, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 63

 

El emisario salió al pasillo con nosotros bastante alterado.

-        ¡Han avisado que sus naves han dado media vuelta antes de que entrasen a la atmosfera de Mintaka! ¿Qué ha pasado? – preguntó intentando comprenderlo.

-        Pues que… acaba de sentenciar la muerte de Haia…- dijo el Titi con los ojos más sorprendidos que jamás pude verle.

-        ¿Te ha amenazado? – preguntó el Emisario.

-        No, no ha sido así. Ella le ha amenazado a él. – aclaró el Titi.

-        ¡Insensata, te va a matar! – gritó el emisario.

Entonces miré al Emisario a los ojos, me sentía demasiado mayor pero era el cargo de la responsabilidad que era grabe, la muerte me estaba acechando.

-        Mejor que lo intente conmigo, que a un planeta indefenso.- le dije.


Me tomé la tarta en la mesa dónde estaba mi abuela, quise cambiar un poco e irme con los primos, la Ana María, Jordi, Juanito y la Laura comía la tarta hablando de sus cositas, me uní a la conversación intentando no sentirme tan mayor como me sentía últimamente. La abuela no podía tomar mucho dulce, pero el tito Alfonsito no puso ninguna pega, aunque ese día parecía que también se le había cortado el hambre a la abuela. Me puse a su lado, le agarré del brazo, para que volviera de uno de sus recuerdos, le sonreí y ella me reconoció y me sonrió colocando su mano en la mejilla de mi cara.

-        Abuela, ¿tienes hambre?- le dije.

-        Si.- contestó.

-        Mira lo que hay, te va a gustar mucho… ¡tarta de chocolate con nata y limón!- le dije con alegría.

Ella miró mi plato y solo abrió la boca, quería que le diese, así que puse el plato en la mesa y agarré el suyo y se lo di con mucho gusto. Antes de que ella terminase la tarta, Noel agarró el micrófono para hacer el tradicional acto de prenda de los novios, que consiste en que los novios tienen que entregar algo importante del vestido al padrino. Así que el primo José entregó su corbata plateada, que el padrino con unas tijeras la cortó antes del nudo, y la prima Heidi entregó su liguero blanco igual que el vestido, que el padrino lo cortó.

Encima de una bandeja el padrino fue cortando las dos prendas en trozos pequeños y las fueron repartiendo por núcleos familiares para que guardasen un trozo de esa unión. Entonces, empezó la parte más divertida, el baile, los novios se fueron a la pista e inauguraron la pista con un waltz que lentamente fueron uniéndose los demás. Durante el baile me dejé llevar de tanta presión que sentía dentro, y empecé a disfrutar, bailé con todos mis tíos y primos como si el mundo se hubiese quedado en pausa y solo la música tenía el control de la vida en ese preciso instante feliz.

Miré a lo lejos como el Titi discutía con el padre de Aros, automáticamente me fui de la pista hacia él, tenía que volver a la mesa esquivando a la gente que me agarraba para bailar. Algo me decía a mí que no andaba bien y tenía que ir a ayudar a mi tío. Me puse en medio y por primera vez en toda mi vida, no tuve miedo en mirarle a la cara, pero el corazón se encogió muy rápidamente.

-        ¡Basta!- le dije.- ¡Si tienes algo que decir, tendrás que decírmelo a mí, a la cara!- le grité defendiendo al Titi que me agarró de los hombros.

-        Ya es demasiado tarde…- susurró el padre de Aros antes de irse definitivamente de la boda, buscó a la tita Julia y a su hija mayor y dejaron la boda sin despedirse de nadie.

No entendí sus palabras, así que comprobamos que Orión estuviese bien, sin ninguna novedad que declarar. Me preocuparon bastante sus palabras cuando vi al Titi que lloraba medio escondido.

-        ¿Qué pasa?- le dije preocupada.

-        Nada, nada…- se excusó secándose las lágrimas.

-        Titi, puedes confiar en mí, ¿qué te ha dicho?- le dije.

-        Nada, querida. Volvamos a la fiesta.- dijo.

A las 8pm el local tenían que recoger así que nos echaron de allí, los novios nos invitaron a los miembros más cercanos al pisito nuevo que se habían comprado para su enlace y su nueva vida como marido y mujer que querían aprovechar para mostrárnoslo. Así que agarramos el auto y nos volvimos para El Prat de Llobregat.

El pisito era pequeño, no me acostumbraba al hecho de que en las ciudades grandes la gente deja de vivir en casas para vivir en pisitos, de menos de 95m2. El recibidor era muy pequeño, entrabas directamente al pequeño salón y comedor, tenían un acuario con peces, porque a mi primo José siempre le gustaron los peces, luego la puerta de la cocina en forma de arco, con un espacio en medio de la pared para que se comunicase con el comedor. Al lado del sofá una pequeña terraza, y al lado de la cocina, un pasillo, dónde a la derecha la primera puerta había una habitación, en ese momento estaba vacía, según mis primos esa sería la habitación de sus futuros hijos, la puerta del fondo era la habitación de matrimonio, y luego la única puerta a la izquierda era el baño.

Pequeño pero acogedor, pensé que quizás hasta que no hubiesen hijos, permanecerían allí, pero todo apuntaba a que habían comprado el piso, por lo tanto se quedarían por mucho tiempo, puesto que los adultos pagaban rentas de la casa, por lo tanto tenían que quedarse por narices.


Me senté en el sofá, mientras me tomaba un vasito de agua junto a un trozo de coca (en España es un postre muy famoso, de chocolate y azúcar). No me di cuenta de que había una señora mayor sentada en la parte de la cheslón, me estaba mirando con una sonrisa, no la había visto jamás, se me acercó para hablarme.

-        Hola, ¿tú debes ser Laia, me equivoco?- dijo la señora mayor, aparentaba tener más de 70 años.

-        Si, soy yo.- le contesté, por educación, esperando saber quién era.

-        Me llamo Josefa, soy una de las hermanas que aún quedan vivas de tu abuelo Hilario.- informó.

¡Anda, una tía segunda! Pensé sorprendida, pensaba que no conocería a nadie en la familia Garcia, por eso me sorprendió, de parte de Galí conocía al Tiet Josep i la Tieta Cristina, pero de parte de mi madre, no lo sabía, me refiero de parte de mí abuelo, de mi abuela ya les mostré, aunque ya ni me acordaba de los nombres de los doce hermanos.

-        Soy de las mayores, ¿te han hablado de mí?- preguntó.

-        Lo siento, pero no.- le sonreí como intento de disculpa.

-        Tú abuelo era el segundo hermano, yo soy la tercera y la tita Teresa es la cuarta y última. Tuvimos un hermano mayor.- no me dijo el nombre del último hermano. – Solo estamos vivas las hermanas, la Teresa vive en tu ciudad ¿sabías?- informó.

-        ¿En Manlleu? ¡No lo sabía!- dije sorprendida.

-        Sí, vive dónde… tu abuela Victoria, en el piso de abajo.- informó me dejó muy sorprendida.

Era raro que no conociese a la Tita Teresa viviendo tan cerca de casa mi abuela Victoria, ¿por qué me enteré por otros de todo eso y de la existencia de ella, la tita Josefa? Aunque era una niña, sabía quiénes eran mis familiares, no me pareció algo bueno que me lo escondiesen.

De repente y sin explicación ninguna, apareció mi madre, se sentó en medio de nosotros y le miró muy mal a la Tita Josefa, ella se calló la boca como asustada o como si quisiera ser educada.

-        Laia, vamos a la terraza, que no la has visto.- me dijo mi madre agarrándome de la mano.

-        Ahora voy mamá, estoy hablando con la tita Josefa.- le dije, la mirada de peligro se le había puesto en la cara, no lo entendí.- ve ahora voy, quiero seguir hablando con ella.- le dije y se tuvo que ir, arrugando la cara de malas formas.

¿Qué le estaba pasando ahora a mi madre? Aunque comprendí que después de todo lo sucedido con el abuelo, ella tuviese miedo de sus hermanos, que al fin y al cabo son sus tías y a la familia a pesar de todos los errores que se hagan, hay que aceptarla y quererla tal y como es, porque son tu tribu, estés de acuerdo o no, lo son, llevas el apellido por algo más que rellenar unos documentos.

-        ¿Te puedo hacer una pregunta?- dijo Josefa.

-        Si.- contesté amablemente.

-        Creo que tú madre no te quiere…- comentó, arrugué la frente no por mi madre sino por la tita Josefa, ¿qué era ese comentario? No me gustó nada.- tu madre no te quiere… yo sí que te quiero… conmigo serías feliz… aquí en el Prat…- comentaba.

Noté a Uriel sentado a mi derecha que me puso la mano en el hombro, no lo veía en ese momento, pero sabía que eso era una señal. ¿Qué estaba tramando la tita Josefa?

-        Mi amor, esto lo hace con todas las niñas y niños de la familia. Quiere que te vayas a vivir con ella y que ella sea tu mamá. – me susurró al oído Uriel.

-        ¿Qué hago?- le contesté susurrando.

-        Sé tú misma, mi amor. Lo harás bien. Confío en ti. – contestó Uriel.

Uriel tenía razón, no me había gustado ese comentario, ¿quién era ella para decir que yo no era feliz con mi mamá? A pesar de los problemas ocasionados, no tenía paciencia para eso, así que no tuve otra que decirle la verdad.

-        Josefa, te acabo de conocer justo hace cinco minutos, recuerda esto, no eres nadie para decirle a nadie si es feliz o no con su vida. Ni mucho menos, intentes comerme la cabeza y acabes saliendote con la tuya de malas formas, como ya sé que hiciste en otras ocasiones. – me quedé mirándola con ojos de preocupación por ella, sabía que estaba sufriendo y no lo había estado haciendo toda su vida, sentía su sufrimiento, lo sentía sin tener que tocarla.- además, tenías que haberle hecho más caso a tu madre, cuando te decía que no le hicieras caso a Hilario, viviste con miedo a su lado, pero también tenías miedo de tú propio padre, vivir complaciéndolo haciendo actos malos, te hacía sentir respetada, ¿verdad?- le dije, se quedó inmóvil con los ojos vidriosos.- ese tiempo terminó con la muerte de mi abuelo, los tiempos oscuros para ti terminaron, ¿por qué no abrazas la luz y permites que la familia deje de temerte y seas bienvenida en ella?- le dije, me levanté del sofá y antes de irme le dije – mis manos y mis brazos, te recibirán siempre con amor, yo te perdono todo lo que hiciste en el pasado a esta familia y tú vida.- le sonreí y le mandé un beso en el aire.

La tita Josefa se quedó mirándome en silencio, siguiéndome con la mirada hasta que desaparecí por la puerta de la terraza. Mientras le decía todo eso, recibí imágenes de sus actos, eran horribles, y descubrí el secreto de su supuesta hija.

¡Feliz Navidad!

Recomendación: David Bisbal - Corazón Latino.

HR.

HERO&Corporation.

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