domingo, diciembre 06, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 60

 

Faltaba muy poquito para terminar el colegio y llegasen las vacaciones de verano, pero un par de fin de semanas antes de eso, me encontraba sentada en el sofá de casa mi tita Mari del Prat de Llobregat, ya me había vestido y arreglado para la ocasión que estábamos a punto de presenciar. Mi primo José se estaba por casar con lo que sería mi nueva prima Heidi, si el nombre igualito a la serie de dibujos, pero relinda ella, la conocía de poco tiempo, pero me hacía muy feliz ir a un casamiento. Para mí era la primera vez, aunque mis padres me dijeron que cuando tenía un año o dos, me invitaron a uno pero la verdad es que no me acuerdo, era muy chiquita y como ya les dije, empecé a tener memoria fija a partir de los tres años.


Me sentía algo nerviosa, en todo momento estuve agarrando el brazo de Uriel y no lo soltaba ni para ir al baño. Antes de que pudiese decirle nada, el tito Alfonso me dejó a la Abuela Victoria que ya estaba preparada con su vestido a dos piezas de color azul celeste muy bonito sentada en su silla de ruedas, la aparcó cerca de mí.

-        Laia, cuida de la abuela mientras nos cambiamos nosotros, ¿quieres?- dijo mi tio Alfonso.

-        Claro.- contesté, pero él ya estaba de vuelta en la habitación.

Me puse de pie a su lado, le agarré la mano y le miré a los ojos directamente.

-        ¿Estás bien, abuela?- le pregunté.

Entonces ella me mostró otro recuerdo…

La abuela era muy jovencita, apenas hacía un año o dos que se había casado, tenía una barriga de embarazada muy grande, se encontraba tumbada en una especie de sofá con las piernas abiertas y sin ropa interior debajo del vestido. Gritaba de dolor, no entendía lo que estaba sucediendo, pero hacía una calor.

-        Ya asoma la cabeza, la quilla…- decía una mujer que no había visto jamás.

Otra mujer le agarraba de la mano, al parecer estaba de parto de su primer hijo, en este caso de mi tita Julia. En la otra sala estaba la sombra de un hombre reflejado en el cristal translucido, adiviné que ese debía ser mi abuelo Hilario. Se me revolvió el estómago volverlo a ver, aunque fuese su sombra, esperaba que no entrase, de hecho sentía que mi abuela se sentía más segura rodeada de mujeres que de su marido.

-        ¡Vamoh vitorina, vamoh! ¡Puja fuerte! ¡Qué dios ya la está sacando!- decía la mujer que se puso entre las piernas de mi abuela.

Mi abuela hacía fuerza, una de las manos que me agarraba notaba su fuerza, me dolía pero también me puse a animarla, para que tuviese valor.

Entonces un silencio se asomó y acto seguido el llanto de su primer bebé cantó por primera vez el aliento de vida.

-        ¡Es una niña, Vitorina!- le dijo la mujer emocionada con la niña entre sus brazos.

La otra mujer agarró una toalla y envolvió la niña que seguía llorando, entonces se la entregaron.

-        ¡Ay… aquí estah mi Julia! ¡Qué guapa ereh!- decía emocionada mi abuela que acababa de ser madre por primera vez.

Me emocioné. Nunca había presenciado un parto en mi vida. La abuela me miró con los ojos llorosos, me sonrió.

Regresamos ambos al presente, al aquí y ahora, con lágrimas en los ojos de felicidad. ¡Qué bello momento! En realidad perdió bastante el acento puesto que tres de mis titos nacieron en Andalucía en la provincia de Jaén, luego se mudaron a Cataluña.

-        ¿Por qué recordabas eso, abuela?- le pregunté aún emocionada.

-        Se me acaba el tiempo, chiquilla. Sé que no voy a conocer a mi primer bisnieto.- solo pudo decir eso, pues nos interrumpieron los familiares.

Colocaron a la abuela en el asiento del copiloto, atrás se sentó por un lado el Titi y a mi izquierda mamá, papá conducía. Había un segundo auto dónde iban los demás titos, Alfonso y Rafalé., junto al tito Juan y la tita Mari. Los primos Juanito y Jordi fueron caminando hasta la iglesia, ya eran grandes y sabían el camino.

Me agarré fuertemente a la mano del Titi y con la otra que parecía tener libre, me agarré al brazo de Uriel. La iglesia daba mucha impresión, en realidad esa fue la primera vez que entré en una, durante mis seis años no había tenido el placer de entrar ni en las de Manlleu ni en ningún sitio, como mucho a una simbólica capilla que tenía la escuela pero, nada que ver con una Iglesia, las había visto por fuera, pero por dentro… nunca. Me pude sentar al lado del Titi, pero Uriel tuvo que pasar toda la misa de pie a un lado de los bancos, no había lugar para él y como estaba con el Titi, lo aceptó.

Esa iglesia decía Uriel antes de entrar de que era bastante moderna, recién reformada. No lo entendí hasta que entré a dentro. Me quedé mirando las paredes, según fotos que había visto en los libros de religión, no había ningún fresco, todo era tocho y yeso blanco, incluso el altar. ¿Qué había pasado allí? Entonces, cuando el cura empezó su homilía empecé a mirar el techo por todos los lados, esperando una respuesta que no llegaba, así que llamé la atención del Titi y le susurré al oído.

-        ¿Cuándo va a hacer Dios acto de presencia en esta unión sagrada?- pregunté.

El Titi me miró a los ojos y se puso a reír disimuladamente, le pareció gracioso mi pregunta que al contrario que a mí, no entendía qué hacía tanta gracia.

-        En esta boda, ni Dios ni Jesús vendrán. Es una boda humana, amor. Que lo hagan por la iglesia es por respeto, pero si miras en su interior, no vibran en la sintonía. – informó el Titi.

Era cierto, sus corazones no marcaban la misma frecuencia que un Ser de Luz casándose, por lo que me había comentado el Titi, se casaban por la iglesia por respeto, pero no porque sintiesen la unión entre el universo y la humanidad. Me puse triste. Dios aceptaba la unión, pero no de la forma que yo esperaba, me sentía traicionada por mi primo, ¿cómo era capaz de traicionar su propia existencia como humano y como ser universal? ¿Sabía lo que eso significaba? Por la cara de felizmente casado con la mujer que más amaba en esta vida, y quizás en sus otras vidas también, me daban la respuesta contraria a la que yo quería escuchar. No, no sabía lo que realmente significaba lo que estaba haciendo y de la forma en como lo hacía.


En un momento en que el cura nos dio permiso para sentarnos, perdí el equilibrio y terminé encima del Titi sin perder el conocimiento, pero me sentía mareada. El Titi me agarró, preocupado empezaba a decir mi nombre susurrándome, para no llamar la atención. No le escuchaba, cada vez su voz era como un eco que perdía fuerza, la iglesia daba vueltas y un calor repentino me atravesó el alma. Miré al altar, más allá de las paredes y vi a un señor muy mayor que me miraba directamente. ¿Cómo había aparecido ese señor allí de repente? ¿Quién era?

Caminaba por el altar, observando a la parejita pero parecía ser un fantasma, entonces el tiempo se detuvo, excepto él y yo, nos pudimos mover. Recuperaba la compostura poco a poco.

-        Laia, ven aquí, por favor. – dijo su voz era potente pero amorosa.

-        ¿Quién eres? – le dije mientras caminaba por el medio del pasillo y me dirigía al altar.

-        Eso no es relevante ahora. Esperaba que vinieras hoy aquí, Laia. Hace mucho tiempo que te estoy esperando, te he estado observando en cada vida que has tenido, desde que te conocí por primera vez. Sinceramente, me puso feliz saber que en esta vida has decidido trabajar y cumplir con tú destino. Todos nos pusimos contentos, incluso tu madre. – dijo ese Ser de luz.

-        ¿Mamá?- miré de ubicarla en la iglesia.

-        Si, pero no estoy hablando de la madre que tienes en esta vida, pues hablo de tú primera madre en tú primera encarnación. – dijo seguro de sí mismo.

Aún no recordaba mi primera encarnación, pero al parecer ese Ser de luz tan mayor, provenía de allí. Subí las escaleras del altar y le quise dar la mano, pero le atravesé, me asustó.

-        ¿Eres un fantasma?- le pregunté.

-        No, claro que no. Ahora lo que estás viendo es un holograma, te estoy hablando desde mi lugar de trabajo. Siento mucho que nuestro reencuentro sea así, pero no puedo venir todavía a la Tierra físicamente, pero algún día será. – dijo como disculpa que no entendí.

-        ¿Quién eres? ¿Por qué no me dices tú nombre o lo que eres? ¡Cualquier cosa! Pero necesito una identificación, por lo menos…- le exigí.

-        Tengo muchos nombres, por eso no es importante eso ahora. Me llaman Creador… entre otros nombres. Lo importante aquí es que he congelado el tiempo incluso a Uriel, porque tengo algo importante para ti y esto no se lo puedes decir ni a tú ángel guardián, ¿de acuerdo? – dijo él.

Me giré miré a Uriel, efectivamente estaba congelado en el tiempo, fuese lo que fuese, era importante, volví a mirar al Creador, aunque no entendía su nombre y le escuché.

-        Tengo un trabajo para ti, Laia. Quiero que hagas una cosa por mi. – dijo, se puso serio.

-        ¿Qué quieres?- le dije preocupada.

-        No naciste en esta familia por casualidad, detesto esta palabra, parece que todo el trabajo del universo no sirva para nada… en fin… cuando supe que vendrías a esta familia, lo tuve claro lo que tendrías que hacer. Quiero que les muestres la verdad a través de tus enseñanzas, solo así estarán listos, ¿aceptas? – informó el Creador.

-        No entiendo. ¿listos para qué?- le pregunté.

-        Ya lo sabrás más adelante. Pero tú eres la indicada para hacer este trabajo, ya sé que todavía no tienes los permisos para trabajar como Ser de Luz ni Emisario, pero yo me encargo para que empieces con esto, ¿aceptas? – dijo.

-        ¿Por qué yo?- le dije.

-        Es tú naturaleza de SER, tú origen, allí están todas las respuestas a tus preguntas, querida. ¿aceptas, si o no? – dijo.

-        Cuenta conmigo.- le dije.

De repente volví a sentirme mal, cuando recuperé las formas, me encontraba sentada al lado del Titi, todo estaba como si nada, excepto en que en el altar no había nadie más que el cura y los novios que se estaban terminando de casar.

PD. La semana que viene no habrá capítulo, quizás una reflexión pero estaremos de vacaciones toda la semana próxima.

Recomendación: Dile - Rosalía. 

HR.

HERO&Corporation.

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