sábado, septiembre 05, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 46

 

Esa nochebuena fue muy diferente a lo que estaba acostumbrada a sentir, porque tan solo hacía una semana y poco más que había vuelto a la realidad de mi vida, y me sentía cada día con una culpabilidad tan grande, que dejé de ser literalmente una niña y de nuevo tuve que madurar más rápido de lo que sería habitual. Mientras que estábamos en casa de la iaia Victoria, el titi me invitó a ir a su habitación, al parecer tenía algo para mí.

-          Acaba de llegar esta carta por mensajero urgente desde 5D para ti, creo que te va a gustar de quién es…- dijo el titi con una sonrisa picarona.

Miré el remitente de la carta, me quedé con las cejas arqueadas pero el corazón me dolía, era del Chico de Ojos Verdes. En vez de abrirla, tiré la carta encima la cama, no quise abrirla, no tenía el valor de leerla.

-          ¿Qué te pasa?- preguntó el Titi.

-          Aún no le he contestado ninguna carta…- empecé a emocionarme pero de tristeza.- no me atrevo a decirle,… qué me ha pasado.- dije.

-          Uriel me comentó que ya lo sabe.- comentó el Titi.

-          Sí, pero no sabe que he estado a punto de matar a un hombre. No me siento feliz de eso, me siento muy mal por eso.- le confesé, pero terminé abrazado a él llorando.


Tenía mucho miedo de haberlo perdido a él también, si le decía lo que había hecho, aunque no fuese de mi voluntad, me dejaría de lado como todos. En dos semanas, no había vuelto a hablar con nadie, excepto seres de luz de 5D. Con mis padres poco les pude decir, a la iaia Filo menos, i al tiet Josep simplemente me acepta tal y como soy. Pero los compañeros de clase y los profesores, ya no confiaban en mí, porque a la hora del patio, tenía que estar al lado de los profes, me castigaron durante todo el que quedaba de curso.

Una cosa es tener espíritu solitario y la otra muy distinta es estar solo en la vida. La primera significa que disfrutas ratos con la gente pero mucho más cuando haces las cosas tú mismo y sin la ayuda de nadie, como por ejemplo viajar tú solo sin depender de nadie, te lo pasas en grande, en cambio, la otra forma, es que a pesar de que quieras en ciertos momentos socializar, no te den la chance porque tienen miedo de ti.

-          ¿Cuántas cartas te ha mandado desde que te ha pasado esto?- preguntó el titi.

-          Más de veinte.- contesté.

-          ¿Cuántas personas también han hecho lo mismo?- dijo el titi.

-          Ninguna, solo él.- dije entre lágrimas.

-          Pues ¿de qué te quejas? Está claro que le importas, sino no estaríamos hablando de esto.- afirmó el titi.

Me puse de pie y me fui al pasillo cerca de la puerta, al ver a Dary le hice una señal para que viniera a mi lado, él caminó por todo el pasillo hasta llegar a mi lado.

-          Ven conmigo.- le susurré y volví a caminar hacia el cuarto del Titi.

Dary entró detrás de mí, y cerró la puerta, el Titi se quedó mirándome sin entender qué estaba haciendo.

-          Tengo una idea, pero necesito que ustedes dos me hagan un favor, ¿puede ser?- dije.

-          Claro, dime mi amor. – dijo Dary.

El titi lo confirmó con un gestó con la cabeza. Entonces, les empecé a explicar.

-          ¡Cuenta con nosotros, mi amor! – dijo con una sonrisa Uriel.

El día después de Navidad, subimos como era tradición a San Bertumeu Del Grau, un pueblo que hay encima de una montaña en la comarca Osona en Cataluña, porque mi tío Quim nos había invitado a celebrar San Esteban con toda la familia Galí en su casa. Es tradición aquí celebrar San Esteban, es el día de los famosos canelones, pero en realidad nunca he sabido porque se celebra solo en Cataluña. Como ya les dije en otras ocasiones, la familia Galí es muy diferente a la Garcia, carecen de la ironía y son mucho más secos que un cactus en el desierto. Por eso me he sentido más integrada en la familia Garcia que la Galí.

Al llegar vi en el gran salón un árbol de navidad lleno de regalitos, todos ponían nombre y la gran mayoría eran para mí. Saludé a todos los que siempre veo de la familia, pero ese día éramos casi 30 personas, por los cuales, todos éramos familia. Personas que ni sabía que existían, primos y tíos que ya no sé dónde se encuentran pero todos viven en la comarca, curiosamente o en Vic o San Pere de Torelló. No se me quedó ningún nombre, bueno si, un primo ya de más de cuarenta años llamado Joan Lluís (Juan Luis) y su hija Elisabet. También había familiares de mi tía Rosa María, como por ejemplo su madre Rosa y su hermano Ramon, me alegré mucho de verlos de nuevo.

Pero cuando vi a Líon se me pasaron todos los males, arranqué a correr y él me agarró al vuelo, para terminar abrazada a él en sus brazos. Lo echaba mucho de menos a mi primo favorito de parte de Galí.

-          Mi León protector…- le susurré a la oreja.

-          Yo también te he echado de menos…- sonrío y susurró.

Me bajó de sus brazos y nos fuimos de la manita hasta el árbol de navidad, era el momento de abrir los regalos. En ese momento, llegó Uriel a mi izquierda y disimuladamente me entregó un paquete que guardaba en su saco, y se lo entregué a Líon.

-          ¡Feliz Navidad!- le dije con una cara de alegría.

-          ¡Oh, me has hecho un regalo! ¡gracias!- dijo en señal de sorpresa.

Le regalé tres pequeñas láminas hechas con dibujo abstracto en clase de dimensiones con el tiet Josep, firmados por los dos.

-          También ha colaborado el Tiet Josep.- le dije.

-          Pues ya le diré las gracias, en cuanto lo vea.- contestó super contento como siempre.

Cada vez eran más raras las navidades, empezaba a pensar cual era el sentido de la navidad, porque los regalos por muchos juguetes que fuesen, yo ese año no deseaba eso… tenía otros deseos para papá Noel y Reyes. Empecé a pensar en lo que decía José, un compañero de clase que me había llenado la cabeza de tonterías durante la última semana de clase antes de las fiestas, decía “los padres son papá Noel y los reyes” y yo le decía que no, que no era así… mis padres no podían ser mágicos, no tenían ni pizca de magia, no saben que son las dimensiones, van a saber ser un alquimista… ¡mentía seguro!

También esas navidades eran especiales para todo el mundo, porque se suponía que dejábamos atrás del siglo XX y entrabamos en el siglo XXI. Algunos tenían miedo, porque se había escampado un rumor de que el mundo se iba a terminar en nochevieja y otros decían que el futuro había llegado por fin. Ninguna de las dos sentía que podrían ser, solo sabía que sería en ese siglo que cumpliría mi misión y propósito.

Así que harta de escuchar a José, aprovechando que la Ramona nos había mandado a escribir una carta a los reyes magos, aproveché para apuntar una cosa que no había apuntado en la carta de mis padres. La profe nos dijo que teníamos que pedir para el inicio del siguiente trimestre, unos rotuladores de una marca en concreto. Como se me olvidó en la otra carta que ya se había entregado, pues lo puse en esa, pensando “si son mágicos no les importará que en esta segunda carta, les pida una cosa más, ¿no?”. Pero en ningún  momento le dije a mis padres nada de los rotuladores, pensé que no hacía falta decirles si los reyes magos ya lo sabrían al leer la carta, y la entregué a Baltasar que vino directamente un page de él en la escuela al día siguiente.

La nochevieja fue en casa de la abuela Victoria con todos los familiares, entre ellos estaba Aros, sentado en el sofá muy extraño, estaba más tranquilo de lo normal, tanto que no parecía él. Al parecer le habían permitido salir de la escuela psiquiátrica solo para celebrar la navidad, nochevieja y los reyes. Me quedé de pie observándolo, pensaba que miraba la televisión, pero miraba la pared blanca del fondo, como si estuviese hipnotizado. Dentro de mí algo se movió y empecé a tener muchas ganas de llorar, pero no por miedo, sino de tristeza, porque él estaba igual que yo, él veía ángeles y los seres de luz, pero terminó muy mal parado.

Mientras que los demás estaban en sus cosas preparando la mesa y entre otras cosas, yo me acerqué a Aros y le abracé con tanta fuerza que pude sacarlo de ese estado y me pudo corresponder ese abrazo. Le diagnosticaron esquizofrenia paranoide con conductas violentas. Antes de decirle nada, empecé a ver cosas que él mismo me pasó de corazón a corazón, sin pronunciar palabras, pude ver todo lo que sucedió ese año, pues el año anterior él ya no estaba así, él era él mismo. Las imágenes brotaban de nuestros corazones sintiendo al mismo tiempo el miedo y la tristeza que él estaba sintiendo, tanto en ese instante, como al recordarlo y proyectándolo en mí. Estaba sufriendo, de la misma forma como si estuviese en plena batalla entre lo que está bien y lo que está mal en él.

No sabía que le habían cambiado de colegio hasta que Uriel me lo contó ese día, pero pude ver que el tipo de colegio que le habían cambiado, era muy diferente a un colegio convencional. Ni sabía la existencia de colegios psiquiátricos, por las imágenes que vi, era lo mismo que un psiquiátrico pero para alumnos menores de edad, dónde se les impartían clases para el desarrollo cognitivo del niño, pero con la diferencia de que se quedaban a dormir y además pasaban terapia psiquiátrica y tomaban medicación para detener los delirios.


Esa misma noche, cuando sonó la última campanada con la última uva, tuvimos que felicitar a Aros porque era su 9º cumpleaños, él nació tres años antes que yo y supuestamente con el mismo “problema” que yo. Con el tiempo, su conducta violenta lo atribuyeron a la mala educación que tuvo de su papá, que según los médicos le costaba entender lo que estaba bien y lo que estaba mal, porque su papá le decía que robar era bueno y tener compasión por alguien era malo. Otra cosa que vi venir tras esas navidades tan extrañas es que la familia ya no le trataban de la misma forma que lo hacían antes de todo eso, empezaron a darle de lado, la propia familia. Eso lo hicieron de forma tan silenciosa que aunque no se emitiera ningún ruido, se veía nada más con observar la forma de relacionarse con él.

-          ¿Por qué la familia lo trata diferente a él?- le pregunté a Uriel.

-          Tienen miedo de él- dijo Uriel su cara decía que también veía una conducta injusta.

-          No quiere hacerles daño.- dije intentando consolarme.

-          Si, pero ellos no lo saben. Ellos no tienen la capacidad de la compasión tan alta como la tienes tú, mi amor. Aros es igual que tú, no lo olvides, solo que su camino ha tomado otro rumbo, la pregunta es ¿tú le dejarás de lado? – dijo Uriel.

-          Por supuesto que no. En mi puede confiar. Sé que no quiere hacer daño a nadie, aunque la conducta violenta no lo respalden mucho, sé más que nadie, como es esto de vivir así, con ustedes de nuestro lado. Aquí tiene a alguien de confianza, siempre.- le dije con todas mis facultades mentales intactas. Él no me da miedo.

La sonrisa de Uriel fue suficiente para que dejase de abrazar a Aros y le mirase a los ojos.

-          Pase lo que pase, yo estoy contigo. No lo olvides.- le dije.

Aros iba muy medicado y no pudo decir nada, tenía la boca pastosa, pero sus ojos emocionados fueron suficientes como para que yo supiera que me entendió.

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