Después de todas las pruebas, el compañero de Hilaríon vino, se agachó al lado de la silla porque volvía a estar en el ventanal para hablar conmigo.
- Hilaríon dice a ver si puedes entrar ahora a solas, sin ellos, ni si quiera Uriel. Quiere comunicarte algo importante, ¿puede ser? – dijo el compañero.
Miré a Uriel que estaba pendiente de la conversación, por la familia no me importaba, pero sin él, era algo especial.
- ¿Te importa Dary? – le pregunté.
- Cuidaré de tú familia mientras tanto, mi amor. – dijo Uriel con una sonrisa de complicidad y aceptación.
- Ok.- contesté al compañero.
- Señora Garcia, me tengo que llevar a su hija a ponerle la escayola. – le dijo a mamá.
- Si, vamos…- dijo poniéndose de pie.
- Mamá… prefiero ir sola. Por favor.- le dije.
- ¿Por qué?- preguntó.
- El doctor lo quiere así, no se preocupe, está en muy buenas manos. – contestó el compañero.
Mamá se sentó y el compañero me llevó de nuevo a dentro, me ayudó a colocarme en la camilla y empezamos la conversación, algo distinta a lo que quizás tenía que ser para los demás que no estén en esta vibración.
- Si te necesitamos, te llamo. Gracias. – le dijo Hilaríon al compañero que se fue por la otra puerta en dirección opuesta a los demás, para quedarnos a solas completamente.
Mi atención se enfocó directamente en sus ojos, curiosamente también los llevaba verdes, el pelo de oro hasta las orejas con rulos, y una barba de varias semanas, a pesar de que me aterraban las barbas como ya les comenté, él era distinto, quizás el único en ese tiempo en que no me importaba que llevase barba, porque no tenía intención de retirar la mirada. Él era diferente, un Ser de Luz que se había molestado en aparecer en este inhóspito hospital para atender mi urgencia.
- ¿Por qué has aparecido?- le pregunté.
- Cuidamos de ti, querida. Este es nuestro trabajo. – contestó noté que no lo decía tan seriamente, que en su mirada había algo de ironía, que me provocó que soltara una pequeña sonrisa insonora y comprendiera de que sus palabras eran ciertas.
- ¿Quieres decir que cuando me operaron en este hospital de chiquita, también fuiste tú? – le dije arqueando una ceja en señal de sorpresa pero dentro de mí sentía curiosidad y me divertía averiguar su respuesta.
- Fue una colaboración, entre médicos de tú dimensión y nosotros. ¡Eras tan chiquita! Teníamos la responsabilidad de cuidarte, bien, tú misma me ordenaste ser uno de tus pilares de protección en sanación… y no sabes lo feliz que me hiciste, hacía tiempo que no tenía una responsabilidad así desde que ascendí.- comentó.
¿A él también? ¡Dios bendito! Sino recordaba quién era, el doctor Hilaríon… no me sonaba de nada, solo tenía el mismo nombre que mi tío, y no entendía ¿por qué?
Hilaríon agarró de un armario un vaso que lo llenó de agua del grifo, del dedo índice salió una bolita muy chiquita que cayó en el agua, convirtiendo el líquido transparente en verde por unos segundos, hasta que volvió a ser transparente. Llevó el vaso al lado de la camilla, metió el dedo índice y corazón, alcé la pierna derecha por la altura de sus rodillas, lo coloqué encima de sus piernas, mientras que él empezaba a untarme esa substancia por el tobillo.
- ¿Qué es eso?- le dije.
- Solo un recordatorio. Tus células del tobillo se han olvidado de la importancia que tiene su función, es por eso que hace semanas empezaron a debilitarse, y hoy te has hecho esto. Con este ungüento, solo le estoy haciéndoles recordar la importancia de su misión. – dijo.
- ¿De veras?- le dije, me costó creerlo.
- En realidad no necesitas la escayola, pero te la pondré porque pues tú mamá va a pensar que no soy buen “médico”, esto es lo que realmente te va a curar. Porque este ungüento va directo a tus células, al ADN y le dan el mensajito para ser fuertes, y sostenerte en el camino. ¿Comprendes, querida? – dijo yo simplemente lo confirmé con la cabeza y él prosiguió.- Mientras recuerden, no vas a volver a necesitarlo – terminó.
Hilaríon alzó una mano hacia a mí, y del dedo índice volvió a sacar otra bolita chiquita, no más grande que la cabeza de un alfiler. Me quedé contemplándolo, era verde brillante y no parecía tener cuerpo, solo energía.
- ¿Cómo haces eso?- le pregunté.
- Nosotros le llamamos Alquimia, pero en tú dimensión le llamarían magia – dijo fue tan chistoso que nos pusimos a reír.
- Si, me suena. Alquimia, hace poco tiempo aprendí esa palabra en IÓN. Tengo entendido que para hacerlo hay que estudiar para ser Alquimista, pero que no hay muchos centros en Agartha qué lo hagan…- dije, quería omitir la parte de quién era el amigo, igualmente Hilaríon no le dio importancia al quién.
- La mejor escuela es Ávalon, porque tiene al mejor Alquimista de 5D. Se hace llamar Merlín. – él prosiguió con el ungüento, mientras me contaba cosas de esa escuela.
Merlín… nunca había escuchado ese nombre, pero me parecía muy mágico y bonito. Sabía que el chico de Ojos Verdes ya le habían aceptado en Ávalon y que el 2 de septiembre empezaría a estudiar allí, pero tenía tan poca información, que no pude evitar hablar del tema ya que Hilaríon empezó.
- ¿Podrías contarme más de… Ávalon, por favor? – le pregunté.
- Fue la primera escuela construida para que vosotros, nuestros hermanos de 3D, pudieran venir a aprender los conceptos de la Sabiduría Universal del SER. Fue construida a finales del siglo X de la superficie, solo unos pocos al principio podían venir a compartir y aprender de esta sabiduría, pero en los tiempos que llegaron, después de que los Elementales tuvieron una gran crisis de fe y provocasen que los demás hermanos de la superficie empezasen a tener miedo de estos aprendizajes. Un grupo llamados salvadores de Dios, empezaron a atrapar a los alumnos y alumnas que poseían la sabiduría, fueron mal llamados Brujas y Brujos para ser mandados a quemarles vivos, por hacer <magia>, un derecho que según sus creencias, solo lo podía hacer Dios y nadie más. – explicó Hilaríon.
Él al terminar con el ungüento, se puso de pie, al lado del lavabo tenía varias tiras de yeso preparadas para el siguiente paso, ponerme la escayola, no le quise interrumpir y seguí escuchando la historia, que me resonaba mucho.
- Esa lucha entre la brujería y los salvadores de Dios, duró varios siglos, todos aquellos alumnos que estuvieron en Ávalon perdieron la vida ante esa orden, algunos eran torturados y otros quemados o colgados de sus cuellos. La sangre se había convertido en un emblema de poder, cuantos más mandaban a la pira, más fuertes eran los salvadores de Dios, que en el nombre del universo mataban pensando que así estaban “purificando” la humanidad. – Hilaríon seguía contando pero no le pude escuchar…
De repente, las paredes de la consulta empezaron a tambalearse sin motivo alguno, tenía mucha calor y todo parecía derretirse a mi alrededor. Dejé de ver al maestro Hilaríon que seguía con su historia, y sin saber qué me estaba pasando, me dejé llevar…
Me encontraba atada de pies y manos en un mástil, a mis pies había trozos de leña y lana preparadas para hacer una gran fogata. Delante de mí estaban todos los ciudadanos de un pueblo, vestidos con ropajes antiguos como de la edad media, mientras que un hombre vestido con sotana negra, veía la imagen desde segunda fila, estaba llorando, aunque tenía que disimular. Sentí en mi corazón que se me rompía, porque aquel monje lo amaba con toda mi alma. Antes de que pudiera hacer nada, un segundo hombre que parecía Franciscano me estaba acusando de brujería, en una mano llevaba la sagrada Biblia y con la otra me señalaba diciéndome <bruja>. Entonces, un hombre que daba mucho miedo encapuchado, que tenía en sus manos una antorcha, cuando el Franciscano le dio la orden, tiró la antorcha a mis pies, dónde la leña y la lana empezaron a arder. Notaba la calor y el dolor de las llamas del fuego tocando mí piel, ardía y dolía mucho. Hasta que grité.
Sin darme cuenta volví a la consulta de aquel hospital, Hilaríon se quedó callado, cuando me había escuchado gritar.
- ¿te duele? – preguntó Hilaríon aflojando de inmediato el yeso que seguía poniéndome.
- He visto algo… fuego… pira… un cura…- empecé a divagar.
- Espera…- dijo, dejó el yeso, y me abrazó. - ¿qué has visto?- me preguntó.
Le expliqué con lágrimas en los ojos. De nuevo había visto algo que no pertenecía a este tiempo.
- No te preocupes, querida. Solo son recuerdos de una vida que tuviste. En algún momento podrás ver la historia completa de lo que te sucedió allí. – dijo mientras intentaba calmarme.
- ¡Pero ha sido tan horrible! ¡Dolía mucho! – me quejé.
- Recordar vidas no es algo bonito, querida. De la misma manera que en esta vida recordarás cosas que no te gusten recordar, cuando uno recuerda vidas pasadas, tiene que aceptar que tendrá que ver todo lo bueno y malo que le haya pasado. – de alguna manera no me asustó lo que dijo, más bien lo veía algo razonable.
- No recuerdo mucho, porque Uriel y Anasiel dicen que debo olvidar para recordarlo más tarde. Nunca había visto, un final de una vida…- le comenté.
Hilaríon prosiguió con la escayola, mientras que intentábamos seguir un tema.
- ¿Es posible que mientras recuerde encuentre a alguien que ame en esta vida? – le pregunté, me sentía preocupada no me podía quitar de la cabeza al monje llorando, curiosamente llevaba los ojos verdes, y sentía lo mismo que el chico de IÓN.
- Por supuesto que si, todos reencarnamos. – contestó.
- ¿por qué?- le pregunté.
- La razón principal es para experimentar la materia, es en 3D dónde se puede hacer. Reencarnar no es algo horrible, es algo sagrado y muy importante, ¿comprendes? Cuando decides volver a nacer, te estás dando otra chance de poder seguir aprendiendo algo que es importante para ti, en un espacio y un tiempo diferente al que venías. – contestó Hilaríon.
De alguna manera, sabía que aquel monje que había visto era en realidad el chico de ojos verdes. ¿Era eso lo que él se refería con que me recordaba? ¿Podría ser la chica que también vi en Egipto? Aunque no entendía muy bien lo que eran las emociones en ese tiempo, tenía la corazonada de que eran la misma alma, con distintos cuerpos y en distintos tiempos.
Tras la escayola, Hilaríon permitió dejar entrar a mi mamá,
durante el tiempo que había pasado más de una hora, la tita Mari tenía que irse
a trabajar y en su lugar vino el primo Noel que nos vino a buscar en su auto
para llevarnos de nuevo al piso de la Tita Mari, junto a Juanito y a Jordi.
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