jueves, mayo 28, 2020

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El tiempo nos ayuda a comprender mejor los aprendizajes, es por eso que cuando era adolescente todo lo que estuviera relacionado con los bosques, montañas y praderas, no me gustaban nada. Ir al campo a caminar, era algo que no hacía porque no me gustaba el hecho de estar en un lugar dónde el suelo no estuviese asfaltado, ni que hubiesen tiendas o edificios gigantes. No hace mucho tiempo que adoraba la torre Agbar de Barcelona sin ni siquiera haberla visto en persona nunca. Hace como diez años, soñaba con salir de Manlleu para irme a alguna ciudad grande como Madrid, Roma o mejor dicho Buenos Aires. No quería ver el campo, ¡nunca! Sobre todo en verano cuando los mosquitos arrasan mis piernas cómo si mi sangre estuviese de temporada… ¡horrible era pensar que me tenía que quedar en una ciudad de 20.000 habitantes!


Soñaba con Argentina por varias cuestiones, una de ellas era para salir de Manlleu y estar lo más lejos posible de mis padres o cualquiera que estuviese en contra del camino que había elegido, en ese tiempo solo era la escritura. Estaba harta de no conseguir el apoyo de los que a mí me importan y que solo me aceptan si cambio de profesión y me busco algo “serio”, por eso admití que el camino tendría que hacerlo sin ellos. Se te rompe el alma al pensarlo, pero sabes que si ellos no quieren, tendrá que ser así. La otra razón, en ese tiempo no sabía por qué pero siento un gran “impulso” en que debo estar allí muy pronto. Ahora sabemos que Argentina es el lugar dónde Gaia ha decidido que nazca su hijo Nueva Gaia, y que todos aquellos que hayamos decidido nacer en otros países, si sentimos este “llamado” es porque debemos y tenemos que estar en el momento en que deba ser. Por eso, a pesar del tiempo que hace que siento esto, sigo esperando el día, ahora sé que será pronto, pero de momento no hay fecha establecida.

Pero la relación con el campo y las montañas, empezaron a cambiar a partir del 2015, aunque les parezca chistoso, cuando uno se siente mal y está en una depresión por muchos meses, deja de tener en cuenta la importancia de aquello que es a fuera de él. Es decir, durante los primeros seis meses, no me quise comunicar con ninguna amistad, apenas decía ni quedaba con nadie porque no me apetecía, quería estar a solas, necesitaba estar a solas. En el primer mes, me quedé en casita sin apenas salir, igual que una cuarentena, pero con la diferencia de que no había peligro a fuera, pues las pesadillas residían dentro de mí corazón, muchas noches en vela intentando no tener pesadillas, llorar por cualquier cosa, programa de televisión, leyendo libros, escribiendo mis sentimientos en el diario personal… hasta que la salvación a mis penurias llegó de una forma inesperada, en el segundo mes decidí agarrar una mochila e irme al campo con la excusa de grabar planos para el canal de youtube.

Había perdido todas las ganas de hacer cosas, de crear y de sentirme viva. Por eso, salir al campo, por un camino que solo había hecho una vez en una caminata nocturna y sin mucha referencia, sin darme cuenta, abrí una puerta en mí corazón que no había abierto jamás llamada reino vegetal. Entonces, las praderas, las montañas y los bosques eran un lugar bellísimo que redescubría pero esta vez sintiendo los colores, sus sentimientos y sus conexiones. Fue cuando mis padres junto a dos tíos míos decidieron irse un domingo a la mañana a un bosque llamado la grabulosa que se encuentra en la comarca de Osona, me uní a ellos para conectar con el camino el elemento tierra, cuando uno de mis tíos le pillé abrazando a un árbol que él a su lado parecía una hormiga.

Me picó la curiosidad y le pregunté “¿por qué los abrazas?” y él me dijo “Así es como se comunican”. Y sin querer preguntarle más, caminé hacia el próximo árbol que tenía a tres metros, dejé a un lado un bolso que me había llevado para mis cosas, y lo abracé. La sorpresa me la llevé yo, cuando también planché una de mis orejas en el centro del árbol, la hormiguita escuchando al gran sabio, cuando el corazón empezó a latir con fuerza, no le presté mucha atención, solo cerré los ojos y susurré “perdón, no quería estar tan distante”, fue entonces cuando escuché como una especie de señora cantando muy bajo, abrí los ojos y empecé a mirar si había alguien cerca, pero no había nadie. De fondo podía escuchar el clic de la cámara, cuando papá me había pillado de esa forma, volví a cerrar los ojos y escuché esa voz femenina “te amamos, hormiguita”.

Me impactó tanto que tuve miedo, enseguida me separé y no volví a conectar más con ningún árbol, y así lo respeté durante los siguientes años. Aunque seguí caminando por el campo, contándoles a los árboles mis historias, que de algún modo, sentía que me escuchaban y que querían saber más, pero respetaban la decisión de no acercarme para conectar con ellos. Hasta que la vida me envió a alguien importante, el placer de poder reencontrarme con uno de mis hermanos de otra vida, que curiosamente vivía cerca. Y él dijo “si tanto deseas que te escuchen, debes aprender a escuchar también”, tenía razón, el reino vegetal seguramente que se alegraban de que podían contar conmigo, pero al negarme a conectar con ellos, pero ellos si que tenían que escucharme, me sentí muy mal durante varios días incluso semanas, ¡qué egoísta llegaba a ser!

De todos modos, no me sentí con ganas de volverlo a hacer, hasta el 3 de octubre del 2017 y más que un deseo fue una necesidad. Porque trasdós semanas y tres días duro trabajo a nivel de 3D entre España y Cataluña, dónde la guardia de la orden de San Miguel y muchos Seres de Luz de 5D que se ofrecieron como voluntarios, estuvimos a punto de evitar una gran hecatombe. Fueron dos semanas descansando muy poquito y trabajando muchas más horas de las permitidas, evitando que gente de poder tuviera la idea de ir más allá con una votación de derechos fundamentales del reino humano, por los cuales, los últimos tres días fueron del tirón, de Sol a Sol y lo más duro el día 1 de Octubre, nunca me había tenido que atrincherar en los diferentes colegios electorales para evitar que la policía nacional y la guardia civil matasen sin piedad a golpes a los civiles, por el simple hecho de votar nuestros derechos.

Evitamos las matanzas conformándonos amargamente con 893 heridos, por los cuales 2 personas perdieron uno de sus ojos, otros algunos miembros debido a las pistolas de pelotas que en Cataluña están prohibidas. Allí yo no iba con ninguno de los bandos, pero me mantuve firme junto a la guardia, mí unidad trabajamos con todos los mecanismos para evitar lo que fuese, en el campo neutral. Entre mossos de escuadra, policías locales, bomberos… del lado defendiendo las urnas, mientras que del otro lado, policías nacionales, guardia civiles que habían estado encerrado por dos semanas en un crucero en Tarragona para incitarles al odio aún más, con sus cachiporras preparadas para matarlos si era necesario. Y nosotros, en medio de todo eso, hablando y calmando a los violentos (de cualquier lado) para evitar tal masacre. En varias ocasiones tuvimos que defendernos, bloqueando golpes, arrancando las cachiporras de sus manos, entre otras cosas…


Aquel 3 de Octubre fuimos convocados todos los de Cataluña a una manifestación en cada ciudad grande de cada comarca, una manifestación de piedad y consciencia, dónde no se dijo ni se gritó nada, todos en silencio, con las manos arriba, saludando como los sordos, y de fondo una coral cantando la canción más triste que jamás había oído. La gente lloraba a moco tendido, igual como si hubiesen ido a un funeral de alguien importante, Cataluña había sido gravemente herida por su hermana España. La gran mayoría que podía ver a mi alrededor de más de millones y millones de personas convocadas a esa manifestación en las plazas de la ciudad, pude ver como la mayoría estaban heridos, los más leves ya tenían el alta pero fueron a la manifestación. Ese momento, se me cortó el alma porque todos estábamos sufriendo el mismo dolor. Total, la policía no pudo derrocar nada, Cataluña supo resistir, pero ¿a qué precio? Ni el de muertes ni heridos me quedé bien.

Al regresar a Manlleu, me fui directamente a dar una vuelta, el día se estaba acabando, el sol ya se había escondido y cuando vi el primer árbol que se me cruzó por delante en el paseo del Ter, ni me lo pensé, lo abracé y me quedé allí llorando durante un buen rato. Noté cómo los árboles desde sus ramas me observaban con pena, también lloraban aunque intentaban consolarme, noté como algo me tocaba la espalda, curiosamente se cayó una hoja que aún estaba verde en la espalda y empezaron a caer hojas verdes, dejando así las marrones en sus ramas, cómo si dijeran “estamos de luto, juntos”. Esas hojas cayendo, era la representación de la alegría siendo corrompidas por la violencia, porque cuando están secas, se caen por su propio peso, pero cuando están verdes, significa que están vivas y coleando.

Entonces, empecé a caminar hasta dónde los árboles querían que fuese, al Embarcador, mientras que caminaba, las hojas verdes caían con fuerza, cada árbol entendía qué estaba sucediendo y se arrancaban literalmente algunas de sus hojas, como si fueran sus lágrimas. Una vez llegué al Embarcador, un remolino de aire envió a un montón de hojas verdes al aire, dónde en forma de espiral empezaron a elevarse hasta desaparecer en medio del agua, dónde el aire dejó de tener fuerza y las hojas se las llevó el flujo del río. A pesar de su significado, era un espectáculo ver cómo me intentaban ayudar sin tener que pronunciar ninguna palabra. En el momento en que vi como las hojas desaparecían en el horizonte del río, interiormente me sentía mucho mejor, dónde poco a poco la neutralidad regresaba a mí corazón. Alcé la vista y observé a esos grandes sabios que llamamos árboles, y con la mano en el corazón les dije “gracias” les di un beso al aire, y me regresé a casa.

Desde entonces que conecto con ellos siempre que lo siento en el corazón, y durante estos tres años, he conocido a dos árboles muy especiales uno se llama Raiku que está custodiado por una hada, y otro árbol que se llama Arabella o Arela, custodiada por el guardián de las almas, ya que se encuentra en la zona del cementerio.

Recomendación: Babies – Serie documental (Netflix).

HR.

HERO&Corporation.

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