sábado, mayo 16, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 29


Cuando llegó el lunes y papá ya no estaba, hacia las 10am todos se fueron levantando para desayunar algo ligerito, aunque yo no sabía qué era desayunar en casa, siempre desayunaba en el colegio. Fue entonces cuando vi que mis padres eran algo atípicos, porque en los armarios de la cocina del piso de mi tita había diferentes cajas de cereales, galletas, leche y cruasanes… algo que en casa, no había pero si que lo había visto en el supermercado y en las películas. 

Mamá aún dormía, le costaba levantarse, mientras que la tita Mari ya hacía una hora que estaba en la cocina preparando los desayunos, como era la primera vez que estaba en su casa, me llamó para que fuese con ella a la cocina.

-          ¿Qué sueles desayunar en casa normalmente, Laia? – me preguntó la tita Mari.

-          Em… no lo sé…- dije algo avergonzada.

-          ¿Cómo que no lo sabes? ¿Tú madre tiene que darte algo de desayunar cada mañana antes de ir al cole, no?- preguntó arqueando las cejas, mientras rebuscaba en cajones y estanterías más comida.

-          No, mamá nunca hace eso. Me levanto, me visto, agarro la mochila y para el colegio. Luego a la hora del patio, me tomo una mandarina o un plátano y hasta la hora de comer…- le dije.

La dejé con la boca abierta y parada, algo inusual, solía moverse por la cocina como si fuese un neutrón a tanta velocidad que no podías averiguar qué hacía exactamente. Mari dejó las estanterías y se dirigió hacia a mí, que me encontraba cerca de la puerta de la cocina, con una mano me agarró de la barbilla, obligándome a mirar hacia sus ojos, me dio un beso en la mejilla.

-          No te preocupes, aquí vas a desayunar lo que te apetezca.- dijo y me soltó para volver a las estanterías.

En ese momento ella empezó a hacerme un montón de preguntas en plan “¿te gustan los cereales? ¿Te gusta el queso, el jamón, la leche, quiere un…?” tantas preguntas me pusieron tan nerviosa que se me cerraba el estómago, igual me estaba despertando y mi sistema digestivo no estaba muy por la labor, por eso, suelo esperar una hora después de regresar de un viaje tanto astral como dimensional, para darle tiempo a mi cuerpo a entender en qué dimensión estamos. Sino hago caso de las cosas, mi cuerpo lo expulsa todo por dónde ha entrado.

Cómo no sabía qué contestar en la mayoría de veces, la tita Mari me dio la chance de probar los distintos tipos de cereales que tenía, para ver cuál de ellos me gustaba más.

-          Este me gusta más…- le dije.

-          Bien, esto se suele tomar con leche, ¿cómo la quieres caliente, fría o templada?- me preguntó.

-          ¿Puedo probar con leche antes de que hagas el mío?- le dije.

-          Claro, prueba de este, es de tu primo Juanito.- dijo mientras agarraba una cuchara y probaba.

-          No, no me gusta con leche, ¿puede ser sin?- le dije.

-          ¿Sin?- repitió.

-          Si, no me gusta que esté mojado…- le dije.

-          Claro.- contestó su cara parecía que había visto una loca, porque era raro eso.


Lo que más me gustó fue que desayunamos todos juntos en la mesa del comedor, algo que tampoco había experimentado nunca y menos a esa hora, solo había experimentado esa sensación durante el almuerzo y las cenas. Mamá se tomó un café con leche, la tita Mari otro café pero solo, mientras que los demás primos eran cereales, zumo de naranja recién hecho, un vaso de leche (en mí caso aparte), cruasanes y finalmente queso. Eso para ella era un desayuno “ligerito”, madre mía, tenía que hacer la digestión de eso de varias horas para poder bañarme.

El plan era relajarse, y jugar mucho, aunque yo de noche tenía que seguir yendo a IÓN, me alegraba estar en el Prat de Llobregat porque eso quería decir que vería al chico de Ojos Verdes hasta Barcelona. Aunque ya era la última semana de clases, eso me alegraba mucho. Él se sorprendió porque no se esperaba que estuviese allí, pero le dije dónde me encontraba y se alegró.

-          Entonces, ¿te puedo ver en 3D por allí en la playa?- le pregunté.

-          No, ¡ojalá! Pero no, porque hace tiempo te dije que Barcelona no es mi última parada, tengo que hacer otro trasbordo. Lo siento…- contestó.

-          Lo comprendo… ¡Ojalá estuvieras más cerca!- le dije.

-          ¡Ojalá!- contestó.

Volví de esa noche, como si fuera una noche más, pero en realidad había sido la última noche en IÓN, oficialmente estaba de vacaciones hasta el 1 de Septiembre. Dos meses sin verlo… ¡qué duro se me hacía con tan solo pensarlo! A partir de ese momento, los viajes astrales solo pasaban a ser una forma de comunicación hacia el mundo de los sueños, solo hasta que fuese a finales de Agosto para empezar con la operación vuelta a las clases. 

Casi no desayuné porque no me entraba casi nada, la tita Mari se preocupó, mamá no parecía que fuese grave, así que seguíamos con el plan del día, ir a la Playa y pasarse todo el día allí, incluso la Mari había preparado la comida para llevárnosla. Era especial, porque en dos días, regresaríamos a Manlleu, así que hicimos algo diferente. Cargamos el auto de cosas de playa y nos dirigimos hacia la playa del Garraf, un lugar dónde hay cabañitas cerca de la arena, casi no había gente porque era un día cualquiera con un Sol y una temperatura importante, ya era verano la época de tostarse al sol y de jugar en el mar y con la arena a construir cosas.

Puse la toalla de Piolín al lado de la de Juanito y Jordi, esa toalla me la había regalado la iaia Filo cuando se fue de vacaciones con una agencia de viajes a la costa azul de Francia, ella no tomaba el Sol ni iba a la playa, pero me compró esta toalla muy interesante, porque de los looney toons es el que más me gusta, detrás de Bugs Bunny, claro. 

Después de la digestión del almuerzo y de pasarnos todo el tiempo intentando construir un foso de agua en la orilla y terminamos rebozados en arena al dente, nos dejaron bañarnos con la bandera verde, sin peligro alguno, yo al ser tan chiquita y no saber a veces nadar bien, me tenía que quedar en la orilla, como máximo hasta las rodillas y allí jugaba cuando no había nadie más conmigo. Aunque Uriel no se despegaba de mí, tras el incidente en la piscina de que casi me ahogaba, siempre que iba a un lugar con agua, estaba más pendiente de mí que de cualquier otra cosa. Curiosamente Uriel se había puesto un bañador rojo, eran unos pantalones bastante ajustados dejando así sus pectorales y piernas hermosas al aire, sus alas estaban también radiantes, intentaba esconderlas tras su gigante espalda pero al ser tan grandes, era algo imposible. 

-          Dary, ¿jugamos a saltar olas?- le pedí.

-          ¿Las sabrás saltar? Son muy grandes…- decía Uriel.

No eran tan gigantes pero podía sin problemas.

-          Si, si que puedo.- le dije sin recibir su respuesta me dispuse a meter los pies en el agua y caminar, Uriel me siguió.

En el momento en que llegué a un punto en que el agua me llegaba hasta las rodillas, me detuve, Uriel me agarró de las manos, pensaba que era para saltar la primera ola pero no fue así.

-          De acuerdo pero lo haremos juntos, son muy altas y no quiero que te lastimes, ¿de acuerdo? – dijo Uriel preocupado.

Era protector pero esa actitud no se lo había visto nunca, era raro, pero no quise darle importancia.

-          Ok, yo te doy de las manos y a la que cuente tres, salto y tú me ayudas a saltar más alto ¿te parece bien así? – le dije.

-          Si. – dijo, su cara de preocupación aumentaba.


Nos preparamos para la que venía en menos de diez segundos hacia nosotros, Uriel se colocó detrás de mí le di las manos que las agarró con fuerza, y cuando vi que estaba muy cerca empecé a contar hasta tres, y me puse a saltar, Uriel me agarró con tanta fuerza que volé, la ola pasó por debajo de mis pies, incluso me estuve unos microsegundos sostenida en el aire, a merced de cualquiera que nos estuviese viendo, quizás vería algo que le perjudicaría de por vida. Cuando la ola pasó, Uriel me regresó al agua, y seguimos jugando y riendo, él también aunque no quería perder la concentración. Yo me lo estaba pasando demasiado bien que parecía malo para la salud.

-          Wey…- decía Uriel tras una carcajada cuando me subía como si en realidad no fuese tan pesada como decían mis padres.

-          ¿te diviertes, Dary?- le dije en un momento en suspensión en el aire.

-          Sí, ¿y tú? – la respuesta era clara con tan solo mirarme.- ya veo que si.- dijo contento.

En ese momento vino una ola tan chiquita que salté sin avisarle, él no lo vio y a la que volví a poner los pies en el suelo, noté como el tobillo derecho crujía y en vez de acabar de pie, caí de culo en el agua, suerte que no era profundo. Uriel no me había agarrado porque había como un pequeño descanso, cuando me vio en el suelo, con la pierna derecha hincada y mi mano estaba encima del tobillo acompañada de mi cara de dolor, se puso de rodillas en el agua y su cara de preocupación volvió.

-          Mi amor ¿estás bien? ¿Qué te pasa? ¿Te duele algo? – igual que una madre, pero lo agradecí que se preocupara, con un brazo lo pasó detrás de mi espalda y con la mano derecha la intentó poner encima del tobillo que me dolía, pero grité de dolor.- Ui, ya veo… tenemos que irnos a la toalla, ¿quieres que te lleve?- dijo.

Me quedé mirándole con cara de ¿Qué vas a hacer qué? Delante de todo el mundo…

-          Mejor camino, ¿me ayudas?- le dije.

-          No, yo te llevo. – dijo mientras que sin pedirme permiso empezó a agarrarme para llevarme en brazos, pero le puse una mano en su pecho y le aparté.

-          Dary, no saben nada de ti, no te pueden ver. Si me ven que de repente, regreso a la toalla, medio volando, mi familia va a pensar cosas horribles… mejor camino, me apoyo en ti y así pasarás más desapercibido, ¿ok? – le dije.

-          Tienes razón, me olvidé de dónde estamos. Te ayudo. – dijo ofreciéndome su brazo, dónde me apoyé y mientras que daba pequeños saltos hasta llegar a la arena, me fijé que nadie estaba mirando.

-          Vamos a la toalla.- le dije y Uriel acató mis órdenes. 

Me senté con cuidado, intentando pensar cómo se lo diría a mamá, pero no se me ocurría nada, solo pensaba que quizás había sido un mal gesto y que por hoy ya había suficiente playa hasta el día siguiente, aunque eran más de las 6pm. Uriel no se separó de mí en ningún momento, en la toalla, le invité a sentarse a mi lado, me rodeó con los brazos en mi espalda mientras que hacíamos tiempo hasta las 7pm que habían decidido marcharse de allí. 

Intenté levantarme como si no me doliese tanto, no les dije nada a la familia, no quería preocuparles, esto era como clase de entrenos, había días en que regresaba con agujetas y algunos moratones debido a un entrenamiento duro, y no decía nada porque no sabía cómo contarlo. Pero esto si que podía explicarlo, salté una ola lo hice mal y me lastimé el tobillo, fácil de entender sin explicar nada de Uriel. Pero no dije nada, dejando tiempo para ver si me pasaba. 

Me vestí Uriel en todo momento me ayudó, me costaba estar de pie, me dolía bastante y vi que el tobillo había empezado a hincharse y también se puso rojo. En el momento que estaba todo recogido, empecé a caminar, era peor que antes, me agarré muy fuerte al brazo de Uriel y empecé a caminar.

Recomendación: Acuerdate de mí - Morat.

HR.

HERO&Corporation.

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