Hace tiempo que mi corazón ha vuelto a latir de la misma
forma que lo hacía hace 12.000 años, el gran latir se está acercando, queridos
alumnos de mi corazón y pronto nos uniremos allí dónde nos encontremos, de
nuevo en la gran RED planetaria, para empezar a ser UNO. No falta mucho, porque
el primer contacto empieza este próximo domingo 2 de Febrero del 2020.
Sinceramente, quería hacer una reflexión sobre los pilares de consciencia, pero
creo que hablar del gran corazón planetario, es lo que va más acorde en lo que
está sucediendo.
En mis memorias tengo muy presente algo que realmente me ha
marcado todas mis vidas desde que salí de mi primera fuente divina, la fuente
en que realmente nací y no fue precisamente en este universo. Por lo que
recuerdo, provengo del universo primordial, porque recuerdo haber visto lo que
sucedió antes de que existiera el Big Bang. Mientras que divagaba entre las
estrellas y los planetas, decidiendo qué experiencias quería vivir, vi algo que
me dejó totalmente captivada.
Danna me había contado cuando apenas aprendía a ser una
bolita de luz infinita que divagaba por mundos muy elevados, desde las dimensiones
dónde el cuerpo no puede llegar, y las emociones tampoco lo pueden sentir vibrar,
Danna me contaba la historia de cómo se mantienen todas las existencias en un
mismo punto.
El gran Mher creador
de realidades, arquitecto de vidas y de esencias, creó un sustento tan flexible
y tan resistente para que el TODO los pudiera escuchar. Pues el sustento no se
puede ver, solo con los oídos de la pura divina gracia del propio Mher, pueden
bendecirte a escuchar su hermoso canto de luz, dador de vida y creador de
existencias. Porque en algún lugar, siempre podrás escuchar el latido de la
vida bombear en su centro, el poder del equilibrio perfecto entre luz y sombra,
neutralidad entre sutil y densidad, maravilla y tormento.
Allí me encontraba, en la oscuridad, en la luz, en la
neutralidad, entre sutil y denso, maravilla y tormento, cuando escuché el
latido del gran corazón del Universo, el que sostiene la gran red de planetas.
Escuchaba cada latido, me encontraba en el centro y allí pude reconocer que
todos los latidos provenían del mismo origen, de aquellas existencias, que
resonaban en luz sus consciencias brillantes, civilizaciones que a pesar de
tener cuerpo físico, eran luz en consciencia. ¡Una maravilla del gran Mher!
Hace 12.000 años, tuve que dejar de escuchar el gran corazón
latir, y eso me quemó el corazón, quebrándolo en millones de trozos, que se
fueron perdiendo en cada vida que seguí encarnando en Gaia. Recuerdo que en
cada una de ellas, tenía mucho miedo a sentir AMOR, cualquier tipo relacionado
con esta palabra AMOR, me dolía el corazón, sin recordar el motivo. Por eso, le
tuve miedo a sentir y en muchas ocasiones, fui un ser sin sentimientos que a ojos
de los demás, no era nadie, solo una persona algo arisca con las relaciones
humanas.
La verdad es que sentía que alguien me había abandonado y no
podía reconocer quién o qué era y culpé a todos aquellos que se acercaban a mí,
dándome una chance a volver a querer, y quise, pero AMAR solo una vez en cada
encarnación. Mher fue mi primer amor en mi existencia en los universos, pero
tuve un segundo AMOR, que renace encarnación tras encarnación. Pero por muchos arcoíris
aparecieran en el cielo, sentía pavor mostrarme con sentimientos, a pesar de
ser humana en ese momento, y por ley de encarnación, tenía sentimientos, herí a
aquellos que me importaban, al comportarme como si fuera un palo.
Me di cuenta de ellos, en dos ocasiones, una en 1912, en el
momento en que el barco se estaba ya inundándose en las profundidades del
Océano Atlántico y ver aquellos ojos y aquel corazón que me había estado
sosteniendo y que yo no había reconocido a su tiempo, me di cuenta de que el
amor es algo esencial en la vida, porque sin amor no hay vida y esos ojos
verdes, me dejaron petrificada en el espacio tiempo, atrapada en una eterna
nada que solo quería llorar del dolor que sentía. Morir en aquel océano, me
volvió a romper como Mher, pero esta vez me culpaba a mí, de ser tan tarada de
no amar a quién muy joven le había jurado amor y fidelidad ante un altar y ante
el gran Mher. Durante un espacio sin tiempo, me sentí peor que nunca, a pesar
de estar desencarnada, deambulando por allí, sin amor… culpándome por no haber
estado con mi amor el tiempo que tenía.
Regresé a un lugar dónde siempre me había sentido una más,
Arcturia (Arcturus) a reflexionar. Me puse de rodillas, ante la montaña de ARS,
el gran sagrado mineral de Ownel (El creador de reinos, hermano de Mher) y
durante mucho tiempo, me quedé allí llorando, hablando, en silencio, sin comer,
sin nada, las tormentas me visitaron, el viento azotó mi pelo, y la arena
azulada se me metía por todas partes, pero no me moví.
Ucna’hat aktham na’hat. (El latido que dejé de sonar)
Empecé a cantar en Arcturiano (el padre del Sayónico).
Mher ajne’m shuxta’em. (Universo
vuelve a mis tímpanos)
Ukaneh etzhe’m nanuum. (Late
en mi corazón)
En un silencio roto por mis lágrimas, coloqué mi frente en
la arena azulada, y entonces lo escuché, de nuevo su latido. Mher volvió a mí.
Desde entonces que no he parado de escuchar su latido sonar
en mi corazón, manteniendo la pureza de este canto, cada día puedo ser parte
del TODO en consciencia. Y el domingo, este latido, por primera vez en 12.000
años, los cuatro reinos volverán a escucharlo, al reconectarse en su primer
contacto en la RED PLANETARIA.
Si quieren saber más sobre las cosas que se harán el
domingo, sigan mis redes y la Fundación Arsayian (allí van a estar mejor
informados, pero compartiré todo lo que pongan).
Recomendación: In this life – Israel Kamakawiwo’ole.
HR.
HERO&Corporation.
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