El día de reyes me desperté la primera a las ocho de la
mañana, bajé al salón para continuar jugando con los juguetes que había ya
desenvuelto la noche anterior, y al igual que una niña pequeña, me dejé llevar
con las piezas de Lego, uno de mis favoritos. Cuando me cansé, mi padre ya se
encontraba en la cocina, desayunando, yo no tenía mucha hambre y no quise,
después de eso, mi padre siempre iba a buscar el periódico y aprovechaba para
comprarme un croasan de chocolate, para cambiar un poco la rutina de todos los
días. Mamá en ese tiempo se levantaba muy tarde, casi a la hora de comer, así
que muchas veces, me tenía que ir con papá a buscar eso.
Al volver, con el croasan encima de la mesita del salón, me
puse a ver dibujos, pero como me aburrían, empecé a jugar de nuevo con los
juguetes. Hasta que una bolita de luz dorada del tamaño de una bolita de
ping-pong sin motivo alguno, apareció delante de mis narices, rodeándome como
si fuera una luciérnaga. Me quedé fascinada, en cuanto vi que en realidad la
luz solo era su exterior, dentro había una personita chiquita que jamás había
visto, alcé la mano y se quedó de pie en ella, sus alas dejaron de batir y la
luz desapareció. Era una bella mujer en chiquita, ¡magnifico!
-
Gracias
por permitirme descansar en tu mano, soy Kiahra, ¿y tú debes ser Laia, verdad?-
dijo con una amabilidad y una sonrisa hermosa, me sorprendió que supiera quién
era.
-
Hola, ¿Cómo sabes mi nombre?- le pregunté.
-
Las hadas
sabemos quién eres, querida. Pero al parecer, soy la primera que se presenta
ante ti… ¡no importa! Venía a hacer dos cosas…- dijo mientras que caminaba
de lado a lado de la palma de mi mano.- primero
a presentarme, tengo entendido que pronto vas a empezar a estudiar en la
escuela IÓN.- dijo con toda la seguridad del mundo.
-
Si, en tres meses dicen.- le confirmé.
-
Bien,
porque yo seré tu orientadora durante los cinco años que pases en esa escuela.
Me gustaría saber ¿qué quieres saber sobre IÓN?- me preguntó.
-
No sé nada de ese lugar, no me suena de nada,
solo Uriel y Anasiel hablaron de él, pero no me contaron nada.- contesté.
-
¿De
verdad? ¡Eso no es propio de ellos!- dijo extrañada, prosiguió.- De acuerdo. IÓN es una escuela muy especial,
dónde vas a aprender a respetar los cuatro reinos que se rigen en este planeta,
y dónde vas a aprender a respetarlas y amarlas y cuidarlas como si fueran tú
propia vida. Todos estos conocimientos, serán compartidas con los mejores Seres
de Luz, entre guías, Maestros, Ángeles y Seraphines, te van a enseñar a
recordar la naturaleza divina que se compone el universo.- sus palabras me
hacían sentir con muchas ganas de poder empezar y me preguntaba miles de cosas,
pero el hecho de que iba a tener tantos profesores, ya me tenían comida el
corazón lleno de amor.
-
¿Dónde se encuentra exactamente?- le pregunté.
-
En la
quinta dimensión, en un reino muy especial que se llama Agartha.- Kiahra me
miró como si ya supiera el lugar, pero mi cara de inocencia le fue suficiente
para entender que nunca había escuchado a hablar de ese lugar.- ¿Te han explicado cómo funcionan las
dimensiones o que la vida no simplemente existe en una dimensión?- se
aseguró.
-
Si, eso si.- le dije.
-
¿Entonces
qué es lo que no entiendes?- preguntó.
-
Agartha, no sé qué lugar es ese.- contesté.
-
Es un
mundo bajo la superficie de este planeta, dónde se encuentra la vida de 5D y
entre otras cosas que ya irás averiguando a lo largo de tú vida.- dijo.
En un momento me puse a imaginar cómo sería y pensé en lo
principal ¿tendría Sol? Pero Kiahra no quiso contestarme a eso, y damos por
finalizado la primera roda de prensa.
-
La segunda
cosa que he venido a hacer, es que los guías te hemos hecho un regalo muy
especial.- dijo mientras volvió a volar y se acercó al árbol y con una mano
dio como si fuera un toque al aire, y apareció una luz resplandeciente muy
grande, que en cuanto cesó, debajo del árbol de navidad apareció un nuevo
regalo de Reyes.- Es algo que hemos hecho
para ti de nuestras manos. ¡Tómatelo como un regalo de bienvenida a Agartha!
Ha sido un placer venir a verte, Laia.
Pero me tendrás que disculpar, tengo que irme. Nos veremos en tú primer día de
clase.- saludó con la mano en la distancia y desapareció por la chimenea
que estaba apagada justo al lado del árbol de navidad.
No me pude resistir y abrí el regalo de inmediato, venía
dentro de una caja de cartón un poco vieja pero aceptable, quité la caja y
dentro de ella había una figura muy bonita y especial, hecha con láminas de cartón
como si fuera un puzzle, dónde mostraba la cara de alguien muy especial.
-
¡Dary! ¡Dary! ¿Puedes venir por favor?- grité de
emoción.
Uriel apareció de la nada en medio del salón, mientras que
mi padre seguía en la cocina con sus carreras de coches.
-
¿mi amor,
todo bien? ¿A qué vienen esos gritos?- dijo preocupado Uriel.
-
¡Gracias, gracias y gracias!- le dije, me abracé
a su cintura de repente, él se había arrodillado en el suelo, porque yo me
encontraba de esa forma.
-
¿Por?-
dijo pero antes de que pudiera decir nada, vio el busto egipcio que había fuera
de la caja.- Ah, ya veo que te ha
gustado, mi amor. ¿Sabes quién es?- me preguntó.
-
Soy yo en la vida del antiguo Egipto.- comenté
con lágrimas de felicidad en los ojos.
-
Así es.
¿Te gusta?- dijo.
Solo pude confirmarlo con la cabeza, porque le abracé más
fuerte, como si quisiera estrangular su cintura. Finalmente lo dejé de abrazar,
y nos pusimos a observar el busto. Era hermoso, repasé cada línea discontinua
de mi anterior cara y me reconocía, de mi brotaban como si fueran las ramas de
un árbol en primavera recuerdos que aún conservaba.
Me encontraba en mis
aposentos, frente a una pared de marfil blanco con tonos rojizos, con los
brazos extendidos, mientras que dos mujeres que eran mis esclavas, me vestían de
una forma diferente a lo habitual, pues era uno de los momentos más importantes
para un joven como yo, el día que contraía nupcias con la mujer que amo. Me
parecía que la vida empezaba ahora y no todo lo que ya había tenido que vivir,
el matrimonio era algo que deseaba pero al mismo tiempo me daba mucho respeto,
pero la verdad es que lo que me pesaba más en el corazón era el pueblo. Pues se
casaba un futuro faraón.
Me miré a los ojos en el busto y mis lágrimas empezaron a
brotar, lágrimas de amor y de nostalgia, lágrimas que a pesar del tiempo que
había pasado, seguía amando a esa mujer que en algún tiempo, fue algo mío y que
a pesar de todo, sentí que nada había cambiado, aunque no tenía ni idea de
dónde podría estar, ni si habría nacido, pues Hilario decía mucho, que había
muchos como yo en este mundo, que habían nacido para este cambio, quizás ella
se acordaría de mí.
Noté la gigante mano de Uriel en mi hombro, me giré y lo
abracé.
-
El
verdadero amor es aquel que el tiempo no puede marchitar, mi amor. Seguramente
que ella estará puesta en tú camino, y ese día cuando llegue, sabrás porque
decidiste venir de nuevo a encarnar. – sus palabras me llegaron al corazón
y seguí llorando, manteniendo el silencio.
Papá llegó al salón y se quedó parado, observando el busto.
Uriel me dejó de abrazar, se suponía que no podía verlo, pero el Busto si que
lo veía. Yo agarré el busto que pesaba bastante con mis manos, no quería que
papá le hiciera nada.
-
¿Qué es esto, Laia?- preguntó.
-
He abierto el regalo que quedaba.- le contesté.
-
¿Quedaba uno? ¿Era para ti?- me preguntó como si
intentase averiguar cómo habría aparecido eso allí.
-
Si, papá. Quedaba uno y era para mí, mira.- le
entregué el papel de regalo, donde en una punta estaba escrito mí nombre.
El silencio que nos invadió fue la herramienta perfecta para
que Uriel se acercara a mí a hablarme.
-
No te
preocupes, los Reyes siempre dan sorpresas.- dijo para calmarme, la verdad
es que no entendí bien la reacción de papá.
-
Sí, pero ¿Por qué no se le ve igual de
ilusionado que a mí?- le susurré.
-
Porque él
dejó de creer.- contestó.
Vi como papá se volvía a la cocina, pero le interrumpí para
pedirle permiso para dejarlo en mi habitación y él me lo aceptó. Con la ayuda
de Uriel, agarré a peso el busto y lo subimos a la habitación. Lo dejamos
encima de la mesa del escritorio, mientras intentábamos pensar dónde podríamos
ponerlo.
-
¿Por qué papá dejó de creer, Dary?- la duda me
concomía el corazón.
-
Los
humanos dejan de hacerlo, cuando piensan que la vida no es como la soñaban.
Dejar de creer en papá Noel, en los Reyes, es solo el comienzo, hasta que al
final dejan de creer en nosotros, los Seres de Luz. Piensan que somos parte de
su imaginación, y no comprenden que la vida es creer en la alquimia o como se
dice mucho por aquí, en la magia de vivir. – Sus palabras me llenaron de
tristeza y más dudas.
-
¿Papá creía en la magia?- dije.
-
De pequeño
si, pero poco a poco se fue desconectando. – Noté la tristeza de Uriel
clavada en mi corazón. Me acerqué a él para darle la mano, y él prosiguió. – Cuando vemos que un viejo amigo, hermano
deja de creer y deja de vernos, es para nosotros un día muy triste. Porque
aunque él haya dejado de vernos, seguimos a su lado, ayudándole, pero de una
forma menos sentimental, la relación de amigos se resiste bastante, y a veces
podemos verlos actuar de formas que sabemos que ellos no son así, pero seguimos
allí, tanto en lo bueno como en lo malo, porque nos importan porque la amistad
consiste en cuidarse del uno al otro, siempre, mi amor. ¡No lo olvides nunca!
– realmente estaba como triste, así que apoyé mi cabecita en su brazo, él
sonrió y nos pusimos a averiguar dónde podríamos dejar el busto.
Esa fue la primera lección sobre amistad que tuve en mí
vida, quizás aquellos que hayan sido amigos míos, comprenderán que a pesar de
todo, siempre he estado allí, en lo bueno y en lo malo, y que en la actualidad
sigo allí, en lo bueno y en lo malo. Fiel en todos los aspectos.
Recomendación: Keane - this is the last time
#yosoy
HR.
HERO&Corporation.
No hay comentarios:
Publicar un comentario