Silencio. Inspiro. Retengo. Escucho el latido de mí propio
corazón latir con fuerza. Observo. Aguanto. Expiro. Oscuridad. Negra oscuridad.
Oscuridad que temo, pero que amo. Espero. Observo la oscuridad. Silencio.
Inspiro. Retengo. Escucho el sonido del aire entrar por la nariz y llenar mis
pulmones. Observo como el aire se convierte en oxígeno y a través de la sangre,
se transporta a todo el cuerpo. Observo. Aguanto. Expiro. Observo el CO2 que
expulsa mis células la corriente sanguínea, regresa a los pulmones y es
expulsado por la nariz. Repito tantas veces como mi cuerpo empieza a ser
consciente de dónde estoy.
Empiezo a sentir como si el cuerpo me hiciera un masaje con
pequeñas agujas que no hacen daño. Me elevo, sin dejar mi cuerpo, me separo de
él unido a un cordón plateado. Hasta que mi espalda toca el techo, como si
fuera un globo de helio.
-
¡Bien
hecho, mi amor! Esta es la primera vez que has entrado en el Astral, lo vas a
necesitar para poder moverte durante un tiempo, en las distintas dimensiones
que se compone cada planeta. Pero recuerda, solo podrás entrar con supervisión
¿de acuerdo? – Informó Uriel parecía feliz.
-
Asusta verse, es como si hubiese muerto.- dije
asombrada y curiosa al mismo tiempo.
-
Tranquila,
sigues viva, porque te une este cordón. Procura que siempre esté así de
brillante y sano, pues es tú unión con el cuerpo. – siguió informando.
-
¿Por qué debe ser con supervisión? – pregunté.
-
El astral
es un lugar inestable, aquí pueden encontrarte tanto seres de luz, como seres
de la oscuridad. Digamos que te encuentras en un submundo dónde todo es como
una balanza, puede que haya días que sin que tú quieras, te encuentres con tus
peores pesadillas, y otros a nosotros. Pero si estás bajo nuestra protección,
nosotros, podremos asegurarte que podrás ir a clase todas las noches y volverás
todas las mañanas. – dijo Uriel.
¿Más pesadillas? ¡Genial! Todo se veía más brillante, como
si pudiera probar cada objeto, color, sensación… ¡era increíble!
-
¿Cómo puedo evitar encontrarme con la oscuridad?
– pregunté, el miedo ya me recorría un poco por el cuerpo astral, pero aguanté.
-
Tus
emociones determinarán tú estado aquí. Si las tienes equilibradas, no te
sucederá nada, en cambio si quieres cambiar y te has enojado con algo, no
llegarás a ver la luz esa noche. – dijo.
Mis emociones variaban un poquito durante el día, pero
normalmente mantenía la luz en mí corazón, así que poco miedo me daba poder
entrar en oscuridad, es decir, que quizás tuviera más chances de entrar en luz
que en oscuridad. Todavía me costaba entenderlas, pero imaginaba que me
mantenía en un equilibrio constante en una balanza, y solía funcionar en
situaciones difíciles. Un buen ejercicio antes de cambiar al astral.
Miré a Uriel y me quedé perpleja ante sus alas, desprendían
un aura de color del oro, alcancé sus alas desde allí y las toqué, que suaves,
¡wow! Uriel se percató y sonrió.
-
¿Son así en realidad? – pregunté.
-
Si, y
cuando alguien me las toca, lo noto, a pesar que sean las plumas de las puntas,
están conectadas a mí. – dijo con una sonrisa amable.
-
¿Por qué las veo con ese reseguir dorado? –
dije.
-
Aquí los
colores se intensifican, ¿tienes sensaciones de que estás comiendo un color en
tus labios? – me preguntó y yo dije que si con la cabeza, y prosiguió. – es normal, es la forma que tiene el color de
comunicarse contigo. Si está feliz de conocerte, será siempre un gusto como si
comieras metal, si está algo triste, será como comer madera. Los colores
determinan nuestro estado emocional, pero por si mismos también tienen sus
sentimientos. – dijo.
Sentía un dorado metalizado en la lengua, o sea que el color
estaba feliz. ¡Qué raro se me hacía eso!
-
¿Cómo te
sientes? – me preguntó.
-
Bien. ¿A dónde iremos? – le dije.
-
Hoy a
ninguna parte, con tan solo hacer esto ya has pasado media noche. Poco a poco,
mi amor. Así que es hora de volver, te estás a punto de quedar sin energía y
debes aprender a aterrizar también bien. – dijo.
-
¿Ya? Pero si han pasado solo cinco minutos…-
dije.
-
Acá el
tiempo pasa distinto. – me ofreció la mano, se la acepté y empecé a bajar,
me puse de espaldas y me dijo – Ahora,
vuelve como el principio, poco a poco ve tomando consciencia de tú cama y tú
cuerpo. – le escuché y acaté sus palabras.
Cuando abrí los ojos, volvía a estar en mi cuerpo, me sentía
emocionada pero también muy cansada, le quise dar un abrazo a Uriel, pero no me
quedaban fuerzas.
-
Gracias, Dary… quiero… abrazarte…- me quedé
frita antes de notar su abrazo.
Llegó la mañana siguiente de una forma demasiado repentina,
mamá abrió la puerta y empezó a gritar, esa era su forma de levantarme cada
mañana, y la detestaba, porque me hacía sentir de mal humor. Pero esa mañana,
mamá tenía razón, llegué tarde por primera vez al colegio, me sentía muy
cansada, casi ni podía caminar, parecía un zombie… realmente había gastado
mucha energía entrando en el Astral. Estaba tan cansada, que me quedé frita en
clase durante las dos primeras horas.
-
Laia, ¿estás bien?- preguntó la María Ángeles
preocupada porque nunca me había pasado.
-
¿Eh?... ¡si!- dije avergonzada de lo que había
pasado.
-
¿Qué te pasa?- me preguntó.
-
He dormido mal hoy, lo siento señorita.- así
llamábamos a nuestras profesoras en ese colegio.
Cuando llegó al medio día, mamá me pilló durmiendo en el
sofá y decidió no llevarme a clase por la tarde, me pasé el día durmiendo,
hasta que llegó la noche y hablé con Uriel.
-
¿Esto va a ser así siempre?- le dije.
-
No, tan
solo debes dejar que tú cuerpo se acostumbre, es por eso que te lo enseñamos
ahora, porque cuando empieces, no te ocurran estas cosas. – informó.
-
De acuerdo. Cuando quieras, empezamos…- le dije.
-
Hoy no, mi
amor. Descansa. Pero si tienes dudas, ya sabes – dijo.
Quería hacerle unas preguntas, pero me quedé frita antes de
empezar, ni escuché el cuento esa noche, lo dejaron para otro momento.
Pasaron varias semanas, y poco a poco ese cansancio junto a
las entradas al Astral fue cesando, hasta que llegó el 12 de Febrero, mi santo.
-
¿Cómo te
encuentras hoy, mi amor?- preguntó Uriel, mientras que me acariciaba el
pelo que tapaba mi cara.
-
Mejor.- contesté contenta y con energía, a pesar
de que ya era casi media noche.
-
Me alegro,
porque hoy vamos a empezar a ir a Agartha. ¿Estás preparada? – dijo con una
sonrisa.
-
¡Si, claro que si!- dije pegué un grito sin
querer de la alegría que me dio, pero me tapé rápido la boca y nos quedamos en
silencio esperando a que nadie abriera esa puerta y nos viera aun así. Por
suerte, nadie nos interrumpió.
-
Entonces,
ya sabes… relájate. No te preocupes por el tiempo que tardes, tampoco tenemos
prisa, lo importante es que te dobles bien. – me advirtió antes de empezar.
Cerré los ojos, y empecé a tomar consciencia de mi cuerpo,
mediante la respiración lenta y pausada, dónde cada segundo me sentía cada vez
más relajada y entraba así en un estado de trance. Hasta que al final me elevé
y al abrir los ojos, ya me encontraba doblada en el tiempo y el espacio.
Uriel me ofreció una mano, le agarré, aunque parecía tener
una aura muy potente, su tacto de piel se notaba muy suave, igual que un recién
nacido. Uriel me empujó a tocar los pies en el suelo, la sensación era
diferente que de costumbre, parecía que mis plantas de los pies tuvieran
zapatos, pero al verme, estaban desnudos.
-
Intenta no
soltarte de mi mano, vamos a volar juntos ¿de acuerdo? – informó Uriel.
Lo confirmé con un gesto con la cabeza, así que él mostró
sus alas y sin hacer ningún esfuerzo, empezó a elevarse, acto seguido yo
también me elevé. Nos acercamos a la ventana que estaba cerrada, pero yo sin
querer, empecé a frenar, porque sabía que nos chocaríamos contra ella. Pero
antes de llegar, se abrió por arte de magia y salimos bajo la luz de las
estrellas más brillantes que jamás había visto. Volví a mirar atrás, cuando me
di cuenta de que la ventana volvía a estar cerrada, como si nadie lo hubiese
tocado. Wow.
Entonces, empezamos a elevarnos cada vez más y más alto,
hasta que las calles de Manlleu eran diminutas, no hacía nada de frío a pesar
de estar en Febrero, me sentía como si fuese una noche de verano a la romántica
luz de las estrellas.
-
En cada
ciudad hay distintas formas de entrar a Agartha, pero cómo todavía estás
empezando, vas a tener que cruzar mediante portal dimensional. Pero recuerda
que de momento, solo lo podrás cruzar, si te acompaña un Ser de Luz, por
ejemplo, hoy te acompañaré yo durante todo el viaje, pero en cuanto empieces,
solo te podré acompañar hasta que cruces el portal, luego allí, habrá otro Ser
de Luz que te recogerá y se encargará de ti, para que asistas a las clases que
te toquen aquella noche.- toda su información me parecía asombrosa, no me
importaba estar acompañada de más ángeles, total ya me había acostumbrado a
ello des del nacimiento.- Estos portales,
solo se abren a determinadas horas, intenta volver antes de que se cierren,
porque cada portal te puede dejar muy lejos de casa, y quizás tardemos más en
volver a unirte ¿de acuerdo?- terminó de decir.
-
Ok. ¿Por qué no están abiertos todo el tiempo?-
pregunté.
-
Es por
seguridad, no queremos que hermanos de tú dimensión que no están autorizados a
cruzar, crucen sin querer ¿entiendes?- aclaró.
-
¿Eso puede pasar? – pregunté de nuevo.
-
Si, y a
pesar de que ya hay controles muy firmes, sigue ocurriendo. – su cara se
entristeció, como si tuviera parte de la culpa, pero no lo entendí.
Nuestros pies finalmente aterrizaron en una calle de mi
ciudad Manlleu, pero antes de seguir caminando, Uriel me obligó a mirarle a los
ojos.
-
Debes
prometer que no vas a decir dónde se encuentran estos portales, como ya te he
dicho, es por seguridad. ¡Prométeme que no lo vas a hacer nunca! –
insistía.
-
Lo prometo.- dije.
Seguimos caminando por una de las calles que recordaba haber
pasado algunas veces con mi abuela y mi prima Sofía, hasta que nos desviamos a
la derecha. Entonces, me quedé asombrada, porque delante de nosotros, se abrió
como una especie de nube brillante, dónde de su entrada había una cola muy
larga. Reconocí las alas de muchos ángeles, que acompañaban a muchas personas a
entrar por ese portal. Uriel me estiró del brazo suavemente, y nos pusimos en
la cola, mientras que seguíamos el ritmo del lugar, Uriel de su bolso sacó dos
tarjetas de plástico unidos a dos cuerdecitas de cuero, uno me lo colocó
alrededor del cuello y el otro se lo puso él alrededor de su cuello.
-
Esta es tú
tarjeta identificadora para cuando pases por estos lugares. Con esto, tienen un
control de tus entradas y salidas de Agartha. – informó.
-
Es como el DNI ¿cierto?- pregunté.
-
Así es, mi
amor.- contestó con una sonrisa, mientras seguía rebuscando en su bolso.
Me intrigaba tanto lo que estaba haciendo que no pude evitar
observarlo. Sacó dos anillos de plata, uno de lo colocó en el dedo índice de la
mano izquierda y el otro en el dedo pulgar de la mano derecha. Cuando esos dos
anillos, se tocaron ligeramente, se abrió como una especie de pantalla
energética entre las manos, dónde se podía ver más información. Me quedé
alucinando, porque jamás le había visto hacer eso.
-
¡Oh que
bien, el metro llegará puntual!- comentó.
Empecé a mirar alrededor de la nube, que ya sin darnos
cuenta de ello, habíamos entrado dentro completamente. Sin entender lo que
había dicho Uriel, me fijé más adelante, hacia dónde nos llevaba la cola,
alrededor nuestro habían puesto unas vallas de seguridad, para que nadie se
escapara o se colara de la cola. Entonces, vi que a unos veinte metros
aproximadamente, había ángeles vestidos con escudo y lanza que custodiaban la
cola y preguntaban a la gente alguna cosa.
-
Guardianes de luz.- susurré pasmada…
-
Oh, si…
suelen vigilar estos lugares. ¿los reconoces?- dijo Uriel.
-
No mucho…- dije.
-
Ellos son
los que no están unidos a ninguna unidad, están a merced de San Miguel
Arcángel, su único jefe.- informó.
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HR.
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