Capítulo 61
Papá aparcó el auto en el parquing que el mismo restaurante
había habilitado si éramos familiares de los novios, aun me encontraba algo
mal, durante los veinte minutos que había durado el tiempo entre tirarles el
arroz a los novios delante de la iglesia, agarrar el auto y llegar al
restaurante, no había dejado en ningún momento la mano del Titi, le pedí que
viniera con nosotros, así que mamá se fue en el otro auto. Necesitaba estar al
lado de él, me sentía insegura, realmente el Creador me había pedido eso… tenía
muchas dudas de si había sido real o un simple sueño.
No quería caminar así que el Titi se ofreció llevarme en
brazos, algo que mi padre no le gustó y decía “
ya eres grande para ir así, Laia” pero lo ignoré recostando la
cabeza en el hombro del Titi, mientras que él se excusaba con un “
no me importa”. Nos quedamos atrás
expresamente, antes de entrar le susurré al oído “
¿podemos hablar por favor?” el Titi aceptó y nos fuimos en un
rincón bajo los árboles. Me dejó en el suelo, le agarré de las manos y nos
sentamos en un banco de piedra muy bonito, parecía romano antiguo.
-
Necesito contarte algo importante que ha pasado
antes en la iglesia, pero debes prometerme que no se lo contarás a nadie, ¿ok?-
le dije mi cara triste y preocupada le fue suficiente para que entendiera la
gravedad, así que le conté.
El Titi se quedó totalmente sorprendido cuando terminé de
explicarle, su carita me preocupó aún más, ¡ojalá hubiese sido un sueño! Pero
parecía ser que era cierto.
-
¿Quién es el Creador?- le pregunté.
-
Tiene muchos nombres, pero uno que tú lo conoces
muy bien porque muchos lo nombran así es Dios.- contestó.
-
¿Cómo Dios? ¿En serio?- dije, no podía ser…
-
Así es, querida. Dios te ha mandado un
trabajito, que debes cumplir.- dijo el Titi, estaba más ilusionado que yo
misma, porque yo sentía miedo.
Soy muy joven para empezar a trabajar, pero eso parecía no
importarles a los Seres de Luz.
-
Dios manda a los mejores para que le ayuden,
siéntate reconfortada, querida. – me animó el Titi.
-
¿Alegre? Pues tengo miedo…- comenté.
-
Es normal, el primer trabajo siempre da
respeto.- dijo.
-
¿A ti también se te apareció cuando trabajaste
por primera vez?- le pregunté.
-
No, lo mío fue distinto. Yo fui a su casa,
porque quería verme y me ofreció trabajar aquí y acepté.- informó.
-
Espera… ¿Has estado en su casa? ¿En… el
universo?- le pregunté.
-
Si, en un planeta a 120 años luz de aquí. ¡Es
una belleza su casa!- decía con cierta admiración.
-
¿Cuándo fue eso?- le pregunté.
-
Hace unos… 110 años aproximadamente.- dijo
mientras cerraba un poco los ojos mirando el cielo como si así fuese a
recordarlo mejor.
Me explicó que Dios le había mandado a cuidar de esta
familia hacía cinco generaciones atrás, pero no fue hasta que llegaba mi madre,
unos años antes que él pidió permiso para reencarnar y cuidarnos mejor, bueno
eso ya les había compartido en otros capítulos. Pero desconocía que fuese
durante tanto tiempo, pensaba que solo había estado en esta y quizás en mi
generación, pero ya me di cuenta de que no.
-
¿Por qué esta familia? ¡No lo entiendo!- le
dije.
-
Su plan es algo maravilloso, porque sigue siendo
un secreto.- dijo por no dejarme con la palabra en la boca.
-
¡Hilario, ven!- gritaba Rafalé a lo lejos.
Nos quedamos mirándolo con cara de no entender nada de lo
que estaba pasando a nuestro alrededor más allá de nuestra conversación, hasta
que volvimos a recordar que nos encontrábamos de fiesta y que no debíamos
hablar de trabajo.
Rafalé se acercó a nosotros con un cigarro en la boca.
-
Dime.- dijo el Titi.
-
Los novios quieren hacerse una foto con todos
los hermanos juntos y con mamá. ¡Vamos!- dijo Rafalé.
-
Si, ya vamos. Solo necesitamos unos minutos.-
contestó el Titi.
Rafalé regresó con los demás, mientras seguimos hablando.
-
Lo único que sé que parece que está planeando
Dios con esta familia, es que la está preparando para algo mucho más grande que
vendrá, después de ti, querida. A mí me dijeron que tenía que cuidar de tú
madre y de ti un tiempo, en cuanto me vaya, sabré más cosas y te las vendré a
decir a pesar de que los demás no me puedan ver y tú en cambio sí podrás.-
informó el Titi.
Algo más grande después de mí, me dejó la mente inquieta sea
lo que sea, cada vez envían más Seres de luz a reencarnar en esta familia, algo
me decía que el trabajo que había aceptado hacer con Dios, tendría mucho que
ver con el propósito y misión que había decidido venir a realizar en el futuro.
Los siete tíos se tomaron la foto junto a los novios, el
Titi agarró del brazo al primo José y la abuela Victoria le agarró del otro
brazo. ¡Qué bonitos estaban todos! Al terminar me tocó a mi junto a mis padres
con los novios, luego subí las escaleras blancas y arriba nos esperaba grandes
mesas rectangulares con comida de todo tipo, había llegado la hora del
pica-pica antes del catering. Empecé a comer de pie, mientras veía a toda la
familia charlar, era la única prima pequeña que estaba, aunque conocí a los
primos pequeños de parte de la novia, pero no me relacioné porque me costaba
bastante relacionarme con gente cercana a mi edad. Solo me puse a comer y estar
al lado de Juanito, vi al primo Noel siendo el padrino de boda, una responsabilidad
importante que lo hacía con mucho humor.
Me senté un momento para comer un pequeño platito que me
agarré que estaba buenísimo, cuando se me sentó alguien a mi lado que no
conocía, al parecer venía de parte de la novia, era un chico bastante guapo de
vente años, con el pelo largo hasta los hombros de color castaño oscuro, unos
ojos verdes hermosos y llevaba perilla y los contornos de la mandíbula
recortados por la barba. Me sentí algo incómoda, porque se me quedaba mirando
como si disfrutase de la experiencia, le miré un segundo pero giré enseguida
cuando me di cuenta de que me miraba, buscaba a Uriel pero no lo encontré a mi
lado.
-
¿Dónde se ha metido este ahora…?- susurré.
Seguí comiendo intentando no decir nada.
-
El padre de Aros, está invitado a la boda.- dijo
ese chico.- pero Aros no le han dejado venir.- concluyó.
Me quedé mirándolo intentando recordar si formaba parte de
la familia, sabía perfectamente que no. ¿Quién era él?
-
¿Perdón?- susurré.
-
Tienes la oportunidad perfecta para decirle lo que
sientes a su padre, solo así, quizás reconsidere la opción de liberar a su hijo
de aquellas jaulas psicológicas por el cual está perdiendo el juicio.- dijo ese
chico.
-
¡No voy a hacer nada, ese hombre me da miedo!-
le dije, quería evitar hablar con él, no parecía de fiar.
-
Así que… de esta forma es como piensas salvar al
mundo, ¿no? ¡Dejando que el miedo te venza!- dijo ese chico, noté la ironía de
sus palabras pero me lo tomé mal.
-
No estoy en condiciones para hablar de esto con
extraños.- le dije.
-
¿Extraño?- dijo molesto, del bolsillo sacó su
identificación.- ¡mira quién soy!- me puso la tarjeta identificativa en las
narices.
La tarjeta decía que era un emisario de luz de la
constelación de Vega, bajo la tutela de Orión enviado directamente por el
Consejo de Orión. Me quedé a cuadros, se suponía que era un día de fiesta y no
hacía más que recibir visitantes de otras dimensiones que quizás no se dejaban
ver en 3D. ¡Madre mía!
-
¿Y ahora qué quiere el Consejo de Orión?
¡Estamos en una fiesta familiar! ¿no saben respetar las tradiciones humanas?-
le dije en realidad ya quería terminar de trabajar y empezar a disfrutar de la
celebración.
-
Me puedes llamar Emisario, mejor no digo mí
nombre. Estoy aquí para que me ayudes, estoy para conseguir que Aros regrese a
su casa y que le saquen de ese lugar horrible por los cuales se está volviendo
demasiado violento, y si no lo consigo, el Consejo habrá perdido a uno de sus
mejores emisarios.- informó.
-
¿Te van a echar?- dije riéndome.
-
No, a mí no. Pero a Aros si.- contestó.
Capítulo 62
No era buena señal que el Consejo de Orión estuviera detrás
del padre de Aros, no suelen comportarse así sino es una buena causa o una
emergencia, al parecer el hecho de que estuviese encerrado en ese colegio /
psiquiátrico había infringido más de la mitad de las normas del Consejo y
Mintaka había pedido un permiso especial para regresar de vuelta a Aros a Orión
y salvarle la vida, pues su vida ya no podía seguir en este planeta, ni mucho
menos en la familia que él mismo había elegido trabajar.
La situación era grave, cuando le pedí al emisario la hoja
de reclamación, hasta ese momento lo tomé como una broma universal, pero la
orden no parecía en ningún momento falsa y la situación en verdad era grave.
Mintaka tenía que conseguir el regreso de su emisario lo antes posible y si
habían venido durante la boda era por algo, así que acepté ayudarle.
-
¿Sabes dónde debe estar su padre ahora?-
preguntó el emisario.
-
Está por aquí, pero me temo que lo tendremos que
buscar.- le dije.
-
¡Vamos, entonces!- dijo agarrándome de la mano y
tirándome escaleras abajo.
-
¡Espera, deja que venga Uriel con nosotros, es
mi guardián, es importante nos ayudará!- le exigí.
El emisario aceptó, empecé a buscar entre las mesas a Uriel,
había agarrado dos pinchos de gambas, lo agarré del brazo y me lo llevé rápido.
-
¿Qué haces, amor?- preguntaba Uriel.
-
¡Tenemos trabajo urgente que hacer! ¡Vamos, nos
están esperando!- le dije arrastrándolo.
No lo entendió hasta que vio al emisario, se puso uno de los
pinchos en la boca y el otro me lo ofreció a mí, lo acepté a pesar del trabajo,
era la hora de almorzar y tenía hambre. El local también servía a seres
dimensionales, así que tuvo bastante suerte Uriel porque pudo alimentarse sin
ningún problema. El emisario le resumió el problema, le mostró la orden y nos
fuimos escaleras abajo a buscar a nuestro objetivo.
-
Seguramente estará con la Tita Julia.- comenté.
Pero no la encontrábamos ni a ella ni a él. Hasta que vi al
primo Noel que organizaba a la gente por grupos para hacerse las fotos con los
novios.
-
¿Sabes dónde está la tita Julia?- le pregunté.
-
Ya ha subido a picar algo.- dijo sin dejar de
organizar.
Pregunté por el padre de Aros.
-
¡No lo sé, no iba con ella!- contestó Noel.-
debe haberse ido a fumarse un pitillo por allí…- comentó.
Nos fuimos hacia la zona del parquing con la esperanza de
verlo, aunque fuese en la distancia, porque yo había decidido no acercarme a
menos de cinco pasos de él, su olor a azufre me mareaba y además me lastimaba
por dentro. Lo vimos detrás de uno de los autos, fumaba solo, nadie le
acompañaba, tampoco había hecho buenas migas con la familia, pero de repente
vimos que se giraba y hablaba con alguien, que yo no podía ver.
-
¿Pueden ver con quién habla?- susurré curiosa.
-
No… ¿Saben
si va más acompañado? – preguntó el emisario.
Sabíamos que su hija mayor estaba pero nadie más, además la
Laura estaba con su madre picando algo. Así que estaba solo.
-
Espera… ¿los seres oscuros pueden comunicarse
con seres más oscuros que no estén al alcance de nosotros?- pregunté
susurrando.
-
Si, si que
pueden. ¿Crees que…? – contestó Uriel, le dije que si con la cabeza.
Busqué en el saco de Uriel unas gotas para los ojos que en
IÓN nos habían recetado si había algún caso difícil como este. Me puse una gota
en la yema del dedo y me la pasé por el lagrimal, volví a repetir el proceso
con el otro ojo, cerré tres veces los ojos y luego guardé las gotas en su saco.
Miré al padre de Aros, que hablaba con un ser oscuro que no tenía rostro, era
todo negro, no tenía ni ojos, boca, nariz… era realmente aterrador y por lo
visto el padre de Aros hablaba como si fuese su amiguito del alma.
-
Sí, está hablando con un rostro negro.- susurré
los demás no quisieron ponerse las gotas, así que les tuve que traducir la
escena.
-
¿Dicen
algo? – preguntó el emisario.
Me dispuse a escuchar.
-
El plan es sencillo, lo reducimos y así Orión no
nos toca más los cojones…- comentó el padre.
-
Prepararé las armas para el levantamiento,
señor.- dijo el rostro.
-
Asegúrate de que ese planeta no quede nadie con
vida que pueda contar nada, ¿de acuerdo?- le ordenó.
-
Por supuesto, mi señor.- contestó el rostro.
Se me pusieron los pelos del brazo de punta, me agarré a la
mano con fuerza de Uriel.
-
¡Tenemos problemas, quieren atacar Mintaka!-
susurré aterrada.
-
¿Cómo? –
contestó el emisario.
Les conté lo que había pasado, enseguida el emisario con sus
anillos llamó a su superior y le explicó lo ocurrido.
-
El ataque
va a ser en pocas horas, reuniré a mis naves para que defiendan todo lo
posible, pero prepárense, van a por el Consejo. – decía el emisario con el
rostro totalmente serio.
-
Recibido.-
escuché.
Un conflicto bélico universal estaba a punto de acontecer
durante esa boda, mientras que nosotros celebrábamos con mucha alegría la
unión, un planeta conocido de Orión se debatiría entre el apocalipsis o la
Salvación.
Volvimos a dentro con los demás, porque no podíamos hablar
en esas condiciones, la única forma de parar esto era hablando con él. No
entendía el conflicto pero no era joda, iba todo en serio. De repente, se me
cortó el hambre. En cuanto subimos de nuevo los escalones para ir a picar algo,
Noel y Rafalé se acercaron a mi preocupado.
-
¿Por qué
te has ido? ¡No debes irte del lado de tus padres o del Titi! Te puedes
perder…- decía Rafalé echándome la bronca.
-
Perdón, buscaba el baño y a la tita Julia.- le
dije.
Volvimos a dentro, y nos dieron permiso para entrar en el
comedor y observar dónde nos tocaría sentarnos. Me quedé mirando la tarjetita
con mi nombre, a mi derecha tenía a mi padre, y a mi izquierda al padre de
Aros. ¡Hala, lo que faltaba!
-
¿Alguien me cambia el sitio, por favor?-
pregunté los de la mesa.
-
¿Por qué?- preguntó papá.
-
Mira con quién me ha tocado y no quiero.- le
mostré.
-
¡Es solo una comida, Laia!- dijo papá inocente
de todo lo que realmente significaba eso.
-
¿Alguien me cambia el sitio por favor?- exigí a
la gente de la mesa.
-
¡Yo!- dijo el Titi.
En realidad lo solucionamos con poner a mamá al lado de ese
demonio y yo me quedaba entre mi padre y el Titi, con suerte solo tenía que
girar la cara para otro lado, y ya está. El Titi no sabía nada, pero le dije a
Uriel que se lo contase disimuladamente, se enojó mucho.
Llegaron los novios, la música se prendió a todo volumen y
la gente con las servilletas de hilo las hacían voltear con las manos como si
fueran hélices de un helicóptero, entre silbidos y gritos de “¡vivan los
novios!”. A pesar de todo, la fiesta tenía que continuar siendo hermosa para la
familia, pero mi cara era todo un cristo. Solo me venía la gran duda del millón
de pesetas ¿Qué había hecho Aros como para que su padre quisiese conquistar o
atacar de forma violenta a un planeta indefenso de la Constelación de Orión?
¿Qué hacía yo allí parada comiendo platos que no sabía ni lo
que era gritando “¡vivan los novios!” mientras una civilización entera moría
asesinada? Se me cerró el estómago y los titos dijeron “Claro, te has hinchado
a gambas y salmón y ahora no tienes hambre”. El Titi les miraba con cara de
asco, pero tampoco podía decir la verdad. Me gustaría saber si serían capaces
de comer en la misma situación que estábamos viviendo los conscientes en esa
sala… el Titi tampoco pudo comer casi nada, ni se puso a beber alcohol, en su
lugar pedía que le rellenasen su copa y la mía con agua fría.
-
Si te
hidratas, quizás consigamos alguna idea para ayudar – susurró el Titi.
En cuanto apagaron las luces, encendieron las luces de
discoteca y apareció la gigante tarta, todos se pusieron de pie y con las manos
seguían el ritmo de la música. Los novios cortaron la tarta con una espada tan
grande y plateada que pude verme reflejada, la cortaron justo delante de
nosotros. Entonces, me puse a llorar me lancé a los brazos del Titi y lloré.
-
Oh, se ha emocionado…- decían las titas.
-
Sí, voy a fuera un momento con ella, para que le
dé el aire.- dijo el Titi.
Él me agarró en brazos y empezó a caminar hacia la salida
principal para quedarnos en el pasillo delante de la puerta al jardín del
pica-pica. Me puso de pies en el suelo, se agachó y me abrazó sin decir nada.
Del baño salió el padre de Aros, lo miré él me miró y antes
de que diera ningún paso más, con el corazón la puerta para entrar dentro del
comedor, se cerró de golpe en sus narices. Caminé hacia él, enojada.
-
¿No te bastó con encerrar a tú hijo que ahora
tienes que atacar a un planeta?- le dije.
Nunca había hablado con él. Me sequé las lágrimas de los
ojos, el Titi me quería agarrar pero se lo impedía.
-
En este universo se respetan las leyes de
convivencia, y si alguien ataca o secuestra o encierra a alguien que nos
importa, acaba perjudicado. ¿Olvidaste los modales universales?- le dije muy
seriamente, sabía lo que decía y lo que hacía, pero tenía que hacerlo…
Él empezó a hablar en Sayónico, entonces yo cambié el idioma
por educación.
-
Quédate con esta carita, porque cada vez que
pongas en peligro al universo, vas a tener que sacar cuentas conmigo,
¿entendiste? ¡Yo defiendo a los débiles y a los inocentes! La guerra no es con
tú hijo, ni con Mintaka, ni con Dios… es conmigo. Si quieres terminar con la
vida de cualquier civilización, termina conmigo antes, hasta que uno de los dos
muera.- le dije.
-
¡Que así sea!- es lo único que dijo.
Entonces, regresó al comedor.
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