miércoles, agosto 19, 2020

Un Amor Del Pasado Me Llevó A La Eternidad

 Eternidad, linda palabra que da mucho miedo nada más comprender lo que significa, porque ¿quién de ustedes es realmente libre de sus patrones? Nadie, incluso yo tampoco, pero estoy en proceso. En los cuentos se presenta la eternidad como lo que todos ansiamos buscar, “y fueron felices y comieron perdices”, eternidad. Para entenderla, hay que entender antes que nada es para siempre, que tal como todo empieza, también en algún momento llegará su final y se debe aceptar aunque no nos guste, debes aceptarlo igual.

Me gustaría sincerarme un poco, aunque en el espejo de mi vida en algún momento hablaré de mi ex, quiero compartirles el aprendizaje que tuve gracias a su llegada a mi vida, aunque fuese por muy poco tiempo.

Hace siete años, yo era una chica de veinte años muy diferente a la que conocen ahora por redes sociales y por youtube, en primer lugar, no tenía canal de youtube, apenas tenía Facebook y no lo usaba mucho. Durante la adolescencia perdí mi fuerza vital interior y empecé a darle importancia lo que los demás pensasen de mí, de todo lo que hacía y de todo lo que no hacía. Sin darme cuenta, me fui condicionando por los patrones sociales, hasta tal punto de que no iba sola a ningún lugar de ocio (ni a dar un paseo), siempre tenía que depender de alguien para ir a esos lugares. Lo cierto es que en ese tiempo las amistades que tenía no eran de salir de fiesta, así que me pasaba los fines de semana encerrada en casa, escribiendo y mirando películas, esperando a que llegase mi momento a SER.

Pero llegó el año 2014 y las cosas empezaron a cambiar muy rápido ya en enero, conocí a un chico que me llevó a descubrir la vida. Las pocas semanas que duró nuestra “relación” me dio energía suficiente para sentirme viva y comprender que la vida está para hacer cosas que te gusten hacer y no esperar a nada ni a nadie… fue entonces cuando unos meses después, conocí a otro chico que me enseñó el tiempo como funcionaba en esta realidad, las prisas no son buenas consejeras. Me enseñó a respetar los tempos y los espacios de cada uno, y tres meses después, sin darme cuenta, entré de lleno a la eternidad, con una relación oficial de cuatro meses y medio que literalmente me giró la vida por completo.

Curiosamente el nombre de mi ex en Sayónico significa eterno o eternidad. He tenido mucho tiempo para reflexionar sobre todo lo que pasó, cómo pasó y porqué tuve que aprender tanto de esa experiencia, pero lo único que he podido sentir es gratitud. Una vez más vivo, pienso y hago coherentemente lo que mucha gente no es capaz de reconocer por miedo, que las experiencias que nos ocurren son en realidad lecciones que debemos aprender. Sino hubiese sido por mi ex, creo que todo lo que ha pasado durante estos últimos cinco años, nada de esto hubiese sido capaz de hacer.

Antes no era capaz de imponerme a lo que sentía, decía y hacía que resonase en mí corazón, en 2012 encontré un camino que poco a poco empecé a recorrer, a veces te encuentras un tesoro en unos momentos muy desagradables, pero al ver relucir ese tesoro te dan muchas fuerzas  de caminar y cambiar todo aquello que no resuena en ti, para brillar de corazón, convirtiéndote en tú propio tesoro.

La relación que mantuve con mi ex, estaba basada en las apariencias, pues todos los que rodeaban nuestra vida, tenían derecho a opinar sobre lo que hacíamos, éramos el centro de atención de un grupo de amigos de más de treinta personas, y cada uno daba un sentido a la relación amorosa que tenía con mi ex. Por eso fue un infierno, porque por nuestra propia inexperiencia en el sector romántico, nos condicionaban todos esos puntos de vista de una forma en que nunca pude sentirme yo misma. Mi ex lo fue notando a lo largo de los meses de nuestra relación, uno de los motivos por el cual la cosa se tuvo que dejar, fue “ya no eres como antes, has perdido tú chispa, eso que me enamoró de ti”. Dolió saber que me había perdido por completo, pero él también se perdió… cuatro meses y medio de infierno, condicionamientos, presiones, rapidez, y falta de autoestima y mucha dependencia del otro… síntomas en que resonaba mi forma de amar en ese tiempo, una forma que no me gustaba nada, y por eso lo cambié.

Él fue el aviso de dónde me metía en el camino que había empezado a recorrer en 2012, sin decirlo lo decía todo y me preguntaba ¿estás segura que quieres saber lo que es la eternidad? Curiosa de mí como un gato, acepté y por eso todo lo que me limitaba tras la ruptura de la relación, literalmente explotó. Sin pareja, me di cuenta de la relación que mantenía, tanta dependencia me hacía daño y fui sincera cuando decidí dejar de ir a los encuentros del grupo de amigos que habíamos hecho, necesitaba tiempo para pensar y actuar de forma en que solo mí corazón podía responder, y por eso, Uriel, Andara, El Morya, Anasiel y muchos seres de luz más, me acompañaron durante los largos diez meses de “depresión”.

De todos los amigos que había hecho a lo largo de los últimos años, solo una pensaba que se había salvado y podía mantenerse a mi lado, pero me equivoqué al ver que la forma de relacionarnos nos estaba haciendo mucho daño, y ya no era lo mismo, se había convertido en una relación tóxica. No fue nada fácil decir adiós a cinco años de mejor amistad, nunca había dejado a nadie, esa fue la primera vez, y era consciente de que ella también sufrió mucho la pérdida, pero era por una buena causa.

Mes a mes, aprendía sobre mí misma, con una mano delante y otra detrás, de la misma forma en cómo me encontraba a los cinco años de vida, a mi izquierda tenía la mano del arcángel Uriel, dónde cada día, emprendíamos una caminata de más de hora y media, para hablar de mis problemas emocionales, él de nuevo fue mi paño de lágrimas, algo que nadie de 3D quiso serlo. Por primera vez, sentía la soledad como una gran oportunidad y en vez de verla con miedo y rechazo, decidí darle la mano y empezar una relación con ella, y fue cuando comprendí lo importante que es estar en soledad, porque así fue como me recuperé de la depresión, ni un psicólogo quiso ayudarme, Uriel fue el principal Ser de Luz que se ofreció las 24h del día a mí disposición para cualquier cosa que me sucediese.

Por la casi completa desconexión espiritual que hice durante mi adolescencia, perdí la capacidad por un tiempo muy largo de ver a los Seres de Luz aquí en 3D, desde sus respectivas dimensiones, solo me quedé un 5% dónde Uriel fue la voz de mi consciencia y las clases en Ávalon me ayudaban a mantenerme en sintonía con la vida que estaba destinada a ser. Pero en 2013 empecé a tomar té y a meditar, así que durante la depresión poco a poco iban ocurriendo cosas muy “raras” le pedía algo al universo y a las pocas horas, se cumplía. Recibía regalos de los propios ángeles, como plumas, personas que quería ver, experiencias que quería empezar a vivir,… el universo me respondía y los guías volvían a comunicarse conmigo, contentos de volver a hacerlo, consiguiendo así la responsabilidad de cada aptitud nueva que recuperaba psíquicamente y emocionalmente.

Fue el despertar de mi SER espiritual, cada limite que rompía, me sentía más viva que nunca cambiaba mi forma de ver mis propios conflictos emocionales. Entonces, mi ex regresó a los cinco meses de la ruptura, para ver si había entendido la situación, pero vi que él no entendía la mía, aunque nos vimos durante el verano, yo tenía clarísimo que mi camino no era con él, todo lo que él me enseñó ya era lo que tenía que ser. Volverlo a ver, era mi forma que tenían de decir mis guías “acuérdate de sus palabras, pues ser eterno significa no condicionarse y resonar uno mismo tal y como es uno”. Entonces, mi corazón me dijo “Vete a Valdepeñas” y me fui, aunque muchos se opusieron yo me fui, por primera vez en mi vida, me iba fuera por cinco días a solas, agarrando el AVE y Medias Distancias, para ir a ver a uno de mis mejores amigos que también estuvo en esos momentos duros, aunque en la distancia.

Esos cinco días daban por finalizada la persona limitante que no reconocía mi propio SER, por eso al volver, dejé las cosas claras, me fui a casa de mi ex, pero no quiso atenderme, de todas formas le dije todo lo que quise decirle sin tapujos. Le di las gracias, por todo lo que había conseguido hacerme ver de mi misma, porque esta transformación no había sido posible sin su aparición en mi vida, por eso siempre lo llevaré al corazón con una gratitud universal, pero solo como un viejo amigo que me ayudó a verme, nada más. La vida sigue y el amor llega tarde o temprano para ayudarte a ser una versión mejor de ti mismo cada día.

La depresión terminó la noche de Samhein (Halloween), a las doce de la noche de ese día me encontraba en Xauxa, y cuando sonó la última campanada, apareció ante mis ojos el Maestro Orange y con él empecé el camino de la consciencia, él me llevó a la vida espiritual durante dos años, hasta que regresó el Arcángel San Gabriel a mis ojos, siendo el mensajero de mi misión de vida, hasta que me llevó literalmente a los brazos del destino que vine a hacer y que se inició con el 11:11.

Recomendación: Que nadie – Manuel Carrasco.

HR.

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sábado, agosto 15, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 42

 *AVISO, el capítulo de hoy es de caracter violento. No es apto para gente sensible.

-          ¿Y tú qué haces aquí si estás muerto?- le pregunté.

-          Hace años que mí alma trabaja para él. – dijo medio sonriendo el abuelo.

-          Te engañó con su poder, así no se consiguen las cosas…- le comenté.

-          Hija de…- gritó se acercó a los barrotes y dio un golpe sonó metálico.- esta es la vida que decidí tener, el poder es mí vida.- dijo.

-          No sé que hiciste tú vida, pero lo que sé es que la familia no te quiere recordar. Porque hablan de la abuela pero de ti, solo sé tú nombre. Así que si estás trabajando para este ángel caído o demonio o lo que sea, será porque elegiste ser oscuro, hacer daño y hacerte poderoso así.- le dije con sinceridad.

 

Le molestó tanto, que alzó la mano e intentó hacerme algo pero al estar lejos no pudo hacerme nada, lo volvió a intentar pero su cara parecía que algo que quería hacer no le pasaba.

-          ¡Deberías retorcerte de dolor! ¿Qué pasa?- se quejó observando sus manos e intentándolo de nuevo.

-          La última vez que un oscuro me tocó, salió ardiendo.- dije convencida de que eso era uno de mis poderes que tengo en la luz.

Asustado escondió la mano detrás de su espalda.

-          ¿Cómo voy a torturarte sino te puedo tocar?- se preguntó.

-          Ahora entiendo porque no te quieren recordar. ¿les torturaste?- me sentía lo suficiente valiente para hablar sin tapujos, eso debió ser mi parte de guardiana…

-          Por supuesto que si, y no sabes lo bien que me lo pasaba, viendo como lloraban quebrados de dolor… mientras que ellos estaban bajo mis pies.- se alababa con cada palabra, sentí asco y vergüenza por ser descendiente de él.

Esa conversación era una de las cosas más duras que había hecho jamás en esta encarnación. Pensaba que los errores del pasado no tenían peso en la familia, pero al verme delante de él y sentir como se alegraba de torturar físicamente, emocionalmente y psicológicamente a los parientes, sentí repulsión ante un ancestro.

Era demasiado pequeña para que alguien de la familia tuviese el valor de contarme como era el abuelo, por lo tanto, todo lo que están leyendo era lo que me ofrecía su aparición. Entonces comprendí porque el titi decidió encarnar junto a mi mamá, su protegida. Un ángel para su protegido es capaz de hacer cualquier cosa para ayudarlo, incluso encarnar para defenderlo de aquellos que quizás él o ella no pueda vencer. Mi mamá tenía protección, y mis tíos también, aunque el titi se centraba en mi mamá todo el rato. Supongo por lo que él ya dice, por mí llegada a esta familia.

-          ¿Y qué pasa con tú hijo Hilario? ¿También lo hacías?- le pregunté alzando una ceja.

-          No, pero se metía en medio para defender a tú madre.- dijo a regañadientes.- ese puto ángel encarnado, puso muchas pegas a mis planes…- dijo indignado.

-          Imagínate porqué lo hacía.- le alcé la ceja, él apretó los dientes y dio un golpe a los barrotes.

-          ¡Cállate!- gritó.

Se giró y desapareció. Esa charla me dio ventaja, a pesar de que había recuperado el aliento, tenía que conseguir volver al control total de mí cuerpo, pero primero tenía que salir de esta jaula. Lo malo era que había olvidado cómo tenía que hacerlo, tenía que ser fuego, pero olvidé cómo podía convertirme en él… sin fuerza, volví a caer en el suelo, observando hacia la negra oscuridad. Hasta que cerré los ojos.

Me encontraba en casa de la abuela Victoria, pero el tiempo era mucho antes de que yo existiera, porque mi abuela cocinaba, algo que nunca la había visto jamás. Se le veía contenta porque cantaba una copla mientras ponía cebolla en la sartén y removía lo que parecía la cena. Sus hijos, jugaban en el salón, y mi mamá con tan solos ocho años, llegó a la cocina para observar a su madre. Me quedé sorprendida, porque yo estaba allí, pero ellos no podían verme, era un fantasma viendo un tiempo dónde todavía no era ni un pensamiento. Nunca había visto a mi mamá con esa edad, parecía tener miedo, se acercó a la abuela y le abrazó por detrás.

-          Mamá, te quiero mucho.- lo decía con lágrimas en los ojos, y no era de felicidad.

-          Y yo a ti, cariño.- le decía, se había girado y se agachó para abrazarla y darle un beso en la mejilla.

No parecía un momento bonito, sentía sus corazones vibrar en miedo, algo malo estaba a punto de ocurrir. Mi madre siempre había tenido miedo de las cosas, y verla tan vulnerable allí, me rompió el corazón, ella es la pequeña de siete hermanos. De repente se escuchó la puerta principal cerrarse, y toda la “alegría” que se escuchaba del salón, se esfumó y llegó el silencio mientras que el miedo se podía palpar e incluso degustar en el ambiente.

-          Hija, vete a nuestra habitación y no salgas de allí. ¡Corre!- le dijo la abuela Victoria.

Mi madre sin contestarle se fue, seguí a mi abuela hasta el salón, dónde los demás tíos que eran chiquitos, se escondían en la terraza y debajo de la mesa. Mientras que de fondo, se escuchaban los pasos de alguien que caminaba decidido hasta el final del pasillo para llegar al salón. ¡Qué miedo daba eso!

-          ¡Aquí estás, hija de puta!- gritó la voz la conocía, al mirarlo me quedé tan sorprendida que no lo podía creer, era mi abuelo Hilario. - ¿Y la cena?- preguntó con tono muy despectivo.

-          Aún no está lista.- contestó con miedo la abuela.

-          ¡Solo te pido una cosa cuando regreso del bar, que esté la cena lista a las nueve!- le gritaba de malas formas, el abuelo.

-          Perdona…- se disculpaba como si fuese sumisa.- le falta media hora…- decía casi sin voz.

 

La abuela se fue hacia el pasillo, pero antes de llegar, el abuelo le dio un golpe en la mejilla que le giró la cara y casi cae al suelo. Noté mi corazón corromperse, me fui con ella, quería socorrerla, pero mis manos atravesaban su cuerpo, era un fantasma, en realidad yo no me encontraba allí. Antes de que ella pudiese recuperarse del golpe, recibió otro más, mientras que le iba insultando, y cada golpe era más y más fuerte que el anterior.

Me sentía horrible, si tocaba traspasaban mi “cuerpo”, no podía hacer nada, solo observar y gritar que parase. Hasta que se abrió la puerta del cuarto dónde se escondía mi madre.

-          ¡Para, papá!- gritó llorando, muerta de miedo.

El abuelo se río de ella, pero siguió pegando a la abuela. Pero en un momento dado, se dirigió hacia mi madre para pegarla, pero salió de debajo la mesa, una versión de chiquito del titi y se puso enfrente a mi mamá, mirando al abuelo.

-          ¡No le vas a tocar ni un pelo!- decía defendiendo a mi mamá con su vida.

Entonces, el abuelo que se había reído del titi, le fue para golpearle en la cabeza, pero el titi le paró el golpe y cuando le tocó, el abuelo gritó de dolor, y me di cuenta de lo que se referían, si mi abuelo tocaba al titi, ardía en fuego por ser un ángel de luz o un emisario de luz.

-          ¿Cómo haces eso?- le pregunté pero sabía que no podía escucharme el titi.

Entonces el titi miró hacia dónde estaba, me sonrió y se señalizó su propio corazón.

-          El amor te guía.- dijo el titi.

Antes de poder decirle nada más, porque sabía que él si podía escucharme, la imagen se disipó y volví a abrir los ojos.

Me puse de pie y empecé a pensar en cosas que me hicieran sentir el amor, un amanecer, la piscina en verano, la playa, una sonrisa de mis padres en plena felicidad, los abrazos de Uriel y del titi Hilario, la sabiduría compartida del tiet Josep, los juegos divertidos de la iaia Filo, estar con los ángeles y los maestros, jugar con Frodo, pintar y dibujar, el color verde, los ojos del chico de ojos verdes. Mis primos jugando sin parar a muchas cosas,…

El corazón me ardía en AMOR, entonces supe lo que tenía que hacer.

-          ¡Gämael, ven aquí!- grité con todas mis fuerzas hasta que finalmente apareció.

Sin decirle nada, me acerqué a las rejas y al poner mi mano en ellas, las rejas empezaron a arder.

-          ¡Joder!- susurró Gämael asustado y sorprendido.

Seguí caminando hasta que lo agarré poniendo mi mano encima de su pecho y se quedó inmóvil pero ardía, se veía que salía humo de su traje y su piel empezaba a tostarse como si estuviese en el fuego literalmente.

-          Uriel ya te dijo que había elegido mi camino. Yo soy neutral.- le dije y le solté, él cayó de culo en el suelo.

Antes de volver a recuperar el cuerpo, le miré.

-          Cada vez que vuelvas a meterte conmigo o con alguien que me importa, me vas a ver la carita. Ahora yo defiendo a los débiles.- dije.

Pensé con más fuerza todas las cosas que me producían amor, cerré los ojos y cuando los abrí…

Me encontraba en el patio del colegio, hacía más frío de lo normal para ser Octubre.

-          ¡Ah!- escuché gritar a muchos niños de pánico, me giré y me observaban mientras lloraban de miedo.

-          ¿Qué pasa?- pregunté pero no entendía nada.

-          ¡La ha matado, la ha matado!- decía un niño.

Puse las manos hacia esos niños en la distancia y me quedé atónita al ver que los dedos de la mano derecha tenían sangre demasiado fresca y demasiado líquida para ser pintura, era sangre. Me acerqué la mano, con miedo, para oler si era pintura, al no oler a nada, probé con la lengua, me quería matar.

-          Es sangre.- susurré.

Escuché como alguien caía desplomado detrás de mí, me giré y no lo podía creer. Era Gerard, que tenía una herida abierta muy fea justo en la garganta cerca de la yugular. Dios, me quedé atónita al ver que era la única que tenía los dedos llenos de sangre.

-          ¿Qué he hecho?- me pregunté.

-          ¿mi amor?- escuché, a mi izquierda estaba Uriel, preocupado por mi.- ¿eres tú? ¿has vuelto?- preguntaba.

Le miré llorando, le dije que si con la cabeza y terminé en sus brazos, pero me desmayé, sin entender qué había pasado. Pero también me alegré de poder volver a ver a Uriel, me parecía tanto tiempo.

No sé cuanto tiempo pasó, pero una ambulancia se llevó a Gerard del colegio, habían conseguido taponar la herida, yo me lavé las manos junto con Uriel en la fuente del patio, acompañada de la Ramona que me agarraba de la mano para que no escapara de su lado. Actuaba en automático en ese momento, intentando comprender ¿qué había hecho Gämael mientras que yo me sentía atrapada en esa jaula? ¿Cuánta gente había herido y qué pasaría ahora conmigo? Tenía mucho miedo, porque sabía que había perdido toda oportunidad de poder conseguir amigos de verdad. 

Recomendación: In the Woods Somewhere - Hozier.

HR.

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domingo, agosto 09, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 41

 Aquella mañana en clase en el colegio fue agotadora, las ganas del nuevo curso se estaban marchitando segundo a segundo. El día era gris, el verano era historia y empezaba el frío y con ella, los jerséis de lana que odiaba que mi mamá me compraba. En clase de matemáticas ese día, era como si el tiempo se hubiese paralizado, me sentía muy densa, cansada de tanto contar, decidí mirar un rato por la ventana como la niebla se apoderaba del paisaje urbanístico de los edificios de al lado, hasta eliminarlos como si se tratase de una goma de borrar de un artista iniciando su obra maestra.

Entonces, empecé a tener mucho frío, los compañeros empezaron a tiritar y la Ramona estaba ateniendo al teléfono que habían colocado en la pared, le llamaban de dirección y tenía que mandar la orden a la profesora de la clase de al lado. Nos dejaron descabezados por varios minutos y reinó el caos, las pelotas de goma empezaron a saltar por la clase, pelotas de papel y entre otras cosas, volaban el cielo de nuestra clase, intentando tocar a cada uno de nosotros por diversión. Pero yo no me encontraba bien…

Algo iba mal, cuando me di cuenta de que empecé a llorar en silencio, mis ojos lloraban pero no encontraba el motivo, hasta que vi en la pizarra a Gämael, apoyando la espalda en la pizarra juntando sus brazos en el pecho, mirándome fijamente con unos ojos que no decían cosas buenas, pero en fin, era hermoso de todos modos… el diablo no es como lo pintaban en algunas pinturas de las iglesias, era demasiado guapo.

Me encontraba en la segunda fila del tercer bloque, nos habían vuelto a cambiar de lugar, Gämael empezó a caminar hacia a mí, miré alrededor para ver a Uriel, se había quedado dormido a mi lado en la mesa de al lado que no había nadie sentado, algo muy raro. Intenté despertarlo pero no había forma. Finalmente el tipo llegó a mi mesa, apoyó sus brazos en la mesa y se me quedó mirando directamente a los ojos.

-          ¿Por qué estás aquí?- le dije, tenía miedo pero respiré profundamente y se me pasó.

-          He venido a proponerte… un trabajo…- dijo, sus palabras mostraban desprecio.

-          No me interesa, gracias.- dije.

-          ¿te gustaría que todos estos compañeros fuesen tus… esclavos? ¡Tú eres quién manda aquí, no tienes por qué dejarte manejar así! ¡Tú sabes más que ellos! – decía parecía que se divertía despreciando a mis compañeros que ni se habían dado cuenta de nada.

-          Así no es cómo quiero ganármelos, Gämael. La confianza se gana día a día, no se roba o se impone a alguien que te importa.- le dije.

Le dio un golpe en la cabeza a Uriel, seguía durmiendo yo me intenté defender, pero solo vi que Uriel seguía dormido, el tipo retrocedió tres pasos dándome la espalda, mientras se reía a carcajada limpia.

-          ¿Qué le has hecho a mí ángel de la guarda?- le grité enojada.

-          Un sedante, para que no se metiera en esto que tenemos tú y yo. ¡Nada importante! – vaciló.

-          ¡Haz que despierte!- le exigí pero no hacía caso.

-          Las cosas no van así, tú puedes gobernarlos a ellos, pero a mí no. Soy tú jefe. – dijo.

-          ¡Todavía no! Y mientras tenga la libertad de elegir, quiero que mí ángel esté despierto. ¡Despiertalo! ¡Vamos!- Le exigí.

Pero Gämael solo se reía. Entonces me puse de pie, di un golpe fuerte en la mesa.

-          ¡Vete de aquí, no vuelvas jamás! ¡Déjame! ¡Diablo!- grité con todas mis fuerzas, pero tampoco pasó nada.

-          No te saldrá tan fácil, ¿sabes? – dijo.

Entonces, sentía un calor repentino dentro de mí, y unas ganas locas de tocarlo, estiré el brazo, le toqué con el dedo índice el pecho y se quejó de dolor, tan fuerte que se cayó en el suelo.

-          ¡Vete!- le dije le enseñé el dedo.- ¿o quieres otro?- le dije.

En vez de irse, se evaporó allí mismo. Entonces, empecé a despertar a Uriel, que se despertó medio mareado, cuando se recompuso le conté lo que había pasado y se enojó aún más con ese diablo.

-          Habrá usado algún perfume… ¡pero no va a volver a ocurrir! – dijo indignado consigo mismo.

Esa segunda visita alertó aún más a los guías, así que Uriel pidió refuerzos, a partir de ese momento Anasiel estaría con nosotros y otros hermanos de Uriel, para evitar un conflicto parecido.

-          ¿Cómo aprendiste eso? – me preguntó Jofiel curioso.

-          Un ser de la oscuridad odia la luz, mis manos son de luz, mi corazón es de luz, mi vida es de luz. Algo tenía que aprender, estar rodeada de ángeles, ¿no?- dije.

-          Nunca había conocido a alguien como tú, querida. Hacía tiempo que no bajaba alguien tan puro por aquí, gracias hermosa. Te protegemos, pero nos complace saber que tú también lo haces por nosotros. – dijo Jofiel abriendo su corazón.

Ver a Uriel dormido de esa forma, me dio una lección de que por mucho que me protegiera, habría alguien que sería capaz de inhabilitarle por tal de conseguir el objetivo de hacer algo conmigo. Así que comprendí porque elegí volver a entrenar, si ellos se juegan la vida por nosotros, yo me la juego por ellos. En realidad Jofiel fue el primero que le escuché decir “nunca había conocido a alguien como tú”, no lo entendía a qué se refería, pero muchos guías lo acababan diciendo tarde o temprano, el problema era que no me gustaba sentirme “especial” y menos cuando te lo dicen los mismos arcángeles.

Dos días después, en el inicio del patio la Júlia y su comitiva nos vinieron a visitar por sorpresa, como había ocurrido las otras diez veces, el respeto se lo habían olvidado en casa y los insultos y faltas de respeto eran lo único “bonito” que salían de sus bocas. Todo estaba pasando, dejando que pasara, quería pedirle perdón, pero sabía que de esta forma solo conseguiría que ella, "me dominase” por eso no quise hacer y esperé. Pero ese día, apareció el diablo entre las chicas, simulando ser una de las chicas, y entonces se armó una buena.

-          Tus padres no querían tenerte, no te quieren y no te querrán nunca, nadie te quiere, todos quieren que te mueras y dejes de dar la lata. ¡Muérete! Gritaba y se reía Gämael.

Las chicas parecían estar de su lado, le seguían… hasta que estalle a gritar… y la oscuridad me atrapó.

Todo estaba negro, no había nada más que oscuridad, no había arriba, ni abajo, ni derecha ni izquierda, todo negro. Sentía que caía en el abismo más profundo y oscuro que uno puede caer. Vacío. Cuando uno cae en el Vacío de su existencia, no se queda atrapado, solo toma tiempo para volver hacia arriba, pero yo al llegar en lo más profundo y ver dónde estaba, vi unos barrotes que me rodeaban, era una jaula. Me habían encerrado en la oscuridad de mi alma, en las profundidades de mi SER, allí, dónde todas mis pesadillas, son reales y no hay luz para pararlas.

Una niña de 5 años, experimentando todo eso, era raro, puesto que yo no sabía ni recordaba lo último que había ocurrido. Estaba en el colegio y de repente, aquí. Atrapada. Sin poder salir. Gritando, pero nadie podía escucharme. Ni Uriel. Me retumbé en el suelo, perdida, adolorida, sin fuerza, llorando desconsoladamente, pensando que esa era mi muerte.

¿Qué estaba pasando allí a fuera mientras yo no estaba bien? ¿Qué había sido de mis compañeros de clase? ¿Qué estaba pasando? Miles de preguntas tuve en la cabeza, pero me sentía débil, tan débil que no podía hacer nada más que cerrar los ojos e intentar dormir… pero me despertó un dolor muy fuerte en el centro de mí corazón, sentía como si un veneno estuviera recurriendo las venas de mí cuerpo y al llegar al corazón, fuese el fuego en que uno debe morir. Gritaba de dolor, pero nadie me podía oír, así que inevitablemente me retorcía entre los barrotes. ¡Eso era el infierno! Una que ha crecido sin creer en cielos e infiernos, solo la voz de mí corazón me permitía ver más allá de la dimensión, ver los multidimensionales que somos, sin límites.

-          ¡Uriel!- grité con todas mis fuerzas mirando lo que a mí me parecía que era arriba, el lugar de la luz…- ¡Ayúdame!- pero no funcionaba. Estaba sola.

 Pasó el tiempo, sin saber que pasaba, gritaba y gritaba, pero nada de nada. Apenas podía moverme, parecía que la densidad de mí cuerpo hubiese aumentado a niveles exponenciales, y cada vez tenía menos fuerza y ganas de intentar salir de allí.

-          Pequeña luz radiante, eres joven y brillante, de vientos lejanos vienes, y grandes viajes realizarás, tú brillo es tú amor…- empecé a cantar bajito, una canción que Uriel solía cantarme en momentos duros.

Ya en ese momento, solo esperaba una cosa. La muerte. Sin saber la causa, notaba que eso era morir y tenía que dejar atrás la encarnación, pero no recordaba nada.

-          ¡Deja de gritar!- una voz de hombre autoritario, escuché cerca de mí derecha.- ¡Nadie puede escucharte!- gruñía pero su tono era despectivo.

-          ¿Quién habla?- dije mirando hacia la derecha.- ¡muéstrate!- le exigí.

Un señor no muy alto que el resto de mis tíos, me miraba con unos ojos color cafés, pelo hacia atrás oscuro, no llevaba camisa pero si pantalones de hacía cuarenta años, lo que me impresionó fue que se le veía la parte derecha de las costillas, no tenía piel, se lo había como arrancado y se le veía el hueso.

-          ¿Quién eres?- dije, aunque sentí miedo.

-          Me llamo Hilario, soy tú abuelo.- dijo mostrando autoridad.

Definitivamente pensaba que había muerto, porque estaba viendo muertos, nunca lo conocí en persona puesto que murió cuando mi mamá tenía 14 años. Mamá… papá… abuelas… en ese momento pensé en ellas, si había muerto seguramente que estarían destrozadas…

-          ¿Porqué he muerto?- dije llorando rabiosa

El abuelo empezó a reír pero de muy malas formas, se reía de mí y no de lo gracioso que había sido la historia.

-          No, tú no estás muerta. Sigues viva, Gämael te necesita viva.- dijo.

-          ¿Cómo?- contesté con los ojos como platos. - ¿Dónde estoy?- dije.

-          ¡Bienvenida a tú posesión, defensora del amor…! ¿De verdad que tú vas a hacer eso de… regar al mundo con tú amor? ¿Tú?- seguía riendo, parecía que se lo pasaba demasiado bien a mi costa.

¡Mierda! Gämael había conseguido lo que Uriel y los demás arcángeles estaba evitando hacer, poseerme. Tenía pocos estudios sobre eso, pero recordaba de vidas anteriores, de que cuando un ser del infierno (en este caso oscuro) quería tú cuerpo, entraba en ti sin tú permiso y hacía de todo y la persona quedaba reducida a su propio infierno.

Recomendación: Casi ángeles 2 temporada - Salvador y Juan Cruz (youtube).

HR.

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¿Un Demonio Siempre Ha Sido Malo?

  ¡Feliz año a todos! Dejamos atrás el año del infinito (2+0+2+4=8) y nos vamos centrando en el año de la divinidad (2+0+2+5=9). El año pa...