¡Bienvenidos a un DOBLE capítulo del Espejo de Mí Vida! Esperamos que la disfruten, no se olviden de seguirnos en redes sociales en las cuentas de IG estamos como @maestria_serdeluz y @Laia_Gali_HR
CAPÍTULO 185:
-
¡Has
suspendido!- dijo el Maestro Saint Germain dos días después de la prueba.
¡Mierda! Gabriel también estaba en la sala del director, de
hecho lo habían mandado a llamar, me sentí tan mal conmigo misma que quise
llorar, pero me aguanté, me aferré a la mano de Gabriel que él respondió con
seguridad, e intenté averiguar algo que me pudiese ayudar a mejorar.
-
Solo
tenías una chance, si quieres volver a probarlo, tendrás que intentarlo el
próximo año. Lo malo de Ávalon es que son exigentes y solo hacen una
convocatoria una vez al año.- explicó Saint Germain.
-
¿Qué voy a hacer durante el próximo curso?-
pregunté preocupada.
-
En dos semanas
te gradúas, tendrás que ir a un centro de recuperación, en alguna ciudad de
Agartha que te pille cerca. Si necesitas referencias, estaré encantado de
ayudarte.- respondió Saint Germain.
-
Hay uno en
Amsha que te van a ayudar, mi amor. Si quieres te acompaño a inscribirte cuanto
antes. – dijo el arcángel Gabriel preocupado por mí, que rico.
Me levanté de la silla y me puse a demabular por la sala,
pensativa intentando acerme a la idea que por primera vez, perderé a mis amigos
de vista por un año. Todo se había colapsado, nunca me había ido mal Agartha,
pero claro, en la superficie las cosas iban demasiado bien, ¿y si estaba
tomando menos atención aquí abajo y arriba más? ¿Y si en realidad no estaba
destinada a ir a Ávalon? Me hacía mucha ilusión entrar, me había preparado con
todas mis fuerzas, y suspender, me sintió horrible. No me sentía igual que
suspender en matemáticas aquí en la superficie que suspender, algo tan
importante en Agartha.
Perdí la esperanza, me tapé la cara con las manos y dejé que
mis rodillas perdieran su fuerza para caer en el suelo, pero antes de que
tocasen el suelo, sentí como Gabriel me agarró por las axilas y me sujetó con
todas sus fuerzas.
-
¡No
aflojes ahora, mi amor! ¡Estoy contigo pase lo que pase, y juntos superaremos
esto! ¿Confías en mí? – dijo Gabriel susurrándome en la oreja izquierda.
-
¿Cómo? He perdido mi oportunidad.- susurré casi
sin fuerzas, destrozada entre llantos.
-
Si estoy
contigo, no lo has perdido. Te ayudaré en lo que me pidas, te prometo que así
será. ¿Confías en mí? – respondió Gabriel.
-
Confío en ti.- dije mirándole a los ojos verdes.
De la emoción le di un beso largo en la mejilla, cuando le
observé vi que se había sonrojado un poco y sin querer dibujó una sonrisa que
intuí que era de felicidad. Volví a ponerme de pie y acepté la ayuda de Saint
Germain, y nos fuimos de allí.
No nos dirigimos la palabra ni cuando estábamos esperando al
metro, ni dentro de él, bajamos del metro en París, justo delante de nosotros
había una pantalla con los siguientes metros que iban a llegar en sus andenes,
una de ellas venía de Ávalon. Al verlo, me puse a llorar, me abracé al pecho de
Gabriel, él me agarró en brazos y lo único que recuerdo es de quedarme dormida
en sus brazos. Tanto llorar me cansó.
Papá me levantó a las ocho de la mañana para ir al colegio,
esa noche había sido extraña, había descansado mucho tiempo, unas siete horas,
pero me sentía más cansada. Me fui al colegio y todo el día estuve distraída,
no podía parar de pensar en que había suspendido, Uriel estaba de rodillas a mi
derecha, su cara de preocupación lo decía todo, y a la hora del patio no quise
jugar con nadie, me quise quedar en las jardineras al lado de los profesores,
en silencio.
Faltaban tres semanas para terminar el colegio en la
superficie, hacía calor la primavera tenía su mejor color en el ambiente, se
notaba que la alegría había regresado, pero para mí seguía siendo invierno. De
repente apareció una mariquita que se posó en mi bata por la altura del brazo y
empezó a subir hasta llegar al hombro. Con la ayuda del dedo de la otra mano la
marquita se puso allí y se quedó quieta mientras la miraba. ¡Qué bonita que
era!
-
Mira Dary, a pesar de que el invierno es duro y
las mariquitas no salgan. Siempre para ellas hay esperanza para que cuando
llega la primavera pueden salir a vivir y descubrir el mundo.- hice una pausa
dramática, suspiré profundamente, la mariquita se fue volando y me levanté
intentando mirar hacia dónde se había ido, pero la perdí, por primera vez
sonreí y miré a Uriel.- como ha dicho Gabriel, no he perdido mi oportunidad,
así que voy a entrar duro este año para que pueda entrar a Ávalon el año que
viene.- le dije.
-
¡Así se
habla, querida!- dijo Uriel levantándose animado me dio un abrazo.
Me había olvidado la promesa que me hice en 2003, ser más
positiva. Y esa mariquita me devolvió esas ganas de seguir luchando día a día
por lo que quiero. La noche siguiente Gabriel me acompañó a Amsha a ese centro
que me habían recomendado, me inscribí, por lo visto las clases empezarían a
principios de Septiembre, me pareció bien.
Al día siguiente en el colegio, se iban terminando
lentamente las clases, hacía tanta calor que ya nos habían dicho que la bata no
era necesaria llevarla. ¡Qué alegría! Durante el parón del mediodía, me tocaba
ir a casa a almorzar, mi mamá estaba en la cocina haciendo tiempo mirando
dibujos, cuando fui hacia a ella a pedirle una cosa.
-
Mamá, ¿Puedo llevar ropa de verano? Es que tengo
calor.- le pedí.
-
Claro. Ahora te preparo algo para que te
cambies.- dijo, se fumó el cigarro, dejó la cerveza encima la mesa y se fue al
piso de arriba, yo me quedé en la salita jugando con el Bilbo mientras de fondo
tenía dibujos en la televisión.
Mamá bajó con un vestido tejano que me había comprado hacía
poco, todavía no lo había estrenado, era un vestido tejano que se ataba detrás
del cuello, dejando media espalda libre, y el vestido llegaba hasta las
rodillas, muy fresquito pero a la vez muy bonito. Me fui a la habitación y mi
mamá me ayudó a atármelo. Almorcé y me fui a clase a las 3pm.
Llegué a clase, me senté en mi sitio y la Carmencita llegó
un minuto antes de que tocase el timbre. Empezamos la clase como si nada, pero
de repente a los quince minutos, llamaron a la puerta y era la directora
Assumpta. Carmencita fue a abrir y le dejó pasar, se pusieron a charlar ellas
dos de algun asunto importante, ignorando a los alumnos, cuando de repente la
directora me ve e interrumpe la conversación, se vino hacia mi mesa sin dejar
de mirare frunciendo el ceño y poniéndose la manos en las cartucheras.
-
¿Qué haces así vestida, Laia? ¡No puedes llevar
este vestido! ¡Ponte la bata de inmediato!- dijo gritando y exigiendo sin escucharme
en ningún momento la Assumpta.
-
Pero, ¿por qué? ¡Es monísimo!- dije.
-
¡Que te pongas la bata! ¡En el colegio no
toleramos este tipo de vestimenta!- gritó la directora.
-
Pero si…- me cortó.
-
¡Qué te pongas la bata YA!- gritó.
Me tuve que levantar, ir a por la bata que aún estaba
colgada en el perchero y ponérmela con una cara de mala hostia, mientras que
los compañeros se reían de mí.
-
¡Qué sirva de lección chicos, aquí no toleramos
vestir como una fresca!- se pavoneó la directora.
-
¿Qué?- dije.
La clase se río de mí pero a carcajada limpia, parecía una
pesadilla pero desgraciadamente era verdad.
-
¡Dile a tú madre que no puedes ir a la calle
como una fresca! ¿Tú sabes lo que pueden hacerte si te ven así? ¡Te pueden
agarrar unos chicos malas y te pueden hacer cosas malas! ¿Vale?- gritaba entró
en cólera, nunca le había visto así.
Yo miré de brazo cruzados hacia la ventana, quería que se
callara, porque vi como la Carmencita no dijo nada, hasta que al final ella le
invitó a marcharse de nuevo de su clase.
Carmencita intentó calmar a la multitud, cuando lo consiguió
no pudo seguir con la clase.
-
Lo siento Laia… ¡Chicos no hagan caso de lo que
dijo la directora! ¡Laia y cualquier niña puede ir como quiera! Así que Laia,
quítate la bata… si vuelve yo me encargo…- dijo arrepentidísima de la situación
Carmencita.
Le miré a los ojos, vi que estaba realmente arrepentida, así
que le hice caso. La directora regresó pero Carmencita se enfrentó a ella y la
directora se tuvo que ir con el rabo entre las piernas.
Cuando llegué a casa le conté lo que había pasado y mi madre
se enojó tanto con la directora, que le escribió un comunicado en mi agenda
pidiéndole una cita. Se lo enseñé a la hora del patio y la directora no quería
ver a mi madre, pero cuando llegué al mediodía le dije eso a mamá y ella vino
conmigo y pidió ver a la directora conmigo delante.
Sinceramente me sentí feliz que mi madre me defendiera tan
bien como hizo, la verdad es que la imagen fue así, mi madre cantándole las
cuarenta diciéndola incluso machista y maleducada y además le dijo carca a la
directora por compartir a las nuevas generaciones la idea de que una mujer no
puede ir vestida como quiera por miedo a que me violen o me hagan algo malo. La
directora se tragó sus ovarios porque mi madre enojada… es capaz de volar el
planeta entero de un chasquido. Ver a la directora sentada en la silla como si
fuera una segunda piel, no tendría que sentirme así pero vi que se había hecho
justicia. Al final y por primera vez, vi a la directora pedir perdón a mi
madre.
-
No, no me tiene que disculpar a mí, sino a ella,
a mi hija, que es a ella a quién le ha fallado.- exigió mi mamá.
-
¿Me perdonas Laia?- dijo con su sonrisa más
amable pero estaba asustada.
-
Si.- le dije pero terminé con un – no vuelva a
criticar mi ropa, ni la de ningún compañero de este colegio, ¿vale?- dije.
-
Si, si, vale.- respondió.
A partir de ese momento la Assumpta no me volvió a joder…
estaba más asustada que volviese mi madre a cantarle las cuarenta, ella intentó
hacerse amiga mía. De hecho ahora cuando nos cruzamos por la calle, siempre
dice “somos muy buenas amigas tu y yo” le digo que si porque no soy rencorosa y
entiendo que fue educada con unos modelos que ya son muy antiguos, sé que si la
gente quiere cambiar lo hace y ella lo hizo, por eso cuando lo dice, siento que
lo dice de verdad y eso es importante. Aprender que todo el mundo la caga y que
todo el mundo debería tener otra oportunidad para reparar sus errores y
aprender de ellos. Que a veces, eso a la humanidad se les olvida.
Miren, para la Assumpta tenía que pasar por esto, para que
ella comprendiera lo que significaba en realidad ir vestido en libertad. Cada
uno tiene su estilo de vestir, pero quién somos cada uno de nosotros para
juzgar por como se visten los demás. ¿Por qué pensamos que un motero que se
ponga una camiseta de Metalica es una persona mala? A lo mejor es la persona
más dulce que vayas a conocer en todo el globo, y ya la estás prejuzgando solo
con el aspecto que tiene. ¿Qué pasa que si tiene un aspecto desagradable ya no
tiene chance de hablar contigo o qué? Juzgar está mal, y eso es lo que aprendió
la Assumpta aquel día, y cambió porque no volvió a hacerlo, aunque algún día si
que se preguntaba porque yo llevaba a veces algún jersei que se me viera la
barriga aunque fuese un dedo, y ya se ponía un poco mal… igual aprendió.
Otra cosa muy diferente es que a ti no te guste, por
ejemplo, a mi nunca me han gustado los tops, y ahora se han vuelto a poner de
moda, no los veo bonitos pero no juzgo a nadie por llevarlos, pero si que doy mi
opinión cuando veo que hay tops que se pasan de sexualizar los cuerpos,
sobretodo ahora que tenemos redes sociales y eso se ha puesto muy de moda tener
un cuerpo “100 o aceptable socialmente” para encajar y obtener likes.
CAPÍTULO 186:
Despedirme de 4rto de primaria fue doloroso, Carmencita
había sido tan adorable que me dio un pequeño tirón el corazón. Me asustaba
saber que quizás el próximo curso me tocaría una profesora que me declarase la
guerra, con lo lindo que había sido cuarto curso. Fue el primer año que si que
lloré cuando entregaron los claveles a los chicos de sexto curso, solo me
faltaban dos cursos para irnos a la secundaria. ¡Qué mayores nos estábamos
haciendo los de la clase!
Creo que el verdadero dolor fue cuando cantamos la típica
canción al final llamado Auld Lang Sygne (la hora del adiós traducido al
español), y por primera vez tuve recuerdos de vidas anteriores con esa canción.
Estábamos sentados en
círculo, los ropajes eran distintos, dorados y con poca ropa, como si fuese
tribal. Cantábamos esta misma canción pero en un idioma antiguo que comprendía.
A mi derecha tenía al Chico de ojos verdes agarrado de la mano cantando conmigo
la misma canción, y a mi izquierda identifiqué a Uriel con los mismos ropajes.
Entonces paramos de
cantar y un silencio se presentó ante nosotros, la plaza tenía estátuas de
Poseidón y del dios Hydra, la plaza tenía relieves de piedra y había una ancla
dibujada con rocas negras, era el símbolo de una de las plazas más importantes
que había en ese lugar.
-
KHEFISLÍON
– empezaron a susurrar todos cantando la melodía.
Acto seguido tembló la
tierra pero nadie se alteraba, en silencio, esperando pero ¿qué esperaban? Se
escuchaba la playa cerca, no sé cuanto tiempo pasó, pero hubo un segundo
temblor aún más fuerte y después llegó el stunami. Vi como esa gran ola venía
desde la lejanía podía verse como grandes palacios de gobiernos hechos de oro
caían ante la fuerza de Poseidón, las calles se inundaban de agua y todo
quedaba bajo el agua. Llegó a la plaza enseguida y con mucha fuerza, antes de
que terminase de llegar, el Chico y yo nos abrazamos, aguantamos la respiración
y simplemente la ola nos arrastró.
Recogí mis últimas cosas de esa clase que había sido muy
feliz todavía con las piernas temblorosas y con lágrimas en los ojos. Había
recordado algo horrible, que se me hizo muy pequeño el corazón. La abuela me
vino a buscar, la saludé con tristeza, le tuve que explicar que no quería
terminar el curso, pero se me pasó al final. Lo importante es que llegó el
verano, la época más bonita y de más energía.
Tiramos muchos petardos en san Juan, me fui de colonías con
el tripijoc cuatro días en el esquirol a revivir la leyenda de Serrallonga. Me
despedí de mis amigos de IÓN y por primera vez andábamos solitos por Agartha,
ya no hacía falta vigilancia de Hadas, podía ir a cualquier lado con un ángel,
solo tenía que especificar cúal y a veces era Gabriel y otras Uriel. Si cuarto
curso fue bonito, el verano fue largo sobretodo cuando empecé en el Anigami ese
año, porque la Sandra también se quiso apuntar conmigo y eso fue más una
tortura china que una buena experiencia.
Durante el verano, la Saida se fue muy pronto a Marruecos
con su familia, el Sergi estaba en un esplai y la Salima salíamos a jugar pero
la Sandra me tenía ocupada todas las mañanas. Ir al Anigami y verla era un
suplicio, no podía más… no quería hacerme amiga de ella… el corazón me decía
que no era buena idea y tenía razón, pero ella insistía e insistía e insistía.
¡Joder!
El primer día ella conoció a una amiga de mi edad llamada
Agatha, pensé que me dejaría en paz, pero no, quería hacer piña las tres.
Agatha me caía super bien, era muy parecida a mí, también ese año nos tocó el
grupo con viejas amigas de mi prima Sofía como la Ariana y la Carol, me puse
muchas veces con ellas porque intentaba no estar con la Sandra y no sabía cómo
decirle más, que si me juntaba con ella terminaba discutiendo y diciéndole que
no quería nada con ella, pero ella nada, tu, le entraba por una oreja y se le
salía por la otra… tenía malas compañías y ella era la líder de esas compañías
que no quería tener nada que ver. ¡Madre de dios que tortura!
A la mañana discutía
con la Sandra, a la tarde la Sandra venía a mi casa y quería ir en cleta por la
ciudad. Mi padre le dejaba su cleta y yo iba con la mía, pero siempre era
horrible, se saltaba los stops, iba en contra dirección y además dejaba
abandonada la cleta de mi padre. Para terminar en el Puig con sus amigos (que
no la tragaban tampoco) de clase, y se veía que ya eran adolescentes, fumaban,
se drogaban e incluso rompían mobiliario urbano, así que yo agarraba la cleta y
le decía a la Sandra que teníamos que irnos, pero ella no quería, hasta que un
día me fui a casa de mi prima que vivía cerca y le invité a ir en cleta de mi
padre, ella aceptó y fue diferente.
Pero claro, a la mañana siguiente tenía a la Sandra de
morros para hacer el proyecto de fin de esplai juntas con la Agatha… teníamos
que seguir construyendo nuestra tienda de cerdos, ya que ese año el espectáculo
final iba sobre la época medieval. Con cartones tuvimos que crear nuestra
tienda, pintarla y eso… que horrible fue. De las peores experiencias que tuve
en ese lugar… y sé que no fue el lugar la culpa, sino fue mía porque le dije a
mi padre que me quería apuntar, y la Sandra se enteró por su padrastro que la
apuntó en plan “ya que son amiguitas”. ¡Noooo!
-
¿Por qué me dejas tirada siempre?- preguntó la
Sandra discutiendo conmigo.
-
¡Es que no te aguanto, Sandra! No quiero estar
contigo, ¿entiendes? ¡no quiero estar contigo porque estar contigo es delinquir
y yo no quiero hacer eso!- le dije ya harta de todo.
Quedaban dos días para presentar la tienda en el espectáculo
y en esta discusión todos los grupos del Anigami estuvieron de testigos.
-
¿Delinquir?- preguntó asombrada aumentando el tono.
-
Si, delinquir. Te saltas los stops, vas en
contra dirección. A la que tienes una oportunidad destrozas cosas de las
calles. Robas e incluso mientes a la gente. ¡No quiero estar contigo!- le dije.
Entonces ella se puso a llorar, recuerden que había público.
-
Llora lo que quieras, yo ya te lo he dicho. Soy
buena persona, no me meto con nadie, no haga nada malo a nadie, y como soy una
persona que cumple sus promesas, vamos a hacer una cosa, terminamos de hacer
esto pero a la que el espectáculo termine… olvídate de mi, ¿vale?- le dije
clarito.
-
¡Vale!- dijo intentando hacerme creer que si me
hace chantaje emocional conseguía algo, y me fui por el otro lado.
Entonces vi a Agatha y le paré.
-
¡Ah por cierto, que quede clarito…! Agatha, si
sigues con ella, acabarás entre rejas. ¿Te gustaría eso?- le dije.
-
No, ¿por qué?- dijo ella inocente sin saber
nada.
-
Pues no te juntes con ella, porque terminarás
así.- le dije y me marché al pabellón grande a continuar con pintar la tienda
que quedaba poco ya.
Nadie del Anigami le hablaba, nadie del Tripijoc le hablaba,
nadie ni de su clase o lo que habían sido de su clase, le hablaban. Ahora
pensaran que soy una Bully pero, es que si ella hace cosas malas… lo siento
pero es que no puedo. Tengo personalidad y es una de las cosas que mi madre
gracias a dios me ha enseñado y valoro con mucho amor, sabía que si seguía con
ella, terminaríamos entre rejas, aunque yo no hiciera nada, sería cómplice y le
tuve que decir así, no me gusta montar espectáculos. No quedó otra, pero funcionó.
La Sandra no me molestó en todo el verano, y pensé que lo
había logrado, hasta que ella ya no pudo venir más al Tripijoc por tener 14
años y todavía estaba en quinto de primaria. Había repetido tantas veces que
nos llevaba tres años de ventaja, casi cuatro. El resto del verano, estuve con
la Salima y el Sergi hasta que se fue de vacaciones a Linares cuando se
acercaba Septiembre. En casa habíamos puesto la piscina en el patio y la Salima
venía las tardes a bañarse, que maravilla y alegría, primero nos bañábamos en
la piscina tantas veces como queríamos, y después a las siete, nos vestíamos e
íbamos una vez por semana a Can Crespi en la plaza a buscar un helado y nos lo
tomamos en casa de la Salima viendo series de Disney Channel.
A veces me invitaban a cenar y podía degustar de la comida
musulmana, sobretodo cuando en el piso de abajo se mudaron dos de sus primas
que curiosamente ya conocía por el colegio Dounia y Layla.
El verano se iba disipando y septiembre llegó tan rápido
como inesperado, el nuevo centro de recuperación era muy distinto a IÓN. Mi
primera vez fuera de un centro oficial para seguir preparándome para el futuro,
para ese 2024 que tanto empeño tenían los Maestros Ascendidos, sentirme en esta
situación todavía me costaba admitir que había fallado algo que no podía volver
a pasar. Me jugaba demasiado, la vida de muchas personas, el destino de una
esfera, el futuro de miles de millones de humanos… no me podía permitir fallar
algo tan importante como unas pruebas de acceso a estudios superiores como lo
era Ávalon.
El Chico tenía que esperar un año más, ¡qué mal! Lo echaba
tanto de menos, esperaba poder compartir los recreos con él y seguir
conociéndonos, pero la situación era la que era, y Gabriel se había empeñado en
acompañarme al nuevo centro todos los días que tenía que ir. Al ser un centro
diferente, solo tenía que ir tres días a la semana, domingo, martes y jueves.
El resto, tenía libertad para viajar por Agartha o pasar tiempo con Gabriel que
estaba encantado y yo también, porque nunca está mal pasar tiempo con amigos,
¿verdad?
El horario era de 2:30am a 4:45am y lo único que iba a hacer
allí era aprender a superar la maldita prueba. Cada día era un aspecto
importante en tener en cuenta, y los días que no tenía clase, aparte de pasar
tiempo con Gabriel, también le pedí que me fuera poniendo a prueba, porque así
podría estar más preparada. El metro solo tenía dos paradas o tres si lo
agarraba desde Manlleu directamente o des del Hangar, o sea que tardaba como
diez minutos en llegar, luego teníamos que caminar cinco cuadras y listo.
Al día siguiente después de empezar, no tenía clase, así que
Gabriel aprovechó y nos fuimos de excursión a los Sistemas de Agartha, me
quería enseñar una catarata muy famosa que normalmente había gente pero al ser
un día normal, estaríamos más a solas. Acepte con la ilusión de conocer lugares
naturales cerca de Amsha. Mientras que íbamos caminando, empezamos a charlar…
-
¿Sigues en contacto con… tu mujer?- le pregunté
en ese tiempo me faltaba algo de tacto, la verdad.
Gabriel se paró y se giró un momento para mirarme con cara
de asombro.
-
No sé qué
contestar a eso, la verdad. – respondió Gabriel.
-
¿Por qué?- pregunté.
-
Ella me
dejó, se supone que no debería ir detrás de ella si no quiere estar conmigo.
Pero… si tú pregunta es si sé dónde está… la respuesta es si. Pero desear o
tener contacto con ella… no puedo responder a eso. – respondió tan sincero
como es siempre.
-
No lo entiendo. ¿No quieres estar con ella?
¿Sigues enojado por ello?- pregunté arrugando la frente.
-
No estoy
enojado. Pero es que ella, aún no ha dicho nada por si quiere perderme de vista
o mantenerlo. – respondió Gabriel.
Cada vez que abría la boca lo entendía menos, así que él
siguió caminando yo le seguí.
-
¿O sea que si que se ven?- pregunté.
-
Técnicamente
si, pero solo por el trabajo. A nivel personal, aún no se sabe nada. – por
fin confesó.
-
¿Y si te dijera de volver?- pregunté.
Gabriel volvió a detenerse, respiró profundamente, se giró,
me miró a los ojos que noté la conexión que teníamos.
-
Si ella
quiere volver, volvería con ella, porque yo también quiero. Y deseo que
volvamos des del minuto cero en cuanto me dejó. Respeté su voluntad, pero vivir
así… me parte el corazón. – Confesó el Arcángel Gabriel.
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