sábado, junio 10, 2023

El Espejo De Mí Vida - Capítulos 174 y 175 [2T]

 Hoy tenemos en exclusiva doble capítulo, espero que lo disfruten, compartan y comenten:

Capítulo 174

La gente del grupo que estábamos se hospedaban en diferentes hoteles que ellos mismos habían elegido, así que fuimos haciendo pequeñas paradas, esperando la nuestra que curiosamente era la última. La abuela había elegido el mismo hotel también de cuando fue con mis primos, uno al estilo oeste de Estados Unidos, el hotel se llamaba Cheyenne. Estaba un poquito apartado del parque, pero valía la pena, nada más entrar parecía que nos habíamos ido a Texas, porque el hotel estaba ambientado al puro estilo de los ranchos americanos, todo era de madera y de vaqueros, ¡realmente era bonito! A mi sinceramente los ranchos me gustan mucho, me recuerda a cuando vivía en una granja irlandesa en 1870 (antes de encarnar en esta vida).

Mientras que mis padres hacían el chek in, a mi me dieron un dibujo de Mickey Mouse y me puse en una mesa que había con lápices de colores para pintarlo. Me acompañó mi abuela porque estaba un poco apartado de recepción, después nos indicaron por dónde se iban a la zona de las habitaciones. Pasamos una puerta dentro de recepción y salimos a un patio que era como una calle muy larga, dónde en el medio había un camino de tierra, y todas las habitaciones estaban separadas por cabañas de madera al estilo americano, como si pasases el Far West de Port Aventura, muy hermoso. A la mitad de la calle había una hípica de ponis, cuando lo vi, me fui corriendo a tocarlos ya que se podían tocar. Ya saben que yo veo un animalito y me muero de amor por acariciarlo o estar con él, el reino animal es mi mejor amigo y yo el de él.

-        ¡Papá! ¿Puedo subir?- le pregunté.

-        No, Laia, hoy no. Pero si quieres el último día vemos, ¿ok?- dijo.

-        ¿Has preguntado cuanto cuesta?- le preguntó mi madre a mi padre.

Mi padre se fue al señor de la hípica y le preguntó en francés cuanto costaba, pero nos llevamos una sorpresa, porque al ser hospedados en el hotel, tenía media hora para montar al poni gratis, así que mejor lo dejamos para él último día.

En la misma cabaña había dos habitaciones separadas por una puerta, igual que un hotel convencional, de nuevo me tocaba compartir habitación con mi abuela, la diferencia fue que cuando llegué a la habitación, había una cama de matrimonio y una litera, enseguida me subí a la cama de arriba y me la hice mía, en cambio la abuela quiso dormir en la cama de matrimonio. Dejamos las cosas y nos fuimos hacia el parque a buscar un restaurante para almorzar.

Para poder ir al parque teníamos un servicio de autobuses gratuitos del parque, así que esperamos diez minutos en la parada del bus de la entrada del hotel, y nos fuimos hacia el parque, tardamos unos veinte minutos. Al bajar, nos dejaron en la entrada, pasamos el tiquet y caminando despacio fuimos pasando la zona de tiendas y de fotografías de pasajes de las películas, como por ejemplo el paragua del musical cantando bajo la lluvia que a pesar de tener 9 años, me encantaba esa película, al igual que Mary Poppins (la versión antigua). Allí mientras que miraba camisetas de Mickey Mouse y gorras, de repente se puso a llover, ¡que mala pata! Pero por suerte solo eran cuatro gotillas sin importancia.

Llegamos a la zona de restaurantes, fuimos a uno baratillo dentro de una especie de centro comercial, no recuerdo qué comí pero me alegré tanto de que ya no íbamos con guía, que podíamos visitar el parque como nos apeteciera hacer. No soy muy partidaria de usar guía cuando vas de viaje, porque no lo ves todo, solo lo que el guía le interesa, y a mi me gusta visitarlo todo y me da igual que se tarden cuatro horas como cuatro minutos, si he pagado, quiero verlo todo.

Cuando vi el castillo famoso que sale al principio de todas las pelis Disney, fue cuando me di cuenta de que había llegado a casa de Walt Disney. Aunque sabía que su casa estaba en Estados Unidos, era una forma de decir, gracias a este señor, yo ahora conozco a Goofy, que aunque es un personaje muy patoso, me siento muy identificado con él, ambos vivimos la vida aunque nos caemos de mil formas, siempre tenemos una sonrisa y ganas de volver a intentarlo. Al igual con Tiger, dentro del bosque de los cien acres, es el único que muestra valentía y alegría, siempre anda saltando y viendo la vida en positivo, también me siento así, porque el burro es depresivo, Piglet todo el tiempo tiene miedo, y Winnie es tonto… en cambio Cristopher Robin sería una forma de decir… niño, con la edad que tienes no andas bien si piensas que hablas con tus peluches… (eso diría la gente) pero yo pienso distinto, para mi Cristopher Robin es la bella imagen del niño interior, ¿Cuántos años tiene? Creo que aparenta tener 12 o 13 años, en un tiempo de guerras civiles o cosas por el estilo, y en vez de estar triste por perder su infancia, conserva a sus amigos y conecta también con los adultos, es una forma que nos dice Walt Disney “no pierdas tu pureza de corazón”.

Si hablamos de Micky Mouse, me siento identificada que si se dan cuenta él no tiene enemigos, es decir a pesar que haya gente que le puteé, siempre tiene un corazón tan noble que nunca putea a nadie, solo espera a que se le pase y luego le da un abrazo para seguir, porque Mickey nos enseña que a pesar de que te enojes con alguien por no seguir lo mismo, no tienes derecho a renunciar a él, si él o ella no te lastima, solo debes respetar y seguir así. Porque Pete se supone que es su Nemesis en la House of Mouse, que siempre intenta cerrarle el negocio que hace con sus amigos, pero Mickey siempre acepta a Pete como un amigo más, a pesar de que Pete no lo vea así.

Walt Disney a lo mejor ha hecho mucho daño con el mundo princesas, pensando que tenemos a un “príncipe azul” idealizado para nosotros o una “princesa en apuros” a quién salvar. Si le das una vuelta más profunda al asunto, te das cuenta de lo que verdaderamente quería enseñarnos antes de congelarse. La Cenicienta, lo que hace es trabajar duro para conseguir lo que el destino tiene para ti, que por muchas hermanastras tengas que te odien por ser quién eres, y te separen de tú camino, siempre encontrarás la forma de conseguir tú destino que tú mismo eliges. Ariel, nos enseña a nunca estar en la zona de confort, ella tendría que estar en el mar con su padre, pero decide vender sus escamas para conseguir piernas para poder conocer al amor de su vida que es humano. Las barreras solo existen para aquellos que nunca querrán intentar algo que realmente les haga feliz, y para finalizar esta pequeña reflexión dentro de esta historia de mi vida, hablaremos de Aladín. Se supone que es pobre y que no puede conseguir a Jazmín por no ser heredero de un rey o un sultán, cuando llega con el genio, primero desea ser correspondido con Jazmín transformándose en un príncipe importante de no sé qué región, pero a Jazmín no le importa eso, solo quiere estar con él a pesar de que quiera renunciar a su destino. La diferencia de clases que antiguamente separaba amores maravillosos y que debido a eso, en la genética se vio marcado con un patrón de conducta que si te enamoras de alguien que no sea de tu mismo círculos social, vas a lamentarlo porque vas a sufrir y mucho. No hace tanto tiempo que podemos enamorarnos de quiénes querremos, si es correspondido, recuerden que en los años 70, el amor libre empezó a dar rienda suelta al clasismo, antes de eso, enamorarse de un pobre, era mal visto.

La primera montaña rusa que subimos fue el Big Thunder Mountain (no se piensen que recordaba el nombre, lo he tenido que consultar en su pg web), entonces subimos al del Casper esa no me gustó tanto, de hecho cuando vi que era todo oscuro y vi que los fantasmas estaban tan bien hechos (no sé como pero parecían hologramas, les juro, nunca había visto hologramas tan bien hechos… creo que no eran hologramas, que veía de verdad fantasmas) así que me quedé con mi madre, aferrada todo el tiempo, con los ojos cerrados, sin poder disfrutar de esa atracción, me dio tanto miedo que incluso se me hizo pesada. Después subimos a una golondrina de tres pisos, algo que nunca había subido, y nos dimos un paseo por ese río (totalmente artificial) pero con muñecos de latón moviéndose en el bosque, como si hicieras un pequeño paseo por New Orleans. Después fuimos cruzando puentes elevadizos hasta llegar a un parque para niños ambientado al estilo tippy indio americano, y finalmente entramos en el barco pirata del Capitán Garfio, solo esperaba que de su camarote saliera, pero en vez de salir por allí, lo vimos pasear por fuera del barco, cuando le vi de lejos el miedo a esos muñecos que eran personas disfrazadas, salió con fuerza y eso me detuvo, aunque me moría por una foto con Garfio.

Nos volvimos a cenar en la zona de restaurantes y nos fuimos hacia el hotel a descansar, había sido un día muy bonito pero tocaba ir a soñar un ratito. Esa noche, cuando mi abuela ya dormía plácidamente, noté como Gabriel se subía a la litera de arriba, aunque fuese solo poniendo los pies en la cama de abajo, me acarició el pelo y me despertó.

-        ¿Qué tal tú primer día en este mundo mágico? – me preguntó Gabriel.

-        Muy bien, dicen que mañana iremos a desayunar al Café Mickey que lo tenemos con el billete del parque… ¿me acompañarás?- le pedí.

-        Cuenta con ello, mi amor. – dijo con una sonrisa, sus ojos brillaban de amor.

Le agarré de la mano y le obligué a meterse en mi cama, él simplemente obedeció y me quedé dormida encima de su pecho.


Al día siguiente me desperté de un salto, por un lado tenía muchas ganas de seguir subiendo a las atracciones, pero sabía que me venía encima, el desayuno en el Café Miskey, entonces el miedo se apoderó de mi corazón y durante toda la parte de trasladarse con el mini-bus hacia el parque estuve tan nerviosa que no era capaz de respirar y pensar al mismo tiempo.

-        ¿Qué voy a hacer cuando tenga a Mickey a mi lado?- susurré.

-        ¿Seguro que quieres hacer esto, Laia? – preguntó Uriel que estaba más preocupado que yo misma.

Dije que si con la cabeza y miré por la ventana.

-        ¡Debo hacerlo!- dije, intentando convencerme.

-        Estamos contigo, no lo olvides. – dijo Uriel mientras me agarraba la mano con fuerza.

Entramos en el Café Mickey y las pulsaciones se incrementaron, estaba muy nerviosa, mejor dicho estaba aterrorizada, porque no sabía qué podría pasar en el momento en que viera un muñeco disfrazado, sabiendo que me daban mucho miedo. Solo esperaba tener la suficiente fuerza de voluntad para enfrentarme a ello, y así no convertir esta experiencia maravillosa en una pesadilla agotadora. Iban a ser tres días, ya empezando el segundo día, dónde en cualquier momento fuese por las calles del parque o en restaurantes, aparecerían los muñecos de Disney y me vendrían a saludar, si fuese una experiencia horrible y no tuviese el valor de superar este miedo de una vez por todas, no sería capaz de enfrentarme a algo más complejo en el futuro.

-        ¡Solo son muñecos disfrazados, allí a dentro hay una persona que trabaja para hacer feliz a los niños como yo!- me repetía susurrándome.

Mi madre estaba algo preocupada, incluso le puso los ojos en blanco a mi abuela porque ella estaba ilusionada en que yo estuviera allí, y mis padres estaban peor que yo, y se habían preparado para ello, para huir en caso de que me pusiera a llorar como una loca. En ese momento mi padre habló con la camarera para darnos mesa, en su francés de pueblo paleto que se acordaba de haber impartido un par de clases en toda su juventud cuando iba al colegio.

En ese momento, en el café Mickey, en las diferentes salas que había del lugar, separadas por cuatro escalones cada una, apareció Gepetto que estaba abrazando a un niño y tomándose una foto con él con una sonrisa de felicidad. A mi me entró lo peor y me giré, miré la puerta y quise salir, pero me frené, cerré los ojos y respiré profundamente varias veces.

-        ¡Solo es un disfraz, no te va a lastimar! ¡Confío en mí!- me decía susurrando, lo repetí varias veces con cada vez la valentía seguía de mí lado.

Seguí a mis padres que seguían a la camarera, Gepetto se había ido y lo andaba buscando con la mirada, pero no apareció. Nos llevaron a una mesa dónde hacía pocos segundos había estado allí Gepetto, era una mesa para cuatro personas con los típicos sofás franceses. Me senté en una punta, mi abuela a mi izquierda, luego a su izquierda mi padre y en la otra punta mi madre. Nos dieron la carta que estaba en francés e inglés, no entendía absolutamente nada, pero mi padre con su poco inglés que sabía, algo pudo chapurrear. En ese momento veo que de la puerta tras el mostrador de la barra aparece el León de Robin Hood, que caminaba hacia nosotros.

Pero se paró en la mesa de al lado, entonces, dejé la carta encima de la mesa, me levanté, miré a mis padres un momento que me miraban.

-        ¿A dónde vas?- dijo mi madre.

-        Ahora vuelvo.- le dije.

Respiré profundamente, y me fui a buscar al León, la mirada de mis padres me perseguía todo el tiempo. Cuando estuve al su lado, le toqué la espalda, se giró abrí los brazos para que me diese un abrazo, y nos lo dimos. Aún estaba algo muerta de miedo, pero seguía viva, así fue como superé mi miedo. Luego cuando miré a mis padres, estaban que no se lo podían creer, se quedaron literalmente sin palabras. Le pedí por señas al León que viniese a nuestra mesa, y aceptó la invitación, firmó la servilleta y me tomé una foto con él. 

Capítulo 175

Aunque a muchos de ustedes no le den tanta importancia, superar un miedo así, me dio tanta fuerza a ser libre, que a partir de ese instante sabía que la única forma de poder llegar a ser yo misma era venciendo esos miedos más importantes, a pesar de que en el momento te quieras morir y no volver a enfrentarte a nada igual nunca más, para limitarte siempre. Cuando vi a Gepetto me quiso morir, pero cuando me quedé parada escuchándome y diciéndome “tranquila, no pasa nada, Laia, solo son muñecos disfrazados, tú puedes” me llené de valor que pude ir a buscar el León y tomarme una foto con él.

Mis padres flipaban pero descomunal, mientras que mi abuela con una sonrisa de ilusión, miraba como el León sentado en mi sitio de la mesa, agarraba la lapicera y firmaba en la servilleta del Café Mickey.

-        ¡Vieron como si se lo pasaría genial!- dijo mí abuela ilusionada.

-        ¡No la puedo creer! ¿Superó el miedo? ¿La vamos a pasar bien? ¿De verdad?- dijo mi mamá.

-        ¡Iaia, gracias por esto!- le dije con una sonrisa de oreja a oreja.

-        A ti, Laia.- respondió mi abuela.

En cuanto se fue el León, quise sentarme y tomarme las creps de chocolate que había pedido, pero noté que alguien me tocaba la espalda, me giré, era Uriel.

-        ¡Mira quién viene por allí! – dijo Uriel señalando la entrada.

Miré hacia dónde me indicaba y me puse super contenta, acababa de entrar Tiger. Miré a Gabriel le agarré de la mano, estaba nerviosa pero esta vez no era el miedo, sino de ilusión, era uno de mis favoritos, le di dos bocados a las creps y me puse de pie, al ver que Tiger venia hacia la zona de mesas dónde estábamos. Agarré la servilleta y la lapicera y me fui a la mesa de al lado a hacer fila para que me firmase, pero cuando me giré y vi que no venía Gabriel, regresé disimuladamente, le agarré de la mano y nos volvimos a la fila.

Pero al final Tiger se vino a nuestra mesa, firmó y me tomé una foto con él, allí ya estaba super feliz, el miedo ya no me preocupaba nada, para mí ya era pasado, me sentí muy liviana, porque eso quería decir que ya podía ir a ver los gigantes de las fiestas de Manlleu y no me daría nada de miedo. Terminé de comer lo que pude porque por la ilusión se me cerró el estomago y nos fuimos hacia el parque. Pero antes de entrar, nos quedamos un momento por la zona de tiendas para comprar una libreta y una lapicera de autógrafos, creo que costó 4€ todo, mis padres vieron que era necesario y simplemente lo compraron, aunque las camisetas y los suvenirs ya habíamos pactado comprarlos el último día. Si pero al final, cayó una camiseta de Mickey.

Nada más entrar al parque, nos encontramos a Pluto, me puse en la fila, y enseguida me atendió, después de firmar, me tomé dos fotos con él, la primera fue muy hermosa, es la que están viendo, la otra ya era más normal. Después, nos encontramos un auto de principios del 1900, siempre he tenido fascinación por los autos de esa época, cuando lo vi y vi que se podía subir para tomarse una foto, no me lo pensé dos veces.

-        Iaia, ¿te subes al auto conmigo?- le pregunté.

-        ¡Vale!- respondió.

En el momento que toqué el volante del auto, noté como el espacio dónde me encontraba se sacudió muy fuerte de tal forma que viajé al pasado. A veces puedo ver lo que los demás piensen, sienten y padecen, puedo incluso verlo en los objetos. Sé que asustará a muchos y pensarán que estoy mal y necesito ayuda, pero la verdad es que, est mundo pide a gritos constantemente ayuda y solo unos pocos hemos venido a asistir, entre ellos, estoy yo. Cuando un objeto, edificio, planta, animal o persona, me enseña sus preocupaciones, simplemente acato el trabajo y escucho, para ayudar, siempre ayudar.

De pequeña me sentía muy diferente a los demás, por hacer esto y a veces intentaba separarme de los demás, porque si lo compartía me dejarían de hablar, solo los ángeles entendían lo que me estaba ocurriendo sin juzgarme en ningún momento. Supongo que se deben dar cuenta de que por este motivo me siento más acompañada por los ángeles.


Ese auto, aunque fuese construido simplemente como juego turístico, sentía sus sentimientos, ¿quién dice que solo los seres vivos pueden sentir? ¿Quién dicta las normas que los edificios no pueden sentir? Somos energía y tal energía siempre quiere expandirse y lo hace compartiendo sus experiencias a través de sentimientos. El día que pasen por un pueblo muy antiguo, conectados con vuestra esencia, verán lo que les estoy diciendo, porque es difícil de describir sin que me lleguen a juzgar, queridos humanos, que eso de juzgar lo hacen siempre, en vez de intentar aprender y empatizar.

Una vibración se expresa cantando, un objeto vibra y se expresa sin dar sonido, como los sonidos aquellos que solo pueden escuchar los perros y el oído humano es incapaz de escuchar. ¿A qué frecuencia vibras realmente? Puse la mano en ese volante, y lo que sentí fue desconcierto, de repente me sentí así, como si nada de lo que estuviera haciendo tuviera sentido, y escuché esto “foto, sonrisa, persona que se sienta, otra foto, sonrisa, persona que se sienta, foto, sonrisa, persona que decide no sentarse, foto, sonrisa, y nadie da las gracias para que yo esté aquí, parado, foto tras foto…”. Mi padre tomó la foto, pero no pude sonreír, y como eran para rebelar, no se pudo repetir. Mi abuela se bajó, y yo iba detrás, pero en cuanto me bajé, le dije “gracias por lo que haces” y le di un beso.

Desde aquel instante, que cada vez que me cruzo con un edificio que quiere expresar o mostrarme algo importante, le doy las gracias y un beso, me da igual que lo haya beso otros labios, ser amable no cuesta nada en este mundo.

Después nos topamos con Mickey, fue increíble, aunque agotador porque tuvimos que hacer una fila de una hora al Sol para hacerme una foto con él y me firmase. Mickey está muy solicitado en el parque y nada más salir de allí, nos topamos con Minie, que bonita fue porque pude darle un abrazo y mencantó, a pesar de no ser muy fan de ella, lo acepté encantada. Tan solo entrando al parque ya me había encontrado con tres de mis favoritos, Tiger, Pluto y Mickey, faltaba Donald y Goofy, pero la suerte cambió ya que entonces empezamos a subir a las atracciones, entre ellas, el space mountain.

Fue mi primera atracción fuerte que subí en mi vida, así que se la pueden imaginar como un momento muy importante, porque había esperado mucho años para tener la altura adecuada para poder subirme. Creo que era 1,45cm no lo recuerdo bien, solo sé que me pasaba por un par de centímetros y pude subir junto con mi mamá y mi papá, obviamente que mi abuela se quedó a fuera por ser demasiado mayor (tampoco le iban las fuertes). Hicimos una fila de media hora, gracias a un tiquet especial que ponías en una máquina y podías reservar hora para subirte, al salir fuimos a las alfombras de aladín, y después nos pusimos al laberinto de Alicia en el país de las maravillas.

En ese laberinto surgieron ciertos problemas, porque ni mis padres ni mi abuela saben orientarse bien, y nos perdimos. Mi padre empezó a renegar en ruso, y empezaron los gritos, yo, harta de eso, pegué un grito y les hice callar.

-        ¡Basta de gritos! ¡Yo sé salir de aquí!- les dije.

Todos me miraron con cara de sorpresa pero de flipada, pero me puse delante y empecé a caminar. Cinco minutos después y sin pedir ayuda a nadie, ni a ningún ángel, encontré la salida.

-        ¿Cómo has sabido?- preguntó mi papá estaba tan sorprendido que no se lo creía.

-        Sentido común, ¿Cuándo vas a un lugar nuevo no te conectas como si fueras el mapa en vista de pájaro en tu mente?- le pregunté.

No me respondieron, intuí como un no.

-        ¡Qué raros son!- rechisté.

-        ¿Cómo puedes verlo así si tú nunca has visto el mundo en vista de pájaro?- preguntó mi mamá.

Me puse a reír. No le respondí, porque esa respuesta solo es apta para gente que cree o siente a los ángeles. ¿Cómo se piensan que se orientan ellos? Además esta pregunta se la he hecho muchas veces a Gabriel y me ha explicado los secretos para no perderse, sobretodo cuando vuelan de noche, que es más difícil.

La única atracción que no pude subir, fue la del Indiana Jones porque pusieron la altura a 1,50cm por tan solo tres centímetros no pude subir, así que mientras que mis padres subían, nos fuimos a una más chiquita con mi abuela. Resulta que me perdí una de buena, porque en esa van un trozo hacia adelante y otro hacia atrás que debe dar más impresión porque a mis padres les tocó delante, y cuando se puso a ir al revés, ¡ya se lo imaginan, no!

El primer día entero allí fue tan bonito, que a la noche vimos el desfile de luces, los fuegos artificiales y nos fuimos a cenar, con la entrada nos entraba una cena en el show de Bufalo Bill. Nos regalaron un sombrero de Cowboy y a mi me pintaron la cara como si fuera india o nativa americana. Vimos mientras nos daban maíz en la mazorca hervido, un trozo de carne y ensalada americana, una persecución de caballos entre nativos americanos e ingleses durante las colonias americanas y la guerra de independencia. Fue muy bonito porque conecté mucho con la rama esta ancestral del nativo americano, siempre me había llamado la atención, creo que un pasado de Garcia, tuvo descendencia nativa americana pero de eso ya solo quedará algún indicio en el ADN que ya poco se nota en la piel. Dicen que los que tienen rasgos nativos americanos o filipinos, tienen más fácil el hecho de conectar con los espiritus y los ancestros, sea en la época que sea, y a mi con tan solo un par de clases, ya podía conectar con ellos con mucha facilidad, eso debe venir de allí.

 Sigue los videos de youtube, aquí:


Recomendación: Dia de la Victoria - Eufòria #2

HR.

HERO&Corporation.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 205 [3T]

  Sabía que me jugaba algo grave, nunca les había mentido a mis padres, ni les había hecho algo parecido jamás. Pero yo no podía volver a ...