Bajamos enseguida al museo mientras que hacíamos una pequeña fila para grupos, ya que la agencia nos sugirió que hiciéramos la visita guiada para saltarnos la cola infinita de arriba, y saltar directamente al museo tan solo esperando veinte minutos. Uriel estaba conmigo al lado de la abuela, mientras que mi madre nerviosa perdida porque no le gusta esperar, se paseaba por la entrada y mi padre se quedaba mirando el folleto que nos habían dado en la entrada. Me senté en la banqueta con mi abuela, que estaba poniendo a punto lo que ella decía la máquina de retratar, mientras que aproveché por el ruido que había en el lugar para hablar con Uriel.
- Hoy he visto al Maestro Jesús por primera vez ante mí, Dary. – le compartí.
- ¡Qué buena noticia, mi amor! ¿Te ha dicho algo? – respondió Uriel.
- No, solo me ha guiñado el ojo. Tengo una pregunta, ¿por qué en Venus le llaman Sananda y aquí Maestro Jesús? – pregunté.
- ¿Ves alguna diferencia entre ellas? – dijo Uriel.
Dije que no con la cabeza.
- Bien, porque en verdad tanto Sananda como el Maestro Jesús, son la misma persona. Solo que algunos lo conocen como Sananda y otros como Jesús. ¿Sabes por qué? – dijo Uriel.
- ¿Por qué ambos nombres significan “salvador”?- pregunté.
- No, la verdad es que la definición de Salvador no lo decimos nosotros, si no las personas que están bajo una religión. Piensan que Jesús vino a salvarles, pero en verdad olvidaron el motivo de porque vino. – comentó Uriel.
- Pero dicen que siguen sus pasos, van a la Iglesia los domingos y le rezan mucho.- le dije.
- ¿Nosotros te hemos enseñado a rezar e ir a una iglesia para que puedas conectar con dios? – preguntó Uriel.
Volví a decir que no con la cabeza.
- Eso es porque estás en el camino que tú mismo has elegido, la luz, tu propia experiencia te marca si estas en el camino que deseas o no. Rezarle a Jesús, en realidad no sirve de nada, pero para las personas es su forma de intentar estar cerca de él, porque necesitan su compañía. Ir a la Iglesia tampoco se considera un lugar para conectar con dios, porque todos somos dioses y además él está en todas partes, cualquier parte sirve para hablar con él, ¿o acaso has tenido que ir a una iglesia para hablar con Dios? – dijo Uriel.
- Si, cuando se me apareció, estábamos en una boda cristiana.- le dije.
- ¡Es verdad! Pero no lo encontrarás allí, supongo que apareció allí porque le corría prisa ese día. A lo que me refiero es que Jesús y Sananda son la misma persona, que nació del fruto de Dios y María, que Gabriel anunció a los pastores su llegada y que les protegió cuando estaba en peligro de muerte. Pero lo conocen como Jesús los cristianos porque solo se quedaron con lo que dicta la Biblia. – informó Uriel.
- La Biblia me dijiste que no habla de lo que realmente hizo, ¿verdad?- pregunté.
- Así es. Cuando la religión empezó a dar sus frutos, reescribieron todas las palabras que Jesús había compartido en Judea. Creando así, un lugar estable para ser manipulado acosta de la creencia y no ver y sentir el poder de las palabras que Sananda ofrecía a Judea, sabiendo que su verdadero camino no es seguirle los pasos, sino encontrar tú camino e intentar ser un Dios en la Tierra. – dijo el arcángel Uriel.
Hablar de Jesús me daba mucho miedo pero no entendía porqué era el único Maestro que todavía no había podido charlar con él. Me sentí un poco idiota, cuando lo tuve delante, tenía ilusión por hablarle pero, en cambio él decidió irse. ¿Por qué se fue? ¿Acaso no me merecía escucharle? Gabriel a veces comentaba cosas de él, grandezas que los ángeles comparten por el universo, cosas que ha hecho no simplemente en la Tierra, sino que también se le conoce como alguien importante en toda la galaxia. ¿Por qué no se quedó a charlar?
- Y otra cosa, Dary. ¿Cuándo hablará conmigo?- le pregunté.
- Eso mi amor, me temo que dependerá de ti. – respondió Uriel.
- ¿Por qué?- pregunté curiosa.
- Ninguno de nosotros te hemos impedido que quieras conocerlo, eso es tú decisión. Puedes conocer a los ángeles y a los Maestros, pero también puedes decidir a quién quieres conocer. Siempre y cuando seas valiente y retires el miedo que te impide preguntar o descubrir la verdad que hay en ti. – respondió Uriel.
[foto: Louvre septiembre del 2002 yo con 9 años junto a mi abuela Filomena]
Me moría de ganas de darle un abrazo, pero la abuela me interrumpió y nos pusimos a hablar de otras cosas, mientras que finalmente la guía regresó con los pasajes para poder entrar dentro del museo y empezar la visita tan esperada. La verdad es que recuerdo pocas cosas de esa visita, pero intentaré hacer un esfuerzo de todo lo que vi, porque mi amor por el arte empezó allí.
Con el colegio había ido a algunos museos, pero de arte ninguno, cuando entramos en la primera sala que la guía quiso entrar, recuerdo que las paredes eran rojas y había asientos en medio para contemplar mejor los cuadros. En cuanto nos paramos en la primera obra de arte, un cuadro gigante, me quedé fascinada observando los personajes y el paisaje, era una batalla pero también tenía mucha simbología religiosa, la gran mayoría eran representaciones de Jesús y la Santisima Trinidad. Eso cuadros me llenaron el alma de lágrimas, porque mientras que la guía explicaba la historia, yo me sentí algo mareada y veía como los personajes de los cuadros empezaban a moverse y de repente, me quedé atrapada dentro de los cuadros, con cada historia, no las recuerdo bien, pero me resonaban todas, era extraño.
A la zona egipcia no pudimos entrar porque se nos hacía demasiado largo la visita, así lo quiso la guía a mi madre no le sentó nada bien, partiendo que las cosas egipcias le fascinan mucho, y a mi también, aunque en ese tiempo aún no lo había descubierto. Así que nos fuimos a la zona de las estatuas, empatice con todas, incluso podía escuchar el cincel todavía perfilando esas esculturas tan bonitas que alguien se le había ocurrido, era demasiado pequeña para recordar los nombres de los artistas, pero algunas eran de Da Vinci, que hasta ese momento no me sentí tan en casa como cuando por fin llegamos a ver a la Gioconda.
Muchas personas se decepcionan al verla porque te piensas que es un cuadro grande, porque en las películas lo parecen, pero en realidad es bastante pequeño, pero lo que no me gustó para nada fue la cantidad de personas que había delante del cuadro haciendo fotos con flash, que ya al lado había un cartel que estaban prohibidas, y de repente escuchabas en francés y en inglés “don’t flash please” los guardianes de la sala no paraban de repetirlo, aunque para asegurarla aún más la pusieran detrás de un cristal. No veía nada, cuando mi padre decidió subirme a sus hombros, estaba tan lejos que casi ni la pude apreciar, hasta que al final nos pudimos acercar un momento, y mi padre mientras caminaba yo me fijaba en los ojos de la Gioconda, que me seguían, que sensación más extraña tuve que incluso en alguna ocasión me dio miedo, pero se me pasó enseguida.
Entonces cerré los ojos y empecé a ver imágenes de como Leonardo Da Vinci pintaba el cuadro con pasión, mientras que de fondo se escuchaban los pájaros y las ruedas de algunos carruajes pasar por la pequeña calle que no estaba demasiada transitada. En su estudio tenía ventanales que se podía ver la naturaleza (los mismos que se ven en el cuadro) y delante de la ventana, sentada estaba la señora Gioconda. Aunque no se le veía el rostro, podía verlo en riguroso directo, aunque fuese del pasado, estaba viendo des del 2002 el momento en que estaba terminando de perfilar los ojos de la Gioconda.
En cuanto volví a abrir los ojos, regresé a mi presente sin darme cuenta de que estaba llorando de emoción, mi padre me bajó de sus hombros y seguí a pie de su manito. Con la otra me sequé las lágrimas, no tenía palabras, había conectado con el pasado, pero no sabía cómo había sido, si a través de un recuerdo o realmente allí había alguna energía especial que te hace viajar en el tiempo, como si mirases a través de un espejo mágico hacia otros tiempos de este mismo mundo.
Al acabar la visita, nos dejaron un tiempo libres por la plaza, entonces me quedé con Uriel sentada al lado de una de las fuentes…
- ¿Estuve con Da Vinci en alguna vida anterior?- le pregunté.
- La verdad es que si, en una vida llegaste a conocerlo y fue muy importante para ti.- respondió Uriel.
- ¿Y en el momento de la Gioconda estaba allí?- pregunté.
Pero Uriel dijo que no con la cabeza, arrugué la frente y me puse a pensar en cómo era posible entonces…
- He visto como pintaba el cuadro, como si mirase a través de un espejo, estuve allí y aquí al mismo tiempo, ¿qué ha pasado?- le exigí.
- Oh, ¿de verdad? – preguntó fascinado, le dije que si con la cabeza.- eso significa que el mismo Leonardo te dejó ese recuerdo para cuando lo vinieras a ver su obra más bonita – respondió Uriel.
- ¿Tanto tiempo?- se me escapó.
Uriel dijo que si con la cabeza.
- ¿O sea que Leonardo sabía lo de los viajes en el tiempo?- pregunté curiosa.
Uriel volvió a decir que si con la cabeza.
Flipé dos veces incluso más. En ese tiempo yo casi no sabía nada de él, pero ya sentía que fue muy grande en su tiempo. Quería saber más de él, pero en ese tiempo no es como ahora que te vas a internet y encuentras información de él, porque les recuerdo que estamos todavía en septiembre del 2002, solo a unos cuantos meses de que se descubriese internet. En ese tiempo mi madre había dejado de ir a la biblioteca, des de que el Titi nos había dejado que su pasión por la lectura ya no existía, por ende, las visitas a la biblioteca dejaron de tener sentido y por eso ya no iba mi madre ni mucho menos yo. De hecho mi madre, desde entonces, que no ha vuelto a pisar una biblioteca.
Regresamos al hotel para almorzar y luego por la tarde, fuimos en barco por el rio Sena, fue muy divertido estar allí en la azotea de la golondrina, viendo los puentes al estilo rococó y finalmente una imitación en pequeño de la estatua de la libertad. Me detuve a mirarla, y me vino un pequeño mareo que me quedé sentada de golpe en la silla de la golondrina, no quise bloquear nada y recordé algo…
“Nos vamos a Nueva York, con el buce invencible, el Titanic” decía un hombre que su voz me resonaba mucho, su mano era tierna, suave y muy especial, era como acariciar electricidad sin quemarte ni lastimarte.
Cuando abrí de nuevo los ojos y volví al presente, miré la estatua i dije “¡Ya estamos en Nueva York!” enseguida escuché las risas de mis padres y mi abuela, me giré y vi que me habían escuchado y yo me reí, aunque no lo dije de coña. Tardé demasiado tiempo en ver una réplica pero, era como sanar esa iniciativa de viajar de Inglaterra a Nueva York, algo sané dentro de mí.
Al día siguiente nos levantaron pronto, nos fuimos a desayunar, era el día que dejábamos la habitación de hotel y nos íbamos a Eurodisney. Para poder ir, teníamos que estar listos a las nueve de la mañana, porque el trayecto de París al parque eran de casi dos horas, una para salir de la ciudad y la otra para llegar al parque. Dejamos las valijas en la cajuela del bus, y con mis padres y mi abuela nos fuimos atrás del todo, el día había amanecido nublado pero caluroso, en París que había llovido algún día, me compraron un chubasquero azul porque se nos había olvidado.
Estaba nerviosa porque era la primera vez que iba a estar en la “casa del señor Walt Disnney”, de pequeña veía Disnney Channel todos los días y solo esperaba ver a Tiger, Goofy y a Mikey Mouse, mis personajes favoritos. Pero al mismo tiempo le temía mucho a lo que pudiese ocurrir una vez entrase en el parque y me encontrase a un personaje, sabiendo que me daban miedo las personas disfrazadas de muñecos. ¡Ay Dios, dame fuerzas! Me repetía a mí misma, porque no quería pasarla mal, quería tener un lindo recuerdo, pero todo dependía de mi fuerza de voluntad a vencer ese miedo y disfrutar de la estancia.
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