sábado, junio 19, 2021

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 91

 

Me quedé pensando, en un silencio que Uriel intentaba adornar tarareando una de sus canciones de cuna. No me podía quitarme la imagen de San Gabriel llorando en esa catarata, ¿Cuántas vidas habría pasado eso? ¿Por qué San Gabriel lloraba por mí? ¿Conocía a Gabriel desde algunas vidas pasadas? Nunca había recordado la existencia de los ángeles en ninguna vida que ya recordase, por eso saber que a Gabriel ya lo conocía de antes, me dejó inquieta.

-        Dary… necesito que me contestes una pregunta importante, por favor…- le dije mientras le tocaba el brazo para que me mirase directamente a los ojos y ver su sinceridad.

-        Claro, ¿qué quieres saber? – contestó como si en realidad la pregunta no fuese tan seria como mi cara.

-        ¿Ya conocía a Gabriel de otras vidas, verdad? – le pregunté.


Uriel carraspeó y me miró directamente a los ojos, se me quedaron clavados en la retina, como intentaba pensar la respuesta.

-        Por favor, es importante para mí…- le susurré.

-        Si, él siempre está en tus vidas. Pero solo en algunas le has conocido directamente, en otras solo intentaba ayudarte de forma anónima, pero siempre le descubres, nunca supe cómo lo hacías, pero siempre en el fondo sabías que era él. Aunque no te acordases de su verdadero nombre. – respondió con sinceridad Uriel.

Por acto reflejo me levanté del sofá y empecé a caminar por la pequeña sala delante de la televisión, Uriel me observaba sin entenderme.

-        Pero solo él aparece en mis vidas pasadas cuando recuerdo, ¿por qué no apareces tu u otros ángeles?- le pregunté estaba preocupada.

-        Has tenido pocas vidas que estuvieses con nosotros de forma activa, mi amor. Aún no has llegado a vernos, pero yo siempre he sido tú ángel guardián. – dijo Uriel con una sonrisa de complicidad.

-        ¿No te hacías pasar por nadie?- le dije.

-        No me hacía falta. Siempre he estado allí, invisible a tú lado. Apoyándote y protegiéndote, mi amor. Siempre he estado allí. – respondió.

-        Entonces, ¿Desde cuando conozco a San Gabriel exactamente?- le pregunté.

-        No te lo puedo decir a ciencia cierta, pero desde los inicios. – dijo Uriel, parecía que le costaba decirme esa información, en sus ojos noté que estaba intentando no decir toda la información, como si intentase protegerse de algo que desconocía.

-        ¿Desde los inicios? ¿De qué?- pregunté.

-        Ya sabes… dónde está… - dijo Uriel señalizando el cielo con el dedo índice.

Interpreté sus señas muy claras, de alguna manera mis inicios eran en los INICIOS, ¡qué fuerte! Aunque esa información me venía un poco grande, entendí porque Dios se me apareció directamente, hay una leyenda en que si has visto a Dios por una sola vez, es fácil reconocerlo por segunda vez. Lo entendí perfectamente porque vivir en una casa era fácil, si hubiese vivido en un bloque de departamentos, hubiera pensado que se refiriese en el vecino del quinto izquierda. Pero ese vecino vive mucho más arriba.

-        ¿Cuándo nos conocimos tú y yo?- le pregunté, me sentí como si tuviese amnesia por hacerle preguntas algo personales al único que no se había separado de mí en más de ochenta vidas.

-        En los inicios, en un jardín muy hermoso llamado El Jardín De Los Deseos. – contestó con una sonrisa hermosa, sus ojos le brillaban, supuse que se estaba acordando de ese momento que yo todavía no tenía el placer.

Los días fueron pasando, hasta llegar la noche del 30 de Enero del año 2001, cuando ya había empezado mi viaje astral, y nos dirigíamos al portal dimensional, de repente Uriel tiró de mi mano y en vez de irnos al andén de siempre, me empezó a llevar al número siete.

-        ¿A dónde vamos? ¡Para ir a IÓN no se va por aquí!- le dije.

-        Lo sé, hoy no irás a clase. Debo acompañarte a una cita con alguien importante, no te preocupes que Kiahara ya lo sabe. – informó Uriel.

El metro llegó un par de minutos más tarde, subimos y antes de sentarnos Uriel observaba la guía para saber en qué parada teníamos que bajar, me fui a sentar pero él me volvió agarrar con fuerza de la mano y me tuve que quedar a su lado.

-        La próxima parada es la nuestra, no hay tiempo para sentarse. Hoy descubrirás una ciudad de Agartha que hace eones no vuelves a pisar, en esta vida será tu primera vez, pero cuando la veas quizás recuerdes haber estado allí. – informó Uriel.

-        Ok.- dije.

El paisaje era igual que los demás, pero la flora y la fauna era magnifica, se notaba que íbamos en otra dirección, en un momento dado del trayecto se podían ver los raíles por dónde se supone pasan otras líneas de Metro. Unos veinte minutos más tarde, el metro llegó a su andén y bajamos por el lado derecho, subimos los escalones, la estación era más pequeña pero todo con tonos blancos y negros como una tabla de ajedrez. Salimos por una puerta que nos condujo a un camino de tierra que entraba de lleno a los Sistemas de Agartha, recuerden el bosque que rodean las ciudades de luz se llama así. El camino parecía que bajaba de una pequeña colina en línea recta, abajo se veía desde lo lejos una plaza circular con una pirámide blanca hecha de cristal azulado, igual que las pirámides de Egipto pero más pequeñas, la punta tenía un rayo blanco que apuntaba al cielo de Agartha y a su alrededor casas y lo que Uriel me contó el Sistema de Gobierno de la ciudad de Luz.

-        ¡Bienvenida a Amsha! – dijo Uriel.

Otra ciudad de luz de 5D tan radiante y magnifica, no estaba muy familiarizada la forma en como estaban decoradas todas las ciudades de luz que ya había tenido el placer de visitar, pero pude identificar que todas seguían un patrón, que parecía típica salida de fantasía o lo que algunas personas llaman Utopía como la película tomorrowland de Goerge Cloney.

-        ¿Por qué todas las ciudades de luz son iguales?- pregunté.

Uriel se echó a reír.

-        No son iguales, la luz a veces te ciega, mi amor. – comentó.

-        Creo que me cuesta la adaptación…- dije a regañadientes.

-        ¡Venga, vamos que nos están esperando! – dijo Uriel.

Uriel empezó a tirar de mi mano y seguimos caminando por la ciudad, nos desviamos bastante hasta llegar a una pequeña casa con un jardín delantero, la casa tenía dos plantas y todo era rectangular y con grandes ventanales, las paredes eran blancas y el tejado oscuro en madera, el porche estaba en el mismo color y dentro se veía mucho ambiente, a través del ventanal de la planta baja reconocí al arcángel San Gabriel, que curiosamente nos estaba observando.

Nos acercamos a la puerta de entrada, que era de madera al lado había una vela blanca encendida, pero no entendía por qué lo estaba si era de día, me quedé mirándola mientras que Uriel llamaba a la puerta con los nudillos tres veces. La puerta se abrió, pero quién nos recibió no fue Gabriel, sino un arcángel muy diferente, vestía con una túnica violeta y nos miraba con unos ojos cafés oscuros, como si no le gustase mucho las visitas.

-        ¡Hola Ezequiel! ¿Podemos entrar, por favor? – dijo Uriel amablemente.

Ezequiel no dijo nada, ni tampoco nos dejó entrar, noté como me miraba yo no podía dejar de mirarle a los ojos, ¿por qué nos miraba así ese ángel? Empezaba a sentir como si en realidad no era buena idea estar allí. Pero antes de decirle nada, Ezequiel hizo un gesto permitiéndonos la entrada, abrió un poco más la puerta y acto seguido entramos, hacia el salón gigante.

-        No te preocupes por Ezequiel, no es muy social… - susurró Uriel para que no nos escuchase.

-        Ok. Asusta sus ojos.- susurré.

-        Solo tiene un problema con la confianza, nada grave. Mi hermano debe trabajarlo, pero le cuesta. – respondió Uriel.

Me giré para ver de nuevo a Ezequiel que caminaba detrás de nosotros a tres pasos de distancia, no sabía que era su hermano. Antes de que volviera a mirar hacia adelante, me encontré en los brazos de alguien gigante que me alzó, sin querer pegué un grito, pero cuando vi que era Gabriel simplemente le devolví el abrazo y me reí.

-        ¡Gab!- dije contenta.

-        ¿Cómo estás, pequeña? – preguntó contento de verme, siempre ha sido así de risueño él.

-        Bien, aunque no sé qué hago aquí. Debería estar en clase.- respondí.

-        ¡Ya estamos, Uriel! ¿No se lo has contado? – Gab de repente se le borró esa sonrisa de la cara y miró a su hermano bastante molesto, de la emoción me dejó en el suelo y se acercó a Uriel.

-        Lo cierto es que... no me ha dado tiempo. He recibido tu mensaje hace unas horas, ¿no tenía que ser mañana? – habló Uriel con Gab.

-        Si, pero lo de mañana será diferente. Hoy quiere estar con ella, dice que tiene que decirle algo importante. – respondió Gab.

-        ¿Se lo va a decir? – dijo Uriel arqueando las cejas.

-        Así es. El Chico se lo quiere contar. – respondió Gab, puso sus manos en la cadera, estaba preocupado.

-        ¡Espera! ¿El Chico está aquí?- dije casi gritando para que terminasen de hablar como si yo en realidad no estuviese delante de ellos.

Uriel y Gabriel me miraron y dijeron que si con la cabeza.

-        ¿Dónde está?- dije.

-        Allí, pequeña. – señalizó el despacho con puertas correderas de madera de color verde Gabriel.


Llamé a la puerta y me identifiqué, escuché la voz del Chico que me daba paso para entrar, pero solo quería que entrase yo sola, no me opuse y entré. El Chico se encontraba sentado en el diván negro situado a la izquierda, me acerqué a él, se le veía serio y empecé a preocuparme. No había tenido el placer de verlo tras el accidente que le sucedió y que tuve que saberlo espiando a estos arcángeles que a veces juegan a los misteriosos sin nuestro permiso.

-        Gracias por venir. Necesito explicarte algo importante que ha sucedido y que no he podido hacerlo antes, porque no sabía cómo… pero quiero que escuches con atención, ¿de acuerdo?- dijo el Chico su tono era bastante bajo, me acerqué a él, me senté a su lado y escuché.

-        Claro.- dije.

-        Mi padre ha muerto…- dijo.

-        Sí, ya lo sabía… lo siento mucho, mi amor.- le dije pero me interrumpió.

-        No, no me estás escuchando. Mi padre ha muerto, asesinado.- dijo mirándome a los ojos que estaban al borde de las lágrimas.

Se me congeló el alma.

Recomendación: What A Man Gotta Do - Jonas Brothers.

HR.

HERO&Corporation.

 

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