Me quedé pensando, en un silencio que Uriel intentaba
adornar tarareando una de sus canciones de cuna. No me podía quitarme la imagen
de San Gabriel llorando en esa catarata, ¿Cuántas vidas habría pasado eso? ¿Por
qué San Gabriel lloraba por mí? ¿Conocía a Gabriel desde algunas vidas pasadas?
Nunca había recordado la existencia de los ángeles en ninguna vida que ya
recordase, por eso saber que a Gabriel ya lo conocía de antes, me dejó
inquieta.
-
Dary… necesito que me contestes una pregunta
importante, por favor…- le dije mientras le tocaba el brazo para que me mirase
directamente a los ojos y ver su sinceridad.
-
Claro,
¿qué quieres saber? – contestó como si en realidad la pregunta no fuese tan
seria como mi cara.
-
¿Ya conocía a Gabriel de otras vidas, verdad? –
le pregunté.
Uriel carraspeó y me miró directamente a los ojos, se me
quedaron clavados en la retina, como intentaba pensar la respuesta.
-
Por favor, es importante para mí…- le susurré.
-
Si, él
siempre está en tus vidas. Pero solo en algunas le has conocido directamente,
en otras solo intentaba ayudarte de forma anónima, pero siempre le descubres,
nunca supe cómo lo hacías, pero siempre en el fondo sabías que era él. Aunque
no te acordases de su verdadero nombre. – respondió con sinceridad Uriel.
Por acto reflejo me levanté del sofá y empecé a caminar por
la pequeña sala delante de la televisión, Uriel me observaba sin entenderme.
-
Pero solo él aparece en mis vidas pasadas cuando
recuerdo, ¿por qué no apareces tu u otros ángeles?- le pregunté estaba
preocupada.
-
Has tenido
pocas vidas que estuvieses con nosotros de forma activa, mi amor. Aún no has
llegado a vernos, pero yo siempre he sido tú ángel guardián. – dijo Uriel
con una sonrisa de complicidad.
-
¿No te hacías pasar por nadie?- le dije.
-
No me
hacía falta. Siempre he estado allí, invisible a tú lado. Apoyándote y
protegiéndote, mi amor. Siempre he estado allí. – respondió.
-
Entonces, ¿Desde cuando conozco a San Gabriel
exactamente?- le pregunté.
-
No te lo
puedo decir a ciencia cierta, pero desde los inicios. – dijo Uriel, parecía
que le costaba decirme esa información, en sus ojos noté que estaba intentando
no decir toda la información, como si intentase protegerse de algo que
desconocía.
-
¿Desde los inicios? ¿De qué?- pregunté.
-
Ya sabes…
dónde está… - dijo Uriel señalizando el cielo con el dedo índice.
Interpreté sus señas muy claras, de alguna manera mis
inicios eran en los INICIOS, ¡qué fuerte! Aunque esa información me venía un
poco grande, entendí porque Dios se me apareció directamente, hay una leyenda
en que si has visto a Dios por una sola vez, es fácil reconocerlo por segunda
vez. Lo entendí perfectamente porque vivir en una casa era fácil, si hubiese
vivido en un bloque de departamentos, hubiera pensado que se refiriese en el
vecino del quinto izquierda. Pero ese vecino vive mucho más arriba.
-
¿Cuándo nos conocimos tú y yo?- le pregunté, me
sentí como si tuviese amnesia por hacerle preguntas algo personales al único
que no se había separado de mí en más de ochenta vidas.
-
En los
inicios, en un jardín muy hermoso llamado El Jardín De Los Deseos. –
contestó con una sonrisa hermosa, sus ojos le brillaban, supuse que se estaba
acordando de ese momento que yo todavía no tenía el placer.
Los días fueron pasando, hasta llegar la noche del 30 de
Enero del año 2001, cuando ya había empezado mi viaje astral, y nos dirigíamos
al portal dimensional, de repente Uriel tiró de mi mano y en vez de irnos al
andén de siempre, me empezó a llevar al número siete.
-
¿A dónde vamos? ¡Para ir a IÓN no se va por
aquí!- le dije.
-
Lo sé, hoy
no irás a clase. Debo acompañarte a una cita con alguien importante, no te
preocupes que Kiahara ya lo sabe. – informó Uriel.
El metro llegó un par de minutos más tarde, subimos y antes
de sentarnos Uriel observaba la guía para saber en qué parada teníamos que
bajar, me fui a sentar pero él me volvió agarrar con fuerza de la mano y me
tuve que quedar a su lado.
-
La próxima
parada es la nuestra, no hay tiempo para sentarse. Hoy descubrirás una ciudad
de Agartha que hace eones no vuelves a pisar, en esta vida será tu primera vez,
pero cuando la veas quizás recuerdes haber estado allí. – informó Uriel.
-
Ok.- dije.
El paisaje era igual que los demás, pero la flora y la fauna
era magnifica, se notaba que íbamos en otra dirección, en un momento dado del
trayecto se podían ver los raíles por dónde se supone pasan otras líneas de
Metro. Unos veinte minutos más tarde, el metro llegó a su andén y bajamos por
el lado derecho, subimos los escalones, la estación era más pequeña pero todo
con tonos blancos y negros como una tabla de ajedrez. Salimos por una puerta
que nos condujo a un camino de tierra que entraba de lleno a los Sistemas de
Agartha, recuerden el bosque que rodean las ciudades de luz se llama así. El
camino parecía que bajaba de una pequeña colina en línea recta, abajo se veía
desde lo lejos una plaza circular con una pirámide blanca hecha de cristal
azulado, igual que las pirámides de Egipto pero más pequeñas, la punta tenía un
rayo blanco que apuntaba al cielo de Agartha y a su alrededor casas y lo que
Uriel me contó el Sistema de Gobierno de la ciudad de Luz.
-
¡Bienvenida
a Amsha! – dijo Uriel.
Otra ciudad de luz de 5D tan radiante y magnifica, no estaba
muy familiarizada la forma en como estaban decoradas todas las ciudades de luz
que ya había tenido el placer de visitar, pero pude identificar que todas
seguían un patrón, que parecía típica salida de fantasía o lo que algunas
personas llaman Utopía como la película tomorrowland
de Goerge Cloney.
-
¿Por qué todas las ciudades de luz son iguales?-
pregunté.
Uriel se echó a reír.
-
No son
iguales, la luz a veces te ciega, mi amor. – comentó.
-
Creo que me cuesta la adaptación…- dije a
regañadientes.
-
¡Venga,
vamos que nos están esperando! – dijo Uriel.
Uriel empezó a tirar de mi mano y seguimos caminando por la
ciudad, nos desviamos bastante hasta llegar a una pequeña casa con un jardín
delantero, la casa tenía dos plantas y todo era rectangular y con grandes
ventanales, las paredes eran blancas y el tejado oscuro en madera, el porche
estaba en el mismo color y dentro se veía mucho ambiente, a través del ventanal
de la planta baja reconocí al arcángel San Gabriel, que curiosamente nos estaba
observando.
Nos acercamos a la puerta de entrada, que era de madera al
lado había una vela blanca encendida, pero no entendía por qué lo estaba si era
de día, me quedé mirándola mientras que Uriel llamaba a la puerta con los
nudillos tres veces. La puerta se abrió, pero quién nos recibió no fue Gabriel,
sino un arcángel muy diferente, vestía con una túnica violeta y nos miraba con
unos ojos cafés oscuros, como si no le gustase mucho las visitas.
-
¡Hola
Ezequiel! ¿Podemos entrar, por favor? – dijo Uriel amablemente.
Ezequiel no dijo nada, ni tampoco nos dejó entrar, noté como
me miraba yo no podía dejar de mirarle a los ojos, ¿por qué nos miraba así ese
ángel? Empezaba a sentir como si en realidad no era buena idea estar allí. Pero
antes de decirle nada, Ezequiel hizo un gesto permitiéndonos la entrada, abrió
un poco más la puerta y acto seguido entramos, hacia el salón gigante.
-
No te
preocupes por Ezequiel, no es muy social… - susurró Uriel para que no nos
escuchase.
-
Ok. Asusta sus ojos.- susurré.
-
Solo tiene
un problema con la confianza, nada grave. Mi hermano debe trabajarlo, pero le
cuesta. – respondió Uriel.
Me giré para ver de nuevo a Ezequiel que caminaba detrás de
nosotros a tres pasos de distancia, no sabía que era su hermano. Antes de que
volviera a mirar hacia adelante, me encontré en los brazos de alguien gigante
que me alzó, sin querer pegué un grito, pero cuando vi que era Gabriel
simplemente le devolví el abrazo y me reí.
-
¡Gab!- dije contenta.
-
¿Cómo
estás, pequeña? – preguntó contento de verme, siempre ha sido así de
risueño él.
-
Bien, aunque no sé qué hago aquí. Debería estar
en clase.- respondí.
-
¡Ya
estamos, Uriel! ¿No se lo has contado? – Gab de repente se le borró esa
sonrisa de la cara y miró a su hermano bastante molesto, de la emoción me dejó
en el suelo y se acercó a Uriel.
-
Lo cierto
es que... no me ha dado tiempo. He
recibido tu mensaje hace unas horas, ¿no tenía que ser mañana? – habló
Uriel con Gab.
-
Si, pero
lo de mañana será diferente. Hoy
quiere estar con ella, dice que tiene que decirle algo importante. –
respondió Gab.
-
¿Se lo va
a decir? – dijo Uriel arqueando las cejas.
-
Así es.
El Chico se lo quiere contar. –
respondió Gab, puso sus manos en la cadera, estaba preocupado.
-
¡Espera! ¿El Chico está aquí?- dije casi gritando
para que terminasen de hablar como si yo en realidad no estuviese delante de
ellos.
Uriel y Gabriel me miraron y dijeron que si con la cabeza.
-
¿Dónde está?- dije.
-
Allí,
pequeña. – señalizó el despacho con puertas correderas de madera de color
verde Gabriel.
Llamé a la puerta y me identifiqué, escuché la voz del Chico
que me daba paso para entrar, pero solo quería que entrase yo sola, no me opuse
y entré. El Chico se encontraba sentado en el diván negro situado a la
izquierda, me acerqué a él, se le veía serio y empecé a preocuparme. No había
tenido el placer de verlo tras el accidente que le sucedió y que tuve que
saberlo espiando a estos arcángeles que a veces juegan a los misteriosos sin
nuestro permiso.
-
Gracias por venir. Necesito explicarte algo
importante que ha sucedido y que no he podido hacerlo antes, porque no sabía
cómo… pero quiero que escuches con atención, ¿de acuerdo?- dijo el Chico su
tono era bastante bajo, me acerqué a él, me senté a su lado y escuché.
-
Claro.- dije.
-
Mi padre ha muerto…- dijo.
-
Sí, ya lo sabía… lo siento mucho, mi amor.- le
dije pero me interrumpió.
-
No, no me estás escuchando. Mi padre ha muerto,
asesinado.- dijo mirándome a los ojos que estaban al borde de las lágrimas.
Se me congeló el alma.
Recomendación: What A Man Gotta Do - Jonas Brothers.
HR.
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