Empezaba a cuestionarme muchas cosas, me encantaba estar con los ángeles y aprender con ellos, pero el hecho de estar tanto con ellos, eso me hacía estar alejada de los compañeros de clase, y mi vida estaba entre una encrucijada: Ser humana o convertirme en emisaria del universo. No me gustaba elegir entre ellas dos, pues me gustaba mucho ir a Agartha y formar parte del universo de forma activa, pero por otro lado, sentía compasión por mis compañeros de clase, que ya empezaban a desvincularse de su esencia, porque algunos empezaban a reírse cuando algún compañero hablaba de su ángel de la guardia, y le acusaban injustamente de imaginar cosas estúpidas.
En ese curso, decidí con el permiso de mis padres que me quedaría a almorzar en el colegio los martes y los jueves, no era por causa mayor, sino por propia voluntad, me lo había pasado tan bien el año anterior, que quise volver. Era duro aún saber que Silvana ya no estaba en el colegio, pero cada curso era una oportunidad diferente.
Me quedé esperando en el pasillo, justo antes de entrar en la cocina a agarrar la comida y empezar a comer, este año tenía que esperar un poco más, puesto que primero iban los de un curso anterior, solo era esperar diez minutos más. La Carmen, quien se encargaba de la gestión del comedor, me pidió el tiket y se lo di, ella partió por la zona de puntos y me devolvió el otro trozo, entonces, entré agarre la bandeja y empecé a pasar por el camino, mientras me iban poniendo la comida, entonces fui al comedor, siguiendo al compañero de delante, me senté dónde me tocaba y empecé a comer.
Cuando estaba a punto de terminar, alguien pasó por detrás y chocó su bandeja con mi silla, con la mala suerte de que se me cayó el yogur que había agarrado, en el suelo. Me giré y me agaché para agarrarlo, entonces vi como una mano algo más grande que mis manos agarraba el yogur y me lo entregaba, miré hacia adelante para toparme directamente con unos preciosos ojos verdes que me atraparon por completo, el niño era de los más mayores, tenía el pelo rubio liso hasta las orejas, parecía algo más alto, me miraba sin decir nada pero directamente a los ojos.
- Lo siento, no te había visto.- dijo
Entonces miró el yogur y se dio cuenta de que se había roto por un lado y salía el contenido, todavía no lo había abierto, estaba en ello antes de que ocurriera eso, él miró su bandeja que la llevaba en la otra mano, había agarrado también el yogur y lo cambió.
- Quédate con el mío, yo me quedaré este que se ha roto.- dijo.
No le pude decir nada, me quedé completamente muda, observándole los ojos, él hacía lo mismo, ¿de dónde había salido? Entonces, lo acepté sin decir nada, él se puso de pie, yo me incorporé y se fue hacia otra mesa. No sé cómo pude comerme el yogur, pero no pude parar de pensar en lo sucedido, al terminar me dieron permiso para salir al patio y con Uriel nos fuimos.
Mientras que Uriel compartía un tema angelical conmigo, había pasado media hora, cuando vi a ese niño me quedé mirándolo en un rincón del patio cerca de las jardineras. Ese niño se había puesto las manos en la espalda y caminaba hacia las jardineras, hasta que al final sus ojos se toparon de nuevo con los míos, pensaba que venía hacia a nosotros, pero en el último momento cambió de rumbo y se apuntó a jugar a futbol con otros niños que tenían la edad parecida. ¿Quién era? Esa actitud no era común verlo en 3D y menos con niños de doce años, estaba convencida de que ese niño podía ser como yo, lo que los ángeles llamaban un conectado.
En el momento en que avisaron a los mayores para la hora de estudio, lo vi que se iba, y yo aunque no sabía qué hacer más en el patio, decidí ir, aunque Uriel no estaba de acuerdo no tuvo más remedio que seguirme. Me puse a leer libros mientras que de vez en cuando observaba al niño, que se había puesto a hacer deberes en la mesa de al lado, de vez en cuando sus ojos se fijaban en los míos y yo disimuladamente regresaba al libro, aunque veía que se le escapaba la risa por debajo de la nariz. Entonces vi como la monitora que paseaba por las mesas, se quedó mirándonos.
- ¿Gabriel, todo bien?- preguntó la monitora interrumpiendo el silencio de la biblioteca.
- Sí, seño.- contestó rápidamente.
Entonces, se puso a hacer sus deberes. ¡Qué nombre tan interesante! De repente me acordé del arcángel y esperaba verlo pronto para otra clase de trabajador energético, que todavía no habían continuado tras el verano.
A principios de Noviembre del año 2000, la abuela Victoria estaba mucho tiempo en la cama y casi no la levantaban sino era para ir al baño, incluso comía en la cama, había empeorado y ya casi no estaba presente mentalmente hablando, a mí me costaba cada vez más regresarla, y algo me decía en el corazón de que se acercaba su hora de dejar la vida y morir. Me abracé al Titi mientras lloraba, para mí el cambio de siglo fue bastante doloroso, porque me pasé mucho tiempo llorando por aquellos que querían dejarme y me victimicé demasiado en algunos momentos, al fin y al cabo, soy humana.
- Me está costando admitir todos estos cambios, Titi. No quiero que te vayas, tampoco aquellos que también me importan, pero parece ser el que universo tiene una magia demasiada poderosa como para poder frenarlo o que tenga compasión de nosotros…- dije entre lágrimas.
- ¿Así que quieres conocer el secreto del universo? – dijo el Titi su tono de voz era gracioso pero no entendía por qué lo decía así.
- Solo quiero que no sea tan cruel.- dije.
- ¿Crees que es malo el universo? – me preguntó.
Le miré pero no le respondí, no entendía la pregunta.
- Te voy a enseñar lo que hace el universo en realidad. – empezó a explicar.
Nos fuimos a la cocina, él abrió la nevera y sacó una tableta de chocolate y una manzana, los colocó encima del mármol, cerró la nevera, agarró un cuchillo y cortó la manzana en dos trozos y luego agarró un trozo de chocolate y me los enseñó.
- ¿Dirías que hay diferencia entre estos dos alimentos? – preguntó.
- Claro.- respondí.
- ¿Segura? – preguntó.
- Claro, una manzana es una fruta y el chocolate es… em… algo envasado.- dije.
- ¡Ay mi querida sobrinita…! ¿Por qué ves las cosas tan tridimensionales? Debes aprender a pensar lateralmente. Dime, ¿hay diferencia si o no? – contestó.
Me quedé en silencio intentando dar con la respuesta adecuada, pero no entendía su pregunta.
- Aparentemente cada una tiene una forma distinta, un gusto distinto y los dos salen de dos lugares distintos, pero el chocolate es un cacao que es un fruto que se recoge de los árboles, por ende, ambos son frutos. Al mismo tiempo, para ser frutos, en algún momento fueron semillas de un árbol, que se pasó día y noche trabajando, para agarrar la energía del Sol y el agua de la tierra para crecer. Aparentemente son diferentes, pero en esencia, ambas han crecido de la misma forma, partiendo que antes de ser semilla o fruto, fueron átomos… moléculas de energía… energía del Sol y materia de la Tierra… ¿comprendes? – enseñaba el Titi, el arcángel Humiel.
- Ambos son energía, pero ¿qué tiene que ver con el universo y su destino?- le pregunté.
- En esencia ambos fueron energía, que provino del universo, pero cada uno tomó su propio camino, uno se transformó en una hermosa manzana como esta y el otro, en este chocolate rico que te deshace en la boca. El destino quizás fuese el mismo, alimentarte y hacerte experimentar un gusto por la comida, pero los caminos que tomaron para ser quienes son, tuvo sus propios riesgos, pues ambos caminos tuvieron que aceptar los cambios y hacerse responsable de ellos, cumpliendo sus propios destinos. – informó el Titi.
Empecé a entenderlo, la manzana era yo y el chocolate el Chico de Ojos Verdes o el Titi, que inevitablemente habían elegido tomar caminos distintos, aceptando los cambios que eso conllevaba.
- Así que es cierto… ¿no se puede cambiar la decisión?- dije me puse algo triste.
- Lamentablemente son decisiones tomadas, y eso quiere decir que por mucho dolor que eso te provoque, en tus manos debes hacer una sola cosa, ¿te haces una idea de lo que puede ser? – preguntó.
Me lo quedé mirando, él dejó la manzana y el chocolate encima del mármol y me abrazó.
- Acompañarlos hasta que pase, y luego, esperarlos a su regreso. – informó.
-
Te voy a extrañar mucho, Titi.- le dije, pasé los brazos alrededor de su cuello y apoyé la cabeza encima de su hombro, él me agarró en brazos y me entregó el chocolate, lo agarré y me lo comí, entonces volvimos a la sala.
El Titi y Gabriel me habían prometido que regresarían, por lo tanto empecé a cambiar mi actitud y acepté ese camino.
- ¿Qué tengo que hacer para ascender yo también?- le pregunté intrigada.
- Seguir esto, pues su voz es del gran Creador que te guía a cada paso. – puso una de sus manos encima de mí corazón, el Titi.
Dos días más tarde, me encontraba en el auto regresando de Vic de comprar, mi padre era el único que tenía permiso para manejar el auto, mi madre iba de copiloto y yo atrás, en el medio sentada en la silla para niños. Una vez pasamos el Eje una de las autovías que iban directo a Barcelona, y empezamos a recorrer la carretera igual que una montaña rusa, nos encontramos con tráfico, algo muy raro, pero al contrario que otra gente, a mí me encantaba quedarme atrapada en el tráfico, era como jugar con mis cochecitos en la salita, pero cumpliéndose a la realidad.
Estaba muy oscuro a pesar de ser más de las siete de la tarde, casi era navidad y hacía mucho frío, ya no había ningún momento del día en que estuviésemos en grados positivos, como máximo hacía -1ºC y mínimo -9ºC. Pero las luces de los autos iluminaban la carretera, no muy lejos a la izquierda se podían ver las luces azules del techo de uno de los autos policiales, que desviaban el tráfico hacia un lado, por alguna razón aparente.
Poco a poco empezamos a ver qué había pasado, vi un auto rojo de dos puertas, que había chocado frontalmente con un auto de cinco puertas azul, de forma tan fuerte que ambos autos habían quedado totalmente destrozados por la parte frontal. ¡Madre mía era grave el accidente! Luego vi al lado del auto rojo en el pasto, un cuerpo envuelto con un papel de plata dorado, lo habían tapado por completo, había muerto una persona. El auto se paró justo allí, me quedé en silencio observando el cuerpo sin vida, a su lado había una persona flexionada de espaldas, parecía que era familiar de la víctima. Entonces, se puso de pie, y se le cayó la capucha, tenía el pelo dorado hasta las orejas liso, era un niño, se giró y empezó a caminar hacia el auto rojo, me quedé muda. El niño era el mismo que me dio su yogur, tenía los ojos rojos de llorar, era el familiar de la víctima.
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