sábado, abril 10, 2021

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 80

 

Gabriel empezó a explicarme sobre cosas de la 5D que ya sabía, empezó a repasarme cómo funcionan las dimensiones, pero no entendía porque me repasaba algo que ya me lo habían explicado en el primer año en IÓN.

-        El Chico dentro de unos días va a cumplir 13 años de vida. – dijo automáticamente supe que su cumpleaños era en Septiembre aunque me había dicho que era Verano, intuía que era cerca del cambio de estación.- se está preparando para hacer una cosa muy importante y que va a necesitar tu apoyo en todo momento, te va a necesitar. – dijo algo preocupado.

-        ¿Qué va a pasar?- le dije.

-        Son dos cosas importantes, pero solo te voy a decir la segunda. Es importante que prestes atención, ¿te han contado en qué consisten las ascensiones? – me preguntó.

Automáticamente pensé en el Titi, me había contado que los ángeles suelen ascender pero ¿las personas también pueden?

-        Si.- le dije algo preocupada arrugué la frente.

-        Dentro de pocos meses, va a ascender dejará de vivir en 3D para irse a vivir a 5D y estará allí un tiempo. – informó.

-        ¿Cómo?- el corazón me empezó a doler pensando que lo perdería para siempre.- ¿No lo voy a volver a ver nunca más?- pregunté ya con los ojos negados de lágrimas.

-        Si que lo verás, pero no tendrá que salir a 3D en el portal dimensional. Él ya vendrá directamente de 5D y te esperará igualmente en el metro, pero no vendrá contigo a 3D luego. – dijo Gabriel.

-        ¿Por qué?- pregunté.

-        Es su destino. – respondió.


Se me saltaron las lágrimas y Gabriel me abrazó, con la yema de sus dedos intentó secármelas, pero era inútil detrás venían más. Ya me parecía demasiado doloroso el hecho de prepararme para perder al Titi, que ahora tendría que perderlo también al Chico… ¡Era injusto!

-        Pensaba que sólo lo hacen los ángeles…- refunfuñé.

Gabriel se río pero no quiso contestarme.

-        ¿Cuánto tiempo queda?- le pregunté.

-        En cuanto ocurra la primera, en dos meses.- dijo.

No tenía ni idea de cuál era la primera cosa que debía pasar, pero esperaba y rezaba que así fuese que tardase mucho tiempo.

-        ¿Por qué me lo has dicho?- le dije.

-        Él confía en ti más que a su vida, él te ama, aunque quizás no lo veas tú, pero él te ama y siempre te ha amado y siempre te amará. – confesó.

Automáticamente empecé a recordar una vida anterior…

Me encontraba abrazada a él, lo que era mi esposo, sus ojos verdes me miraban como si fuese una diosa bajada de los cielos y me sonreía y simplemente me decía “Te amo”. Me ubicaba en medio de la selva, llevábamos poca ropa, pero parecía nativa de alguna aldea perdida en centro-américa.

Luego la imagen se distorsionaba y me encontraba siendo el hombre, abrazada a ella, con los mismos ojos verdes, dónde ella me decía tan dulce bajo una pequeña tela en la cabeza de color rosado “te amo”.

Entonces, hacía calor en el nuevo lugar qué recordé, él era un hombre apuesto y yo también, subidos a un caballo blanco, en el imperio romano dónde él me decía “te amo”.

Finalmente la última vida que recordé, estaba en un despacho a solas de la era victoriana cerca de Londres, él estaba delante de una ventana dónde se veía el patio dónde había un coche de caballos listo para partir, me agarré a su cintura, yo era una mujer bastante jovencita, y él al mirándome a los ojos me decía “Te amo, siempre” le daba un beso en la mejilla y entonces caminé por el despacho hasta cerrar la puerta detrás de mí.

Cuando regresé al presente, me daba vueltas todo, suerte que estaba sentada, era cierto, él era el mismo en todas las vidas, y me imaginé que serían muchas más que habíamos coincidido y en cada una nos habíamos enamorado como dos tontos. Le di un abrazo a Gabriel y nos despedimos, me había pasado la hora así que ya podía volver a casa. Bajé al metro con la esperanza de encontrármelo en París, Kihara me esperaba en la puerta de las escaleras.

Fue entonces en ese momento, cuando me di cuenta de que nuestra amistad no había sido por casualidad y que en sí misma la casualidad no existe, todas aquellas veces en que nos habíamos encontrado en el metro y la primera vez delante de la cancha del juego de la rata, fueron las pruebas suficientes para comprender que Dios sabía lo que iba a pasar y que el universo simplemente se había dignado a unir los puntos para que los hechos tuvieran sentido.

Hay destinos que no se pueden cambiar, pero este destino unido a él, es lo más hermoso que jamás había podido imaginar. Prometí mantener el secreto, solo por el hecho de disfrutar aún más la presencia de él en el metro. Pero me parecía que era demasiado joven para presenciar algo tan bello como la ascensión, en cierto modo tenía miedo, pues nunca me había pasado y me sentía muy mal al saber que el Titi también andaba en esto, pero el primero en irse sería… ¿mi mejor amigo o lo que fuese esto? ¿Por qué aquellos que más amo acaban dejándome?

-        Oye, ¿te sientas conmigo?- me preguntó el Chico.

-        Lo siento, pero… hoy me apetece estar con los demás.- le dije.

Se me quedó mirando con los ojos saltones, parecía que intuía que me pasaba algo, pero quería estar con gente, para no pensar en ello. Así que me senté en el grupo junto a Rita y él no tuvo más remedio que venir también. Durante todo el viaje de regreso estuve ignorando a los amigos, observando el paisaje y de reojo veía como el Chico no me quitaba el ojo de encima, ni sabía en qué andaban los amigos, pero… quería estar allí. El Chico también los ignoraba, hablaban de un examen que les tocaría hacer pronto en Ávalon y los alumnos de IÓN les mataban la curiosidad.


Uno de los amigos que estaba sentado justo delante, se puso de pie para ir al baño, tiempo suficiente que aprovechó el Chico que se había quedado en el asiento del otro lado a la derecha, para venirse a la izquierda. Reposó los codos encima de sus pantorrillas, sin dejar de mirarme directamente a los ojos, se pasó una de las manos por el pelo, para quitarse el flequillo de los ojos, miró un momento el paisaje, disimulando, mientras le oía resoplar, aunque yo hacía que no lo estaba observando de reojo no me podía perder detalle de lo que él hacía, ¿por qué tiene esa mirada que me atrapa como una tonta?

-        ¿En qué andas?- me preguntó.

Pero no tuve palabras para contestarle, me miró, era raro que no le hablase.

-        Próxima estación Toulosse- decían por megafonía una voz femenina.

-        ¿Qué te pasa?- me preguntó ya más preocupado, fruncía el ceño esperando mis motivos.

No le dije nada, pero le miré directamente a los ojos, él respondió de la misma manera arrugando la frente intentando adivinar lo que me sucedía.

-        ¿Puedes hablarme, por favor?- se había acercado aún más y el amigo ya había regresado del baño, al ver que intentaba hablar conmigo, se sentó dónde el Chico estaba antes de cambiarse.

-        No tengo nada que decir.- le dije y seguí viendo por el ventanal el paisaje.

Nos quedamos en silencio, ignorando a los otros, pero observando la naturaleza, aunque al Chico quería saber todo lo que me sucedía, porque sabía que esa actitud no era muy normal en mí. Quería disfrutar de su presencia, pero me dolía el hecho de que él también iba a ascender, me resultó muy difícil aceptarlo. Tenía tanta ilusión en creer que podía encontrarlo de forma inesperada deambulando por la 3D, que saber que él también se iba… se me rompía el corazón.

Entonces, le agarré de la mano y él me sonrío.

-        ¿Qué serías capaz de hacer por mi si alguna vez estuviera en apuros?- le pregunté.

-        Lo que sea con tal de ayudarte.- contestó de inmediato.

-        ¿Te importo?- le pregunté.

-        Mucho.- contestó, no dejaba ni que el silencio nos deleitase con un suspiro.

-        Solo te pido, que no lo olvides nunca, porque yo también.- le dije.

Le mostré mi sonrisa de sinceridad y él volvió a sonreír, sus dientes blancos como la nieve me encantaban.

En cuanto nos bajamos del metro agarrados del brazo, le detuve antes de subir las escaleras, él se puso delante y me miró, no le dije nada, solo mis brazos le rodearon su cuello y nos abrazamos durante un ratito. Fuimos los últimos en salir del andén, y como no salíamos de allí, nos habíamos quedado mirándonos a los ojos como dos tontos, escuché unos pasos bajar las escaleras.

-        ¿Dónde se abran metido?- se escuchaba la voz de Gabriel hablando solo.

Entonces, por impulso le di un beso en la mejilla al Chico, él cerró los ojos y yo me quedé un rato allí, como si quisiese marcarle mis labios en su piel. Cuando terminé, vi a Gabriel al pie de las escaleras que nos había visto, nos miraba con cara de haber interrumpido algo importante, pero no fue así. El Chico se giró, me agarré a su brazo y caminamos hacia Gabriel.

-        Disculpen, pero Uriel me envió a buscarlos, hace un ratito que les estamos esperando. – dijo Gabriel intentando excusarse de alguna forma.


Estuve varios días mal, intentaba hacerme a la idea de que esto era inevitable, uno en pocos meses y el otro en un par de años, tenía demasiado miedo como para aceptarlo tan fácilmente, había momentos en que estaba molesta conmigo misma, y otros solo quería estar el máximo tiempo en soledad de nadie más, incluso sin Uriel. Nunca pensé que haría algo así, estuve todo el fin de semana, escondiéndome de Uriel, y él no entendía qué me estaba pasando, nunca había pasado y además ¿cómo se supone que puedes huir de un ángel que además vive en otra dimensión y su trabajo consiste en cuidarte las 24h del día junto a sus siete días de la semana?

Había visto en las películas, la típica niña rica que huye del escolta que le sigue hasta en el baño, mientras ves que la niña se queja de no ser libre. Aunque siempre me gusta estar junto a Uriel, pero el secreto me mataba, y Uriel estaba preocupado, todos estaban demasiado preocupados.

-        Dary, necesito que me hagas un favor.- le pedí, el domingo a la mañana en el cuarto nada más despertarme.

-        Dime, amor. ¿qué necesitas?- contestó.

-        Intenta no preguntarme sobre IÓN en unos días largos… necesito pensar en otra cosa.- le dije.

Se me quedó mirando igual que un perro cuando intenta entender a su dueño, sin saber qué debe hacer ni porque le pedía eso.

-        ¿Por qué? – se le escapó.

Le hice la señal del silencio en mis labios y él simplemente lo aceptó. 

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