domingo, marzo 14, 2021

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 75

 

Escuchaba a los pájaros canturrear, sentía como los árboles se despertaban y empezaban su jornada de alimentación de luz, en definitiva, veía como la flora y la fauna empezaba su día. Cuando el Sol ya se veía por encima de la cabaña, como si fuera un gran limón, ponía la oreja en la tierra y escuchaba el latido de la Tierra y su canto, mientras que le cantaba a la Tierra la canción de buenos días. Luego perseguía a una abeja que ya empezaba a trabajar, en busca de las mejores flores, ellas rara vez me pican solo si es un accidente, me respetan y yo hago lo mismo, simplemente las observo, me fascina ver el mundo con los ojos de los otros.


El segundo en levantarse era el Titi, el Sol le impedía seguir durmiendo, se despertaba con mala cara pero al saludarle y abrazarlo se le cambiaba mucho la cara. Tenía la costumbre de fumarse un cigarrito en ayunas, observando a los dragones o por lo menos los restos que habían dejado de la cacería de anoche en el cristal traslucido del baño. Teníamos una familia de dragones, reptiles como tritones pero que hacían más de un metro de largo, pero eran inofensivos, se comían a los mosquitos y nos cuidaban de sus picaduras, era nuestra fortaleza protegida por cuatro dragones.

Tras el cigarrito, el Titi observaba a los árboles, revisaba los frutos y agarraba alguna, se la comía sin pasarle agua.

-        ¿No la limpias?- le pregunté.

-        No, no hace falta. Si soplas fuerte, notarás que todo lo que no debe estar, sale volando.- dijo y tenía razón así que a partir de ese momento yo también lo hago así.

Me dio una ciruela blanca, madurada en el árbol recién agarrada, madre mía ¡qué buena estaba! Luego le arranqué una flor y se la di, pero se puso triste.

-        ¿No te han enseñado a respetar las plantas, Laia?- dijo algo molesto.

-        Si, perdón… no debía agarrarla así.- dije.

-        Ok. Prométeme que respetarás a las plantas. No se agarran, ¿ok?- dijo.

-        Ok.- le prometí.

Estar al lado del Titi esas mañanas, porque eso se repitió muchas veces durante esa última semana antes de volver a las clases, aprendí muchas cosas que tenía que tener en cuenta si en cuanto él se fuese, yo cuidaría por él. No tenía ni idea del trabajo que él tenía con el reino vegetal, me enseñó cómo tenía que cuidar a todos los árboles frutales de la zona, el pasto y sobre todo cómo tenía que tenerlas preparadas para la fauna de la noche. Fue muy divertido y muy interesante al mismo tiempo, a pesar de que tenía que hacer un papel ante mis padres que no tenía que mostrar interés por las plantas para que ellas no me empezaran a hablar estando mis padres cerca, porque también hablarían con ellos y sí que les escucharían, por lo menos las hadas saldrían y empezarían a hablar, y por lo visto eso no debía ocurrir nunca.

-        ¿Cómo haces para no volverte loco con tanta limitación en el mundo de 5D?- le pregunté al Titi.

-        Entiendo que sea demasiado secreto por el cual pienses que más personas deberían verlo, pero si se ha mantenido así, es porque nuestros guías ya han visto que ellos aún no están listos para entenderlo…- dijo, pero dejé de escucharle me sentía triste, entonces me puso una mano encima del hombro, le miré y prosiguió – pero sabes una cosa… tú verás de nuevo ese mundo dónde las personas vuelvan a hablar con las demás dimensiones y sean conscientes de nuestro mundo. Unirás ambos mundos, en cuanto te sientes lista para hacerlo.- concluyó mirándome a los ojos con una sonrisa franca.

-        ¿yo?- dije.

-        Si tú das la orden, nosotros te seguimos.- susurró.

No entendí la metáfora en su momento, pero comprendí algo sobre mi futuro, entonces fue cuando me entró miedo de verdad, ¿estaría lista para verlo? Mejor dicho… ¿estaría lista para hacerlo?

-        ¿Y tú no estarás?- le pregunté.

-        Sí, pero des del otro lado.- dijo el Titi.

-        No me gusta que te queden dos años junto a mí… aún me siento pequeña para aceptar algo tan grande… ¿no hay alguna forma de decirles que te quedes más tiempo?- le dije, más bien le suplicaba que hiciera algo para quedarse más tiempo.

Él se agachó, colocó las dos manos encima de mis hombros y me miró con franqueza.

-        Cada uno de nosotros tiene que lidiar con la soledad, es nuestra prueba de fuego, para que uno mismo sepa que está listo para lo que ha venido a hacer. Yo no estaré contigo en 3D, pero siempre me tendrás aquí.- puso una mano encima de mí corazón.- si me necesitas, yo escucharé y te ayudaré des del mundo de lo invisible.- concluyó.

Lo abracé y él lo aceptó.

La última noche en Sitges, fue algo amarga, pues en tan solo un par de días volvería a IÓN y una semana después al colegio. Me sentía algo inquieta esa noche, era muy tarde, todos dormían y yo seguía sin entrar en el viaje astral, ni siquiera dormía. Miré a mí alrededor, escuchaba de fondo los ronquidos del Tito Juan al otro lado de la puertecita y los suspiros profundos de Jordi detrás de la cortina, buscaba a Uriel, que curiosamente se había quedado tumbado en mi cama, pero cuando le miré, él también dormía. Los ángeles duermen cada dos noches, así que le pille un poco en su momento más dulce. Estaba sola esa noche, abrazada al ángel mientras pensaba un poco en todo lo que se venía, y de nuevo me planteé la misma pregunta de todos los años en casi Septiembre “¿Este año también me declarará la guerra la tutora que me toque?”. Tenía miedo de saber la respuesta, solo esperaba que no fuese así, no sería capaz de tener todos los cursos siguientes que fuesen horribles.

Miré el techo, suspiré profundamente y empecé a susurrar.

-        Querido Dios,… - no sabía qué hacer pero tenía esperanza de que él si que me escucharía.- gracias por mandarme tantos ángeles a mi lado y ayudarme a aprender tanto del universo…- nunca había hablado o mandado un mensaje, me sentía algo nerviosa después de haberlo visto en persona hacía unos meses.- nunca te he pedido nada y siempre he hecho caso a tus peticiones, pero me gustaría ahora poder pedirte algo…- suspiré profundamente, me agarré a las manos de Uriel que ni se dio cuenta de ello con fuerza.- ¿podrías hacer que este año fuese bonito, no me gustaría tener que lidiar con otra tutora que me declare la guerra, creo que me merezco un descanso de nueve meses, por favor?- dejé de hablarle susurrando, me quedé callada, esperando una respuesta que no ocurrió, entonces suspiré de nuevo.- que se haga tú voluntad. Amén.- le mandé un besito con la mano hacia el “cielo”, me giré hacia el otro lado y me quedé dormida.

Dicen que Dios siempre nos escucha, pero que no sabemos escuchar su respuesta.

Abrí los ojos, pensando que ya era hora de despertar, pero nada había cambiado, tan solo había pasado un par de minutos después del mensaje. Sin saber por qué tenía muchas ganas de ir al baño, así que me giré intenté despertar a Uriel, pero él seguía durmiendo como un tronco.

-        Tengo que ir al baño, Uriel… ¡despierta!- susurraba para no despertar a nadie más, le sacudí pero solo se giró y balbuceó algo que no entendí.

No me quedó otra que ir sola.

Fui descalza esquivando camas por doquier, curiosamente la casa estaba iluminada por la luz de la luna brillante que estaba esa noche. Tenía que pasar el mini salón, la cocina para llegar al baño. En el momento en que me dirigía directa al baño, escuché el sonido de un móvil de porcelana que había en la entrada de la casa, que se entraba por la puerta de la cocina, me asusté y miré hacia el primer terreno.

Me quedé de piedra, al ver que en el primer terreno a lo lejos de la puerta y de la gente, estaba el arcángel San Gabriel, con los brazos cruzados, su mirada de ojos verdes mirándome, esa sonrisa juguetona y el pelo castaño claro y ondulado que volaba con la pequeña brisa del fin del verano. Aunque tenía muchas ganas de ir al baño, me aguanté y salí a fuera, para estar con Gabriel, a pesar de que tuve que cruzar piedras con los pies desnudos.

-        ¿Ahora mandas mensajes a Dios sin consultarme? – dijo Gabriel arqueando una ceja.

-        ¿Tenía que consultarte?- le pregunté con la cara inocente, bloqueada y culpabilizada por haberse saltado alguna norma que no conocía.

Entonces él mostró su sonrisa y me agarró en brazos.

-        ¡No, claro que no, solo te estaba tomando el pelo, querida! –Dijo bromeando mientras me alzaba como si fuese un avión de juguete y yo no podía parar de reír.

-        ¡Para, que vamos a despertarlos!- dije como pude.

-        ¡No te preocupes están en el quinto sueño! – dijo y paró.

Así se referían los ángeles cuando decían que ya estaban de viaje astral tan lejos que no podían ni estar presentes junto a nuestro lado. Le miré a los ojos y lo abracé.

-        ¡Ey…! ¿Qué te pasa? – dijo sorprendido.

-        Gracias. Por… salvar la vida de toda la familia… no te lo pude decir en su momento…- dije.

-        ¡Yo te cubro las espaldas, mi querida! – concluyó.

Gabriel siempre tenía una frase para terminarlo todo. Nos quedamos allí, pero después le pedí que entrara sin hacer nada de ruido y se quedara en la puerta del baño. Después él me acompañó hasta la cama, vio a Uriel que ya ni sabía dónde se encontraba de su descanso, y se lo quedó mirando riéndose.

-        ¡Mi hermanito… que gracioso! – susurró casi ni pronunció sonido alguno, le tenías que leer los labios, pero también me provocó risa.


Me ayudó a abrigarme un poco, se quedó de rodillas. En ese momento Jordi se medio levantó de la cama con los ojos cerrados, y se cambió, dónde ponía la cabeza puso los pies y en los pies, la cabeza. Se destapó completamente, Gabriel y yo nos quedamos mirándolo y nos miramos con unas caras de sorpresa que no entendimos. Luego, vimos como su ángel de la guarda que no se dejaba ver, solo sus manos bajo un manto invisible le volvía a tapar para que no agarrase frío. Luego las manos desaparecieron bajo ese manto invisible.

Agarré las manos de Gabriel y empecé a mirarlas, por todos lados, incluso le toqué las mangas de la túnica que esa noche llevaba, él se me quedó mirando intentando comprender qué estaba haciendo, y le miré.

-        ¿Por qué no eres invisible?- le dije.

-        ¿Y por qué tú ves lo invisible? – contestó Gabriel.

-        ¿Qué?- dije.

-        Se supone que somos invisibles ante vosotros, siempre. Pero nos ves. – dijo Gabriel.

-        Pero al ángel de Jordi, solo le he visto las manos…- le dije.

-        Tus poderes empiezan a fallar, querida. Poco te falta para que no nos ves… ¿Cuántos años tienes? Em… ¿Siete? Ah no… ¿Seis? De todos modos, falta poquito… - contestó Gabriel.

Quise saber más, pero Gabriel a veces parecía un niño repelente, me dio un beso en la frente y me dio las buenas noches, en cuanto cerré los ojos, caí redonda en sueño profundo.

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