Capítulo 51
No quería darle la razón a José y quedar como una idiota ilusa, porque si él tuviese razón, ese sería la primera vez en mi vida que el corazón se me rompería por pensar en ilusiones. Aunque si lo piensan mejor, prefiero el significado de los tres maestros que el hecho de que lleguen tres abuelos que no conoces de nada, a darle regalitos a los niños. Suena a pederastia eso. En ese momento, tenía una fe muy fuerte de que mi explicación era real, tan real que la sentía lógica y coherente.
A la 1pm mi madre me vino a buscar, intentando hacer las paces debido a aquel día de que me dejó allí durante mucho rato, y me llevó a casa. Por el camino me decía que había visto algo raro en el salón y le parecía ver un regalo escondido. Así que al llegar al salón, empecé a buscar y detrás de las cortinas, había un regalo más de ellos. Lo abrí y efectivamente eran los rotuladores. Me alegré mucho en el momento, pensando que no me habían roto el corazón. Pero cuando se me bajó la emoción, me quedé mirando el lugar dónde estaba… del que suponía que debía estar el árbol, que mi padre ya había quitado. No me cuadraba.
- Dary, ¿Cómo es posible que este regalo estuviese escondido detrás de las cortinas, si el árbol estaba al otro lado de la sala?- le pregunté.
- ¿Has visto que papel de regalo más bonito, mi amor? – decía Uriel ofreciéndome un trozo que acepté.
Automáticamente vi la verdad con tan solo tocar el papel de regalo.
Mamá se fue a la librería Marisa a buscar los rotuladores, y la misma dependienta lo envolvió y mamá lo escondió detrás de las cortinas.
Miré a Uriel con los ojos emocionados de tristeza, me abracé a él pero de repente toqué el suelo dónde estaba el árbol y seguí viendo.
Mamá y papá se escaparon de casa la iaia Victoria, para colocar todos los regalos debajo del árbol, las galletas se las comió Frodo y la leche regaron una planta de la terraza. Entonces, volvían al piso como si nada.
Empecé a llorar. Uriel me abrazó y se quedó así un buen rato, con la otra mano tenía los rotuladores, mamá llegó, me puse de pie y tiré los rotuladores al suelo.
- ¡Todo es mentira!- grité enojada, rápidamente subí las escaleras y me fui a mi habitación, Uriel fue detrás de mí, me tumbé en la cama y él me consoló.
Me quité los zapatos nuevos tenía ganas de tirarlas por la ventana y no saber nada más de ellos, pero al final me reprimí. Todo era una mentira. José tenía razón, eran los padres.
- Mi amor, no todo es mentira, ¿sabes? La mentira solo es una forma de ver las cosas y entenderlas, pero lo que te dice José no es cierto tampoco, solo es inconsciencia, nada más. Los maestros que tú has conocido, ellos son tan reales como sientes el latir de tú corazón. Solo que, en esta dimensión, la gente perdió el sentido a creer en algo y a sentir esa creencia en suya. Por eso inventan cosas de la verdad, inventan que hay tres hombres grandes que una vez al año, reparten regalo a los niños, porque en el fondo, siguen sintiendo a los Maestros. Con la diferencia de que no son regalos lo que reparten, sino deseos, tres deseos que cada uno pide y que a lo largo del año, te ayudan a que lo consigas realizar. – dijo Uriel con todo su amor de su corazón.
- ¿Por qué ocurre esto entonces? ¿por qué nos mienten?- dije entre lágrimas.
- Dicen que la ilusión de un niño es capaz de crear cualquier cosa. Pero al hacerse mayores, deben dejar de jugar y ponerse a trabajar, perder la ilusión es la forma de que el niño deje de tener ganas de jugar y se ponga una corbata, una camisa, agarre un maletín y se vaya a trabajar. Eso según los de esta dimensión es crecer. Pero para nosotros, crecer es muy diferente. Jamás se nos ocurriría jugar con las ilusiones de los niños, para hacerles entrar en razón de que ya es tiempo de dejar eso y preocuparse por otros problemas. – contestó Uriel, su sinceridad era demasiado cariñosa pero aceptable.
Aquella tarde regresé a clase, me puse delante de José y le di un abrazo que se quedó tan parado que no sabía qué estaba pasando.
- ¿Qué haces?- dijo José.
- Darte las gracias, tenías razón. Los padres son ellos. – me sentía contenta.
- ¡Ves!- dijo agradecido.
- Pero no simplemente estoy contenta para saber que me han mentido lo que llevo de vida, sino que estoy contenta porque gracias a eso, ahora he aprendido algo muy importante. – le dije, se me quedó mirando con cara de no entenderme.- ahora sé qué debo hacer el resto de mi vida. Gracias, José.- dije.
- No entiendo.- contestó.
- Al contrario de ustedes, yo no me puedo permitir perder la ilusión de seguir sintiendo la magia dentro de mí corazón. Pues si así lo hiciera, me desconectaría de la vida que me espera y sería solo… una persona sin nada más.- dije, pensando que me entendería pero no era así. José me miraba con una cara de raro.
De hecho no me entendió y enseguida cambió de tema y empezamos a hablar de otras cosas. Como por ejemplo, que al día siguiente Gerard regresaría a clase. Estaba algo nerviosa para ver cómo reaccionaría al verme tan preocupada, siendo yo el motivo de porque casi se muere por mi culpa. Pero tenía ganas de verlo y pedirle perdón. No podía vivir con esa llama encendida dentro de mí. Esa noche me costó mucho dormir.
A las nueve de la mañana, apareció en la puerta de la clase, con una venda en el cuello, nada más verlo ya se me giró el estómago. Gerard entró a la clase bajo los aplausos de los compañeros, contentos de verlo, yo me sumé, pero me miró, curiosamente se sentaba a mi lado, dejó la mochila, fue a buscar una carpeta en la estantería se sentó, pero ni me observó ni me dirigió la palabra en todo el día.
- ¿Estás bien, Gerard?- le dije.
Pero no me quería contestar, quería ignorarme, pues hablaba con todos los demás, pero conmigo no quiso. Era comprensible. Así que no le dije nada más y me concentré en el día.
Durante el patio le seguí, quería conseguir por lo menos pedirle perdón a la cara, como tenía la venda no podía jugar a futbol con la clase, y se tuvo que quedar cerca de los profesores, ideal para pedirle perdón. Me acerqué a las jardineras, la zona dónde me tenía que quedar yo, él estaba allí aburrido, observando como los demás jugaban y él no. Me senté a un par de metros de él.
- ¡Que aburrido, cierto!- dije para empatizar, pero solo me miró con sus ojos color cafés y me ignoró.
No perdí la esperanza, al día siguiente, le regalé un cuaderno porque sabía que le faltaba uno, con la iaia Filo fuimos a la Marisa y compramos uno para Gerard. Le conté que quería pedirle perdón y ella me aconsejó que con un regalo es más fácil. Se lo dejé envuelto encima de su mesa. Pero ese día, la Ramona me cambió de lugar y me puso con otro compañero. Me llevé el regalo conmigo, cuando vi que a él también le cambiaban de lugar. Y pensé en dejarle el regalo en su sitio para el regreso del patio.
Lo intenté hablarle durante el patio, pero tampoco hubo suerte. Al regresar a clase, el regalo que había dejado en su mesa, firmado con mi letra, ya no estaba, me alegré, porque eso quería decir que lo había aceptado. Hasta que fui a la basura a sacarle punta al lápiz y vi el regalo en la basura. Sin que nadie lo viese, agarré el regalo que estaba todavía envuelto y me lo guardé en la mochila. Me puse triste. Esa tarde, con la iaia Filo le mostré y se puso triste también. Pasaron semanas y no había suerte, hasta que finalmente no quería salir al patio y me permitieron quedarme en clase, a solas.
- He perdido a mi mejor amigo, Dary. Lo he perdido para siempre.- me sentía muy triste, me dolía el corazón.
- Yo no lo veo así, mi amor. Siempre hay esperanza. – dijo para animarme.
Me senté en mi lugar, puse la cara encima la mesa, sin ganas de nada, hasta que noté que alguien estaba delante de mi mesa. Levanté la cara y era Gerard.
- ¿Somos amigos?- dijo con una sonrisa.
- Si.- dije sorprendida pero decidida.
- Amigos.- dijo contentó me ofreció la mano se la di y acordamos.
Así de fácil se solucionó. Ni regalos, ni nada. Como había tiempo todavía del patio, bajamos juntos y jugamos al pilla-pilla mi juego favorito. Ese recreo fue de los mejores de mi vida.
Durante ese mediodía, nos quedamos hablando de cosas, mientras que no nos venían a recoger. Entonces vino la madre de Gerard y al vernos se enojó, le tiró del brazo y le separó de mí.
- ¡Ya está bien de hacerle daño a mi niño!- decía la madre.
- Somos amigos, no le hago daño.- le dije.
- ¡A los amigos no les intentas matar, niña!- dijo la madre.
- Eso fue un error que no volverá a ocurrir.- dije conscientemente de lo que decía.
Pero antes de decir nada más, la madre de Gerard se lo había llevado hacia las profesoras y le advertían de que yo debía mantenerme alejado de él. Eso me puse triste. Entonces vino el Titi, me lancé a sus brazos y me puse a llorar. No tenía ganas de hablar, así que Uriel le habló por mí. El Titi se acercó a la madre que seguía discutiendo con los profesores.
- Escúcheme un momento, ¿usted le ha pedido a mi sobrina que no juegue más con su hijo?- dijo el Titi, yo estaba en sus brazos.
- Si, su sobrina es un peligro para este colegio, la intenté denunciar pero la directora no me lo permitió.- dijo.
- Mi sobrina es la persona más especial que jamás conocerá en su existencia siendo humana, ¿sabe? Lo que le pasó se le llama posesión, por lo tanto, no es nadie para juzgarla, ella no era quién hacía eso, sino el demonio llamado como Gämael. Ni se le ocurre dejar que su hijo y mi sobrina no jueguen, porque son mejores amigos.- dijo el Titi.
- ¿Usted me va a decir lo que debo hacer?- dijo la madre.
- Me crea o no, acuérdese de la cara de mi sobrina.- eso fue lo último que le dijo, entonces le chocó la mano a Gerard, le guiñó el ojo y nos fuimos para casa la iaia Victoria.
Capítulo 52:
Al día siguiente Gerard me invitó al cumpleaños de uno de sus primos, invitó a algunos compañeros de clase, pero él quería que estuviese también, así que con Uriel aceptamos la invitación. La fiesta sería el sábado por la tarde, mi padre se puso en contacto por teléfono, que la conocía porque en su trabajo llevaba los papeles del trabajo de la madre de Gerard para saber dónde tenía que llevarme y a qué hora. Yo me puse algo nerviosa, a pesar de llevar tantos años con estos compañeros de clase, era la primera vez que me invitaban a un cumpleaños, su primo también iba a la misma escuela, pero un curso menos, se llamaba Kevin.
Los niños de un curso anterior no conocía a muchos, solo a dos, en primer lugar a una niña llamada Paula que se cambió de colegio en P4, porque sus padres son amigos de mis tíos y mis padres, y ella quería ir conmigo, al final el tiempo tomó caminos separados. Y otra chica llamada Elisabet, que conocí yendo a la logopeda que tuve que ir por haber nacido sin paladar ni campanilla, la María Gleva que no me gustaba su forma de trabajar. Mientras que a mí me daba la sesión, la Elisabet junto a su madre María Rosa, esperaban su turno que era una hora después que yo. Pero en realidad ella no sentía que tenía que hacerme amiga, algo me llamaba la atención de que no era una buena idea, y hacía caso a mí corazón, de todos modos la Elisabet también iba al colegio y la veía en el patio algunas veces en el curso anterior, cuando salíamos a la misma hora, que le costaba mucho hacer amistades, siempre estaba cerca de los profesores.
De todos modos, me puse algo nerviosa y Uriel lo notaba horas antes de la fiesta, incluso le había comprado un regalito a Kevin y a Gerard, a pesar que a Gerard solo lo hacía de cortesía, su cumpleaños era en verano, fuera del curso escolar. Según lo que había dicho mi padre, me llevaría en auto porque el lugar dónde vivía era en un bloque de piso en medio de la carretera principal de Vic a Manlleu, en el barrio de Vista Alegre. En realidad no estaba lejos de casa, pero por garantizar mi seguridad, él quiso llevarme en auto y lo acepté, no me quedaba otra.
Llegué a las cuatro de la tarde con los dos regalos en las manos, mi padre aparcó como pudo y bajó del auto para acompañarme al número del bloque, subimos tres pisos y delante de la puerta había una gran pancarta que decía “fiesta de cumpleaños de Kevin” llamé al timbre y esperamos a que nos abriesen. Disimuladamente le agarré fuerte del anunciador de Uriel, mis nervios alcanzaron su nivel óptimo como para empezar a temblar, intentando pensar qué le diría a Gerard. Pocos segundos después, la madre de Gerard abrió la puerta y me echó la mirada más rara que jamás olvidé, no la supe identificar si era amabilidad, descontento o enojo, pero me dejó pasar, mi padre regresó al auto y no supe nada más de él, tras decirme que a las siete de la tarde vendría a buscarme.
La casa era muy chiquita, un piso realmente pequeño para tantas personas que vi que había, entre familiares y amigos de Kevin y de Gerard, los encontré en el salón comedor, la mesa había mucha comida, patatas, dulces, snacks, cosas que normalmente uno no come por salud, pero en ese momento parecía el festín del azúcar. Al otro lado de la mesa que ocupaba todo el comedor, encontré a Gerard y a su lado un chico rubio que hablaban, me acerqué a Gerard.
- ¡Hola Gerard! Gracias por invitarme. He traído regalitos, para ti y… para el que cumple años…- dije.
- ¡Hola Laia!- se alegró de verme, aceptó uno de los dos paquetitos.- te presento a mi primo Kevin.- era el niño con quién hablaba le saludé sin emitir ningún sonido pero sonreí.- gracias.- dijo Gerard, Kevin agarró su regalo y lo abrieron.
- He pensado que les gustaría…- dije.
Les había regalado coches en miniatura para jugar todos, los tres, porque a mí también me encantaban. Se alegraron mucho y empezamos a jugar los tres, se nos fueron apuntando gente de un curso menor y de la clase, me acuerdo que la Rosalba nos miraba con su mirada penetrante que no sabías nunca si lo hacía por desconocimiento o era digno de un misterio, pero siempre me ha gustado sus ojos color cafés, que intriga más hermosa.
- Se aburre…- escuché un susurro la voz era masculina igual pero no era de Uriel, miré a mi derecha y vi un hermoso ángel vestido de violeta que me sonreía, seguramente que ya sabía de mí condición.- se pregunta ¿si pueden jugar a otra cosa?- dijo el ángel.
- Chicos, ¿jugamos a otra cosa?- les sugerí y aceptaron.
El ángel me dio las gracias al ver a Rosalba divertirse, y yo también me estaba divirtiendo. Me olvidé por completo de los complejos que había en la clase por el Bullying y me di cuenta enseguida que la Júlia no la habían invitado, en cambio había muchos compañeros de clase como Nil, un gran compañero.
- ¿Dónde está la Júlia?- le pregunté a Gerard.
- No la invité.- contestó él rápidamente.
Me sorprendió, pero lo entendí.
- Si la invitaba a ella, no te podía invitar a ti.- dijo Gerard, me robó el corazón, esto es una amistad señores.
Por Dios. ¿Hasta este punto era capaz la Júlia? Me molestó, pero ella misma se lo buscó.
- No me gusta tener miedo, y ella solo es miedo.- confesó.
- ¿Y conmigo?- le pregunté.
- Tú no das miedo, tú eres mi amiga.- dijo y nos dimos un pequeño abrazo.
En realidad me emocionó, pero decidí no llorar. Nadie después de lo ocurrido pensaba que diría esto de mí, y menos él. Fue en ese momento, cuando me di cuenta que nuestra amistad era fuerte, pasase lo que pasase, siempre seríamos amigos, y así deseaba que fuese siempre.
Tras probar la torta de cumpleaños de Kevin, nos pusimos a jugar en un trozo de la calle que no pasaban autos, mientras esperábamos a que nuestros padres nos viniesen a recoger. Decidimos jugar al escondite, al cabo de unos tres turnos, nos cansamos y teníamos hambre, así que volvimos a subir al bloque.
Yo iba delante, guiando a la gente, porque Gerard se quedó abajo con otros y subimos las chicas, algunas tenían que ir al baño, y yo tenía hambre. Subimos al bloque, pero ocurrió una cosa que me dejó del revés. Al llegar a la puerta del tercer piso, no había pancarta, era raro, llamamos al timbre y las personas que vivían allí eran otras.
- ¿Gerard?- dije.
- Niñas, se equivocaron, aquí no vive ningún niño.- una mujer nos cerró la puerta en las narices.
- ¿Qué ha pasado?- preguntó una de las chicas.- ¿Dónde están?- dijo.
Pensé que nos habíamos equivocado de número, pues había ambas puertas, así que bajamos abajo y vi el número.
- Gerard, ¿qué número es tú bloque?- le pregunté.
- El 11.- contestó.
Fue el mismo que entramos, y había ocurrido eso.
- ¿Tercer piso, puerta A?- repetí.
- Sí.- contestó Gerard.
Misma puerta, misma escalera. Volvimos a subir las chicas, y al llegar, vimos la pancarta en la puerta, nos quedamos las niñas plantadas observando.
- ¿Qué ha pasado?- preguntó Rosalba.
- No tengo ni idea.- le dije.
- Todo esto no estaba hace un rato…- dijo otra niña.
- Lo sé… no sé qué ha pasado…- dije.
Entramos y todo estaba en su sitio, el piso, nuestras cosas… todo en su lugar. ¿Qué había sido eso? Sabía que la respuesta no podría venir de nadie más que de Uriel, que durante la fiesta le había dejado con su forma angelical, sin hacerle mucho caso. Aprovechando que esperaba en la puerta a mi padre y estábamos “relativamente” apartados de los demás, hablé con Uriel.
- ¿Qué ha sido eso de antes, Dary?- le pregunté.
- Las niñas y tú habéis viajado en el tiempo, hacia el futuro. Dentro de dos años, Gerard se va a cambiar de piso. – contestó Uriel.
- ¿Cómo viajar en el tiempo? ¿Con ellas?- pregunté.
- El tiempo no es tan fijo como la gente de esta dimensión piensa o cree. Para que comprendas cómo funciona el tiempo, es como si el mundo fuese una bola gigante de plastilina, y el tiempo fuese las capas superiores de la bola de plastilina, puedes manipularlo a tú antojo cuando quieras y a dónde quieras. Eso es lo que has hecho, junto a las niñas. Has sido tú, quién ha realizado ese salto al futuro. – explicó Uriel.
Me dejó sin palabras.
- ¿Yo, en serio?- repetí asombrada y algo preocupada por las niñas.- ¿qué pensarán de mi ahora ellas? ¡Oh, no…!- dije susurrando.
- ¿Por qué te preocupan tanto, si mañana ellas no te dirán nada, estarán de nuevo detrás de las espaldas de Júlia? – dijo Uriel con poco tacto, algo inusual pero tenía razón, ellas mañana volverían a clase ignorando lo ocurrido hoy.
- Tienes razón, Dary. Es mejor que no comenten nada, porque no sé ni qué decir. Nunca me había pasado esto… si quería darles más motivos para que ni se acercasen, este viajecito al futuro ya ha sido demasiado para ellas, ¿no?- le pregunté a Uriel, no dijo nada solo confirmó con la cabeza, así que me agarré a su mano y esperamos.
Al día siguiente en el colegio, la Rosalba y una niña más que había venido a la fiesta, efectivamente no me dirigieron la palabra, pero me estuvieron observando como si fuese la rara de la clase, y de hecho algo de razón tenían. Me di cuenta de que tenía que apartarme de ellas y de los compañeros de clase, no hacer vínculo con ellos, no hasta que estuvieran listos para recibir todo esto. Aunque me dolía aún más el corazón, así empecé a auto marginarme siempre que tuviera opción, la única compañía que aceptaba era la de los Seres de Luz.
Solo me permití amigos en IÓN, pues ellos estaban pasando por lo mismo o casi lo mismo que yo, y era un alivio hablar con Rita o con el Señor Ojos Verdes de estas cosas, de camino a París en el metro.
Dos semanas después de las vacaciones de Navidad, volví a IÓN, al final se me retrasó porque hubo un problema en administración y no me dejaban regresar. Durante el segundo día Tzorelle nos llevó de excursión por las tres horas de clase habitual, para irnos a los bosques llamados Sistemas de Agartha alrededor de IÓN. Según él, llegaríamos para comer y luego podría asistir a la clase de entrenamientos con el Maestro Lonan. Era la primera excursión del nuevo curso, y estaba muy ilusionada porque después de estudiar muchas especies de animales y plantas, al final empezábamos a practicar tal y cómo se nos había dicho.
- Hoy hablaremos con los árboles.- dijo Tzorelle cuando llegamos a una pequeña llanura rodeada de árboles milenarios hermosos.- busquen un árbol y empiecen a conversar tal y cómo les enseñé en el manual.- informó.- vayan solos, y dejen que el árbol les llame.- decía.
No me quise alejar mucho porque los sistemas de Agartha son bosques muy frondosos, pero para que se hagan una idea, es como cruzar el Amazonas en una temperatura estable de 26ºC en primavera.
Recomendación: La Mitad - JPelirrojo.
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