domingo, octubre 04, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 50

 

La chica parecía joven, de unos 15 años, llevaba una túnica azulada con toques violeta, el pelo era castaño claro y le llegaba hasta detrás de las orejas, tenía el pelo algo corto de lo que había visto en Seres de Luz. Veíamos su rostro a través de un espejo, era muy hermosa, y sentía dentro de mí como un sentimiento de familiaridad muy grande, pero no recordaba dónde la había visto por última vez, ni siquiera sabía quién era.

-          La reconozco…- susurró el Chico de Ojos Verdes.- es… ella, ¿cierto?- me miró con ojos como platos.

-          No sé quién es, pero siento que es de la familia…- le susurré.

-          Creo que es… nuestra hija.- me dijo en la oreja él.

Me la quedé mirando a la chica, intentando identificar aspectos de mi físico y del suyo, efectivamente los ojos eran de él, la nariz y la boca míos, las manos una mezcla y el cuerpo la divinidad de los dioses usándonos a nosotros como moldes. Madre mía, esa era mi hija que vivía allí. Uriel ya me lo dijo al venir, viven algunos de nuestros hijos en este piso. Tengo hijos en 5D en Agartha.


De reojo vi a Uriel que llamaba a la puerta de la habitación de matrimonio que habíamos dejado atrás, como arte reflejo agarré con fuerza la camisa del Chico de Ojos Verdes y le empujé hacia la primera puerta de al lado, era un baño y cerré la puerta con cuidado.

-          ¿Qué haces?- preguntó él.

-          ¡Mójate la cara con el agua!- le exigí.

-          ¿Qué?- dijo.

-          ¡Uriel está viniendo hacia aquí y va a preguntar qué hago contigo en el baño! ¡Mójate la cara y le diré que te has mareado!- le dije.

-          Ok.- dijo se dirigió al grifo y se refrescó la cara con agua fría.

Agarré una toalla y se la di.

-          Ahora cuando venga, no le cuentes que la hemos visto. Esto es nuestro secreto. Creo que ella no tenía que estar aquí, todavía.- le dije.

-          Ah, de acuerdo. No diré nada.- contestó, se secó la cara con la toalla y alguien llamó a nuestra puerta.

-          ¡Adelante!- dije.

Uriel abrió la puerta y se quedó extrañado vernos los dos allí, pero cuando vio que el Chico se estaba secando la cara, dio dos pasos gigantes y le puso la mano en la frente.

-          ¿Te encuentras bien?- le dijo Uriel.

-          Si, solo me he mareado. Quizás, demasiada información…- dijo él.

-          Si, puede ser. Gabriel te espera en la terraza, deben volver. Al igual que tú y yo, mi amor.- dijo Uriel.

Nos despedimos con un abrazo, y me fui con Uriel por la terraza, quería usar la puerta pero Uriel exigía que fuese por la terraza. Él extendió sus hermosas alas blancas con las puntas grises, me agarró en brazos y empezamos a volar. ¡Qué sensación más hermosa! Pensaba que me dejaría en la plaza de la catedral, pero quiso volar hasta el hangar pero en Telos.

-          ¿Por qué no vamos en transporte?- le dije.

-          No agarré viaje de vuelta- dijo, su pelo volaba con el viento.

La noche de Reyes fue algo distinta al año anterior, como siempre pedí mis tres deseos, pero no lo vivía con igual atención que antes. Curiosamente se me quedó grabado la imagen de mi hija, ¿cómo era posible que yo siendo tan joven, tuviera hijos esperándome en ese piso? ¿Qué nombre tendrá? ¿Por qué Uriel quiso irnos por la ventana? Tenía tantas preguntas que decidí preguntárselas mientras que nos encontrábamos en la plaza, con la Iaia Filo, el Tiet Josep y mis padres.

-          Me dijiste que en aquel piso viven mis hijos, ¿Cuántos tengo allí?- le pregunté.

-          Solo tres hijos, pero tienes más. – contestó con sinceridad.

-          ¿Cuántos?- le pregunté.

-          Seis hijos de momento. – contestó Uriel, parecía no tener ganas de hablar del tema y se lo respeté.

¿Dónde estarían los tres que faltan? Era un misterio que no podría resolver aquella noche. Pero el viaje al departamento, me dejó bastante inquieta. Esa hija era muy hermosa, ¿qué hacía allí entonces?

Al terminar la cavalgata, fuimos como cada año a casa la Iaia Filo a poner la cesta para los regalos, me despedí de ella con un abrazo y acompañamos con el auto al Tiet Josep a su casa en el Barrio de Gracia. Al terminar, dejamos el auto en el Barrio Vilamirosa y nos fuimos de cenita en casa la Abuela Victoria.

Como cada año, la gran mayoría de regalos eran para mí, pero no me sentía merecida de todo lo que pedía, de nuevo el peso del pasado volvía a ser demasiado fuerte para mí. Cómo estaba tan harta de las vacaciones de navidad, me pasé toda la celebración encerrada en la habitación del Titi, solita allí, incluso me escondía de Uriel, me tumbé en la cama del Titi y me puse a observar el techo, en solitario, dejando que los recuerdos me inundasen la memoria.

Los ojos de mi abuelo Hilario me dolían en el corazón, se juntaban con los ojos del Chico de Ojos Verdes, una de cal otra de arena. La sangre de Gerard, casi a punto de irme presa por asesinato. Indefensa, pero posible para volver a la Unidad de la Guardia de San Miguel Arcángel. El nacimiento. Agua por doquier, hundiéndome en él hasta dejar de respirar. Enamorarme de nuevo del Chico de Ojos Verdes antes de ese hundimiento. La cara de mis hermanos irlandeses, viviendo en una granja cerca de Dublín. La cara de Gabriel Arcángel observándome con sus ojos dilatados verdes y azules a veces. Con mis manos dibujando esbozos en un pergamino antiguo y Da Vinci me enseñaba a ser artista como él. Un cuchillo en medio de mi pecho, sacándome la vida en un espectáculo delante de personas vestidas en taparrabos y plumas. Besando a los labios a un hombre con ojos azules, siendo yo un hombre también, en Alejandría. Casándome con una mujer con velo rojo cabello oscuro largo en Egipto. Llevar en brazos a mi hija que empezaba a caminar, en medio de un palacio con mucho calor en Ékaron. Naves espaciales, estrellas, vidas en otros planetas…


Entraba poco a poco al relax absoluto tirando atrás, tan atrás hasta que el tiempo dejase de contar, como si nada hubiese pasado y al mismo tiempo pasaba igual.

Soy una esfera luminosa azul verdoso. Ese es mi origen, que se divide y forma la copia exacta. Flotando en la nada, ni estrellas, ni vida, solo luz y oscuridad. Mi origen. Mi casa. Mi inicio.

-          ¿escuchas la canción que eres?- decía una voz femenina cantarina.

-          No, ¿quién eres tú?- le dije.

-          Yo soy tu.- dijo cantando.

-          No entiendo.- dije.

-          Mi nombre es Flor de Lys, y soy tú y tú eres yo. Yo soy. Juntas hemos vivido mucho en este universo, la pregunta es ¿ahora como quieres vivir?- dijo.

-          No entiendo. Mi nombre es Laia.- dije.

-          Solo es un nombre más de miles que has tenido, pero todos en su origen, van a mi, tú espíritu.- contestó.

-          ¿Estoy muerta?- dije.

-          No, sigues con vida.- contestó.

-          ¿Por qué cantas tanto?- le pregunté.

-          Pues porque en el resonar de mis notas, escuchas mis palabras a través del tiempo y el espacio, las ondas que el universo te ha ido constituido tal y como eres ahora, mi niña bonita.- contestó.

-          ¿Por qué estoy aquí?- pregunté.

-          Buscas una respuesta a tú pregunta, “¿por qué has vivido esto?” y has llegado a mi, a la fuente por el cual te nutres cada segundo de tú vida, es el origen de tú existencia. El yo soy. Buscas a alguien que te de una respuesta, y aquí llegaste, niña bonita.- dijo.

-          Entonces…- dije.

-          ¿Por qué piensas que has vivido tanto? – preguntó.

-          No lo sé, pero no me gusta sufrir tanto.- le dije.

-          ¿Te gusta el mar?- preguntó.

-          Si.- dije.

-          Imagina que todas tus vidas, son olas del mar, que cada una viven cosas buenas y cosas malas, pero ambas se mantienen en el mismo océano, creando olas que viajan hacia la orilla de la vida. Las miles de vidas que has vivido, resuenan en ti, mediante recuerdos de vidas pasadas, pues algunas cosas que vives en tú vida actual, tienen un parecido a una que viviste en otro tiempo y espacio. Pero debes recordar que por muy buenas o malas que fuesen las vidas, deben mantenerse en armonía, ¿comprendes?- dijo

-          No.- dije.

-          Armonía es mantener el mar en calma, con las olas normales, para que no se produzcan inundaciones en la orilla.- explicó.

-          Ah, ahora si lo entiendo. Debo estar en calma.- dije.

-          La calma no es hacer nada, es aceptar que las cosas buenas y malas, como dices tú, deben ocurrir para que el mar de la vidas, tengan un ritmo constante de viaje a su orilla.- dijo.

Antes de que pudiera decir nada más, empecé a dejar de escucharla y no sé a qué tiempo o velocidad pasó, abrí los ojos y me encontraba de nuevo tumbada en la cama del Titi.

-          Qué sueño más raro…- susurré, me levanté y me fui de nuevo con la gente.

Al llegar a casa, me di cuenta de los regalos que faltaba uno, me quedé observando a mis padres esperando a decirles algo, pero al final, lo comprendí y me enojé con José. Porqué tenía razón, los padres son los reyes, porque los rotuladores era lo único que no había escrito en la carta de casa. No les dije nada a mis padres, aún tenía esperanza de tenerlo en casa la Iaia Filo, pero la verdad es que tampoco estaban allí.


Dos días después, volvimos a clase, intentaba pensar una respuesta a la posible pregunta de porque no llevaba los rotuladores, pero lo consulté con Uriel y decidí decir la verdad, los reyes no me habían pasado eso, se les debió traspapelar. La Ramona me preguntó en clase de plástica, y al recibir mí respuesta se quedó blanca. Curiosamente mi madre tenía hora con la directora por el temita, y la Ramona llamó a la directora de que al terminar quería ver a mamá por eso mi madre llegó a mi clase. La Ramona salió junto conmigo al pasillo.

-          Quería hablarle de Laia, por un regalo de reyes que debía llegarle y no lo ha traído hoy en clase.- hablaba la Ramona a mi madre, que puso los ojos como platos.

-          ¿Un regalo? ¿Qué regalo?- dijo mi mamá.

-          Unos rotuladores de doble punta, lo pedimos para continuar las clases de plástica.- contestó la Ramona.

Mi madre se giró y me preguntó a mí.

-          Laia, ¿En qué carta lo pusiste?- me dijo.

-          En la del colegio.- le contesté.

-          ¿Y por qué no lo anotaste en la de casa?- dijo ella.

-          Por qué si ya le ponía en esa nueva, los Reyes ya sabían qué debían traerme, ¿no? ¡Como son mágicos!- dije y de fondo se escuchó como a la Ramona se le escapó la risa disimuladamente, pues mi madre se quedó roja, tan roja que no quisieron decir nada más, ella se fue y a mí me mandaron de vuelta a clase.

Si los Reyes Magos poseen la magia, no hace falta decirles en miles de cartas lo que uno quiere ¿cierto? Y si José tiene razón, sería el fin de la magia o quizás el fin de la verdad que ando escondiendo dentro de mí. Pues si así fuese, ¿Cómo podría explicar que cada año esa noche veo a los tres Maestros Ascendidos que se suponen fueron a entregarle a Jesús en su nacimiento esos regalos para su camino a seguir? Para mí los Tres Reyes Magos, no son simplemente tres desconocidos que traen regalos a los niños y caramelos, para mí son los tres Maestros El Morya (Melchor), Metratón (Gaspar) y Afri (Baltasar) quienes entregaron el Oro, la iluminación del SER, la mirra, la transformación del SER, el incienso, el conocimiento del SER. 

Recomendación: Abaout a mile - Calling your name.

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