domingo, junio 21, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 34

Algo me decía en mí interior que la vida no era cómo se dejaba ver, mientras intentaba verlo a través de los ojos de mis padres. Siempre he tenido mucha imaginación para crear cuentos e historias, pero la verdad solo eran comentarios del pueblo, yo no imagino tanto, solo me permito escuchar el universo lo que tiene que decirnos. Quizás sea este el motivo de porque parezco tan diferente ante ellos, dos personas que perdieron la curiosidad de seguir caminando, mientras que a mí, ganas no me faltan. Cada vez que veía que les faltaba la magia de seguir viviendo, me prometía a mí misma que jamás perdiera esas ganas, y para hacerlo tenía que permanecer siendo así de noble en mí corazón. Algo que cuando vas creciendo, los adultos quieren que abandones y seas maduro, pero si madurar consiste en perder tú punto de referencia, prefiero crecer sin renunciar a ello.

En el momento en que volvimos a pasar por un túnel, sin saber los orígenes de mi mal estar, empecé a ver algo fuera del tiempo dónde me encontraba…

Me encontraba de pie, ante un gran ventanal rectangular, dónde se veía el espacio sin ningún planeta alrededor. Dentro de la sala circular, había diferentes seres, algunos muy altos y con cabellos rubios, otros con aspectos diferentes pero con un aspecto humanoide. Vestían con monos de colores, los que dirigían el lugar de azul, los pilotos de amarillo, los de seguridad de rojo y los de sanidad de verde.

-          Activen el agujero, velocidad a medio grado del cuadrante.- decía el que parecía el capitán.

-          Sí, capitán.- contestaba uno de los pilotos.

Me encontraba a la derecha del capitán, llevaba una larga cabellera rubia, yo también pero era chica y por lo que sentía, lo amaba. Antes de que dijera nada, delante del ventanal apareció una bola gigante azulada y entramos dentro, que nos atrapó con mucha fuerza.

Al regresar al presente, me aferré al cinturón de seguridad del auto, y respiré hondo aunque me dio la sensación de que me quedaba pegada al asiento, pues de algún modo había vuelto a recordar algo que viví en otro tiempo. No pude evitar compartirle a Uriel lo que había visto, mediante una comunicación telepática.

-          ¿Qué era eso circular del espacio?- le pregunté.

-          Un agujero de gusano, es un sistema de transporte rápido para ir a ciertos lugares del universo con mayor rapidez. Por lo que veo, reviviste la entrada de uno de ellos, hace bastante tiempo, mucho antes de que volviéramos a vernos en este planeta, mi amor – dijo con admiración y felicidad.

Cada recuerdo era como si me clavasen un puñal en el corazón, eran piezas muy sueltas y además pequeñas. Pero dolían tanto, que no quería seguir recordando, por primera vez, esperaba con ganas el momento de volver a olvidarlo todo y vivir así el tiempo que Anasiel me había dicho que tenía que vivir, solo para esta vida. Me dolía, por la simple razón de que siempre que recordaba algo, siempre aparecía el chico de ojos verdes, con otro aspecto pero el corazón no me traicionaba, si había alguien en la sala que latía con la misma intensidad, efectivamente era él en el pasado. Miles de millones de vidas y de tiempos unidos, y aquí estamos de nuevo, pero ¿para qué? Eso todavía tenía que descubrirlo.

La siguiente hora de camino, me la pasé llorando en silencio, papá tenía que estar concentrado en la carretera y mamá, tenía que seguir disfrutando de sus dulces sueños. Yo solo lloraba, porque me dolía el corazón, demasiadas vidas con la misma alma y aun así, no me he cansado de buscarlo, siempre lo he terminado encontrando. El dolor, es tan solo la falta de reconocimiento de lo que realmente significa estar al lado de él, no simplemente en el ámbito romántico, pues nuestro camino está más unido a través del trabajo que se une trabajo, placer y estancia en un mismo sendero.

Imagínense que durante más de 70 vidas, se van encontrando a una misma alma, cambiando su rostro físico, pero su alma es exactamente la misma y sus corazones se reconocen en cada vida. Pero cada vida que pasa, hay una situación distinta, y en algunas acabas unida al otro y en otras, acabas mal parado, asesinado y corrompido por alguien ajeno por celos o injusticia. ¿Creen que se volverían locos al saber que en esta vida vuelve a ocurrir? Porque es para volverse loco, y más recordando, pero que no lo puedes compartir porque nadie todavía está preparado para aceptar que esto está ocurriendo… una pregunta ¿se siguen preguntando porque la mayoría de veces no me relacionaba con los demás? Los únicos que podían ayudarme, siempre han sido los Seres de Luz que no viven en nuestra dimensión.

Aunque la curiosidad no paraba de picarme la sesera, tenía miedo de perder la cabeza por algo que quizás no podría ser, algo que esta vez tal vez, sería distinto. A pesar de tener tan solo 5 años, como ya se deben haber dado cuenta, tenía una madurez interna bastante considerable, por lo tanto, me daba pesadillas con tan solo pensar que quizás no lo conseguiría. Eran tantas cosas, lo que los Seres de luz me estaban ayudando a conseguir, que comprendí que si al final fuese, no podía comportarme como una niña inocente que no sabría aceptar la situación. Así que le agarré de la mano a Uriel, él me observó, no le quería decir nada, le mostré una sonrisita, pero mis ojos delataban el miedo que recorría por mi cuerpo en forma de sangre.

-          ¿Qué te preocupa, mi amor? – dijo Uriel frotándome la mejilla con el reverso de la mano.

-          ¿Por qué?- dije directamente.

Uriel alzó las cejas sin entenderme.

-          ¿Por qué tengo que encontrarlo… al de ojos verdes? ¿por qué es tan importante para ustedes? ¡No lo entiendo!- me quejé arrugué la frente y miré por la ventanilla.

-          Ya lo vas a entender…- dijo Uriel pero no dijo nada más, yo me enojé y le dejé de agarrar la mano.

El silencio marcó la próxima hora.

El apartamento que habíamos alquilado por una semana, se encontraba en una calle paralela a la playa y al centro de la ciudad de Calafell. Nada más observar el ambiente de las calles, te daba un calorcito de verano y frescura que parecía el inicio en vez del final. Observé las largas y grandes playas de arena marrón que inundaban las costas del mar, mientras que el paseo marítimo estaba lleno de tiendecitas típicas de cosas para la playa. Entre chancletas, bañadores y flotadores…

Quería que el tiempo se detuviese nada más llegar, pues ese lugar parecía evadirme de todas las dudas que últimamente se habían instalado en mi mente. Además que por primera vez en mi vida, pude ver la sonrisa de relajación que tenían mis padres nada más entrar en la ciudad costera. Algo que veraneando en Sitges no siempre se podría apreciar, por el simple hecho de que viajábamos con toda la familia, y eso a mi padre le estresaba un poco, porque solíamos encargarnos de la abuela Victoria con nosotros, y al no andar, resultaba algo incómodo. Pero esa semanita era solo familia de tres miembros, mis padres y yo. ¡Felicidad pura!

El apartamento se encontraba en una primera planta, la única pega era que solo tenía una habitación, por lo tanto, a mí me tocaba dormir en el sofá. Pero no me importó, mejor para Uriel y para mí, porqué podíamos acampar en el gran salón, ya que había dos sofás, uno en cada uno y eso era como una fiesta de pijamas inter-dimensional. En el momento en que mis padres estaban en su habitación “instalándose”, aproveché para hablar con Uriel en el salón, susurrábamos para que nadie nos pudiera escuchar. En casa era algo extraño que yo de repente tuviera “un amigo imaginario”, aunque había visto a mamá hablar también con sus ángeles en muchas ocasiones. Pero a papá eso le incomodaba mucho, y cuando me veía a mí, culpaba a mamá porque pensaba que solo “copiaba” sus movimientos para “encajar”.

-          Dary, te quiero pedir una cosa importante que quiero que cumples durante el tiempo que estemos aquí, ¿ok?- le dije.

-          Dime, ¿qué quieres, mi amor? – contestó interesado.

-          Quiero disfrutar de estas vacaciones, así que te voy a pedir que no quiero nada de lecciones de otras dimensiones o de esta misma sobre mi día a día. Necesito estar por esta semana, disfrutando solo de la familia, del resort dónde estamos y de la playa. Contigo y con los papis, ¿ok? – le dije.

Le pilló algo de sorpresa, estuvo unos segundos Uriel en silencio intentando pensar en la propuesta.

-          Descuida, mi amor. ¡Vamos a disfrutar del aquí y ahora! – dijo con una alegría Uriel.

De la emoción le di un abrazo agarrándole por la cintura, él también estaba feliz.

-          Para hacerlo, déjame que llame a los otros y les informe que estamos de vacaciones por siete días, ¿te parece bien? – preguntó.

Dije que si con la cabeza y él empezó a hacer sus cositas, agarró uno de sus pergaminos y luego los anillos, le dejé en el sofá sentado terminando de hablar con sus superiores, mientras que yo me fui a la habitación para estar con mis padres.

-          ¿Qué vamos a hacer?- les pregunté mientras que hacían la cama.

-          Iremos a hacer la compra y luego a pasear para ir a tomar un heladito en el paseo marítimo, ¿te parece?- dijo papá.

-          ¡Sí!- dije feliz.

Como era un día especial, papá me permitió comprarme un helado más caro, de aquellos que normalmente no podía pedirme, uno de cucurucho con mucho chocolate, mi favorito. El atardecer en la playa era espectacular, jamás había visto algo tan hermoso, me quedé un buen rato viendo como a la derecha lentamente el Sol transformaba el cielo azul en distintos tonos de naranja y violeta, mientras que aterrizaba en el horizonte de una urbanización. De una forma en que parecía que si íbamos allí con el auto, encontraríamos al Sol a punto de cenar.

-          Sol ilumina mi sendero, pues en mis manos dejo la luz que abunda en mí corazón. Dile a la Luna que en su canción de cuna, me acurrucaré y en un nuevo amanecer mis ojos reflejaran tus rayos, reconociéndome en los tuyos – cantaba Uriel mientras que el Sol despacito se iba evaporando.

En realidad lo cantaba en aquel idioma tan misterioso que curiosamente, comprendía sin recordar si es que ya en algún lugar del tiempo-espacio lo haya aprendido. El Sayónico. Era de las pocas veces que podía escucharle cantar en un lugar público. Mamá me permitió inundar mis pies desnudos en la arena que ya no quemaba, para sentirme igual que los lobos pero en sentido inverso, si ellos esperan la Luna, yo me despedía del Sol.

-          ¿y ahora qué está por venir?- pensé.

-          Detrás de cada puesta de Sol, una aventura se avecina… - dijo Uriel.

Recomendación: 11 Besos - Morat.

HR.

HERO&Corporation.

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