miércoles, junio 20, 2018

El Puzzle De Las 1.000 Piezas


Un día que no era consciente de ello, delante de mí, la vida me regaló una gran caja, dónde un gran sabio me dijo “es tiempo de saber quién eres”. El gran sabio se esfumó y no volví a verlo, pero él me dejó la caja encima de la mesa, cuando me dispuse a abrirla, resultó que no se podía abrir, porque la caja era de piedra, curiosa me dispuse a tocarlo y un flash vino a mis ojos y me dijo “en el momento que tú estés listo, la caja se abrirá” entendí que no era el momento y la dejé allí, durante meses y meses…

Un día que pasaba por delante de la caja, sin darme cuenta de nada, de repente escuché un ruido como si se estaba rompiendo algo, me detuve en el pasillo e intenté averiguar de dónde salía ese ruido, me giré y regresé a la mesa, la caja de piedra se estaba fracturando como si se tratara de un nacimiento de algún animal mitológico. Estaba tan curiosa que no me pude resistir a quedarme allí, la caja se fragmentó creando un gran cráter en los laterales, cuando de repente, se abrió. A dentro había piezas de un rompecabezas muy grande, pero las piezas eran de oro, brillaban, curiosa agarré uno y de repente la caja se volvió a cerrar en seco, eso me asustó, pero miré la pieza y de repente me dolió la cabeza un montón.

Escuchaba como el agua tenía tanta fuerza que me arrancaba las ganas de aferrarme a la vida. La puerta ya no aguantaba más, estaba a punto de reventar, quedaba muy poco para decir adiós lo que había sido una vida plena. Tenía mucho miedo, no sabía qué sentiría al morir ahogada, entre estas cuatro paredes, encerrada en un camarote del barco inhundible el Titanic. Solo tenía la fe y la esperanza de que la decisión que había tomado, no la hubiera tomado sola, sino que mi querido Marido Diego William Ford, que también se encontraba tumbado en la cama, y que también le daba pánico la situación, realizaríamos el viaje a la muerte, juntos. 

14 de Abril del 1912, en un lugar perdido del Océano Pacífico.

Cuando recuperé el sentido, me encontraba sentada en el suelo, gritando con las manos en la cabeza, evitando que una ola gigante de agua glacial me envistiera. Pero cuando abrí los ojos, me encontraba en el presente, me costó varios minutos entender lo que acababa de pasar. Volví a fijarme en la ficha que curiosamente había caído en el suelo, ya no era de oro sino que se había transformado en bronce, la volví a agarrar y la quise volver a poner en la caja, pero curiosamente, la caja volvía a estar sellada y no había ninguna forma de volverla a abrirla, así que dejé la pieza encima de la mesa y esperé a que la caja volviera a abrirse.


Pasé todo el día, esperando y esperando pero la caja no se abría de nuevo, tenía miedo de que si me moviera, se abriera, pero cuando ya pasaron dos días, reconocí que tenía que seguir con mi vida, hasta que la caja se volviera a abrirse, si era que se querría volver a abrir. Pasaron meses, hasta que de repente, mientras que era de madrugada y dormía plácidamente, de repente, un estruendo fuerte me hizo saltar de la cama, no entendía que ocurría, pero el ruido provenía del comedor, me fui para allá y la caja volvía a abrirse, me quedé allí, esperando a que se abriera del todo. La caja finalmente se abrió, y las piezas volvieron a brillar, pero esta vez eran todas verdes, introduje el brazo y agarré la primera que me llamó la atención, retiré el brazo y la caja se cerró otra vez, miré la pieza y el dolor de cabeza regresó.

Me encontraba de pie en un campo muy bonito, el pelo volaba por el viento, mis rulos castaños claros eran hermosos, en mi mano llevaba un ramo pequeño de margaritas, y delante de mí, estaba un hombre con ojos verdes como prados, que me sonreía, me agarraba de la mano, en ese momento hincó la rodilla en la hierba y con la otra mano me enseñó un anillo de plata muy hermoso con un pequeño rubí en él. Me encontraba muy feliz, porque sentía que el amor había llegado a mí, a través de este chico maravilloso que le llamaba Darrel Blake. 

Siglo XVIII en un lugar del sur de Irlanda.


Cuando recuperé el sentido, ya había amanecido, me encontraba tumbada en el suelo, como si hubiese regresado de algún sitio que seguía sin saber de dónde, delante de mi nariz a unos centímetros estaba la pieza, que curiosamente se había puesto de un color más oscuro como si fuera bronce pero en verde, lo agarré y lo coloqué encima de la mesa, de la misma forma que hice con la otra. 

Con el tiempo, me di cuenta de que las piezas de vez en cuando encajaban con otras, montando así un recuerdo más largo y con cada recuerdo, finalmente te das cuenta de que el objetivo principal de esta caja era el mismo que me habían dicho “es tiempo de saber quién eres”. La caja contendrá mil piezas, que componen mil recuerdos de todas y cada una de las vidas que he tenido, pero una vez empiezas a montar el rompecabezas, entiendes que tú cuerpo es quién tiene un tiempo y no tú alma que es inmortal, y lo que recuerdas, es tú verdad, y si tienes suerte en tú camino, puedes encontrarte a alguien que estuvo en el pasado, que estuvo en uno de tus recuerdos y él también lo recuerde. Entonces, ¿será mentira o ficción si ambos recordáis lo mismo y vivís muy lejos el uno del otro y solo os acabáis de conocer ahora? 

Recomendación: Coldplay – Paradise.

HR.

HERO&Corporation.

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