Un día que no era consciente de ello, delante de mí, la vida
me regaló una gran caja, dónde un gran sabio me dijo “es tiempo de saber quién eres”. El gran sabio se esfumó y no volví
a verlo, pero él me dejó la caja encima de la mesa, cuando me dispuse a
abrirla, resultó que no se podía abrir, porque la caja era de piedra, curiosa
me dispuse a tocarlo y un flash vino a mis ojos y me dijo “en el momento que tú estés listo, la caja se abrirá” entendí que no
era el momento y la dejé allí, durante meses y meses…
Un día que pasaba por delante de la caja, sin darme cuenta
de nada, de repente escuché un ruido como si se estaba rompiendo algo, me
detuve en el pasillo e intenté averiguar de dónde salía ese ruido, me giré y
regresé a la mesa, la caja de piedra se estaba fracturando como si se tratara
de un nacimiento de algún animal mitológico. Estaba tan curiosa que no me pude
resistir a quedarme allí, la caja se fragmentó creando un gran cráter en los
laterales, cuando de repente, se abrió. A dentro había piezas de un
rompecabezas muy grande, pero las piezas eran de oro, brillaban, curiosa agarré
uno y de repente la caja se volvió a cerrar en seco, eso me asustó, pero miré
la pieza y de repente me dolió la cabeza un montón.
Escuchaba como el agua
tenía tanta fuerza que me arrancaba las ganas de aferrarme a la vida. La puerta
ya no aguantaba más, estaba a punto de reventar, quedaba muy poco para decir
adiós lo que había sido una vida plena. Tenía mucho miedo, no sabía qué
sentiría al morir ahogada, entre estas cuatro paredes, encerrada en un camarote
del barco inhundible el Titanic. Solo tenía la fe y la esperanza de que la
decisión que había tomado, no la hubiera tomado sola, sino que mi querido
Marido Diego William Ford, que también se encontraba tumbado en la cama, y que
también le daba pánico la situación, realizaríamos el viaje a la muerte,
juntos.
14 de Abril del 1912,
en un lugar perdido del Océano Pacífico.
Cuando recuperé el sentido, me encontraba sentada en el
suelo, gritando con las manos en la cabeza, evitando que una ola gigante de
agua glacial me envistiera. Pero cuando abrí los ojos, me encontraba en el
presente, me costó varios minutos entender lo que acababa de pasar. Volví a
fijarme en la ficha que curiosamente había caído en el suelo, ya no era de oro
sino que se había transformado en bronce, la volví a agarrar y la quise volver
a poner en la caja, pero curiosamente, la caja volvía a estar sellada y no
había ninguna forma de volverla a abrirla, así que dejé la pieza encima de la
mesa y esperé a que la caja volviera a abrirse.
Pasé todo el día, esperando y esperando pero la caja no se
abría de nuevo, tenía miedo de que si me moviera, se abriera, pero cuando ya
pasaron dos días, reconocí que tenía que seguir con mi vida, hasta que la caja
se volviera a abrirse, si era que se querría volver a abrir. Pasaron meses,
hasta que de repente, mientras que era de madrugada y dormía plácidamente, de
repente, un estruendo fuerte me hizo saltar de la cama, no entendía que
ocurría, pero el ruido provenía del comedor, me fui para allá y la caja volvía
a abrirse, me quedé allí, esperando a que se abriera del todo. La caja
finalmente se abrió, y las piezas volvieron a brillar, pero esta vez eran todas
verdes, introduje el brazo y agarré la primera que me llamó la atención, retiré
el brazo y la caja se cerró otra vez, miré la pieza y el dolor de cabeza
regresó.
Me encontraba de pie
en un campo muy bonito, el pelo volaba por el viento, mis rulos castaños claros
eran hermosos, en mi mano llevaba un ramo pequeño de margaritas, y delante de
mí, estaba un hombre con ojos verdes como prados, que me sonreía, me agarraba
de la mano, en ese momento hincó la rodilla en la hierba y con la otra mano me
enseñó un anillo de plata muy hermoso con un pequeño rubí en él. Me encontraba
muy feliz, porque sentía que el amor había llegado a mí, a través de este chico
maravilloso que le llamaba Darrel Blake.
Siglo XVIII en un
lugar del sur de Irlanda.
Cuando recuperé el sentido, ya había amanecido, me
encontraba tumbada en el suelo, como si hubiese regresado de algún sitio que
seguía sin saber de dónde, delante de mi nariz a unos centímetros estaba la
pieza, que curiosamente se había puesto de un color más oscuro como si fuera
bronce pero en verde, lo agarré y lo coloqué encima de la mesa, de la misma
forma que hice con la otra.
Con el tiempo, me di cuenta de que las piezas de vez en
cuando encajaban con otras, montando así un recuerdo más largo y con cada
recuerdo, finalmente te das cuenta de que el objetivo principal de esta caja
era el mismo que me habían dicho “es
tiempo de saber quién eres”. La caja contendrá mil piezas, que componen mil
recuerdos de todas y cada una de las vidas que he tenido, pero una vez empiezas
a montar el rompecabezas, entiendes que tú cuerpo es quién tiene un tiempo y no
tú alma que es inmortal, y lo que recuerdas, es tú verdad, y si tienes suerte
en tú camino, puedes encontrarte a alguien que estuvo en el pasado, que estuvo
en uno de tus recuerdos y él también lo recuerde. Entonces, ¿será mentira o
ficción si ambos recordáis lo mismo y vivís muy lejos el uno del otro y solo os
acabáis de conocer ahora?
Recomendación: Coldplay
– Paradise.
HR.
HERO&Corporation.
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