domingo, junio 14, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 33

Una semana antes de que terminara Agosto, con los papis nos tuvimos que ir al ambulatorio de Vic, porque me tocaba quitarme la escayola. Tras dos meses y poco más invalida de una pierna, había llegado el momento de volver a caminar, aunque echaría de menos todos los beneficios de estar así. La familia y algunos compañeros de trabajo de mi padre, me mandaron muchos regalitos durante casi todo el verano, todo lo que necesitaba para “entretenerme” lo tenía, parecía que había conseguido el Santo Grial, y saber que todo iba a acabar, que volvería a andar y la vida volvería a la normalidad… en parte no me gustaba, me había acostumbrado a ese estado, pero no podía permanecer así toda la vida.

Papá me sentó en una de las sillas de espera cerca de la ventana, dónde se podían ver los árboles del parque que había delante de la consulta, nos encontrábamos en un quinto piso, y en cuestión de nueve días, volvería a IÓN. No me sentía muy preparada para ir allí sin estar acompañada del chico de Ojos Verdes, pero nos veríamos hasta París. Uriel en aquel tiempo andaba bastante ocupado, terminando de organizar cosas de este nuevo curso, demasiados cambios para asimilar, el primer año sin mi mejor amigo en el lugar más bello que había podido conocer, y la primera vez en que en el Colegio tendría que subir un piso y empezar la nueva etapa la Primaria. No me sentía preparada para ninguna de las dos cosas, apenas había disfrutado de mis vacaciones, me sentía fuera de lugar, pero era inevitable.

Uriel se había sentado detrás de mí, noté como pasaba su brazo derecho por mi cintura y me empujaba hacia atrás para que me apoyase en su pecho, papá se sentó delante de mí a dos sillas de distancia, para que pudiera poner la pierna y mamá se quedó junto a papá.

-          Tengo la sensación, Dary que todo va a cambiar tan rápido que no me da tiempo a poder ir poco a poco…- le dije.

-          Mi amor, juntos vamos a poder. Solo debes escuchar el sonido de mí voz, para que sientas que estoy contigo, siempre. – dijo Uriel.

-          Siento que algo va a ocurrir durante este curso, algo importante, pero no sé qué será. ¿qué me pasa?- le dije.

Uriel no pudo contestar, me giré para verle la cara pero sus ojos estaban tan sorprendidos que preferí mejor no indagar más. Un chico alto y fuerte, vestido con una larga bata blanca, salió de la consulta con una carpeta en sus manos.

-          Laia Galí…- dijo el chico, me había tocado.

Mis padres se pusieron de pie, mientras que papá me agarraba en brazos, aunque mamá tenía las muletas que casi no las usé. Entramos en la consulta, de inmediato me hicieron sentar en la camilla, mientras que el médico le preguntaba muchas cosas a mis padres. En ese momento, el chico se acercó a mi con una especie de sierra circular, cuando vi eso, me quedé tan sorprendida que sin saber porqué sabía que era hora de despedirse de la escayola. Miré la firma de la iaia y otras personas, algunos dibujos que me había hecho y mucho más… la toqué por última vez, le mandé un beso y el doctor empezó.

-          No te preocupes, no corta, solo el yeso.- dijo.

-          No me da miedo eso.- le dije.

-          ¿Qué te da miedo?- preguntó.

-          Solo me estaba despidiendo…- le dije.

-          Ok.- contestó el doctor.

No quise mirar por donde cortaba el doctor, en ese caso mamá se puso a mi lado, por si acaso, pero la verdad es que yo estaba bien, cerré los ojos y esperé.

Con la ayuda de papá, puse el pie derecho en el piso, con la otra mano me apoyé a la muleta, no me dolía ni sentía que estuviese débil, tenía una sensación extraña de que algo me faltaba, me di cuenta enseguida que era el peso de la escayola. Pero de todos modos, podía caminar sin la muleta, lo quería hacer así, pero el doctor insistía, y Uriel me miraba con cara de “por favor, agárrala por un rato” así que obedecí. Salimos de la consulta, a paso medio ligero, aunque Uriel insistía en ir más lento, así que rebajé la velocidad, no me dolía nada.

-          Tenemos una sorpresa para ti, Laia…- decía papá mientras que volvíamos con el auto hasta Manlleu.- la primera semana de septiembre, nos iremos seis días a Calafell, es una ciudad con playa para que puedas terminar de disfrutar antes de volver al colegio.- terminó.

-          ¡Bien! Pero, ¿no vamos a Sitges?- le pregunté.

-          No, este año no puede ser.- contestó mamá.

Eso quería decir que agarraría el metro hasta París, desde Barcelona. ¡Qué alegría! Ese mismo día, unas dos horas después de ser una persona de nuevo, nos fuimos al bar, tuve que ir con la muleta, pero al llegar a casa, como tenía que ir al baño y en ese tiempo en casa solo teníamos uno en el segundo piso, subí las escaleras del segundo piso con la muleta, pero antes de llegar al baño, dejé la muleta cerca de mí habitación y me dispuse a caminar. Uriel había entrado en el baño para encender la luz, al mirar si venía y verme caminar sin nada, vino rápido hacia a mi.

-          Pero ¿qué haces mi amor?- me preguntó.

-          Ya puedo sola.- le dije.

-          ¿no te duele?- preguntó.

-          Nada. Puedo ir sin ya, mira…- le dije.

-          No creo que sea una buena idea, mi amor.- dijo.

-          Sí, que lo es.- le dije mientras le cerraba la puerta en las narices.

Al salir, volví al piso de abajo, sin la muleta y caminé por la salita sin ella, por la cocina y por la terraza. ¡Qué curioso pero nadie se percató de eso pasado un buen rato!

-          Laia, ¿Y la muleta?- preguntó papá.

-          Ah, ya no la necesito.- contesté.

-          El doctor no lo ha dicho así.- dijo mamá.

-          No me duele, puedo ir sin él, así que adiós muleta de colorines.- les dije.

-          ¿Segura?- preguntaron ambos.

Les contesté caminando por la cocina y la salita. Y fue así como el accidente quedó en una bella historia.

Antes de que el frío quisiera regresar a la ciudad, aún quedaban los últimos suspiros del verano que no me quería perder. A finales de Agosto, Uriel se encargó de todo para el nuevo curso en IÓN. Por lo que se podía apreciar, las materias serían las mismas, pero a un nivel superior, aunque la diferencia sería que la materia de habilidades la impartiría un Serafín por los cuales, empezaría a practicar el juego de la rata. Recordar un bello lugar, me hacía comprender que las cosas estaban cambiando demasiado rápido y no me sentía con fuerza suficiente para acompañarlas. A partir de ahora, solo podría estar con el chico de Ojos Verdes en el metro hasta París, mientras que suponía que todas las amistades que ya tenía allí, las seguiría manteniendo.

Los cambios, siempre me han costado bastante de acostumbrarme a tantas novedades, pero ese mes de Agosto, fue el peor de toda mi vida. Apenas había podido disfrutar del verano como cualquier niña de cinco años, y ya tenía que empezar a pensar en volver a clase, ese fue el primer año en que tendría que acostumbrarme a dos cambios importantes. Pasar a ser alumna de Primaria, y al mismo tiempo, aprender a seguir yendo a IÓN sin tener que esperar los miércoles en nuestro lugar favorito. ¡Todo cambiaría tan rápido! Así que cuando papá nos dijo que antes de empezar el curso iríamos una semanita a la playa, decidí disfrutarlo con todas mis fuerzas.

Calafell se encontraba a más de dos horas en auto desde Manlleu, hacia el sur de Cataluña. La gran parte de ese trayecto de un sábado muy pronto a la mañana, me las pasé durmiendo. Me seguía costando mantenerme despierta por las mañanas, a pesar de que no tenía viajes astrales programados, mi cuerpo se había acostumbrado a pasar al viaje astral de forma automática de domingo a jueves. Me desperté mientras pasábamos por la Ronda Litoral de la capital catalana llamada Barcelona, a mi izquierda, sentado en el asiento se encontraba Uriel, que miraba por la ventanilla, alargué el brazo y le toqué el codo, él me observó con una sonrisa y sus ojos verdes llenos de alegría.

-          ¿ya despertaste, mi amor?- me susurró, teníamos que hablar así para que nadie percatara nuestra intromisión mientras que de fondo se escuchaba música.

-          ¿Falta mucho?- le pregunté, cansada de estar dentro del auto.

-          Estamos en la mitad del camino, mi amor. ¿Quieres que juguemos a algo? – propuso Uriel.

Acepté. Miré por la ventanilla y me sorprendió la cantidad de autos que había a nuestro lado, así que me quedé literalmente pegada al cristal, observando cada auto más brillante, en el sentido de que nos pusimos a jugar a uno que le llamábamos “personalidad artística”. El juego consistía en observar el tipo de auto que había lo más cerca de dónde estábamos y observar a los integrantes, para saber si el auto iba acorde con la personalidad que hacían creer que tenían esas personas.

Me gustaba mucho jugar a este juego en particular, porque era como una variedad del juego de los puntos de vista. En realidad, lo hacíamos sin criticar ni juzgar a nadie, solo observábamos y así podíamos descubrir si aquel auto que estaba cerca, en realidad lo habían comprado para usarlo en necesidad o para aparentar sus <riquezas>. Curiosamente aquellos que eran para aparentar, eran aquellos que parecían tener los mejores autos, y los integrantes vestían demasiado bien conjuntados, y cuando te miraban, en vez de mirarte de igual a ti, te miraban por encima del hombro, como si dijeran “tu chatarra no anda y el mío es casi de carreras”.

De hecho jugando a esto, se pueden ver muchas cosas curiosas, como por ejemplo, un día vi a una familia de cuatro integrantes que iban del mismo color que el auto, todos azul marino. ¡Qué gracia! Y en otras ocasiones, podías identificar, si alguien regresaba o se iba al trabajo, o si se dejaba llevar por la vida, como un día, vimos a una chica sola en su auto, cantando la canción que estaba escuchando con tanta alegría y vitalidad, que yo me uní con ella, bailando la música que escuchaba en mi auto. Esa fue muy divertida, porque la mujer se la pasaba en grande y al verme, como que me lo agradeció con una señal muy tierna.

No se puede hacer mucho dentro de un auto durante dos horas, viendo más y más autos a tú alrededor… así que de este modo me divertía un poco. Hasta que la ronda Litoral empezó a pasar por sus famosos túneles, entonces sabía que había llegado al paraíso. La luz anaranjada que ilumina el interior de cada auto, de repente en la oscuridad y poco después el día volvía a ser día, era fantástico, la misteriosa imagen que se mostraba ante el reflejo de todos los autos, al verlos pasar junto a nosotros, esas luces y que de vez en cuando se veía puertas de emergencia. De chiquita disfrutaba mucho con los autos, tanto jugando con los de juguete, cómo atrapada en un atasco o pasando por túneles en la ciudad.

-          ¡Túneles, sí!- dije alzando las manos y gritando de alegría.

Papá alzó la mirada para observar por el retrovisor interior del auto y me observó, mamá se había quedado dormida ella iba de copiloto.

-          ¿Te gustan los túneles, rateta?- dijo papá.

-          Sí.- dije.

Nunca me gustó que me llamase así, es un apodo cariñoso en catalán que significa ratita, por un cuento popular dónde había una ratita que barría la escalera y se le cayó una moneda y perdió su vida. El cuento en sí, parecía que su moraleja era muy clara, no hagas nada que nadie te diga que puedas hacer, por eso nunca me gustó, pero papá cada vez que me llamaba así, me hacía acordar de esta moraleja, por el cual no quería hacer realidad. ¿Y qué me podía esperar de unos padres que nunca salen de las normativas sociales y que todo aquello que sea distinto les da miedo? Mientras que a mí, la aventura siempre me ha parecido una forma de vivir muy interesante, y puestos a decidir, prefiero vivir aventuras que lamentarme haberlos rechazado.


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HR.

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domingo, junio 07, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 32

El tito Juan me llevó en brazos hasta el piso, como la escayola aún estaba algo húmeda, me dejaron en el sofá, en la parte de la pierna tenía una toalla, mientras que veía a mamá que llamaba por teléfono a papá y le contaba lo sucedido. De esta forma, mamá había decidido adelantar el viaje de regreso a Manlleu, así que papá al día siguiente tras trabajar solo por la mañana (y agarrarse libre la tarde) se vino al Prat de Llobregat, para venirnos a buscar. En ese momento, me di cuenta de que había arruinado todo el verano, a tomar viento las horas de piscina y playa…


En casa tuvimos que hacer algunos movimientos, en mi habitación pusieron un comunicador por radio-frecuencia que tenían mis padres en su habitación, por si por las noches tenía que levantarme a ir al baño. De esta forma, no podía valerme por mi misma, tanto en la ducha, como a la hora de hacer mis cositas. Por la calle, papá me compró unas muletas de colorines, pero apenas las sabía usar y no confiaba mucho en ellas, por eso, no las usé, cuando tenía que irme de casa para ir al bar con mis papis, pues me tenían que llevar en brazos, tanto del titi Hilario como de papá.

Pero enseguida aprendí a tener autonomía, en casa de la iaia Filo, que pasaba casi todo el verano con ella, por lo menos todas las mañanas de Agosto del 1999. Como ella no me podía agarrar en brazos por ser bastante mayor, tuve que volver al principio de cuando era un bebé de meses, tuve que gatear, por eso la escayola que era blanca impoluta, de repente era gris y con algunas firmas. En la cocina de su casa, después de hacerme una fotografía mi abuela…

-          Iaia, ¿quieres firmar mi escayola?- le pregunté.

-          Claro que si.- dijo con una sonrisa.

Su firma era muy importante para mí, al igual que ella, que durante ese mes tuvo que renunciar a salir con su mejor amiga Pepeta, para cuidar de mí. Cómo no podía salir a caminar, como mucho íbamos al parque con las muletas, pero solíamos ir a uno más cerca de su casa, me cansaba mucho usarlas. Así fue como la abuela y yo empezamos a hacer otros juegos…

-          Ahora que vas a empezar primaria, tendrás que aprender a sumar y restar, ¿te han enseñado ya?- me preguntó.

-          Si, pero solo con una cifra. En este cuaderno hay con dos cifras, ¿cómo se hace?- le pregunté.

Días antes de todo, me compró un cuaderno, porque quería que cada día hiciera una horita de problemas de matemáticas durante el verano, no me pareció mala idea, porque ella también se compró otro para ella. La verdad es que me encantaba como me explicaba ciertas cosas que ella nunca olvidó tras dejar el colegio a sus 13 añitos. Ella me enseñó a hacer las matemáticas más básicas y a resolver problemas de la vida en general.

Mientras que el tiet Josep me enseñó algo muy interesante, empezamos a hacer dibujos extraños en un bloc de notas blanco, que él traía de su antiguo trabajo, aunque él ya estaba jubilado, durante toda su vida, estuvo trabajando en una imprenta en Torelló. Ahora los dibujos eran muy diferentes a antes, porque él empezó a enseñarme cosas que debía tener en cuenta para la misión y el propósito de vida. A pesar de que parecía un miembro de la familia más de parte de Galí, el tiet Josep también mantenía contacto con los Maestros Ascendidos y él había aceptado enseñarme conceptos del universo desde su encarnación en 3D.

-          ¿Qué ves aquí?- me preguntó mientras que señalaba el bloc en blanco sin nada escrito ni dibujado.

-          Nada.- le dije, no entendía la pregunta.

-          ¡Exacto! Lo primero que existe en el universo es la NADA.- dijo su tono de voz parecía que me estuviera contando un cuento, pero que costaba de entender.- por el cual le llamaremos Vacío, es un lugar dónde no hay nada más que vacío, no existe nada más que el vacío.- dijo.

-          ¿Qué es el Vacío?- le pregunté.

-          Esto, es un lugar dónde no hay nada. Por ejemplo, este bloc no hay nada escrito ni dibujado, por ende está lleno de NADA.- explicó.

-          No entiendo.- le dije.

Se quedó pensativo un rato, como si intentase pensar alguna forma para que lo entendiera.

-          ¿Puedes ir a la cocina y decirle a la iaia que te de un vaso, por favor?- me pidió, sin decirle nada más me fui a buscar lo que me había pedido.

-          Aquí lo tienes, tiet.- le dije.

Apartó los periódicos que habían a la izquierda de la mesita, y el bloc que lo colocó todo encima del sofá dónde se encontraba él, yo me encontraba al otro lado de la mesita, sentada en un taburete para colocar los pies en alto, que la iaia lo usaba mucho debido a su problema de hinchazón de los pies.

-          ¿Qué hay ahora en la mesa, Laia?- me preguntó.

-          Nada.- contestó.

-          Y si…- colocó el vaso verde de cristal que había ido a buscar en medio de la mesa.- ¿ahora qué hay en la mesa?- preguntó.

-          ¿un vaso?- le dije.

-          Sí, pero el vaso ya es ALGO. En cambio si quito el vaso – realizó ese movimiento.- no hay NADA. ¿lo entiendes?- dijo.

Tenía razón, sino ponía el vaso, no había nada encima de la mesa, pero si lo colocaba ya era algo. Comprendí eso, pero no comprendía el significado que intentaba explicarme.

-          En el universo, hace miles de millones de años, cuando nada de lo que vemos aquí y ahora existía, cuando ningún planeta había sido creado, cuando ninguna estrella, ni constelación, ni galaxia, ni nebulosa, ni nada de lo que ahora existe en el universo estaba… solo existía una cosa, el VACÍO. Esa oscuridad que sin ser NADA, ya era ALGO.- dijo.


Su explicación lo entendí mejor, en realidad el tiet Josep no estaba bajo las reglas de ninguna religión, a pesar de haber sido bautizado y había hecho la comunión junto a su hermana gemela Cristina. No creía en ninguna religión, no iba a misa los domingos como la iaia, tampoco era de voto cristiano a pesar de haberse quedado “soltero”, su amor por la sabiduría le llenó tanto, que no necesitaba casarse, ni tener hijos. Sus intenciones era el conocimiento del universo (más tarde nombrado conocimiento del SER o Sabiduría) que lo expresaba en voluntad con el amor del gran conocimiento del SER. Casi todo su conocimiento lo compartió conmigo a lo largo de mi vida, hasta el fin de sus días (incluso después de eso), con él aprendía conceptos universales, información que él mismo había aprendido sobre las estrellas, los astros y las civilizaciones de otros planetas. Encontrarse a una persona que había nacido en el año 1929, durante el crack del 29 y no ser de ninguna religión, era muy extraño pero él me ayudaba a crecer interdimensionalmente, es decir a no dejarme limitar por una sola dimensión.

Él agarró de vuelta el bloc de notas y lo colocó en medio de la mesa, agarró la lapicera, me lo ofreció, yo lo acepté.

-          Imagina que el universo es todo este bloc de notas en blanco, pero si dibujas un punto en medio, ¿qué es lo que hay ahora en el universo?- dijo, obedecí en todo lo que decía que tenía que dibujar.

-          ¿Algo?- le dije.

-          Un punto de vista. Imagina que ahora el universo tiene un ojo dónde puede verlo absolutamente todo, porque en este punto de vista, todo lo que existe está concentrado en un único lugar.- dijo.

-          Horus…- susurré, se me escapó y no sabía muy bien porqué, pero me vino a la cabeza el tatuaje de aquel pariente en Egipto que llevaba una persona con una cara de pájaro.

-          Sí, es una forma de entenderlo. ¿sabes quién fue Horus?- me preguntó.

-          No, pero creo que en otra vida fui pariente de él.- le contesté.

Se me quedó mirando, por la forma de la cara le había sorprendido de que estuviera recordando cosas tan antiguas. Pero no quiso hacer ningún comentario al respecto, pues él quiso proseguir.

-          Pero si el universo está concentrado en un solo único punto, no puede verse, por lo tanto, tendría que mirarse al espejo.- me indicó para que hiciera un punto cerca del punto anterior.- pues el espejo sirve para reconocerse, para observarse, ¿comprendes?- terminó.

-          ¿Por qué tiene que observarse?- le pregunté.

El tiet Josep, agarró el vaso que había quedado a un lado de la mesita, y me lo dejó en las manos.

-          Si ves a través del cristal verde ¿qué puedes ver?- me preguntó.

Obedecí y lo único que veía era a él, con el color verde.

-          A ti, pero en verde.- le dije.

-          El universo necesita reflejarse, observar a través del cristal, para saber a quién está mirando. Si por este vaso, me observas a mí, y me reconoces como tu tío, estás aceptando en tú interior que yo formo parte de ti, ¿comprendes?- aclaró.

Un reflejo igual cuando cada uno de nosotros se mira en un espejo, lo que espera uno es poder reflejarse.

-          Este reflejo se llama dualidad, que con el primer punto, ahora el universo tiene dos puntos de vista dónde puede reconocerse.- dijo mientras que me agarró la lapicera y dibujó otro punto.- entonces, tenemos un tercer punto, que es el equilibrio entre los otros dos puntos, imagina que el primer punto es un plato de arroz, y el segundo punto es un plato de sopa, para que surja un equilibrio de ambos, el tercer punto tiene que ser la unión del primer y el segundo punto, es decir una sopa de arroz. – dijo mientras que dejaba tiempo para que asimilara esa información.

-          ¿por qué debe estar en equilibrio el tercer punto?- le pregunté.

-          Pues su punto de vista, tiene mucho que ver, con el cuarto punto, dónde se conforma el tiempo y el espacio, por lo tanto los cuatro puntos ahora tienen un lugar y un tiempo donde pueden existir. El tercer punto, es la materia, donde el trabajo del primer punto y del segundo, se plasman, pero no se pueden hacer realidad, sin el cuarto punto, sino tienen un lugar y un tiempo, ¿comprendes?- informó.

La iaia seguía encerrada en la cocina preparando la cena, aquella clase con él era muy interesante, quería saber más, pero de repente tuvimos que dejarlo para más tarde, porque había llegado el momento de poner la mesa. En casa no ayudaba con las tareas, pero en casa de la iaia era otra cosa, con cinco años me había puesto alguna responsabilidad, como por ejemplo, ayudar al tiet Josep a poner la mesa.

-          ¿Por qué has dibujado un cuadrado en el bloc, tiet?- le pregunté mientras que poníamos el primer mantel.

-          Así es como están puestos los diferentes puntos de vista por el cual el universo, quiere ser reflejado. Mira, observa esta mesa, ¿Cuántas esquinas tiene?- dijo.

-          Cuatro.- contesté.

-          Imagina si cada esquina es un punto de vista, dónde en el centro solo hay vacío. ¿Qué figura forma?- me preguntó.

-          ¿Figura?- pregunté.

-          Figura geométrica… ¿te lo han enseñado?- dijo.

-          Si, los… bueno ya sabes, no fue en el colegio…- comenté.

Me quedé un rato pensando en la respuesta a la pregunta, aún me costaba definir las figuras, pero al verlo me dejó claro que era un cuadrado, se lo dije de inmediato.

-          Así es. El cuadrado es la base del tiempo y del espacio. Los demás puntos tienen que estar o arriba o abajo, incluso alguno en el centro de la mesa. Por ejemplo el punto número cinco está aquí arriba- dijo mientras que aprovechando que me había pasado las puntas del mantel, lo elevamos formando así una gran parábola en el aire.- el punto más alto del mantel, es el número cinco, dónde aquí lo pueden ver todo lo que sucede en la base, formando así una pirámide, como las de Egipto.- dijo.

Luego explicó que el punto seis, se encuentra en la punta de la mesa pero por el lado contrario, es decir, debajo de la mesa. El siete se encuentra en el centro de la mesa, el ocho a un lado de la mesa en la base del tiempo, y el nueve al otro lado de la mesa. Concluyó al decir que todos los puntos en realidad son las nueve dimensiones que se conforma el universo (solo en un aspecto material).

Recomendación: Mi vida entera - Morat.

HR.

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domingo, mayo 31, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 31

Después de todas las pruebas, el compañero de Hilaríon vino, se agachó al lado de la silla porque volvía a estar en el ventanal para hablar conmigo.

-          Hilaríon dice a ver si puedes entrar ahora a solas, sin ellos, ni si quiera Uriel. Quiere comunicarte algo importante, ¿puede ser? – dijo el compañero.

Miré a Uriel que estaba pendiente de la conversación, por la familia no me importaba, pero sin él, era algo especial.

-          ¿Te importa Dary? – le pregunté.

-          Cuidaré de tú familia mientras tanto, mi amor. – dijo Uriel con una sonrisa de complicidad y aceptación.

-          Ok.- contesté al compañero.

-          Señora Garcia, me tengo que llevar a su hija a ponerle la escayola. – le dijo a mamá.

-          Si, vamos…- dijo poniéndose de pie.

-          Mamá… prefiero ir sola. Por favor.- le dije.

-          ¿Por qué?- preguntó.

-          El doctor lo quiere así, no se preocupe, está en muy buenas manos. – contestó el compañero.

Mamá se sentó y el compañero me llevó de nuevo a dentro, me ayudó a colocarme en la camilla y empezamos la conversación, algo distinta a lo que quizás tenía que ser para los demás que no estén en esta vibración.

-          Si te necesitamos, te llamo. Gracias. – le dijo Hilaríon al compañero que se fue por la otra puerta en dirección opuesta a los demás, para quedarnos a solas completamente.


Mi atención se enfocó directamente en sus ojos, curiosamente también los llevaba verdes, el pelo de oro hasta las orejas con rulos, y una barba de varias semanas, a pesar de que me aterraban las barbas como ya les comenté, él era distinto, quizás el único en ese tiempo en que no me importaba que llevase barba, porque no tenía intención de retirar la mirada. Él era diferente, un Ser de Luz que se había molestado en aparecer en este inhóspito hospital para atender mi urgencia.

-          ¿Por qué has aparecido?- le pregunté.

-          Cuidamos de ti, querida. Este es nuestro trabajo. – contestó noté que no lo decía tan seriamente, que en su mirada había algo de ironía, que me provocó que soltara una pequeña sonrisa insonora y comprendiera de que sus palabras eran ciertas.

-          ¿Quieres decir que cuando me operaron en este hospital de chiquita, también fuiste tú? – le dije arqueando una ceja en señal de sorpresa pero dentro de mí sentía curiosidad y me divertía averiguar su respuesta.

-          Fue una colaboración, entre médicos de tú dimensión y nosotros. ¡Eras tan chiquita! Teníamos la responsabilidad de cuidarte, bien, tú misma me ordenaste ser uno de tus pilares de protección en sanación… y no sabes lo feliz que me hiciste, hacía tiempo que no tenía una responsabilidad así desde que ascendí.- comentó.

¿A él también? ¡Dios bendito! Sino recordaba quién era, el doctor Hilaríon… no me sonaba de nada, solo tenía el mismo nombre que mi tío, y no entendía ¿por qué?

Hilaríon agarró de un armario un vaso que lo llenó de agua del grifo, del dedo índice salió una bolita muy chiquita que cayó en el agua, convirtiendo el líquido transparente en verde por unos segundos, hasta que volvió a ser transparente. Llevó el vaso al lado de la camilla, metió el dedo índice y corazón, alcé la pierna derecha por la altura de sus rodillas, lo coloqué encima de sus piernas, mientras que él empezaba a untarme esa substancia por el tobillo.

-          ¿Qué es eso?- le dije.

-          Solo un recordatorio. Tus células del tobillo se han olvidado de la importancia que tiene su función, es por eso que hace semanas empezaron a debilitarse, y hoy te has hecho esto. Con este ungüento, solo le estoy haciéndoles recordar la importancia de su misión. – dijo.

-          ¿De veras?- le dije, me costó creerlo.

-          En realidad no necesitas la escayola, pero te la pondré porque pues tú mamá va a pensar que no soy buen “médico”, esto es lo que realmente te va a curar. Porque este ungüento va directo a tus células, al ADN y le dan el mensajito para ser fuertes, y sostenerte en el camino. ¿Comprendes, querida? – dijo yo simplemente lo confirmé con la cabeza y él prosiguió.- Mientras recuerden, no vas a volver a necesitarlo – terminó.

Hilaríon alzó una mano hacia a mí, y del dedo índice volvió a sacar otra bolita chiquita, no más grande que la cabeza de un alfiler. Me quedé contemplándolo, era verde brillante y no parecía tener cuerpo, solo energía.

-          ¿Cómo haces eso?- le pregunté.

-          Nosotros le llamamos Alquimia, pero en tú dimensión le llamarían magia – dijo fue tan chistoso que nos pusimos a reír.

-          Si, me suena. Alquimia, hace poco tiempo aprendí esa palabra en IÓN. Tengo entendido que para hacerlo hay que estudiar para ser Alquimista, pero que no hay muchos centros en Agartha qué lo hagan…- dije, quería omitir la parte de quién era el amigo, igualmente Hilaríon no le dio importancia al quién.

-          La mejor escuela es Ávalon, porque tiene al mejor Alquimista de 5D. Se hace llamar Merlín. – él prosiguió con el ungüento, mientras me contaba cosas de esa escuela.

Merlín… nunca había escuchado ese nombre, pero me parecía muy mágico y bonito. Sabía que el chico de Ojos Verdes ya le habían aceptado en Ávalon y que el 2 de septiembre empezaría a estudiar allí, pero tenía tan poca información, que no pude evitar hablar del tema ya que Hilaríon empezó.

-          ¿Podrías contarme más de… Ávalon, por favor? – le pregunté.

-          Fue la primera escuela construida para que vosotros, nuestros hermanos de 3D, pudieran venir a aprender los conceptos de la Sabiduría Universal del SER. Fue construida a finales del siglo X de la superficie, solo unos pocos al principio podían venir a compartir y aprender de esta sabiduría, pero en los tiempos que llegaron, después de que los Elementales tuvieron una gran crisis de fe y provocasen que los demás hermanos de la superficie empezasen a tener miedo de estos aprendizajes. Un grupo llamados salvadores de Dios, empezaron a atrapar a los alumnos y alumnas que poseían la sabiduría, fueron mal llamados Brujas y Brujos para ser mandados a quemarles vivos, por hacer <magia>, un derecho que según sus creencias, solo lo podía hacer Dios y nadie más. – explicó Hilaríon.

Él al terminar con el ungüento, se puso de pie, al lado del lavabo tenía varias tiras de yeso preparadas para el siguiente paso, ponerme la escayola, no le quise interrumpir y seguí escuchando la historia, que me resonaba mucho.

-          Esa lucha entre la brujería y los salvadores de Dios, duró varios siglos, todos aquellos alumnos que estuvieron en Ávalon perdieron la vida ante esa orden, algunos eran torturados y otros quemados o colgados de sus cuellos. La sangre se había convertido en un emblema de poder, cuantos más mandaban a la pira, más fuertes eran los salvadores de Dios, que en el nombre del universo mataban pensando que así estaban “purificando” la humanidad. – Hilaríon seguía contando pero no le pude escuchar…


De repente, las paredes de la consulta empezaron a tambalearse sin motivo alguno, tenía mucha calor y todo parecía derretirse a mi alrededor. Dejé de ver al maestro Hilaríon que seguía con su historia, y sin saber qué me estaba pasando, me dejé llevar…

Me encontraba atada de pies y manos en un mástil, a mis pies había trozos de leña y lana preparadas para hacer una gran fogata. Delante de mí estaban todos los ciudadanos de un pueblo, vestidos con ropajes antiguos como de la edad media, mientras que un hombre vestido con sotana negra, veía la imagen desde segunda fila, estaba llorando, aunque tenía que disimular. Sentí en mi corazón que se me rompía, porque aquel monje lo amaba con toda mi alma. Antes de que pudiera hacer nada, un segundo hombre que parecía Franciscano me estaba acusando de brujería, en una mano llevaba la sagrada Biblia y con la otra me señalaba diciéndome <bruja>. Entonces, un hombre que daba mucho miedo encapuchado, que tenía en sus manos una antorcha, cuando el Franciscano le dio la orden, tiró la antorcha a mis pies, dónde la leña y la lana empezaron a arder. Notaba la calor y el dolor de las llamas del fuego tocando mí piel, ardía y dolía mucho. Hasta que grité.

Sin darme cuenta volví a la consulta de aquel hospital, Hilaríon se quedó callado, cuando me había escuchado gritar.

-          ¿te duele? – preguntó Hilaríon aflojando de inmediato el yeso que seguía poniéndome.

-          He visto algo… fuego… pira… un cura…- empecé a divagar.

-          Espera…- dijo, dejó el yeso, y me abrazó. - ¿qué has visto?- me preguntó.

Le expliqué con lágrimas en los ojos. De nuevo había visto algo que no pertenecía a este tiempo.

-          No te preocupes, querida. Solo son recuerdos de una vida que tuviste. En algún momento podrás ver la historia completa de lo que te sucedió allí. – dijo mientras intentaba calmarme.

-          ¡Pero ha sido tan horrible! ¡Dolía mucho! – me quejé.

-          Recordar vidas no es algo bonito, querida. De la misma manera que en esta vida recordarás cosas que no te gusten recordar, cuando uno recuerda vidas pasadas, tiene que aceptar que tendrá que ver todo lo bueno y malo que le haya pasado. – de alguna manera no me asustó lo que dijo, más bien lo veía algo razonable.

-          No recuerdo mucho, porque Uriel y Anasiel dicen que debo olvidar para recordarlo más tarde. Nunca había visto, un final de una vida…- le comenté.

Hilaríon prosiguió con la escayola, mientras que intentábamos seguir un tema.

-          ¿Es posible que mientras recuerde encuentre a alguien que ame en esta vida? – le pregunté, me sentía preocupada no me podía quitar de la cabeza al monje llorando, curiosamente llevaba los ojos verdes, y sentía lo mismo que el chico de IÓN.

-          Por supuesto que si, todos reencarnamos. – contestó.

-          ¿por qué?- le pregunté.

-          La razón principal es para experimentar la materia, es en 3D dónde se puede hacer. Reencarnar no es algo horrible, es algo sagrado y muy importante, ¿comprendes? Cuando decides volver a nacer, te estás dando otra chance de poder seguir aprendiendo algo que es importante para ti, en un espacio y un tiempo diferente al que venías. – contestó Hilaríon.

De alguna manera, sabía que aquel monje que había visto era en realidad el chico de ojos verdes. ¿Era eso lo que él se refería con que me recordaba? ¿Podría ser la chica que también vi en Egipto? Aunque no entendía muy bien lo que eran las emociones en ese tiempo, tenía la corazonada de que eran la misma alma, con distintos cuerpos y en distintos tiempos.

Tras la escayola, Hilaríon permitió dejar entrar a mi mamá, durante el tiempo que había pasado más de una hora, la tita Mari tenía que irse a trabajar y en su lugar vino el primo Noel que nos vino a buscar en su auto para llevarnos de nuevo al piso de la Tita Mari, junto a Juanito y a Jordi.

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Recomendación: Fix my eyes - King & Country.

HR.

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