sábado, abril 25, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 25 y 26

Como esta semana fue el día de Sant Jordi en Cataluña, es decir el día de la Rosa y el Libro, hoy tenemos doble capítulo. ¡Que la disfruten!

Capítulo 25:

Kihara era tan buena conmigo que no quiso acompañarme hasta el andén, me dejó al pie de las escaleras, ella se abrazó a mi cuello con lo chiquita que era, y yo le di las gracias por el primer día que había sido impresionante. Luego bajé las escaleras del andén número 5, para ver si lo encontraba, por lo que había sugerido antes, ya no le acompañaba ningún Ser de Luz. El metro tardaría cinco minutos en llegar, me preocupé un poco cuando vi que no llegaba, hasta que escuché el nombre que él había elegido nombrarme que estaba justo detrás de mí, me giré y nos quedamos mirándonos con una sonrisa.

-          Pensaba que te acompañaban hasta el andén.- preguntó.

-          Ella ha dicho que no hacía falta y ha decidido dejarme antes de bajar.- le contesté.

-          Mejor…- susurró pero lo escuché.

Empezamos a hablar de diferentes cosas del día, pero en un momento dado cuando llegó el metro, no me pude aguantar preguntarle…

-          ¿también estás en 3D? – le dije.

-          Sí, al final del trayecto me espera mí ángel de la guardia. – contestó.

-          ¿En Barcelona?- dije.

-          No, como ya tengo una edad, puedo hacer el trasbordo solito.- contestó pero en ningún momento mencionó a qué dirección iba.

Las puertas del metro se abrieron y entramos, le seguí sin tener que darnos de la mano, de hecho, procurábamos mantener las distancias de seguridad, me parecía bien, aún no me sentía preparada. Nos sentamos de lado, cerca de la puerta, para seguir conversando.

-          Me toca… ¿cuántos años tienes?- dijo con especial interés.

-          5 años ¿y tú?- pregunté.

-          Voy a cumplir 11 en verano. Ya debería estar en otro centro, pero hubo un año en que no pude venir y cuando volví tuve que ir un año atrás a lo que hacían mis compañeros. Por eso, me graduaré en Junio.- contestó.

-          O sea que si hubieses hecho las cosas bien, ¿quizás no nos hubiésemos conocido?- se me escapó mientras que fruncí el ceño.

-          No, pero igualmente seguro que el tiempo nos hubiese regalado conocernos tarde o temprano.- nos reímos de inmediato.

-          Seguramente. ¿Por qué no pudiste seguir?- le dije.

-          Problemas de familia.- contestó pero vi que eso le ponía triste así que no quise indagar más.

El metro empezó su trayectoria, mientras que la conversación seguía su curso, jamás habíamos hablado tanto, parecía un regalo de la propia divinidad. Observé a los demás en un momento en que estábamos en silencio, y pude ver a Rita que hablaba con algunos de los compañeros de clase al fondo del vagón, me alegré por ella que fuese tan sociable, ya se me hacía raro hablar tanto con alguien. 

-          ¿Es difícil compaginar vivir de día en 3D y de noche en 5D?- le pregunté arqueando la cabeza hacia un lado sin darme cuenta.

-          Bastante, porque además son dos niveles muy distintos entre la escuela y IÓN.- dijo.

-          Y que lo digas. En mí escuela no soy muy bien recibida, hay algunos profesores que parecen que estén hablando con el enemigo, y no lo entiendo.- comenté.

-          ¿De verdad?- dijo arqueando las cejas.- ¿son tan duros contigo?- dijo.

-          Algunos.- contesté sin ganas.

-          Ya entiendo.- susurró.

-          Pues yo no.- dije preocupada.

-          Los adultos a veces parecen más críos que nosotros.- dijo en tono de humor, nos pusimos a reír de inmediato.

Pasó un tiempo, hasta que llegamos a la siguiente parada, nos faltaba una parada para separarnos, ¡qué corto era el camino! 

-          ¿Qué pasa cuando uno se gradúa?- le pregunté.

-          Pues que tiene que comenzar un curso en otra ciudad, este año nos han estado informando de los diferentes centros que podemos ir para continuar la formación, y la verdad es que no lo tengo muy claro todavía… debo escoger entre Ávalon o un centro que está más al norte, por Rumanía. Pero todavía no lo tengo nada claro.- dijo dudando mucho de pros y contras de ambos lugares.

No sabía qué eran países en ese tiempo, por eso las distancias me parecían el triple de largas y demasiado lejos.

-          Si voy a Inglaterra, podré seguir usando esta línea hasta París. Si me voy al otro, tendré que cambiar de línea.- comentó, ahora no parecía que estuviese hablando conmigo, más bien, pensando en alto.

Me quedé escuchándole, tampoco quería dejar de verlo entonces, pero el hecho de irse a Inglaterra, habría chance de seguir. 

-          ¿Qué quieres hacer realmente?- le pregunté.

-          Me gustaría ser Alquimista. Así que lo más probable es que vaya a Ávalon.- dijo casi convencido de sus propias palabras.

-          ¿Brujo?- dije.

Él empezó a reírse.

-          No, es como ser un guardián de los elementos, pero que consigues aprender sus fórmulas para convertirte igual que hace un Maestro Ascendido. Es algo muy bonito y para mí algo que me atrae mucho la atención.- contestó.

Terminamos por reír los dos, mientras que la gente subía al vagón y las puertas se volvían a cerrar.

-          Ser un Maestro Ascendido… ¡Wow! ¿Eso se estudia?- dije.

-          Sí, pero no en Ávalon ni en Rumanía. Desconozco dónde, pero es un aprendizaje muy largo, no conozco ningún Maestro que lo haya conseguido en una sola vida.- contestó.

-          De momento solo he conocido uno, y fue el primer día en que te vi y charlamos.- le comenté él arqueó las cejas.

-          En cuando termines IÓN, no podrás decir lo mismo. Quizás en primero no haya, pero en los demás cursos, tendrás uno para alguna materia. Hay muchos, es genial.- comentó con gran fascinación que curiosamente, compartíamos.

-          Y ¿qué tal los entrenamientos se van complicando cada vez más?- le pregunté.

-          Espera… ¿estás entrenando? – dijo con la boca más abierta que jamás había visto.

-          Sí.- dije preocupada.

-          O sea que… ¿quieres volver a la Guardia?- dijo su tono de voz se apagó bastante pero no lo entendí.

-          Sí.- dije.

-          ¿Por qué?- preguntó asustado.

-          Pues porque… me gusta, bueno, lo poco que recuerdo parece un buen trabajo…- dije ya algo más asustado.

-          Pensaba que no querías volver… no después de lo que vivimos en Orión…- dijo, bajó la mirada, noté que se le escapaba una lágrima que no llegué a entender.


No recordaba eso, tampoco sabía que había pasado en Orión, de hecho, no sabía qué era. Pero no pude decirle nada, porque en ese momento, el metro paró, y tuve que bajar, me despedí de él saludándolo en la distancia con la mano con la intención de verlo mañana. Salí del metro, y me quedé allí observándole tras el ventanal, las puertas se cerraron y él siguió. Entonces, una mano muy grande tocó mi hombro derecho, me giré, era Uriel, sin decirle nada, vio que lloraba y me abracé a su cintura, él no pudo hacer más que quedarse allí aceptándome de esa forma. Como teníamos que salir de allí, Uriel me agarró en brazos y caminó por los dos hasta salir del portal dimensional y luego, abrió sus alas y volé en sus brazos, mientras que yo seguía llorando desconsoladamente.

-          ¿Qué te ha pasado mi amor? – preguntó muy preocupado Uriel.

-          No me lleves a casa, quiero hablar contigo antes de volver. Llévame algún lugar, pero no a casa, por favor…- le supliqué.

-          De acuerdo, vamos un rato al bosque…- dijo, con sus alas cambió la dirección para ir al río, en este caso era al otro lado del río.

Sentados bajo un árbol, iluminados por el baile de las hadas que aguardan el bosque de la Devesa, le empecé a contar sobre el chico de Ojos Verdes. En realidad eran las cinco de la mañana, quedaba una hora para que empezase a hacerse de día y en dos horas o tres, me “despertarían” para ir a clase en la escuela. 

-          Ha sido uno de mis mejores días de toda mi vida, Dary. Pero ese comentario no sé por qué, me ha dejado así. ¿Qué es Orión? ¿Por qué dije en esa vida que no quería volver a la Guardia?- le dije un poco desesperada porque quería saber las respuestas que obviamente requerirían más tiempo de lo esperado, días, semanas incluso años para saberlo todo, pero quería saber porque lloraba porque tampoco lo entendía.

-          Echa un vistazo en el cielo y comprenderás mejor esto… - dijo, él observó el cielo se veían las constelaciones perfectas, seguíamos en 5D, había muchas yo le escuché.- todas estas estrellas, son en realidad lugares muy hermosos dónde hay vida y existen otras civilizaciones distintas a aquí. Cada una de ellas, está agrupada en algo que se dice constelaciones, y cada una de ellas, aparece o es más visible según el paso de los meses, también tienen nombre, por ejemplo, esa de allí que parece un triángulo, es la constelación del triangulum, esa otra de allí, es la constelación Canis Mayor y esa de allí, al sur esa es la Constelación de Orión- dijo me quedé fascinada de lo hermoso que se veía todos los puntos de cada constelación.

Me quedé viendo Orión, como un reloj de arena, con cabeza, arco y en el centro tres puntitos alineados en diagonal. Muy curioso, porque mi corazón empezó a latir con fuerza.

-          Orión es un lugar muy especial, y tú, mi querida y amada Laia, estuviste hace mucho tiempo viviendo allí, mucho antes de venir a vivir en este planeta. Allí, te encontraste con este chico y vivieron dos vidas juntos, dónde en uno en particular cambió la existencia de nuestro Universo y ustedes dos, fueron participes de ese cambio. – la historia de Uriel parecía ciencia ficción, no sabía que se pudiera vivir en otros planetas, pero él lo sabía por algo, porque era cierto y si lo había comentado el chico era porque realmente ocurrió.

Me volví a acurrucar en su pecho mirando las estrellas, pero me sentía preocupada.

-          Entonces, ¿qué tiene que ver la Guardia con lo que él dice?- le pregunté.

-          Me gustaría poder contestarte, pero la verdad es que eso, tendrás que recordarlo a su debido tiempo. Él siempre irá un poco más avanzado que tú, pero habrá algún momento en que ambos estaréis en la misma vibración. – contestó Uriel.

“En la misma vibración” no sabía a qué se refería pero sentí que estaba lejos de conseguirlo. Era obvio de que estaría más avanzando que yo, se supone que es mayor y que empezó a ir a clases antes que yo, así que ¿Por qué pensaba Uriel que llegaría un punto en que estaríamos iguales? Siempre habría y habrá diferencia, no lo entendí en su momento, pero tampoco quise indagar más en eso, después de eso, Uriel me regresó en sus brazos hasta casa y enseguida mamá me despertó porque tenía que ir al colegio, ese fue el primer día en que dije que no quería ir, de nuevo tenía mucho sueño… pero tuve que ir, de hecho a partir de ese día, empecé a llegar tarde a todos los lugares.

Capítulo 26:

No quería llegar tarde, pero era inevitable mi cuerpo se sentía de nuevo unido tras el viaje astral solo unas dos o tres horas, las clases en la tercera dimensión empezaban a ser algo cargantes y María Ángeles notó que el rendimiento empezó a bajar bastante rápido, y un día ya cuando había pasado un mes, me invitó a salir de la clase para charlar mientras los demás compañeros seguían con sus actividades.

-          ¿Estás bien, Laia? Últimamente te veo con carita de sueño, ¿descansas por las noches? ¿Te vas a dormir prontito?- decía un sinfín de preguntas a las nueve de la mañana, una mala hora para indagar con preguntitas, apenas podía responderlas, el sueño crecía día tras días, porque las clases en IÓN eran cada vez más complejas, pero no podía decirle nada y solo asentía con la cabeza.- Cuéntame, ¿qué te pasa? – dijo con los brazos cruzados en el pecho, sus ojos mostraban preocupación…

-          Nada, está todo bien. Tengo sueño, nada más. Sí, me voy a dormir pronto, pero eso no soluciona nada.- contesté.

-          Sabes que puedes confiar en mí, si hay algo que te esté pasando, me lo puedes contar, ¿sabes?- dijo, insistía mucho pero no le podía decir nada.

Intenté ignorarla pero lo que hice fue mirar a Uriel y le hablé de corazón a corazón.

-          ¿Qué le digo para que deje de hacerme preguntas, Dary? – le dije.

-          Dile que últimamente tienes pesadillas y te despiertas por las noches- me aconsejó y le hice caso.

-          ¿pesadillas? ¿Fuiste al médico?- preguntó María Ángeles.

-          Evítalo. – dijo Uriel.

-          No me hace falta un médico, estoy bien, seño. ¿Puedo volver con los demás, por favor? – le dije y ella al fin me dejó en paz.

La verdad es que tenía razón, el rendimiento había bajado mucho, ya no me surgían cosas para crear, en plástica todo lo que nos hacían hacer con la arcilla, la plastilina o con tan solo reseguir un patrón con un pincho para cortarlo, incluso eso, de repente se me daba tremendamente mal. Muchas veces Uriel, tenía que agarrar mis manos y ayudarme a crear cosas, aunque salían un poco abstractas y no sabía cómo interpretarlas.

-          Dary, ¿Cuándo voy a dejar de sentirme tan cansada? ¡Llevamos un mes casi!- me quejé.

-          Esto forma parte del proceso de adaptación, mi amor. Pronto tendrás un poco más de energía para seguir con las clases aquí arriba – contestó siempre con esperanza de que esto era transitorio y que todo pasaría, aunque yo no lo sentía igual.

-          Pues deberás recomendarme que coma algo en especial para que me dé energía, no aguanto más…- le dije.

-          De acuerdo, puedes tomar un poquito más de chocolate, creo que hoy la iaia hoy trae chocolate para ti – dijo y me alegré.

Esa tarde me fui de clase acompañada de la iaia Filo, que efectivamente traía galletas con chocolate para merendar y un trocito de pan, en ese tiempo era la especialidad de ella, una de mis meriendas favoritas. Aquella tarde, tuve que irme con ella, pero no estaba ni mi tía Cristina con ella ni tampoco la Sofía, al parecer le habían apuntado a clases de inglés y algunos días tenía que ir y otros no. De hecho, muchos compañeros de clase, en esa edad habían empezado a ir a clases extraescolares y yo me preguntaba una y otra vez ¿por qué yo no? Aunque me alegraba la idea de que a las cinco de la tarde ya era libre del colegio, me sentía algo excluida al ver que la mayoría de compañeros se iban a esas clases juntos y yo con mi abuela o con el Titi… 

No era nada, pero cuando llegaba al día siguiente y contaban la jugada de esas clases por el cual yo no estaba apuntada, me sentía algo más excluida, aunque mi forma de socializar era diferente a lo que expresaban los demás, en cierto modo me sentía compañera de clase, no amigos pero sí compañeros. 

-          Mamá, ¿Por qué yo no voy a ninguna clase extraescolar? – le pregunté aquel mismo día a las nueve de la noche tras regresar de casa de mi abuela ya cenada.

-          ¿te gustaría? – me preguntó.

-          No sé lo que es.- le contesté.

-          Es hacer alguna actividad fuera del colegio que dure una o dos horas, ¿te gustaría?- dijo.

-          ¿Pero esas actividades serían con más deberes?- dije aunque a esa edad no tenía deberes solo de IÓN.

-          Puede, pero ¿cómo sabes lo de los deberes si nunca has hecho?- dijo.

-          Por los mayores, de otro curso, se ve que tienen muchos deberes y no les gusta por la cara de aburrido que ponen.- dije para esquivar el tema.

Ella se puso a reír pero yo no la entendí. 

-          Bueno, si quieres, le preguntó a la profesora si hacen alguna actividad después de clase y vemos si te apuntamos, ¿de acuerdo?- dijo.

De la emoción le di un abrazo fuerte y volví con Uriel a seguir jugando a nuestros juegos. Dos días después, mi mamá me apuntó a gimnasia que hacían en el mismo colegio los martes de 5pm a 6pm, me gustaba mucho porque hacíamos clase de gimnasia pero algo diferente, con muchos juegos de correr y saltar y lo mejor de todo, sin deberes. 

Pronto llegó la segunda excursión con el colegio, nos fuimos a Camprodon un pueblo muy antiguo al norte de Cataluña casi que hacía frontera con Francia, para ir a la fábrica de galletas Birba. Es una fábrica muy antigua que está abierta desde finales del siglo XIX y que se les conoce mucho por el tipo de galletas que venden en los supermercados, es la típica que la iaia Filo nos regalaba en aquel tiempo cuando iba a ser Navidad, más bien por el Santo de mi mamá el 23 de Diciembre. Ver su fábrica me impresionó muchísimo, nunca había estado en una, y me encantó verla des del inicio dónde colocaban los ingredientes en una gran cacerola gigante para hacer la masa, hasta las otras máquinas que les hacían cierta forma, porque además en la caja hay diferentes tipos de galleta, con azúcar, leche o chocolate incluso normales. Me gustan mucho aunque no son mis favoritas, pero si que son ricas. 

Esa visita en realidad fue más educativa de lo que pueden llegar a imaginar, porque dónde algunos veían artilugios raros dónde la masa entraba por un lado y al otro lado salía con la forma y el ingrediente especial. Yo lo que veía era lo siguiente… Uriel aprovechaba en las excursiones de este estilo en explicarme conceptos humanos propios del tiempo y el espacio que hemos ido haciendo a lo largo de nuestra historia en este planeta.

-          Esto se llama el proceso de construcción, mi amor. ¿Te resuena? – dijo Uriel.

-          Es el momento en que todas las piezas deben encajar entre sí…- dije.

-          A nivel físico sí, pero el proceso de construcción es a nivel social, es decir a todo el mundo. Imagina que aparece de la nada una semilla de manzana en las manos de una persona que a su vez, para poder plantar esas semillas, necesita la ayuda de cinco personas. ¿Qué crees que deben hacer para poder plantar esas semillas? – dijo Uriel.

Me dejó bastante estupefacta con ese ejemplo por eso intenté pensar en ello, imaginé a esas cinco personas y una con las semillas en las manos. Intentaba ver todos los puntos, y de lo que tendrían que hacer para que consiguieran plantarlas.

-          ¿Por qué las tienen que plantar?- pregunté.

-          Para que crezca un árbol y de más manzanas. – contestó Uriel.

-          ¿tienen que colaborar todos?- pregunté.

-          Sí. – dijo Uriel.

Me quedé pensando, mientras que el guía del grupo seguía explicándonos cosas de la fábrica que obviamente no presté atención, de galletitas a manzanas, cómo había cambiado la cosa en tan solo unos segundos. 

-          Creo que lo tengo… uno hace el agujero, otro coloca las semillas en el agujero, otro tapa el agujero, otro riega el lugar, y el último observa.- dije.

-          ¿Por qué observa? – preguntó.

-          Porqué tiene que decir si el proceso funcionó.- dije.

-          Interesante cómo lo planteas, mi amor. En la sociedad es algo parecido, uno plantea algo y otros aceptan hacerlo o no, y si lo aceptan, colaboran cada uno contribuyendo su parte para que lo que se haya planteado sea una realidad. ¿Comprendes? El mundo no se construyó solo, pero tampoco puede depender de uno solo para llegar a construir todo lo que se ha construido en la actualidad. – dijo Uriel.

-          Por eso las galletas no se realizan solas, uno tuvo una idea, y los demás siguieron la idea y colaboraron para que aquí y ahora estas galletas puedan tener su utilidad en el mundo, ¿cierto? – le dije para ver si lo había entendido, Uriel dijo que si con la cabeza y empezó a aplaudir de la emoción.

Con ese ejemplo me quedó claro que nadie puede depender de algo, pues todos tenemos nuestra función en el mundo, solo que debemos realizarla para que todo funcione. Son las piezas de una máquina, si las piezas funcionan mal, la máquina no funciona, en cambio si lo hacemos como debemos, entonces la máquina funcionará para su propósito.

Dos días después de esa excursión, era San Jordi, un día muy importante para Cataluña, que aunque sea un día importante no es festivo, es el día de los enamorados dónde las parejas o los familiares se regalan libros y rosas rojas. Esta celebración es el 23 de Abril y es muy hermosa porque en la plaza de la ciudad hay paradas de rosas y libros, ya no hace frío y se nota que la primavera empieza a florecer en los jardines de la ciudad. En realidad ese año fue muy hermosa, nunca lo habíamos celebrado en el colegio, los años anteriores éramos muy pequeños para entender la fiesta, la leyenda es algo especial y para los más pequeños quizás dé miedo. 

A partir de las diez de la mañana estuvimos en la plaza de la ciudad, rodeada de esas paradas y espectáculos que hacían otros niños de todos los colegios de la ciudad, pero a nosotros por edades, nos mandaron cerca de las escaleras para dibujar algo sobre la leyenda que nos habían contado nada más empezar el día.

La leyenda de San Jordi cuenta, que en una aldea muy antigua había un gran castillo que vivía un rey y una reina y una hija muy hermosa que era la princesa del reino, la aldea vivía en paz, hasta que un día un gran dragón que vivía en una cueva en las montañas salió de caza y atacó a los civiles de la aldea, cada día se llevaba a una persona para ser engullido por su hambre atroz. Ese dragón daba mucho miedo, el fuego que sacaba por la boca mostraba mucho respeto a los aldeanos y a los reyes del lugar. Un día, hartos de que el dragón secuestrara a uno de los civiles, decidieron reunirse y hacer un pacto, dónde se decidiría quién sería el último en sacrificarse, hicieron un sorteo y salió la princesa del reino elegida. 

La tristeza de los reyes no era motivo suficiente para que la princesa no hiciera lo que le tocase hacer, así que a la mañana siguiente, aunque sentía mucho miedo y tenía el corazón roto en mil pedazos porque perdería a sus padres que la querían mucho, se dirigió a la cueva del dragón para ofrecerse al sacrificio. El dragón cuando la vio, la invitó a dentro de la cueva, la agarró de malas formas y la princesa empezó a gritar por si alguien pudiera ayudarla. En uno de los caminos que provenían del bosque hacia la aldea y la cueva del dragón, cabalgaba un caballero junto a su caballo blanco, al escuchar esos gritos, empezó a cabalgar con gran rapidez hasta que llegó a la cueva del dragón, al ver a la princesa, bajó del caballo blanco, agarró su espada y empezó a luchar contra el dragón. 

La lucha fue atroz, pero el caballero clavó su espada en el corazón del dragón que murió desangrado, salvándole la vida a la princesa y a toda la aldea. El caballero al ver a la princesa, se enamoró a primera vista, y la magia de su amor transformó el río de sangre del dragón en un camino de rosas, el caballero agarró una rosa y se la entregó a la princesa con motivo de su amor, la princesa en su bolso que se había preparado, llevaba un libro y le entregó al caballero para mostrarle su amor hacia él. La princesa regresó a la aldea con el caballero, se casaron, fueron felices y comieron perdices.

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domingo, abril 19, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 24


Si esto fuese el colegio en mi dimensión, todos estarían gritando para que alguien les salvase la vida, pero curiosamente nos encontrábamos en quinta dimensión y en un lugar dónde se suponía que estos “peligros” eran el pan de cada día si queríamos volver a formar parte de la Guardia de Luz de la Orden de San Miguel Arcángel. Recordaba muy poco lo duro que eran las preparaciones para volver a entrar, incluso en mi memoria al observar esa llama de fuego, recordé uno de los días más duros en la instrucción, cuando vivía en Arcturus, en la constelación de Bootes que se encuentra a 37 años luz de este planeta. Esa instrucción la pasé hace más de 48.000 años, pero volvió a mi memoria como si estuviese ocurriendo de nuevo. Por eso, no me puse a gritar, de hecho ninguno de mis compañeros lo hacía, seguíamos agrupados en el medio, esperando una explicación o una orden o hacer algo al respecto.

El miedo desapareció de mi cuerpo, en su lugar la adrenalina había tomado el control de todo y cada rincón del ritmo sanguíneo, respiré profundamente sin dejar de ver el fuego, y recordé qué se tenía que hacer.

-          ¡Debemos contar hasta cinco y luego los que estén a la derecha, deben irse a la izquierda!- les dije

-          ¿por qué?- una chica contestó, estaba en blanco.

-          ¡Confiad en mí!- dije.

Contamos hasta cinco muy despacio, y luego se fueron dónde tenían que ir, mientras que en el lugar dónde se encontraban, el suelo empezó a desprenderse como si abajo hubiese un enorme precipicio. Algunos gritaron, no por miedo, solo era estupefacción, se agarraron a los demás, mientras que observaban el gran agujero infinito que se había creado allí. Esto en mí colegio no pasaría, pero aquí cualquier cosa es posible.

-          ¿Por qué está pasando esto? ¡Es nuestro primer día!- decía la chica de antes.

-          Por eso mismo nos lo hacen, quieren ponernos a prueba des del minuto uno.- le contesté.- O ¿Ya no te acuerdas de la instrucción?- le dije.

-          Si…- susurró estaba lo suficientemente cerca de mí para que lo pudiese escuchar.

Me sentía como un personaje de una película de acción, por eso me puse a sonreír, porque sabía que no estaba arrepentida de aceptar volver a la Guardia. Fue entonces cuando recordé que me habían dicho que el “entrenador” era el Viejo Lonan, es decir la mano derecha del Arcángel San Miguel, una eminencia entre la Guardia porque era el mejor “entrenador” después de San Miguel. En realidad ustedes le conocen con otro nombre, pero esto se los voy a explicar más adelante.

Del saco que tenía conmigo, busque una piedra que había agarrado en la chanca del juego de la rata, necesitaba comprobar una cosa, sin pensármelo mucho, la tiré en el precipicio para averiguar si era un efecto óptico o en realidad ese precipicio existía. Al lanzar la piedra, desapareció bajando por el precipicio, intenté contar cuanto de hondo era, pero no pude hacerlo. 

-          Muy astuto, pero la verdad nunca es un engaño. – dijo una voz masculina que resonaba en todo el lugar, determiné que era Lonan, observándolo todo des del algún punto.

Entonces, me puse a inspirar profundamente, mientras con las manos formaba una especie de bola en mi pecho, sostuve la respiración, cerré los ojos y escuché el fuego como crepitaba. Varios segundos después, abrí los ojos y enfoqué las palmas de las manos hacia el fuego y pensé en un día de lluvia. 

-          ¿Qué ocurre ahora?- decía la chica, me miró y preguntó - ¿Qué estás haciendo?- siguió mirando hacia arriba, dónde se formaba una nube negra de tormenta, el techo desaparecía tras esa nube, hasta que empezó a llover dentro del pabellón.

Esa lluvia apagó el fuego, y pudimos salir del centro de la pista, más calmados nos pusimos a un lateral, intentando recuperar las formas. Cuando dejé de enfocar mis manos e irme con los demás, la nube se disipó igual que la lluvia. 

-          ¿Cómo hiciste eso?- me preguntó la chica.

-          No lo sé.- le dije con toda la sinceridad del mundo.

Se escuchó un gran ruido que provenía del centro de la pista, algo había restaurado las piezas que se habían desprendido y en el lugar dónde habíamos estado hacía unos segundos, apareció el Viejo Lonan arrodillado mirando el suelo. Todos nos quedamos inquietos pero en silencio, porque Lonan parecía enojado. Se levantó y empezó a andar con rapidez hacia nosotros, madre mía no lo recordaba tan alto, era más alto que Uriel casi tres metros de altura. Iba con su escudo y el uniforme de guardián intacto, sin ningún rasguño. Sus ojos no miraban al grupo, noté que estaban buscando a alguien. Se detuvo a tres pasos de nosotros, clavó su escudó en el suelo frente a sus pies que llevaba sandalias.

-          ¿Quién provocó la tormenta?- dijo con un tono serio pero sorprendido al mismo tiempo, como si su cara fuese seria pero sus pies estaban inquietos. - ¡Quien haya sido, que dé un paso al frente! – dijo con seriedad.

Ay madre, eso si que daba miedo, quizás la había cagado y por alguna razón que desconocía, me había saltado las normas… me entró bastante miedo, pero los demás compañeros se apartaron de mí y empezaron a mirarme, Lonan fijó sus ojos en los míos, dejó el escudó en el piso que sonó como si fuera de un metal pesado y caminó hacia a mi, dejando un metro de distancia. ¡Madre mía le llegaba a la cintura!

-          ¿Has sido tú? – sus ojos azules y su melena rubia hasta los hombros y ondulada, parecía que se habían encontrado con algo inusual o que hacía tiempo esperaba, yo solo afirmé con la cabeza, no me salían las palabras. – Y… ¿cuál es tú nombre? – dijo sin dejar de mirarme.

-          Me llamo Laia, señor.- dije me costó pero lo dije.

Acto seguido Lonan hincó rodilla, se puso la mano derecha en un puño encima de su pecho, agachó la cabeza y se quedó así.

-          Es un grato placer tenerte entre nosotros, querida Laia. Hacía tiempo que no teníamos a alguien de tú poder. Espero que aceptes mis respetos por no haberme presentado antes, ante ti. Soy el Caballero Lonan, pero también me llaman el Viejo Lonan. – su tono de voz había pasado de serio a amable en cuestión de medio segundo. Toda la clase se quedó igual que yo, sorprendida sin saber cómo podía contestar a eso, jamás me había ocurrido, tampoco entendí nada de lo que dijo, pero al parecer no lo decía para todos. 

-          Em… ¿Gracias?... – dije.

-          ¡La clase ha terminado, los veo mañana! – dijo para todos, pero cuando me vio que me movía dijo – Espera, tenemos que hablar… - su amabilidad no volvió a irse, ya no se le veía como alguien rudo, más bien alguien muy dulce que quería que todos quisieran entrar de nuevo a este trabajo.

En el momento en que nos quedamos a solas, Lonan se puso a mi lado y empezamos a caminar hacia el centro de la pista, me sentía desconcertada porque recordaba sus palabras “alguien de tú poder” ¿qué significaba eso?

-          Me gustaría saber, ¿Por qué has decido recurrir a eso para terminar con la clase? – dijo con una pequeña sonrisa amable y mucha curiosidad.

-          No lo sé. De algún modo tenía que apagar ese fuego, lo hice sin pensar, solo sentí la lluvia dentro de mí y pasó. ¿Ha estado mal? – le dije.

-          No, tener control sobre los cuatro elementos es algo muy bonito en la Guardia. Pero lo que tú haces, es realmente especial, porque no controlas, pues tú les das un algo que hacer. ¿Comprendes? – dijo.

-          No, no lo entiendo. ¿Esto lo hacen todos? – pregunté.

-          Controlar a los elementos por separado si, pero darles un sentido a ser, no. Es decir, para apagar el fuego, has usado el elemento agua y aire para crear una tormenta. Tus compañeros, hubiesen usado un cubo de agua, que había allí (señalizó en una punta de la pista que no me había parado a observar dónde había un cubo) y lo hubiesen usado para apagarlo, aunque fuese un trozo para poder “escapar”. Pero sorprendentemente tú no. – dijo admirando cada cosa que había hecho.

-          Entonces, ¿porqué lo he hecho?- le pregunté, arrugué la frente como si intentase ver algo imposible, algo que debería haber hecho como los demás y no lo hice.

-          Cuando lo he visto, he comprendido de inmediato que había alguien muy especial este año en mis clases, por eso te he preguntado tú nombre. En el momento que lo he escuchado, lo he entendido de inmediato. – dijo y se quedó callado.

-          ¿Puedes explicármelo? – le dije, me sentía preocupada.

-          Esto que has podido hacer, es porque lo aprendiste hace muchas vidas atrás y en esta vida al volver a los entrenamientos, ha resurgido de nuevo o ¿acaso alguna vez has podido controlar el clima de tú ciudad con un pensamiento? – dijo.

Me puse a pensar en si eso era posible, pero no recordaba que lo hubiera hecho nunca.

-          No, nunca lo he hecho.- contesté.

-          Mejor, porque aquí es un lugar controlable, pero allí a fuera, ¿quién sabe qué hubieses podido hacer? – dijo pero me asustó y él prosiguió – en tú dimensión el clima está descompensado, por eso si haces algo como esto, quizás provoques algo mucho más fuerte, como un volcán en erupción, inundaciones o cualquier cosa. Por eso, tienes que procurar no hacerlo fuera de aquí, hasta que te ayude a equilibrar todo esto ¿de acuerdo? – dijo.

-          Ok. Se lo diré a Uriel.- le dije.

-          No te preocupes, antes de que vuelvas a casa hoy, le avisaré personalmente de esto. – dijo.

Nos despedimos con un abrazo, él se agachó y así pudo ser más fácil, salí del pabellón para ir al edificio de administración, allí me esperaba Kihara para volver a casa, entré a dentro, firmé un papel conforme había pasado mí primer día y nos fuimos para el andén a esperar el metro de vuelta a París. Allí empecé a observar a los demás alumnos, el andén no estaba tan lleno como en la capital francesa, en un rincón sentado en unos bancos de mármol estaba el chico de Ojos Verdes, que en su hombro derecho reposaba una hada que le estaba hablando, Kihara también se encontraba en mi hombro, esta vez en el izquierdo, y mientras que hablaba de cosas que no prestaba atención, mis ojos se fueron literalmente al chico, que a pesar de la distancia, esperaba que fuese París para volver juntos. 


Mientras lo observaba empecé a pensar, si sería buena idea contarle a Uriel lo que estaba pasando, pero en cierto modo sentía que esta amistad era importante y que Uriel quizás supiera más que seguramente todavía no debía saber o tal vez, solo tal vez, me aterraba la idea de pensar que quizás supiera el futuro de eso que tan solo recién empezaba. Pero Uriel, seguramente que me preguntaría por el día de hoy, y tenía tanto para contarle, que entré en razón y decidí contarle.

El metro llegó, con Kihara nos sentamos cerca de la puerta, intenté no perder de vista dónde se sentaba el chico, se quedó cerca, al otro lado del vagón. Sus ojos se encontraron con los míos en varias ocasiones, hasta que al final, disimulé observando por la ventana. 

-          Uriel está pasando de nuevo por seguridad, te vendrá a buscar como estaba acordado ¿de acuerdo? – dijo Kihara.

-          Ok. – dije.

Recomendación: manteniendo la esperanza - Película.

HR.

HERO&Corporation.

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