Metí la cabeza debajo del agua, intentando que mis pensamientos se callaran y sentir al mismo tiempo la calma que a veces el agua te puede hacer sentir, pero solo escuchaba el latido del corazón y me venían imágenes de ciertos momentos vividos con Gabriel. Abrí los ojos debajo del agua y lo vi allí tan tranquilo buceando hacia las profundidades y haciéndome señales para que le acompañase. Pero yo simplemente me quedaba allí sentadita en el fondo, tocando el culito en el piso de la pileta, esperando a que el universo tuviera una idea mejor que seguirle siempre a Gabriel.
Salí al cabo de poco tiempo para respirar pero en vez de quedarme más en el agua, me fui a buscar la escalerilla y me fui a la toalla, Uriel estaba echado boca abajo al lado de mi toalla (se había puesto la suya desde su respectiva dimensión). Me senté y finalmente me tumbé también boca abajo en mi toalla, cerré los ojos y me relajé. Hasta que sentía que algo me hacía cosquillas en la nariz, en más de una ocasión me froté la nariz para que parara pero no había forma, pensé que era una mosca cojonera, pero al abrir los ojos, vi a Gabriel que jugaba con mi nariz con un trocito de césped que había cortado con sus manos. Le miré arrugando la frente, mientras que él sonreía todo mojado, simplemente gruñí y giré la cabeza, volví a cerrar los ojos y a relajarme.
- ¡No te enojes conmigo, Laia! Solo quería jugar… ¿no te aburres? – insistía Gabriel.
Lo ignoré. Entonces noté una cabeza encima de mi espalda, abrí de nuevo los ojos y vi a Uriel sentado a mi lado encima de su toalla, solo podía significar una cosa, Gabriel estaba reposando su dulce cabecita encima de mi espalda. En vez de decirle nada, con el dedo índice empecé a tocarle las narices, poniendo el dedo en su oreja o donde fuera, eso le molestaba y empezó una pelea tonta muy divertida que no pude evitar reírme, ignorando que estaba rodeada de personas no dimensionales.
Gabriel retiró su cabeza y empezó a hacerme cosquillas, en plan guerra de ataque, yo sin querer me giré y me empecé a retorcerme riéndome intentando no hacerlo muy alto, porque no quería que me viesen teniendo un ataque de risa yo solita.
- ¡Ahora te vas a enterar!- dijo Gabriel gracioso haciéndome cosquillas como si fuese el rey.
¡Ay no podía aguantarme!
- ¡Laia, ¿quieres jugar a la pelota en el agua con nosotros?!- me preguntó una chica.
- ¡Si, voy!- dije para escapar de las garras de Gabriel.
Esas colonias eran muy divertidas, pero a la hora de dormir tenía pesadillas, veía a un señor con la piel tostada, con un turbante que no paraba de pronunciar mi nombre “Flor de Lys”, me miraba de malas formas, como si quisiese algo de mí que yo no le quería compartir. Todas las noches, me despertaba un par de veces, hasta que le decía a Gabriel que subiera a la litera de arriba conmigo, solo así, se me pasaban. No se me repetía la misma pesadilla durante las tres noches, sino que tenía como continuación.
La verdad es que a mí como mucho, se me habrá repetido un sueño dos veces en 29 años que llevo actualmente viviendo en esta encarnación. Por eso, esas pesadillas no eran sueños sin importancia, eran algo mucho más que debía averiguar. Para hacerlo sabía exactamente qué tenía que hacer, si la tierra llama a mí espíritu, yo me tengo que entregar a ella, por ende lo que hice fue ir a la fuente de agua que había a un lado de la finca, entonces llevé dos piedras que encontré en el camino por el bosque que hicimos esa mañana, me agaché y con las manos agarré tierra del suelo y arranqué un par de pétalos de una planta.
Primero de todo, encendí la fuente y me lavé las manos, después me bendecí los Chakras, solo los del espíritu, es decir: Corona, 3r ojo y Garganta. Con la arena en una mano, agarré agua con la boca y escupí encima de la mano, al quedarme la mano bañadas en fango, me dispuse a pintarme una espiral (en el sentido contrario de las agujas del reloj) en la zona del 3r ojo, con la otra mano agarré una piedra y me la puse encima de la cabeza y con la otra piedra la mantuve en la mano derecha, en la otra mano agarré los pétalos. Cerré los ojos y respiré profundamente seis veces, empecé a escuchar pájaros cantar, incluso escuchaba pájaros que no solían estar en ese tiempo por allí, estaba funcionando.
- Eres la aguja que marca el tiempo, pero en tus alas veo espacios sin sentido pero conectados…- decía una voz suave de mujer que nunca había escuchado, como si fueran los mismos pájaros quienes estuviesen hablando.- Si en este viaje estás preparado, hacía atrás debes saber y hacia adelante debes retroceder- decía la voz.
Entonces, me centré en la pesadilla, la cara de quién solía decir mí nombre. Por un instante perdí el equilibrio pero lo recuperé enseguida, estaba de pie, pero tenía la sensación de que estaba sentada, con los pies cruzados. Me estaba induciendo automáticamente una especie de regresión a vidas pasadas sin un guía que fuese una persona, sino a través del canto de los pájaros, la naturaleza es nuestra gran maestra que nos invita a sentirla dentro de nosotros, si permitimos su intromisión.
Empecé a ver un desierto, hacía mucho calor, casi no podía respirar, vi rocas apiladas de color rojo que parecía el planeta Marte. Caminaba sin sentido, sin saber a dónde, pero tenía que hacerlo, aunque fuesen llevando unas botas de piel, una falta muy corta y un top demasiado ceñido, era una mujer de veinte años aproximadamente, con el pelo color negro con unas trenzas a los lados, en la cabeza llevaba una joya de oro, que fomentaba el poder de la visión de la naturaleza.
De repente escuché el crepitar de una hoguera, y un calor repentino en pleno desierto en la oscura noche me abrazó.
- ¡Llegas a tiempo para la historia, Flor de Lys!- una voz que provenía de detrás de mí me estaba hablando, me giré rápidamente y vi a un señor mayor con el pelo canoso y largo y una pluma en la cabeza que estaba mirando fijamente la hoguera.- Ven, acompáñame…- insistía.
- ¿Quién eres tú?- le dije.
- Yo soy el Maestro Águila.- respondió.
Automáticamente me senté, aunque estaba algo impresionada, me senté a su izquierda sin dejar de mirarle.
- ¿Conoces la historia de los lobos?- me preguntó el Maestro.
- No, lo siento.- respondí.
- Dicen las historias antiguas, que cuando un humano es capaz de ver a los ojos del lobo alfa, se le entrega el honor de ser parte de la pachamama. Un verdadero lobo, cuida del hogar en el que habita, cuida de los suyos y para los demás. El lobo es el emblema de los indios nativos de estas tierras, aunque nuestras voces se hayan callado al derramar nuestra sangre, siguen estando en las miradas del lobo alfa que habita estas llanuras. Donde el hombre blanco más tema, más que a un oso. – hizo una pequeña pausa para admirar por un momento las estrellas, en cuanto miré hacia el cielo, un conjunto de estrellas se habían dibujado en el firmamento en forma de lobo gigantesco.- Nuestros cuerpos fueron calcinados por la huella blanca, pero nuestras voces siguen aquí, si escuchas a las piedras, te cantarán sus cánticos, si abrazas a un árbol, sentirás sus sentimientos, y si ves a un lobo reflejarse en ti, nos verás unidos en un mismo punto.- terminó.
Abrí los ojos con fuerza, el latido de mi corazón se alzó tanto que pensaba que estaba a punto de morir, la respiración se me aceleró sin motivo, hasta que me di cuenta que había vuelto a la casa de campo de colonias. Esa pesadilla terminó en cuanto conecté con el Maestro Águila, seguía sin entender porque me llamaba de esa forma, pero en primera instancia pensé que lo hacía para seguir el juego de noche que se habían inventado los monitores.
En el momento en que bajamos de nuevo por el caminito hacia buscar el autobús para volver a Manlleu, hubo un momento en que me quedé sola en el camino, un viento extraño se presentó justo detrás de mí, se estampó conmigo y se quedó toqueteando las ramas de un árbol, en las ramas más altas pude ver sentado al Maestro Águila que me enseñaba su palma de la mano para saludarme, le devolví el saludo, entonces escuché que alguien venía, me giré y al volver a mirar en el árbol el Maestro había desaparecido.
Mis padres me apuntaron ese verano en el anigami, lo que fuese para no estar haciendo cuadernitos de verano, mientras que a fuera hiciese días espléndidos y muy largos para poder disfrutarlos al máximo. Recuerdo que les exigí eso exactamente, que no tuviese que hacer tarea, y lo encontraron a buen precio por lo visto. Todas las mañanas, mi padre me despertaba a las ocho de la mañana, para prepararme, y a las nueve me dejaba en el pabellón de deportes de Manlleu.
Pero yo entraba a primera hora al igual que veinte alumnos más, ya que los demás venían a las diez de la mañana, mientras tanto podíamos estar en la sala grande jugando con las pelotas a lo que quisiéramos, yo agarraba una pelota, me iba a la pared para jugar con Uriel a chutar la pelota y si la pelota era alta, intentábamos devolverla haciendo algún pase de voleibol. En Agartha se juega mucho a un juego parecido al básquet y el vóley, no recuerdo el nombre y eso era lo qué intentábamos jugar pero también con el pie, futbol con vóley.
A las diez de la mañana, nos íbamos cada alumno con su grupo, dónde las edades estaban mezcladas, en mi caso me pusieron con los de cuarto y quinto de primaria, de tercero había muy pocos y nos tuvieron que dividir en diferentes grupos. Ese año tenía una monitora llamada Isabel (pero le llamábamos Belle) y otra que solía venir solo los viernes llamada Alicia, dos maravillas lo digo con la mano en el corazón. Nos preparamos ese mes de Julio porque el último día, haríamos una función de magia, así que aprendimos a hacer trucos de magia y a hacer cosas relacionadas con el circo, nos enseñaron a hacer pelotas de malabares con pienso de pájaro y globitos (allí fue cuando aprendí a hacer malabares).
También nos enseñaron a sacar conejitos de la chistera, elevarse con una sábana encima, sacar un ramo de flores de la chaqueta,… trucos muy baratos que no tenían nada que ver con la magia que se hacía en Agartha. Allí aprendí a escalar, de hecho el primer día que lo hice, aunque sabía que estaba atada y que no me pasaría nada, en un momento dado me dio para ver para abajo y me vino un miedo. ¡Madre mía! ¡Cerré los ojos y todo! Me detuve en seco, mientras que escuchaba al monitor que curiosamente se llamaba Pep, pero no era el mismo del Tripijoc, por eso le llamaremos Pelado, para no confundirlos.
- ¡Vamos Laia, casi llegas arriba!- gritaba el Pelado, él estaba arriba del todo que había una plataforma para que así me pudiese enganchar y bajar por la tirolina (que eso era lo que más me motivaba en subir una pared con rocas).
- ¡Ay, está muy alto!- susurré aferrándome a las rocas con todas mis fuerzas.
- Mi amor, ¡vamos, tú puedes!- decía Uriel, estaba volando a mi derecha, abrí los ojos para mirarlo.
- ¡Es que yo no tengo alas como tú, Dary!- le dije enojada pero miedosa.
- ¿Qué tendrá que ver en que estés a más de diez metros de altura atada con cuerdas a dos monitores y aferrada a la pared de rocas, con saber volar?- se burló Uriel.
Le di un guantazo en la cara con una de mis manos, se escuchó el ruido pero solo entre nosotros, Uriel se quedó mudo con la mano encima de su mejilla haciendo una mueca de dolor.
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HR.
HERO&Corporation.
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