“Para ser y formar
parte de un espejo, es necesario ser valiente y enfrentarse a los miedos de uno
mismo para mostrarse transparente ante la realidad” así es como el Maestro
Hilaríon me dijo hace una semana, cuando me di cuenta de que mi mayor miedo es
mostrarme tal y como soy a los demás, y como inevitablemente mí vida tiene que
ser vista al mundo, os traigo durante las próximas semanas (aún no se
especifican cuantas) todo lo que fui en esta encarnación hasta el momento el
momento más importante de mi vida, lo que pasó en Girona en Julio del 2018.
Lo siento si eso les
des coordina un poco las reflexiones, pero según mis guías y yo misma, sé
perfectamente que esto forma parte de la preparación para la misión del
2020-2022. Pero no se preocupen, que si durante estas semanas, si hay alguna
reflexión por en medio, las voy a publicar igual, por regla general tendrán un
capítulo de MI VIDA una vez a la semana hasta que termine. Gracias, y vamos a
empezar…
Nací el martes 23 de Marzo de 1993 a las 5:55pm en el
Hospital General de Vic (Barcelona, Cataluña) convirtiéndome así en la única
hija de mis padres. Pero mí nacimiento no fue para nada normal, tras más de 11h
de largo trabajo de parto, los médicos cuando ya me tenían en brazos vieron que
algo no iba bien, y es que al nacer no respiraba bien, por eso entré en parada
cardio-respiratoria dos veces casi seguidas, hasta que los médicos se dieron
cuenta de que había nacido sin paladar y por lo tanto, lo más probable es que
también me faltase un pulmón, por eso decidieron enviarme en una ambulancia al
Hospital de San Juan De Dios en la capital Catalana para hacerme más pruebas,
sin que mi madre me pudiera tener en brazos ninguna vez. Mi padre, junto a mí
Tío Hilario (que ya no está entre nosotros) se fue con el auto tras la
ambulancia para hacerme compañía, a parte del Arcángel Uriel que se encontraba
conmigo dentro de la ambulancia.
Allí en la UCI de neonatos me hicieron todas las pruebas
posibles, para ir descartando problemas, hasta que al final vieron que todo
estaba bien, excepto que había nacido (sin motivo alguno) sin paladar ni
campanita. Ese problema, claramente no permitía que pudiese mamar y durante el
tiempo en el hospital que fueron nueve días, me alimenté a través de sondas,
pero poco a poco, a mis padres les explicaron la posición que debían tener
conmigo a la hora de comer. No podía estar incorporada porque la leche se salía
por la nariz ni sentada del todo porque los bebés tienen las vértebras
delicadas. Mi madre se quedó ingresada en Vic durante muchos días, intentaba
mantener una actitud positiva para no entrar en depresión, hasta que finalmente
le dieron el alta un día o dos antes que a mí, y mi madre en vez de irse a casa
decidió irse con mi padre a Barcelona a verme (por primera vez tras el parto).
Los médicos no quisieron operarme tan jovencita, así que
decidieron esperar. Mientras tanto, mi primer año de vida, fue bastante normal,
este problema me retrasó solo en el habla, porque resultaba que ni mis padres
me podían entender, pero los ángeles sí. A esas alturas, aún conservaba en
perfecto estado el hecho de hablar telepáticamente y de forma emocional, es
decir, usando la energía de la emociones para expresar lo que sentía, tanto a
la familia como a los ángeles, que pasaba la mayor parte del tiempo con ellos o
sino con mi tío Hilario, que a través de sus ojos marrones podía ver
perfectamente su rostro angelical que aún resguardaba en su alma, ya que él
también se comunicaba con los ángeles a pesar de tener más de 30 años, seguía
en contacto con sus guías.
Desde siempre, rechacé el chupete básicamente porque
recuerdo que no me gustaba el hecho de tener un trozo de plástico en la boca y
cada vez que alguien quería ponerme el chupete, lo escupía a metros de
distancia y en vez de eso, los dedos siempre eran un buen sustituto. Recuerdo
un día que el Arcángel San Gabriel me vino a visitar y me dijo “aquellos bebés que usan sus dedos como
chupete, para nada es por una manía, pues si así fuese, las manías desaparecen
mucho antes de lo imaginado. Aquellos bebés que hacen eso, están asegurando que
los Chakras tanto de sus manos como de su cuerpo, se recarguen y se limpien”.
Es decir, olvidamos que los Chakras son aquellas puertas de energía por el cual
nuestro cuerpo emocional y espiritual circula, una forma de limpiarse es
chuparse el dedo un ratito, lo que provocas es que esa puerta circule su
energía y se renueve a través del chakra de la garganta que luego con la voz,
se libera.
De mi primer año de vida tengo muchos recuerdos de que
siempre que estaba con mi madre o mi padre o mi tío, siempre estaba rodeada de
ángeles, hasta llegar a llenar toda la sala como unos veinte o así,
impresionante ahora que lo recuerdo. Por los cuales, la gran mayoría no los he
vuelto a ver, y los nombres se me han olvidado, pero espero que en el futuro
los vuelva a ver. Cuando ya tenía un año de vida, mis padres decidieron que
había llegado el momento de dormir en mi habitación en la cuna, recuerdo que al
principio lloraba bastante, pero luego deseaba que fuera la hora de dormir, mi
madre me daba un beso de buenas noches, tras cantarme un poquito, y luego se
iba de la habitación (la misma que sigo durmiendo todas las noches, nunca me
mudé de casa). Entonces, veía a Uriel contento que me decía “hoy he invitado a unos hermanos para que te
cantemos una historia que debes aprender” y entonces llegaba el Arcángel
Raffaello y dos ángeles más que iban con instrumentos musicales algunos como un
violín y un tambor, para cantarme historias del universo en su lengua natal que
enseguida recuperé comúnmente llamado Sayónico, pero yo le llamaba Maghus.
Este idioma fue un problema para mí personalmente, porque en
mi casa se habla catalán, pero con la familia de mi madre español (Castellano),
nadie sabía el Maghus solo los guías, y yo al tener el problema de nacimiento
solo podía pronunciar palabras que este lenguaje ancestral tiene o sea las
letras nasales eran fantástico para mi problema, pero claro, nadie sabía qué
estaba diciendo. Por eso el médico cuando cumplí un año y medio, decidió que ya
era el momento de operarme y lo hicieron en el mismo hospital en San Juan De
Dios de Barcelona. Fui de los primeros casos de este problema, que no recuerdo
la enfermedad, así que tenían que mirárselo bien para que todo fuese perfecto,
la operación duró mucho tiempo, creo que más de cinco horas, eso dicen mis
padres, yo ni me enteré, no recuerdo si estuve con ángeles o qué… realmente era
chiquita y la memoria aún tenía lagunas. Lo único que recuerdo fue verme por
encima de mi cuerpo mientras tenía la boca abierta con un aparato y me operaban
el paladar, no recuerdo si estuve con guías ni nada, de todos modos, no entré
en parada así que solo veía desde la perspectiva del espíritu lo que yo soy.
Pasaron los meses y no se volvió a hablar de mí problema, de
alguna forma se había solucionado, aunque eso me retrasó de nuevo el habla,
porque no podía hablar porque me dolían los puntos, así que me pasé meses en
silencio, volviendo de nuevo a señalarlo todo e intentar emitir algún sonido
cavernícola y esperar que mi familia me entendiera. Allí fue cuando empecé a ir
a la Guardería el Niu de la ciudad de Manlleu (lugar dónde viví y he vivido
siempre). Por aquel entonces, mi padre trabajaba mucho tiempo más de lo
permitido y mi madre estaba en paro, pero el hecho de ir unas horas a la
Guardería era como excusa de que yo empezase a ver que había niños de mí misma
edad, en fin, esos fueron mis inicios en la vida social.
Tengo pocos recuerdos de ese lugar, lo que si que era muy
cómodo de ir, si mi abuela me pasaba a buscar, curiosamente vivía en la misma
manzana que la Guardería, en cambio si tenía que ir a casa, ya eran tres
manzanas. Solo estaba tres horas allí y luego mi abuela me venía a buscar, para
crear vínculo, de hecho siempre he adorado ir a su casa, es la madre de mi
padre (sigue viva, es la única que me queda, aunque ahora está en la
residencia, pero para mí es como una segunda madre). Por aquel tiempo, mi otra
abuela estaba enferma, los médicos le habían diagnosticado un tumor cerebral y
no tenía muchas esperanzas de vida, porque la parte dónde tenía el tumor era
curiosamente en la memoria y poco a poco empezó a no reconocer nada ni a nadie.
¡Era triste verla como no reconocía a sus siete hijos y de algún modo, volvía a
ser ella una niña con más de 65 años!
Es por eso que me aferré a mis dos abuelas, tanto a Filomena
(la que sigue viva) como a Victoria, aprovechando todo el tiempo posible con
cada una, incluso cuando Victoria se olvidó de mí antes de que yo cumpliera los
dos años, hasta tal punto en que ya no se podía reconocer cuál de las dos era
la más chiquita. Por eso deseé crear vínculo con Filomena, que yo la sigo
llamando iaia de forma cariñosa,
además con ella solo hablo catalán, con la otra tenía que hablar en español (y
era un problema para mi).
No me costó demasiado habituarme el hecho de ir unas horas a
la Guardería, mi madre me llevaba por la mañana y luego cuando ella se iba, yo
me quedaba en un rincón de la clase jugando, pero no jugaba con ningún niño,
pues el Arcángel Uriel siempre se ofrecía para que jugásemos a algo para ir
pasando el tiempo.
-
¿Te gustaría mi amor, poder jugar con los otros
niños?- me preguntó un día Uriel, mientras que jugábamos con un camión, uno de
mis juegos favoritos.
-
No creo que entendieran mi forma, Dary.- no
sabía decir Uriel y le llamaba de forma cariñosa de esta forma.
-
¿Por qué?- siempre ha sido muy curioso la
verdad.
Empezamos a observar a todos los niños, y no encontraba
mucho sentido a lo que hacían, las niñas solían estar con muñecas y los niños
no sabían tocar una pelota… me los quedaba observando curiosa, intentando
averiguar porque no entendían que si jugamos a ser, no debemos ponernos
límites. A mi personalmente, fui una niña que no quería jugar con muñecas, ni
ir de rosa, (detestaba el rosa), ni maquillarme, ni jugar a papás y mamás… yo
jugaba a coches, a las piezas de lego montando cositas abstractas, a adivinar
palabras telepáticamente, y jugaba mucho a los puntos de vista (un juego creado
especialmente por Uriel y nuestro favorito). Ya veía que muy igualita a los
demás no era, ya tan chiquita y quería jugar a los puntos de vista en vez de
jugar a pelota, que bueno…
La verdad es que estar rodeada de ángeles siempre, me daba
una gran inspiración para poder jugar a juegos que quizás otros no entendían
todavía. El juego de los puntos de vista,
consistía en quedarse en un rincón de la clase y observar todo el espacio y
todo lo que había en él, para preguntarse ¿todo está vivo? ¿Lo que veo es o no
es? ¿Cada punto ve lo que es o una forma de lo que es? ¡El mejor juego del
mundo, incluso en la actualidad a veces jugamos! Lo que ahora estamos mostrando
al mundo que la realidad es una creación de todos los puntos de vista de una
misma historia, es decir, que todo lo que somos y vemos en realidad no existe
en el universo, es solo una proyección de un grupo de puntos de vista o
personas.
Siempre me ha costado mucho hacer amistades, a veces cuando
lo intentaba, me tenía que rebajar a cosas que no estaba dispuesta a hacer y
cuando quería que hicieran algo que realmente me gustaba, como enseñarles a
jugar a los puntos de vista o a las creaciones abstractas, muchas veces se iban
con otros niños a jugar a otras cosas… hasta que encontré un niño que se
quedaba a jugar conmigo. Un niño rubio, con ojos color cafés, de un curso menor,
pero entendía mis juegos y me enseñaba de nuevos, como a cuidar cerditos de
otras dimensiones. Con el tiempo, nos hicimos tan amigos que fue mi primer
novio, duramos dos años, hasta que yo me gradué, lástima que nos tuvimos que
separar porque fuimos a colegios distintos y literalmente, le perdí la pista,
ni me acuerdo de su nombre, ni sé si sigue en Manlleu… se lo tragó la tierra…
En el nuevo colegio todo iba a ser diferente, con suerte
compartí clase con tres o cuatro compañeros que ya veníamos de la misma
guardería, pero ahora en la escuela El Carme Vedruna Manlleu, iniciando
parvulario número 3 (P3A) teniendo de tutora a una chica de treinta o casi
cuarenta años llamada María Teresa. Dejaba de ir unas horas a ir seis horas de
lunes a viernes… personalmente llevo mal los cambios forzosos, y eso me viene
desde pequeñita, no me costó cambiar de centro y estar con nuevos amigos, sino
el hecho de que en la guardería solo eran tres horas y en el colegio era el
doble, me agobiaba saber que después del almuerzo tenía que volver todas las
tardes a la escuela, cuando ya estaba cansada de ella.
Tampoco estaba acostumbrada a ir a clases con tantos
compañeros, éramos 12 o 14 no recuerdo bien, la gran mayoría (por no decir
todos excepto dos personas) permaneceríamos juntos hasta cumplir los 12 años,
curiosamente que en ese momento ya tenía casi 3 años. De Setiembre a Junio eran
los cursos, nueve meses con pocas vacaciones, tres semanas en invierno para la
navidad, fin de año y los reyes magos, luego una semana por marzo o abril, que
era la semana santa y luego tres meses libres de verano. Durante ese tiempo,
dejábamos de jugar y ver la televisión, para ponernos a estudiar… empezando a
dibujar los números, aprender palabras, jugar solo en el recreo doble (uno a
media mañana y otra a la tarde, la última solo los de P3). En esa escuela
repartían los cursos en tres clases A, B o C, que normalmente se encontraban en
el mismo pasillo y algunas se unían por una puerta, pero que nunca se abría,
siempre permanecía cerrada.
De nuevo tuve problemas para socializar, me costó mucho
empezar a hablar con ellos, porque además mi problema me había provocado que el
sonido de algunas palabras no sonase correctamente, por ejemplo no sabía decir
la R (la pronunciaba como en inglés), tampoco me impedía respirar por la nariz
correctamente (sufrí muchos resfriados y bronquitis, por eso tenía que usar
ventolín y suero fisiológico para destaparme las fosas nasales), por eso una
vez a la semana iba con un especialista que le llamaban Logopeda en Barcelona
para hacer ejercicios con la lengua para aprender a pronunciar bien las
palabras. La doctora se llamaba Caterina pero le llamaban Cati y me trataban
bien, aunque no entendían porque me trataban como si fuera tan estúpida,
comprendía lo que decían sin problemas, pero al ser una niña de tres añitos, me
hablaban como si fuera el perrito de la familia, eso lo detestaba.
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