“Cada rueda tiene cinco lados y uno equivocado” – HR.
En lo alto de la cima más alta, me tropiezo y caigo encima
de una rueda, que rueda y rueda y va rodando sin tener intención de parar, pero
tampoco me mareo. La primera piedra fue quién me expulso de su vida con el
látigo de “es mejor que seamos amigos”, a la mañana del día antes de Navidad de
hace un par de años. Pero la rueda ya había empezado a girar y era solo
cuestión de tiempo y paciencia que pudiese parar.
Aferrándome a la esperanza de encontrar la forma de parar
para volver a estar lista para nuevas emociones que esta vida me tiene
preparada a la vuelta de la esquina, pero la rueda solo tropezaba con distintas
piedras y en vez de parar me hacían ir más rápido. Primero pasé por un bosque
frondoso, allí la piedra hizo rebotar mis sentidos pensar que así tendría que vivir la vida, tropezando
y rebotando y con cada rebote ser más fuerte a posibles encuentros desdichados
con la impaciencia. Estuve vagabundeando por ese bosque frondoso durante meses
y meses, hasta que llegué a un desierto que con cada segundo que pasaba allí mi
alma se iba secando y secando, sin agua, el agua que nos mantiene con vida,
pero mi agua era el mismo AMOR. Pedí al Sol ser la misma Luna, pero nadie me
hacía caso, pedí al viento que fuese agua, y pedí al agua que se transformara
en amor pero tampoco ocurrió. No tropezaba para pasar el tiempo más rápido,
solo la rueda cuando se lo antojaba esquivaba algunas piedras, y en ocasiones
solo rozaba la punta pero no cambiaba la situación.
La tercera piedra llegó en una noche de invierno muy fría,
dentro de mí había una pequeña esperanza que podía llegar a hacer parar la
rueda solo si actuaba inteligentemente y no dejase que la naturaleza lo
decidiera. Pero la piedra era tan grande que no me paró sino que me alzo del
suelo varios metros y empecé a rebotar más fuerte y bajaba tan rápido que casi
no podía saber dónde estaba, pero la paciencia me había venido a visitar y me
pidió quedarse conmigo a hacerme compañía, y la acepté. Enseguida llegó la
cuarta piedra que esa me robó la serenidad para dejarme la melancolía de que
sabía que me había equivocado, y tras dominar el mar que removía mis entrañas,
pude devolverle la melancolía y recuperar la serenidad, cuando en uno de los
botes rebotó encima de la piedra y la destruyó en pequeño trocitos sin dejar ni
rastro ya que el viento lo arrastró.
De pronto llegué a un lugar tan bonito que la plaza mayor
residía una gran Rosa Roja gigantesca, y dentro de esa Rosa había un mensaje
para mí y que decía “Esta Rueda puede ser Cuadrada si lo deseas de corazón”. Pero
tropecé con la quinta piedra, hermosa, pero no confiaba en él… me mantuve en
mis casillas, pero sabía que el rebote sería fuerte, pero lo bueno es que con
los siguientes rebotes fueron más suaves, y la rueda ya no iba tan rápido como iba
antes, así que empecé a desear de corazón lo que realmente quiero. Gracias a la
Santísima Trinidad, poco a poco la Rueda se transformó en un cuadrado y ahora
he tropezado con la sexta piedra pero se está a punto de detener la Rueda
transformado en un Cuadrado.
Habré dejado atrás cinco piedras que algunas valían más que
otras, pero después de la sexta, no sé a dónde iré, pero sé que será acompañado
sea del amanecer anaranjado, con la esperanza en los talones, la serenidad en
la cabeza y la esperanza en mis brazos, con un Amor que solo uno está a punto
de recibir, si juega bien sus cartas, como lo está haciendo.
Hace un año aprendí que las cosas si se repiten es porque no
las tienes superadas, también porque tienes que aprender a comprenderlas y si
se repiten tanto, solo puede ser del tres a la sexta, el círculo que se abre y
se cierra, y cuando se cierra, otro capítulo entra en tú vida. Pasando por las
tres semanas de transformación, hasta llegar a dónde la vida te lleve, yo voy
hacia este camino y solo hay una persona que me sigue acompañando el amanecer
anaranjado que despierta todos los días la propia vida y que rima con hermosa.
Recomendación: Película Billy Elliot.
HR.
HERO&Corporation.
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