Me acerqué lo más lento que pude, no sabía porque pero
quería estar a su lado, escucharla hablar con sus amigos, necesitaba estar a su
lado, pero no sabía si me iba a aceptar. Sentía algo muy raro en mí interior,
el corazón latía con fuerza y me decía que tenía que estar cerca de ella, y eso
es lo que intenté hacer. Su grupo se quedaba en el banco, hablando de cosas que
curiosamente entendía, aunque ya eran los mayores, nunca le pregunté el nombre
pero yo le recordaba con el nombre de Silvina o Silvana.
Uriel se quedó junto a mí, esperando respuestas de lo que
estaba haciendo, puesto que me quedé junto a uno de los árboles más cercanos al
grupo, y él sabía que estaba poniendo la oreja a propósito.
-
¿Qué estás
haciendo? – preguntó Uriel.
-
Nada. Solo estoy junto al árbol…- le dije algo
avergonzada.
-
Soy un
detector de mentiras andante, mi amor. Así que mentirme no te va a servir de
nada, solo que me enoje. ¿Qué pretendes, mi amor? – informó Uriel.
-
¿Quién es ella?- le dije susurrando.
Uriel observó al grupo sentado en el banco, como era la
única chica no le tuve que aclarar a quién me estaba refiriendo, se quedó un
buen rato observándola hasta que Uriel pudo decirme algo.
-
La veo,
¿qué pasa con ella? – preguntó Uriel.
-
No lo sé, pero es como si la conociera de algún
lado, pero jamás la he visto…- dije.
-
¿Alguna
referencia más? – preguntó él.
-
Em… creo que se llama Silvana…- dije frunciendo
el ceño.
-
Uy… ya veo
mi amor… La recuerdas de otra vida. – aclaró Uriel.
Cuando Uriel dijo eso, mi corazón latió tan fuerte que
parecía estar casi al borde de la muerte, hasta que perdí la razón del tiempo y
el espacio y empecé a recordar…
Montaba encima de un
caballo blanco por la via Augusta de Barcino (Barcelona) mientras que
regresábamos de las guerras. La armadura de general pesaba mucho, el escudo era
difícil de transportar y mi caballo estaba cansado de tanto caminar sin
descanso, en una pequeña plaza ordené a mis hombres que reposaran para
alimentar a los caballos. Bajé del caballo y le entregué a mi camarada las
riendas, entonces caminé por la pequeña plaza donde había algunas paradas de
mercaderes de fruta y verdura.
Mi llegada a Barcino
no hacía mucho tiempo en verdad, puesto que en Roma se me había ordenado
vigilar las nuevas ciudades tras las conquistas con los Lucitanos y los Celtas.
Siendo un hombre de casi 30 años y sin esposa, me había permitido conocer las
conquistas de Roma más allá del Tíber, llegando a las nuevas tierras de
Hispania. Me paré a comprar una fruta en la parada, por el cual le di media
moneda de plata al comerciante, me giré y en el pozo vi a la mujer más hermosa
que jamás había visto que sacaba agua. Me acerqué a ella, llevaba una túnica
violeta hasta los tobillos, sandalias y un tocado en la cabeza, no parecía del
pueblo, pero tenía un alto cargo social.
-
¿Cuál es
tú nombre, belleza?- le dije, mientras mordía la fruta y le miraba con asombro.
-
Silvana
Farnese.- dijo mientras que tiraba el cubo al pozo con la cuerda y lo sacaba
con fuerza tirando de la cuerda.
-
¿La hija
del médico Farnese?- le pregunté asombrado.
-
Así es,
general.- dijo Silvana, pero no tenía mucha atención en mí.
Sus ojos cafés me
observaron directamente tras ayudarle con la cuerda, que curioso pero me
atraparon enseguida.
Uriel me tuvo que sostener, sin querer me estaba cayendo de
lado, supongo que el recuerdo me hizo olvidar dónde me encontraba realmente.
-
Mi amor
¿todo bien? – preguntó Uriel preocupado.
-
Si, estaba recordando de dónde la conozco… ¿qué
es Hispania?- le pregunté.
Uriel no me pudo contestar, puesto que nos avisaron que era
la hora de estudio, nos enviaron los que estábamos en primaria a la biblioteca
del colegio a leer o hacer deberes. Me puse a ver las estanterías de libros,
hasta llegar la parte de historia y vi un libro que decía Hispania así que lo agarré pidiendo permiso a la profesora. Se me
quedó mirando, cómo si dijese “esto es
demasiado difícil para ti” pero en realidad no dijo nada, me fui a la mesa
y empecé a hojear el libro.
¡No lo podía creer! Hispania se fundó tras las conquistas de
los Lucitanos y los Celtas por parte de la república de Roma, mucho antes de
que Roma fuese un imperio y después de su monarquía. Hispania era el nombre que
tenía la península Ibérica antes de Cristo. Yo había estado en estas mismas
tierras, hace mucho tiempo y Silvana también a pesar de que seguramente ni se
acordaba ella de eso, ni siquiera de mí, yo también había cambiado mucho, ahora
soy una niña.
Al día siguiente mis padres me dijeron que tenía que volver
a quedarme a comer en el colegio, resultaba que el Titi no había terminado sus
reuniones en Barcelona. Así que me alegré porque así conseguiría saber más de
Silvana. En esa vida me pareció que fue mi mujer, era muy parecido a lo que
siento cuando estoy con el Chico de Ojos Verdes. Todo fue como la otra vez,
excepto que la espera que volver al estudio, uno de los chicos del banco se
fijó en mí.
-
Hola, ¿Qué haces aquí?- dijo.
Me quedé mirándolo, llevaba el pelo ondulado moreno hasta
los hombros, parecía mucho más mayor de lo que tenía que ser, aposté que era un
repetidor, era demasiado alto y demasiado mayor, porque ya tenía barba.
-
Hola, solo les observo.- les dije.
Se quedaron mirándose entre todos en silencio con caras
raras intentando comprenderme.
-
¿Por qué?- dijo Silvana.
Me costó un poco hablarle a ella, me daba mucha vergüenza.
-
No lo sé…. ¿De qué curso son?- les pregunté.
-
De octavo.- dijo el chico.
No se lo inventaban, en realidad en ese tiempo era el último
curso que aceptaban alumnos de séptimo y octavo, a partir del curso siguiente
la primaria terminaría en sexto. La secundaria serían cuatro años, y luego
vendría el bachillerato, pero eso sería en otro centro, puesto que El Carme
Vedruna solo hace Primaria.
Mientras que los chicos del banco hablaban de otras cosas,
Silvana se acercó a mí y empezamos a hablar.
-
¿Sabes quién soy?- le pregunté.
-
No, ¿quién eres?- me dijo con unos ojos de
sorpresa.
-
Quizás recuerdes esto…- me fui con ella a la
fuente, agarré mis manos y las llené de agua.- ¿te acuerdas?- le dije.
Se quedó blanca, intentando entenderme pero comprendí que no
lo había conseguido.
-
Yo tenía… un caballo blanco…- le dije, pero puso
la misma cara.
-
Mi amor,
la estás condicionando. – comentó Uriel.
-
Entonces, ¿cómo le digo yo que…?- le dije a
Uriel, pero a la que me giré, vi que Silvana se volvía con los suyos y no quiso
volver a saber de mí en varias semanas.
¿Cómo le cuentas a alguien que la conoces de hace más de
2.000 años? ¡Qué difícil era recordar vidas sino podías explicarte bien! Daños
colaterales de ser siempre la niña rara del colegio… igual era positivo, pero
tenía sus partes malas como todas las cosas.
Pasaron los días de Abril con esperanzas de que pronto
llegara el verano, un curso más quedaría en el pasado y nuevas experiencias me
esperaban para el mañana. Una tarde que esperaba en el salón de mi casa a que
viniera papá del trabajo, mientras que mamá estaba en la cocina, esperando
mirando algo interesante en la televisión. Aprendí a poner música con el
reproductor de música del salón, así que agarré los primeros CD de música y con
un volumen aceptable, empecé a bailar, hasta que apareció el Arcángel San Gabriel
para una clase más de trabajador energético.
-
Hoy vamos
a trabajar con los pies, pues son muy importantes para el desarrollo del
trabajo que se haga cada vez que conectes en el puente dimensional –
explicó Gabriel.
Le escuché atentamente, sus clases eran teóricas pero muy
prácticas, me encantaban cada parte del cuerpo que se usaba para ser un
trabajador energético tiene su función específica en la conexión, eran muchas
cosas, pero explicadas y practicadas de forma lenta y con paciencia, al final
entendías mejor este futuro trabajo.
-
Los pies
tienen un chakra muy importante, que se encuentra en los tobillos. Con él le
damos el aviso al corazón de que el ritmo que usamos es el adecuado para la
música que se escucha a fuera en el reproductor de música. – dijo Gabriel.
-
No entiendo. ¿por qué los pies tienen el ritmo y
el corazón no?- le pregunté.
-
En
realidad ambos tienen el ritmo, solo que uno lo hace de forma automática, y el
otro de forma voluntaria. Es decir, cuando uno sigue el ritmo con el pie, se
está concentrando en que tiene que mover el pie al ritmo de la música, pero
nadie le dice al corazón que debe latir, ¿cierto? – explicó Gabriel.
-
Así es, Gab.- contesté.
-
Cuando
movemos el pie para seguir el ritmo, estamos avisándole al corazón de que tú
mente no está en otra cosa, está por el trabajo y por eso el corazón puede
enviar una señal emocional al espíritu para que pueda enviar su mensaje a
través de los movimientos del cuerpo. – informó Gabriel.
Enseguida nos pusimos a hacer pruebas con canciones dónde el
ritmo se agarraba con los pies y a veces con las manos, como si tocase un
tambor. ¡Qué divertido! Pero perdí el ritmo en cuanto regresó mi madre de la
cocina, para atender a una llamada, era extraño porque nadie llamaba a esa
hora. Apagué la música y me quedé junto a Gabriel, intentando averiguar qué
ocurría, porque por la cara que ponía mamá no eran buenas noticias. Veinte
minutos después mamá terminó la llamada, me miró pero parecía que no tenía
ganas de decirme qué pasaba, en ese instante papá apareció por la puerta.
-
¿Qué pasa mamá?- le dije, pero me ignoró.
-
Una de mis tías, hermanas de mi madre, ha
muerto. Nos han invitado en casa de la tita Antonia ahora a darle ánimos y
estar con la familia.- decía mamá a mi padre.
-
¿Quién es Antonia?- repetí curiosa.
-
Es tú tía segunda, la hermana mayor de tú abuela
Victoria. Viven aquí en Manlleu, así que ponte los zapatos que nos vamos a su
casa, ella nos necesita.- dijo mamá.
Mientras que me ponía los zapatos y Uriel regresaba a mi
lado tras ese imprevisto, Gabriel se quería ir, pero le agarré de la mano, él
se sorprendió.
-
¡No te vayas, Gab! Quédate con nosotros un
ratito más, por favor. Ven, acompáñame, por favor…- le pedí casi haciendo
pucheros.
Gabriel miró a su hermano Uriel como si intentasen hablar de
ello, pero Uriel le dijo que si con la cabeza.
-
De
acuerdo. – dijo Gabriel, yo le agarré de la mano, no le solté en mucho
tiempo.
Salimos de casa casi a las nueve de la noche, subimos al
auto que estaba en el garaje y nos fuimos por las calles de Manlleu, estaban oscuras
y mojadas, esa noche se presentaba con lluvia de aquella que parece no tener
fin pero que al mismo tiempo es silenciosa. Me dio la sensación de que la
lluvia sabía que alguien de mí familia había abandonado esta dimensión.
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HR.
HERO&Corporation.