Durante la tarde del miércoles, los médicos me dijeron que mañana me darían el alta, justo el día que yo había predicho. La última noche allá, tuvimos la sorpresa de que vino un mago muy importante de Cataluña llamado el Magic Andreu, él personalmente vino a nuestra habitación cuando ya había acabado la actuación, me acerqué a él.
- ¡Ay que ilusión que esté aquí!- le dije.
- Lo siento pero terminé el show.- dijo el magic Andreu.
- ¡Oh que pena, es que me voy mañana…!- le dije ya asumiendo que no podía ser.
- ¿Qué habitación tienes?- me preguntó.
Le mostré, y se vino para hacernos un par de trucos, el del nudo en la cuerda y otros dos más. Después me firmó un autógrafo. ¡Qué bueno! Al día siguiente, durante el mediodía me dieron el alta pero justo en el momento que lo hicieron, me dieron también el almuerzo, aproveché porque tocaba hamburguesa y me la comí, aunque estaba demasiado hecho por mí gusto.
Cuando llegué a casa el Bilbo se alegró tanto, normal, estuve una semana fuera de casa, de hospital en hospital, debatiéndome entre la vida y la muerte, visitando planos muy sutiles como es la novena dimensión (el lugar dónde existe la Cruz del Sur). Era normal que el perro estuviera tan emocionado de verme y yo sinceramente también, lo eché tanto de menos, que cuando llegué se puso a saltar pero le tuve que parar, porque me hubiese tocado la herida y le tuve que enseñar que no hiciera eso.
Me senté en el sofá y le mostré mientras que le expliqué a mi perro lo que me pasó, aunque les parezca mentira a los animales hay que explicarle las cosas, igual que a las personas. Bilbo me miró y paró de estar tan acelerado, porque al pronunciar la palabra <enferma> ya supo que todavía no me había recuperado y que me esperaba una larga recuperación en casa. Según el médico tenía que permanecer diez días de arresto domiciliario, después podría salir a dar un paseo.
Lo que no le gustó al Bilbo fue, que durante tres noches, tuvo que dormir solo en el salón de la casa. Solía dormir conmigo, pero también tenía la manía de que cuando quería bajar de la cama, me pisaba la barriga, y para que entendiera que ahora la barriga era zona prohibida, tuvo que dormir tres noches en el salón, algo que no le gustaba mucho porque era pequeño, tenía nueve años y solía tener muchas pesadillas él cuando dormía solo. Lo bueno es que lo entendió, y al cuarto día si quería bajar de la cama pasaba por las piernas, así si que le dejé dormir conmigo.
Mientras que estaba de arresto domiciliario, la Sandra la amiga del colegio me llamó al fijo de casa, quería venir para decirme la tarea que habíamos hecho en clase esa semana que yo no fui. Lo que no esperaba era que viniese su hermana pequeña la Claudia, pero acepté que vinieran, mientras que estábamos en mí cuarto, Claudia quería jugar con la casita de muñecas de la tres mellizas, se lo puse en el suelo y ella jugó encantada, mientras que la Sandra me decía toda la tarea.
- ¿Qué hicieron esta semana sin mí en clase?- le pregunté.
- Mira de catalán, hemos hecho esta página, de matemáticas, esta ficha, pero la once y la doce no hace falta, de inglés solo estos dos ejercicios,…- dijo la Sandra mientras que me mostraba cada cuaderno.
No le dije en ningún momento que tenía una hoja con lo que me habían pedido los profesores, que evidentemente se pasaron un huevo, me pusieron el triple de faena de la que hicieron.
- Fíjate, a mí me pasaron este folio con todo lo que supuestamente tengo que hacer.- le entregué el folio.
- ¡Uy, pero si todo esto todavía no lo hemos dado!- comentó la Sandra.
- ¿Ves? ¡Yo sabía que se habían aprovechado!- dije algo cabreada con el colegio.
- ¿Por qué hicieron eso?- preguntó la Sandra.
- No si ya lo pensaba, cuando alguien se pone enfermo a largo plazo, le obligan a hacer el doble o triple, en este caso de tarea. Pero no te preocupes, yo haré lo que me digas tú, que sé que eres de confianza además, eres la compañera que va la primera de la clase. Cuando vuelva, ya tendré una conversación con los profesores, no te preocupes.- le dije.
Me miró pero luego se lo tomó en broma y nos pusimos a hacer matemáticas. Después de varias horas, quedamos para que viniera dos días más, para actualizarme la siguiente semana, que además luego ya venían vacaciones de navidad.
Me sacaron los puntos al cabo de una semana, fue todo tan limpio que solo fue un punto, cuando me la sacaron en vez de daño me dio cosquillas. A partir de ese momento, esa zona seria zona intocable, se me quedó muy sensible por eso nadie le deja que me agarre de allí, de la cintura, porque luego me provocan unas cosquillas que parece que me estén torturando… (bueno, solo hay una persona en este mundo que si se lo permito tocar, y ese es… bueno ya lo irán descubriendo a lo largo de los capítulos, no voy a hacer spoilers).
Ese año por Navidad, los del teatro centro hicieron algo diferente, varios días antes de navidad, algunos miembros del teatro centro se reunieron en el parque del cementerio, para que la gente viniera a hacer actividades, tanto para niños como para todos los públicos, además que todas las tardes regalaban chocolatada que estaba buenísima. Llegué ahí por digamos que los humanos le llaman casualidad, pero yo y con todas las experiencias que tengo, sé que la casualidad no existe, todo está conectado entre sí para un propósito mayor, y quién diga que no, sienten si lo dicen des del amor o des del resentimiento. Porque la Sandra, me había concretado una cita a ciegas con un chico del Tripijoc, al parecer era un chico que le gustaba mucho y que le apetecía intentar tener algo conmigo, la Sandra originó eso sin mí consentimiento en teoría yo había quedado con ella, a pesar de que ya le había dicho que no quería nada con ella… y ella sin hacer ni puto caso (con perdón pero esa así).
Se me hacía un nudo en la garganta darle plantón, me enteré que había quedado con un chico minutos antes de salir de mi casa, habíamos quedado en el cementerio. Por un momento pensé en irme solita a mis cosas con Uriel, pero luego, mí compasión me impidió hacerlo y decidí dar la cara, intentar quedar con ese chico y decirle que solo quería su amistad, porque yo ya tenía a alguien.
El chico de ojos verdes no iba a renunciar a él, una vez que ya lo había conocido. Sí que es verdad, que pensé que la Sandra me había hecho quedar con ese chico de ojos verdes, porque ella decía que era un ex suyo (mentira, mentía todo el tiempo). Llegué la primera y me puse a esperarlo delante de uno de los árboles del parque, era de día pero se estaba haciendo de noche… siguió así pero él me dio plantón. Por eso me di cuenta de lo que hacían en el cementerio, al saber que me habían hecho plantón, decidí con Uriel echar un vistazo, nos dieron chocolatada que estaba riquísima, e intentaron persuadirnos para hacer manualidades, pero no tenía ganas y las manualidades no son lo mío.
- ¿Alguna idea de lo qué quieres hacer? – preguntó Uriel tomándose su chocolatada, se le quedó los morros pintados, que gracioso.
- ¿Qué vas a una fiesta de disfraces?- Uriel me miró con asombro pero no entendía.- ¡llevas un bigote de chocolate muy hermoso- le dije mientras me reía, él enseguida se lo quitó.
Poco a poco caminé por ahí alejándome un poco de la multitud de personas, intentando pensar en lo qué podíamos hacer…
- ¡Laia, ven aquí!- escuché que alguien me gritaba detrás de unos árboles gigantes.
Empecé a caminar hacia el árbol pero Uriel no me vio, se giró y se vino hacía a mí a la carrerilla, me agarró del brazo.
- ¿A dónde vas? – preguntó Uriel.
No le dije nada, y proseguí Uriel sin dejarme de agarrar del brazo en silencio, me acompañó, nos centramos en medio de esos árboles, toqué la corteza del árbol, noté como un campo de fuerza se activaba alrededor del árbol, era un campo de color azul zafiro.
Una mano rozó la mía, miré y a mi derecha separado por una rama estaba el Chico de ojos verdes, sonriéndome y mirándome a los ojos.
- Me alegro de verte en vida. ¿Cómo estás?- me preguntó.
- Bien. ¿Quién te lo ha dicho?- le pregunté.
- Gabriel, él estaba muy preocupado por ti.- respondió.
- ¿Solo él?- dije.
- Yo también. Temía que decidirías morir, aún nos queda mucho camino por recorrer, ¡no me falles!- dijo el chico de ojos verdes.
- Nunca. Sé que estamos destinados.- le dije.
- Discúlpame por lo que haga cuando esté con esos amigos que me ves siempre, pero recuerda que nadie puede saber esto, no ahora.- explicó.
- Vale.- dije.
Él miró hacia a atrás, alguien se estaba acercando.
- Cuando desperté, te escribí una carta, ¿voy a mí casa y te la doy?- le pregunté.
- ¡Oh, qué bonito! ¡Vale, yo intentaré distraerlos!- dijo.
Me dio un beso en la frente y se largó. Salí del árbol con cuidado, volví con Uriel y nos volvimos a casa, agarré de un cajón de mí habitación la carta de amor que le había escrito, y nos volvimos al cementerio.
Lo intentamos pero no hubo manera, no sé como fue pero en el momento que me regresaba a mí casa, él venía detrás pero venía solo. Puse la llave en la cerradura, pero escuché pasos corriendo que identifiqué que era él, se acercó lo más rápido posible para poder darle la carta de amor, pero cuando estaba a punto de agarrarlo de mí mano, llegaron sus dos amigos, le gritaron y se giró hacía ellos, con una mano detrás, le di disimuladamente la carta, y él me dio la suya, también tenía una, la agarré y me la guardé en la mano como pude, eran pequeñitas. Después disimuló con sus amigos y se marcharon, yo entré en casa, me fui a mí habitación y leí la carta.
- Al final de la escalera, un gran espacio se alza tras un campo de fuerza, las rosas florecen en los tres tiempos, y los minutos marchitan los silencios, solo un saco saciará el hambre de verte fluir en los ríos, buscando la luna y admirando cada pasaje de penumbra en tus ojos.- en vez de una carta era una poesía pero con muchas señales dentro, que iremos averiguando poco a poco.