viernes, octubre 11, 2024

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 200 [3T]

 Iniciamos la TERCERA TEMPORADA, ¡muchas gracias por leerla y compartirla!


La doctora Zaragoza me miró de una forma como si fuera la primera vez que estuviese delante de alguien como yo, no dijo nada, tan solo miró a mí madre que ella tampoco entendía lo qué le dije, me volvió a mirar, tragó saliva.

-      Si, vale. De acuerdo. Pero ve despacio, ¿vale? Aún tienes los puntos muy frescos.- dijo la doctora.

-      Ok. No te preocupes, no tendrás que regresarme a quirófano.- le dije con una sonrisa.

No pudo devolverme la sonrisa y se giró, caminó varios pasos hasta que se volvió a girar.

-      ¡Ah, por cierto! Me han dicho que te ha sentado bien el zumito, ¿te ves con ganas de cenar o quieres esperar a desayunar mañana?- preguntó la doctora.

-      Si, si, quiero cenar.- dije.

-      Tiene mucha hambre, doctora. Lleva cuatro días sin comer por dónde toca, le he tenido que parar antes con el zumo, porque se lo quería beber de un sorbo.- comentó mí madre entre carcajadas.

-      ¡Está bien! Hablo con las enfermeras y te traerán cena para ti.- dijo la doctora.

En realidad la doctora Zaragoza no tenía por qué visitarme ya, su trabajo terminaba en cuanto despertaba de la anestesia, pero vino a visitarme varias veces. Aunque a las nueve de la mañana pasaba mí médico, él era quién partía el bacalao ahí. A la hora de la cena, cuando vi lo que me habían traído, parecía que estaba en el paraíso, aunque fue un caldito y un puré de verduras, para mí era como si realmente me hubiese quedado con el Maestro Jesús. Cené tan a gusto, que mis padres no podían evitar reírse por las caras que ponía. Aunque mis compañeros de habitación, que por cierto compartía con niños más, solo recuerdo el niño de cinco años llamado Jan que se había roto el brazo y le habían operado de no sé dónde… era un niño cristal, tenían que tener mucho cuidado con él. El otro, no recuerdo si se llamaba Dylan o Germán… pero era de familia dominicana, tenía ocho años, allí era la mayor de todas.

Aunque hay que decir que antes de Jan, había una chica que le cambiaron de habitación porque empeoró, le habían operado de lo mismo que yo, pero no paraba de vomitar, la pobre, esta niña tenía un año más que yo. Creo que se llamaba Ana Isabel, la madre me recordaba mucho a la Mari Luz, una vieja amiga de mí madre.

Esa misma noche, mí tio Quim nos vino a visitar con una sorpresa, vino mí abuela Filomena y el Tiet Josep. ¡Qué alegría me dieron al verlos! Mí abuela por la emoción me vino a dar un abrazo con la mala pata de que me tocó los puntos, joder… vi las estrellas, al ver que gritaba paró.

-      ¿Qué pasa?- dijo mí abuela emocionada y asustada al mismo tiempo.

-      ¡Ay, no toques aquí, tengo los puntos iaia!- le mostré con mí voz de quejica.

-      ¡Ay, perdona!- me dio un beso en la mejilla y yo se lo devolví.


Al estar en Barcelona, le costaba más venir, el tío Quim y la tía Rosa María tuvieron un lindo detalle. Me sentí muy agradecida. Las lágrimas de mí abuela, me rompieron por dentro, al pensar <nunca he estado tan cerca de morir> aunque no recordaba nada de lo que me había sucedido con la visita del Maestro Jesús, pensé <dios me acaba de dar una segunda oportunidad>. A pesar que no había hecho nada malo como para darme una advertencia cómo esta, integré ese segundo pensamiento, y me dije a mí misma <voy a vivir la vida> no quería volver a pensar negativamente más, esa actitud no era la correcta para solucionar los problemas que me sucedían, así que a pesar de que ya hacía un año casi que no pensaba tan negativamente, no volví a ser persistente en eso. Aquí la gente empecé a llamarme ilusa por ser positiva incluso en los momentos en que la vida se iba a acabar.

Pero claro, cuando decides darle una visita a Azrael, el arcángel de la muerte (en ese tiempo, ahora es el Maestro Calak), y él te da una segunda chance, no sabes valorar lo que realmente importa y el resto son solo detalles que forman parte del proceso de aprendizaje.

Me desperté a la mañana siguiente, casi cuando llegaba el médico con su ejército de residentes. Según los informes de las enfermeras, la cena también me sentó de maravilla, así que había esperanzas de volver a casa esa misma semana. Sobretodo porque yo tuve una visión de que ese mismo jueves, estaría en mí casa.

-      ¿Cuánto tiempo voy a estar aquí, doctor?- le pregunté curiosa.

-      ¡Uy, es muy pronto para saberlo! Pero, quizás la semana que viene puede que vayas a casa.- respondió el doctor mientras se cruzaba de brazos.

-      No lo creo, doctor. Este jueves, ya podría ir a casa, ¿no?- le dije.

-      ¡Laia, deja que el doctor decida cuando!- me gritó mamá.

-      ¡Es verdad! Yo me encuentro bien, este jueves puedo ir a casa. Ya voy al baño bien, las pruebas están saliendo bien, y puedo comer y dormir normal, además creo que ya no me están dando tanta medicación, ¿verdad?- me expliqué.

-      Te han bajado las dosis, eso es verdad… y lo que dices también… pero, creo que estás teniendo una ilusión, pasa mucho después de una operación tan complicada como fue la tuya.- intentó explicarme el doctor.

-      No es una ilusión, doctor. ¿La toxina que se había escampado por mí sangre está estabilizada ya?- pregunté.

El doctor alzó las cejas en señal de sorpresa.

-      ¿Cómo sabes eso?- preguntó el médico.

-      Entré en peritonitis aguda, lo sé, eso significa que uno de los dos tóxicos más importantes que almacenaba el apéndice se había reproducido con tanta facilidad que incluso lo había escampado por la sangre.- dije.

Mi madre me miraba con la boca abierta, miró al doctor, como si intentaba hacerse creer que estaba inventado cualquiera.

-      Si, eso es lo que pasó. ¿te lo contó alguien?- preguntó el médico.

Dije que no con la cabeza.

-      ¿Miras series de médicos?- preguntó el doctor.

Volví a decir que no con la cabeza, hacía mucho tiempo que dejé de ver Urgencias, la serie americana.

-      Entonces, ¿cómo sabes eso? ¿Lo has leído?- preguntó el doctor.

Volví a decir que no con la cabeza.

-      Simplemente lo sé.- dije.

No lo pude decir porque la información la aprendí en una vida dónde fui médico, y esa toxina la había estudiado con detenimiento, pero nunca había operado un apéndice. En ese tiempo la tecnología no era tan avanzada como ahora. Pero no lo podía decir, porque los ángeles me aconsejaban mejor mantener el pico cerrado.

El médico se fue al pasillo junto a los residentes, mí madre salió un momento, vi que hablaba con el médico, pero no llegué a escuchar qué, porque Jan estaba llorando porque le dolía el brazo roto.

La familia me regaló tantas cosas, que la mesita ya no cabía nada, tuvimos que dejar muchas cosas en el armario, esperar a que llegase papá para que se llevase unas cuantas, él venía todas las tardes para estar un rato con nosotros después de trabajar, de hecho salía una hora antes y se iba hacia la diez de la noche.

-      Te traje los deberes del colegio, he pasado por ahí así mientras que estás aquí los haces.- dijo papá.

No jodas. No los hacía en casa, los iba a hacer en el hospital. Abrí la mochila y vi que me habían puesto todos los libros, como si fuera un inicio de curso, ¿no? Luego papá me entregó un papel dónde habían apuntado todo lo que supuestamente habían hecho en clase, y que tenía que tener hecho para enero. Lo revisé, pero puse una cara que me enojé, escuché los pasos de Uriel que venía a mí derecha.

-      ¿Hay algún problema, amor?- preguntó preocupado Uriel.

-      Si, Dary… los profesores se han flipado. ¡Esto no puede ser!- dije susurrando.

-      ¿me lo dejas ver, por favor?- preguntó Uriel.

Giré levemente la hoja hacia la derecha, y él se dispuso a leer, mientras que yo veía como mamá y papá hablaban.

-      Si, se han flipado. ¿Qué vamos a hacer? – preguntó Uriel.

-      Algo se me ocurrirá.- dije.

Papá interrumpió la conversación al darme un regalo, era una caja envuelta, la abrí y me quedé sorprendida.

-      ¿Un celular?- dije asombrada.

-      Si, creo que ha llegado el momento de que tengamos uno en casa.- dijo papá.

El mundo del mañana empezaba a ser ya una realidad, mi madre tuvo su primer celular, ¡qué alegría! Ahora esto les parecerá una chorrada, porque vivimos en un mundo dónde el celular es algo muy importante, pero en el 2004 solo algunos de mí clase tenían un familiar con celular.

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 HR.

HERO&Corporation.


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