El avión aterrizó en París, las maletas tardaron un poco en salir, pero enseguida que las pudimos agarrar, nos fuimos a fuera, para encontrarnos con la guía que mi abuela había contratado para algunos días que estaríamos en París. Esta guía se había contratado desde la agencia de viajes que mi abuela solía viajar, llamada Osona Viatges (la recomiendo un montón). Por lo visto en esta ocasión, al no ir en paquete cerrado, es decir con la misma guía de la agencia, sino que íbamos con una guía de una agencia de París que también hablaba en español, pues nos teníamos que presentar ante ella (no recuerdo el nombre, era demasiado chiquita y han pasado más de veinte años, lo siento) y entregarle una documentación para que esta guía reconociese que éramos los de Manlleu.
La chica que tenía 30 años de edad, pasó lista como si estuviéramos en el colegio, para hacer las cosas más fáciles, sus visitas serían en español, aprovechando que la mayoría del grupo vivían en España y solo tres familias éramos de Cataluña. En este tema no habría ningún problema, de hecho mi madre lo agradecía, porque aún iba mal en catalán (de hecho iba a clases de catalán para refrescarlo, porque lo empezó a hablar cuando yo nací, y tenía que repasar la lengua escrita, y se hacía exámenes de idioma oficial el B1 se lo sacó ese mismo verano).
Recuerdo que la chica tenía el pelo negro, liso, solía decorarlo con unas gafas blancas de Sol que solía tenerlas en la cabeza y nunca en los ojos, también el uniforme que llevaba era una americana roja con un pañuelo en el cuello de color blanco, falda de tubo negra y zapatos con un poco de tacón.
Nos subimos al bus, y nos fuimos al hotel Campanile, en ese momento ya nos habían dicho que los primeros tres días, estaríamos en París, y los tres días y medio restantes, estaríamos en Eurodisney.
- Con tus primos, lo hicimos al revés.- comentó la abuela en el bus.
- ¡Oh, yo quería ir primero a eurodisney!- dije quejándome cruzando los brazos en el pecho y poniendo morros de burro.
- Pero qué quieres, Laia. ¿Qué te llueve en Eurodisney o en París?- preguntó mi madre.
- Da igual.- respondí.
- Dicen que va a llover estos tres días, mejor que sea en la ciudad y no subiéndonos a los cacharros, ¿no?- dijo mi mamá.
Le dije que si con la cabeza por decirle algo, aunque estaba algo indignada yo solita, así que me dispuse a mirar por la ventana e intentar aceptar que solo eran tres días para conocer a Pluto y Goofy, mis dos personajes favoritos de Disney. Pero mientras que me hacía a la idea de que esto ya era una realidad y no un sueño, me entró el miedo, entonces me agarré con fuerza a la mano de Uriel, él me miró pero no dijo nada siguió mirando por la ventana el paisaje urbano de París.
El hotel Campanile, era demasiado alto, me sentí una hormiga cuando lo vi. La chica nos acompañó hasta la puerta, agarramos el equipaje y nos fuimos a hacer el Chek in. Enseguida nos dieron las habitaciones, en este caso a mis padres le dieron una en la tercera planta y a mí junto con mi abuela nos dieron la misma habitación pero una planta más arriba. Al llegar con mi abuela a la habitación para dejar la valija, me di cuenta de que dormiríamos las dos en la misma cama de matrimonio. En realidad no me importaba tanto eso, era la segunda vez que compartía cama de matrimonio con ella, la primera era mucho más pequeña que en ese momento, y estábamos de vacaciones en Sort. Pero París era otra cosa muy distinta, mi primera vez en el extranjero con nueve años.
Lo que me asustaba era muy simple, cuando mi abuela se iba a dormir parecía la señora potato, se lo quitaba todo, los pendientes, las gafas, los dientes… ¡vamos! Que solo le faltaba el pelo, las orejas y los ojos… me daba mucho asco verla sin dientes, eso me hacía venir un trauma grande que tenía y venía de otra vida, que me dejó muy mal, y cada vez que veía a una abuela sin dientes, me ponía como una albondiguilla en el suelo y empezaba a gritar “¡No me mates! ¡No me mates!”.
El trauma de las barbas era muy diferente, tenía que bajar la mirada automáticamente porque tenía la sensación de que si le miraba a la barba, una gran espada me cortaría la yugular. Como pueden ver, también venía de otra vida, esa se podría decir de cuando era en el medievo, pero en ese tiempo aún no la ubicaba y tampoco lo diré ahora, para no revelarles algo importante para el futuro de estos capítulos.
Pero eso no era todo, había un trauma más que me aterraba el doble que esas dos. Le tenía pánico a los muñecos con personas dentro, es decir, sabía que en unos días estaría en Eurodisney, y lo que más iba a ver serían muñecos de Disney que son personas disfrazadas. Pues eso era mi Nemesis en ese momento, que por un lado me decía a mí misma “tampoco está tan feo visitar París primero ¿no?” necesitaba reunir fuerzas, porque si no superaba ese trauma en ese viaje, quizás la experiencia de ensueño de Eurodisney se convertiría en pesadilla antes de Navidad. De alguna forma, tenía que reunir el valor suficiente para enfrentarme a ese miedo tan grande y que yo ya quería sacármelo de encima, porque me hacía much ilusión conocer a Goofy, a Pluto y también a Tiger.
El origen de este trauma se puede decir que en parte era de esta vida, cuando aquel gigante se me avalanzó en la ventanilla del auto, pero no es del todo cierto, también procede de otra vida y esta quizás les vaya a resultar un poco de película, pero se trata de los famosos Gigantes que en la mitología Romana se habla mucho. Partiendo de la base de que estuve viviendo por 20.000 años en la Cruz del Sur, deben saber que la famosa tierra de los Titanes existe, llamada diferente y ubicada fuera del Sistema Solar actual, pero se encuentra en un planeta cercano a Sirio, en una expedición a la Tierra de hace 200.000 años terrestres, que todavía eran rocas sin fusionar volando en un espacio como de cinturón, nos topamos con un conflicto con esos Gigantes Criaturas que en ese tiempo eran muy hostiles, ahora las cosas han cambiado mucho y no lo son. Pues se pueden imaginar que en una ocasión casi me devora uno, pero me salvaron (Gabriel seguramente, no lo recuerdo bien aún). Ver gente disfrazada es como volver a ese momento tan fuerte, que mi vida “corre peligro” aunque en realidad no.
Si aún piensan que la reencarnación es una pantomima creada por los budistas, estos traumas no tendrían explicación, señores. Pero en cambio, la tienen, ¿y saben por qué? Muy fácil, porque todo está conectado.
La visita del primer día allí, fue bastante caótica, la teníamos libre porque no nos habíamos apuntado a ninguna actividad de la agencia, así que mis padres, mi abuela y yo, nos dirigimos al metro y fuimos a ver París. Primero fuimos lo más lejos que pudimos, al teatro de la Opera, después dando un pequeño paseo, aprovechamos para visitar los puentes del Sena, la Torre Eiffel (que mi abuela al no saber pronunciarla decía La torre Fiel). Hicimos la fila para subirnos hasta el segundo mirador, me fascinaba como era de grande y como estaba construido, incluso mientras que esperábamos, empecé a marearme un poco y a tener mucha calor.
- Dary, otra vez me estoy mareando.- le dije al arcángel Uriel.
- Respira profundamente, mi amor. El edificio te quiere mostrar algo que hace tiempo dejaste para ti- informó Uriel.
Era mi primera vez en esa vida en París, pero ya nada más recorrer ciertas calles, notaba como que reconocía las calles, eso quería decir que ya había estado allí en otra vida, que al parecer no era tan lejana como esperaba. En cuanto me puse a respirar profundamente como si estuviera meditando, escucho a mi padre que me llamó, él estaba detrás de mí, me giré pero estaba agachado apuntándome con la cámara de carrete, no tuve otra que posar aunque no tenía energía para hacerlo y esperar a que tomara la foto.
Esta es la foto que me hizo mi padre, salió bien aunque la historia no era muy confortable. Cuando terminé de respirar, escuché el aleteo de unas alas de paloma hacia mi izquierda, me giré y las palomas se detuvieron en el aire, de hecho todo el mundo se quedó quieto, pero Uriel y yo nos podíamos mover libremente.
- ¡Se ha paralizado el tiempo!- dije algo asustada.
- Tranquila, esta es la forma que tiene la torre en mostrarte lo que quiere compartir contigo, mi amor. – respondió Uriel.
Le quise dar la mano pero él la rechazó.
- ¡No, si te toco regresarás a tú tiempo! – dijo bruscamente.
Entonces el tiempo empezó a ir hacia atrás.
20 de Mayo de 1905…
Caminaba apresuradamente hacia estar completamente debajo de la Torre más famosa que habían construido, me sentía muy triste pero al mismo tiempo tenía ganas de gritar, era muy tarde, el Sol estaba empezando a despedirse. Me detuve y puse mis manos en la cara, llevaba un vestido gris largo que arrastraba, los botines se quedaban resguardados bajo la gran falda, un gorro disimulado encajaba perfectamente con mi recogido moño dónde dejaba a la vista el pelo castaño claro al viento de las vísperas del verano. Hacía bastante calor, a pesar de llevar una camisa blanca hasta el cuello abrochada, y de manga larga, el corsé daba mucho calor pero apretaba la cintura de tal forma que era difícil mantener la respiración normal.
- ¡Margaret! ¡No huyas! – La voz me era muy familiar, pero me giré.
Un señor alto con sombrero de copa, ojos verdes, la tez blanca pero con el pelo castaño más claro que el mío con tirabuzones, venía apresuradamente hacia mí. En la mano llevaba un bastón de ricachón, los botines sonaban en los adoquines de tal forma que parecían gotas de agua cayendo del grifo.
- ¡Me ha costado mucho encontrarte! Desde que te fuiste de casa, no he hecho otra cosa que buscarte por Inglaterra. Hasta que me dijeron que habías ido a Asturias, y cuando consigo llegar a Llanes, me habían dicho que estabas en París. ¡No huyas de mí, Margaret! – decía el joven señor apuesto, aunque la vestimenta parecía de un señor mayor, era apuesto y muy joven.
- ¡Diego, no deberías haberlo hecho! ¿Por qué no respetas el acuerdo? Me fui a Asturias a ser institutriz, nadie sabe que estamos casados. ¡Nadie debe saber qué lo estamos! – le dije gritándole.
- ¿Y si te pasa algo, dejarte desprotegida, Margaret? ¡No, no lo haré! – las facciones del joven se arrugaron señalando rabia.
- ¡Sí, sí lo harás porque te irás de inmediato a Southampton! ¡No quiero verte con el señor Eugine! ¿De acuerdo? – le exigía.
- No sabe nada, respetaré tu deseo. Pero no me iré. He comprado la casa del final de la calle, la que hace esquina. Estaré allí hasta que te entres en razón de que debes volver a casa, conmigo. – confesó.
- ¿Por qué debería volver a ser una dama ricachona y tomar el té con las demás que solo hablan de hijos? – le dije ya con lágrimas en los ojos.
El silencio nos despertó el dolor que teníamos atrapado dentro de nosotros. El joven colocó su mano derecha en mí mejilla, me miró también con los ojos vidriosos, y sin decir nada más, me besó.
Nos quedamos tocándonos las frentes, mientras que recuperábamos el aliento y la compostura.
- Perder a nuestro hijo fue lo más duro que hemos pasado. Pero no verte por la casa, es aún peor. Sino quieres volver, no lo hagas, pero no me pidas que me aleje de ti, por favor. – dijo el joven, me dio un beso en la frente.
Simplemente me quedé llorando, sentía un dolor desgarrador en mis entrañas, que pedían a gritos un abrazo. Pero cuando me di cuenta, había regresado a mi tiempo, y todo parecía como si nada hubiese ocurrido.
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