Hoy estamos de celebración, porque el pasado 2 de Noviembre se cumplieron tres años que publicamos esta serie de la vida con ángeles. Espero que lo disfruten con este DOBLE capítulo:
CAPÍTULO 161:
Cuando llegamos a la Masia, me quedé bastante impresionada,
porque éramos los únicos que estábamos hospedados allí, por lo tanto se
respiraba tanta paz y una vibración tan bonita, me sentía como en casa y eso
era raro porque yo normalmente en lugares extraños no suelo sentirme bien.
Sobretodo cuando tengo que pasar algunas noches allí, siempre extrañaba mi
camita, mi habitación, y la privacidad. Allí todo era diferente, pero me sentía
muy bien, feliz y con ganas de descubrir ese lugar para experimentar sus
vibraciones y probar sobretodo la pileta que nada más verla que estaba en la
entrada, se veía tan apetecible meterse un ratito.
Esta vez, la habitación era compartida con los chicos, nos
dieron la más grande que tenían, había como 30 literas, los amigos empezaron a
agrupar literas para poder estar todos juntos a la hora de dormir. En mi caso,
con Jesús, Sergi y la Gloria, nos juntamos un par de literas, y dormimos los cuatro
en la litera de arriba. Esta vez me atreví a superar mi miedo a las alturas,
porque tenía barandilla y eso era muy diferente, no había escalera ni para
subir ni bajar, pero ya nos espabilábamos como pudiéramos.
-
¿La litera
de arriba, Laia? – me preguntó Uriel.
-
Si, no quieres que me quede a bajo mientras que
mis amigos están arriba, ¿no?- le dije.
-
Claro,
comprendo. ¿Necesitas mí ayuda? – ofreció Uriel tan amable como siempre.
-
Si, ven.- le dije que viniera a los pies de la
cama, él se acercó, yo me agarré de su hombro.- me voy a subir aquí, necesito
que te asegures que no me caiga, ¿vale?- le dije.
-
Si, claro.
¡Apoyate en mí! – dijo Uriel, mientras me agarraba de la cintura.
Puse un pie en la barra que había a los pies de la cama de
abajo, me agarré fuerte al hombro de Uriel, antes miré que nadie me mirase,
para ellos me estaría agarrando a la nada, entonces él me dio un pequeño
empujón y me pude agarrar a la barra de los pies de la cama de arriba, Uriel
contó hasta tres y me empujó para que terminase tumbada en la cama.
-
¿Estás
herida? – preguntó preocupado por el grito que pegué por el esfuerzo.
-
¡Estoy bien! Gracias.- le dije mientras me reía
del momento.
Uriel finalmente también se rio conmigo, le vi que miraba
por encima de la cama sin tener que esforzarse, era bastante alto por ser
ángel. Expresamente me quedé la cama de en medio, para evitar que cayera por
algún lado a la hora de dormir, a Uriel le pareció bien y no se tenía que
hablar más, así que me instalé, Uriel me ayudó a colocar el saco de dormir por
los pies de la cama, entonces tocaba bajar, eso era un poco más complicado. Literalmente
bajé de cara, pero se me resbaló el pie en la barra de abajo y terminé en los
brazos de Uriel que me agarraron al vuelo y enseguida me puso con los pies en
el suelo. Ambos miramos a los lados para saber si alguien nos había visto, por
suerte nadie se percató de ello.
-
Debemos
mejorar la bajada, mi amor. – comentó.
Le dije que si con la cabeza, pero volví a reírme.
-
Vigila cuando bajes, mejor de culo, Laia.- decía
la monitora Esther, que se había instalado unas cuantas literas hacia la
derecha, pero en la parte de abajo.
Cuando la vi tuve mi momento de Tierra Tragame, porque me
habría visto “volar” unos segundos sin motivos. Ni sabía que ella había venido
también a acompañarnos ese año, así que me acerqué a ella, que estaba sentada
en su cama ya con el saco de dormir colocado y el neceser encima de la mesilla
de noche. Me miró con sus ojos verdes con una media sonrisa, inclinando la
cabeza hacia un lado.
-
¿Qué haces aquí?- le pregunté.
-
Repito como tú, ¿no te alegras de tenerme?- dijo
Esther.
-
Si, claro que si.- le respondí con una sonrisa,
ella se levantó y nos dimos un abrazo, ya le había sacado unos centímetros, nos
dimos dos besos.
Solo la veía en las colonias pero no sé, la sensación que
tenía con ella era de muy familiar, pero no sabía muy bien porqué. En ningún
momento hablamos de nada de ángeles, Agartha o maestros, pero tenía la
sensación de que ella sabía cosas de estas. La verdad es que Esther era todo un
misterio, porque nunca supe su apellido para buscarla ahora en estos tiempos en
redes sociales, de hecho solo esperaba volver a encontrarla cuando nos íbamos
de colonias, y siempre venía, como si escuchase mis pensamientos. ¡Era mágico!
-
Ya debes tener pensado unos cuantos cuentos de
terror para contar estos días, ¿no?- le pregunté.
-
Si, tengo uno que les gustará mucho.- respondió
con mucha intriga.
-
Estoy deseando escucharla.- dije con una
sonrisa, mientras que ella seguía desvalijando la maleta.
-
¿Sabes dónde está el baño?- me preguntó.
-
Si, es la puerta de allí. También es mixto.- le
informé.
-
Vale, ¡gracias!- dijo, agarró su neceser y se
fue al baño.
La lectura de las normas fue en el patio central, que era el
patio que te encontrabas nada más entrar, las habitaciones estaban bajando una
bajada, debajo de un pequeño puente antiguo de rocas que era la entrada al
comedor. Molaba mucho ese lugar, porque era ideal para los juegos de terror de
la noche, la casa era antigua pero daban ganas de jugar en sus recovecos. Como
era tradicional, con la lectura de las normas, que eran las mismas que las del
año pasado, pileta todo el día, caminata después de desayunar, cuento de terror
al terminar de almorzar, merendar en la pileta y cenar, tras eso el juego de
noche monotemático pero de terror. Nos repartieron napolitanas de chocolate,
que estaban muy buenas.
Al finalizar, nos enseñaron algunos lugares del complejo,
dónde había una especie de jardín bajo la copa de los árboles, había una fuente
de agua pero que no estaba dada la llave para evitar malentendidos como el año
anterior. En un pequeño porche bajo las ramas de los árboles que hacían como un
tipo de entramado tan bonito que daba sombra, allí nos sentamos en los bancos
de piedra para jugar a un juego todos juntos en corro, primero jugamos al
teléfono escacharrado, después Pep sacó una pelota y jugamos a la bomba, y
finalmente nos pusimos a jugar al pobre
gatito.
Uno se ponía en medio y buscaba a alguien, se acercaba a esa
persona y le tenía que maullar como un gatito, se suponía que no tenías que
reírte, era una prueba de resistencia quién se reía tenía que parar y si no te
reías, la persona que estaba en medio le volvía a tocar. Cuando te maullaban,
tú tenías que “acariciar” la cabeza de la persona y decirle “pobre gatito” te
lo repetía tres veces, y tú no podías reírte ni una vez, sino perdías.
Cuando ya todos les había tocado, a mi ni una vez, me habían
venido a hacerlo pero me había mantenido fría como un témpano. Finalmente lo
intentaron de nuevo, como insistiendo y yo, seguía sin reírme.
-
¡No puede ser que ganes esto!- decía Pep
indignado.
-
Si soy buena, ¿qué se le va a hacer?- le dije.
-
¡No, no y no! ¡Ya sé! ¿por qué no se lo hacemos
todos a ver si se ríe?- propuso Pep.
Todos los compañeros se levantaron mirándome, se vinieron
hacia a mí, eso en vez de hacer gracia, asustaba. No sabía si salir a correr o
prepararme un contra ataque… noté la mano de Uriel que le toqué sin querer
detrás de mí, y me dio un empujón hacia adelante. En todo momento tenía que
mantenerme fría como el hielo, así que todos maullaron al contar tres y yo con
la mano y sin mostrar ni una emoción dije “pobres gatitos”.
-
¡No, no puede ser!- decía la Esther y Pep a la
vez indignados.
Lo volvieron a hacer, y yo dije el mismo resultado, hasta
una tercera vez… pero al final les miré a los ojos respondí igual, y al
terminar, me reí.
-
¡Se acabó el juego!- dijo Pep.
-
¿Cuál es tú truco?- me preguntó la Esther.
-
Imaginarse cosas horribles.- respondí.
-
¡Acabáramos!- comentó la Esther sorprendida.
Esta vez no había ninguna indicación para enseñarles a los
compañeros a ser un buen equilibrador de emociones, sino que fui yo que quería
retarlos y ganarles. Nunca me daba el privilegio de intentarlo, siempre tenía
ganas de hacer otras cosas, pero este juego me apetecía jugar bien, y gané.
En el momento en que volvimos al patio central, noté una
brisa inexplicable detrás de mí, me giré y vi a Gabriel que todavía no había
entrada en la plaza, me señalizó con el dedo para que fuera con él, como estaba
sola, miré a los demás que iban delante.
-
¡Vayan, ahora les alcanzo!- les dije.
-
Ok.- dijeron los demás.
Me fui con Gabriel, me agarró de las manos con fuerza y me
tiró hacia él, me quedé de espaldas a la pared de rocas viejas, dónde estaba la
sala de baile.
-
Hola Gabriel,…- le dije pero cuando le vi la
cara de preocupado.- ¿Todo bien?- le pregunté.
-
No, esta
noche debes acompañarme a un lugar, es urgente ¿vale? – dijo arrugando la
frente, sus ojos verdes estaban demasiado cerca de mí cara.
-
¿Qué pasa?- le insistí.
-
Mi
hermano, el arcángel Miguel ha convocado una reunión, dónde tú y yo debemos
acudir sin excusas. – explicó Gabriel.
-
Pero si estoy de vacaciones…- le repetí.
-
Lo sé,
pero es urgente. Le he dicho que iríamos sin falta, ¿de acuerdo? – dijo
Gabriel.
-
Ok, nunca he estado en las reuniones de la
Orden, pero ¿tú porque debes ir si ya no trabajar en ella?- le pregunté
arrugando la frente.
-
No es una
reunión de la Orden, Laia. ¿Te acuerdas ya de dónde vienes o todavía está
confuso eso? – preguntó curioso, inclinó la cabeza a un lado mirándome
directamente a los ojos, llevándose una de las manos a la barbilla.
-
No entiendo la pregunta.- le respondí arqueando
las cejas.
-
Vale, ya
veo que sigue confuso… entonces solo puedo decirte que debes ir conmigo, es
algo sobre tu origen. – dijo.
-
¿Mi origen? ¿De qué?- le dije.
-
¡Ay
niñita… de tú origen universal! ¿De qué crees que te estoy hablando? – dijo
refunfuñando poniendo los ojos en blanco un segundo.
Preferí no decirle nada, porque acabaríamos peleados, porque
en ese momento lo único que sabía de mí origen universal era que había
encarnado en la Atlántida, pero claro eso solo era una gota de polvo de todas
las vidas que llevo en la espalda cargando constantemente. En la actualidad de
este año 2022, son un total de 88 vidas, pero quién sabe si en unas horas
recuerdo alguna más y el número parece que crece por momentos, eso sí, soy más
vieja que el padre tiempo, pero si es estando al lado de los arcángeles,
volvería a firmar para volver a hacerlo.
Después de cenar, me fui a la habitación a buscar la
linterna porque en breve tocaba saber qué historia de terror tendríamos este
año como juegos de noche. Nos reunimos todos con nuestras linternas en el patio
central. Las luces estaban apagadas expresamente para crear ese ambiente de terror,
nos sentamos en corro para escuchar la historia…
-
Este mismo lugar dónde estamos sentados ahora,
hace mucho, mucho tiempo, vivía una aldea India que desapareció
misteriosamente.- empezó a explicar Pep.
CAPÍTULO 162:
La historia me gustó mucho, al principio no daba mucho
miedo, pero todo el tema de los indios americanos siempre me ha gustado mucho,
pero no entendía porque, ya que las películas del oeste o antiguas sobre
nativos americanos, siempre me aburrían. Pero era como si me atrapase, como si
de alguna forma me digese mi corazón que yo había estado allí en ese tiempo,
¿podría ser una vida anterior? No lo sé, porque ya con nueve años dejé de
recordar, no tenía imágenes que perteneciesen a otro tiempo-espacio, pero si la
sensación aquella de que eso que acababa de conocer, ya lo conocía de antes.
-
Durante estos días aquí, cuando sea el momento
del juego de noche, se tendrán que poner estos collares que les hemos
preparados, cada uno de ustedes tienen un nombre, que durante el juego deberán
llamarse así y olvidar por unas horas su nombre de este tiempo.- informó la
Maribel.
Empezaron a llamarnos por turnos, a cada uno les regalaban
un collar de cartulina con un nombre, cuando me tocó a mí, me quedé bastante
satisfecha por el nombre que llevaba mi collar: Flor de Lys. No recibí ninguna imagen pero el corazón latió con
mucha fuerza que casi se me escapaban las lágrimas, en ese momento no sabía que
este nombre es en realidad mi nombre universal, sé que los del Tripijoc tampoco
lo sabían, así que todo fue fruto de un chiste del propio universo, ya saben,
de aquellos que a veces hace y solo los locos entienden y se ponen a reír. Pues
me pasó así, sin saber porque en ese momento, como no recordaba mi nombre
universal, el universo me contó un chiste de los suyos, que yo no entendí hasta
que no cumplí 23 años.
Cuando la gente durante esas colonias me llamaban por el
nombre del juego, era increíble lo bien que reaccionaba al nombre, es decir,
para nada me vi forzada a girarme si decían Flor de Lys en vez de Laia, era
como si mi cuerpo y mi espíritu ya reconocieran ese nombre de forma tan
natural, que era impresionante. Como ya les he compartido, no tenía imágenes
del pasado, pero si que en los “sueños”, empecé a tener cosas muy raras durante
las noches allí, tres noches y las tres con pesadillas…
Escuchaba de fondo el
nombre de Flor de Lys que lo iba diciendo en plan ECO casi durante todo
el tiempo que duraba el sueño, pero siempre era la misma voz que identifiqué, y
fue la del Chico de Ojos Verdes. Entonces aparecía en medio de una batalla, yo
siendo hombre con armadura y espada de metal, matando a gente que intentaban
matarme también con espadas. Después sentía un latido muy fuerte y estaba
navegando en una pequeña canoa por una selva en un día soleado, llevaba un
traje de mujer en plan Azteca y remaba con intensidad, mientras que detrás de
mí sentía la presencia del Chico de Ojos Verdes que me acompañaba.
Después del siguiente
latido fuerte, me encontraba en medio de un campo nevado, volvía a ser hombre,
llevaba en mis hombros la piel de un animal muy peludos, parecido a un oso,
miraba encima de una colina, una aldea que estaba muy cerca de nosotros, a mi
derecha estaba el Chico de ojos verdes, vestido casi igual con el escudo en una
mano y la otra una maza. Más tarde, volvía a ser soleado, era una mujer, me
encontraba navegando de nuevo encima de un colchón por una especie de canal con
muchas flores azules flotando, de fondo escuchaba una guitarra, me giraba y
allí estaba el Chico de Ojos Verdes cantándome una canción en Arcturiano.
Después, volvía a ser
hombre y me estaba bañando en una especie de baños públicos, llevaba una toalla
tapando mis partes nobles, en la piscina estaba sola, pero escuchaba unos pasos
que venían de atrás, y enseguida daba un salto y se tiraba desnudo a la
piscina, al sacar la cabeza del agua, reconocí al Chico de Ojos Verdes que
venía nadando hacia a mí, mientras que yo comía un pequeño racimo de uva
recostado en las escaleras de mármol de la piscina. Después, hacía mucho frío,
estaba en la cubierta de un gran barco que estaba algo inclinado de la popa,
escuchaba gritos por todas partes y mi nombre resonaba con mucha fuerza en mi
cabeza, el Chico de Ojos Verdes vestido con chaqué me agarraba de la mano con fuerza
y tiraba de mí, intentábamos bajar las escaleras para irnos a nuestros
camarotes, dejar los chalecos salvavidas, tumbarnos en la cama y esperar…
Me desperté de golpe y casi no podía respirar, me incorporé,
aún estaban durmiendo los demás, pero el Sol ya había salido, me fui a los pies
de la cama para buscar a Uriel, en vez de eso, me encontré aún a Gabriel
conmigo, le agarré de la mano y le indiqué que subiera a la cama de arriba
conmigo, él simplemente acató mis normas. Gabriel se tumbó en la cama, nadie
más lo podía ver, así que no había ningún problema, pero él no se quiso poner
debajo del saco y me abrazó, yo me aferré a su cintura colocando mi cabeza
encima de su pechito, así conseguí volver a dormir un par de horitas más,
mientras notaba como me acariciaba el pelo.
En cuanto terminamos de desayunar nos fuimos todos juntos ya
con el bañador puesto a hacer una caminata por el bosque para ayudar a hacer la
digestión, Uriel estaba conmigo, mientras que veía a Gabriel volar a mucha
altura que a veces se podía confundir perfectamente con un avión.
-
¿Qué te ha
pasado esta noche? Gabriel me ha dicho que le has pedido que te abrazara. –
preguntó Uriel preocupado como siempre por mí.
-
He tenido unos sueños muy raros.- le confesé.
-
¿Quieres
hablar de ello? – preguntó inquietado.
Dije que no con la cabeza y simplemente se quedó callado
caminando a mi izquierda.
-
Tengo miedo.- le susurré.
-
¿De qué? –
respondió Uriel.
-
De equivocarme con Gabriel. Él está muy unido a
mí y me gusta mucho su compañía, pero siempre que tengo recuerdos, no le
recuerdo a él, sino al Chico. ¿Y si me estoy equivocando?- confesé.
-
¿Sabes lo
que representa cuando recuerdas a alguien en tu cabeza aunque no concuerde en
el tiempo-espacio? – preguntó mientras que mostraba una ligera sonrisa.
-
Si, que el Chico de Ojos Verdes es el amor de mi
vida.- respondí, algo preocupada.
-
Un
recuerdo es en realidad una pequeña imagen fragmentada en mil pedazos, que a su
vez se transforma en pequeñas ondas de vibración que vibran igual, para que ese
recuerdo tenga lugar. Una imagen solo es el eco de una vibración que a pesar
del tiempo y el espacio, sigue unido a ti allá donde vayas, entonces la
pregunta es esta, ¿qué es más importante, la imagen o la vibración? – me
preguntó Uriel, volvía sus enseñanzas que hacía tiempo no sacaba a pasear y
esos ratitos los apreciaba tanto que me quedé escuchándole con toda la atención
del mundo.
Me quedé pensando en la pregunta, entendía lo que decía,
pero no sabía qué podía responder. Una imagen vale más que mil palabras, pero
¿y una vibración cuánto vale en realidad? Aprendí en IÓN a valorar el sentido
de la ley de vibración, que dice así: cualquier
objeto, ser o lugar, nos une en vibración constante, a pesar del tiempo y el
espacio esa vibración está ligado al corazón, por ende las vibraciones son la
expresión de objetos, seres o lugares que se representan en forma de
sentimientos.
-
La vibración, porque a través de ella se
expresan los sentimientos.- respondí.
-
¡Has
acertado, Laia! Un sentimiento es mucho más que una emoción que se exprese,
puede ser todo tu mundo en tan solo la expresión de muchos sentimientos. Estos
recuerdos, se unen a ti a través de sentimientos, cuando hay dolor, el recuerdo
está como cortado o tiene tonos más oscuros, pero cuando es algo bonito, el
recuerdo no sufre ningún corte, tiene más luz y además lo recuerdas sin poder
borrarte esa sonrisa de la cara. – explicó Uriel.
-
Cada vez que recuerdo algo, aunque ya no
recuerde nada nuevo, sé que hay de todo, hemos sufrido mucho, pero también
hemos tenido momentos muy bonitos.- le informé.
-
¿Y la
imagen cambiaba? Me refiero a su aspecto, ¿tenía siempre la misma cara, el
mismo pelo, las mismas cicatrices? – preguntó Uriel intrigado.
-
No, solo los ojos y la nariz eran siempre
iguales, el resto cambiaba…- dije algo taciturno.
-
Aquí lo
tienes, Laia. La respuesta que andabas buscando. – terminó Uriel.
Le miré frunciendo el ceño, intentando comprender sus
palabras, pero no llegaba a ello y dije que no con la cabeza, él me estaba
mirando en ese momento, sonrió aún más.
-
La imagen
solo es una expresión, aquí lo que cuenta es lo que sientes. – aclaró
Uriel.
Entendí que los recuerdos solo son sentimientos, y que
quizás la imagen que tengo del pasado del Chico solo es una forma de hacerme
recordar de lo que siento cuando estoy con la llama gemela. No me podía aferrar
a la imagen, sino en el sentimiento que ofrece, porque hombres con los ojos
verdes en el mundo de la 3D hay un montón, quizás un tanto por ciento menos que
tengan la misma nariz, pero ¿ustedes piensan que todos los chicos de ojos
verdes con la nariz pequeñita pueden ser mi llama gemela?
Este es el problema que este planeta tiene con el amor,
¿Cuántos de aquí que leen esto se han enamorado alguna vez de la voz de esa
persona sin tener la obligación de ver una imagen? La humanidad se aferra tanto
en que para enamorarte tiene que gustarte el físico primero y de a poco vas
profundizando, lo que se vaya dejando, en vez de ir directamente a la esencia.
Los ángeles quizás para muchos de ustedes no existen o aún dudan de si
realmente su función social es buena o mala, pero ellos lo tienen claro como es
en realidad enamorarse.
-
El amor parece complicado en esta época.-
comenté.
-
Si, lo
complican porque tienen miedo de sufrir el síndrome de Narciso, ¿sabes quién
es? – preguntó el arcángel Uriel.
-
No.- respondí.
-
Había un
dios en la mitología griega que se llamaba Narciso, que no sabía lo que era el
amor, un día se encontró un espejo y al verse reflejado en él, se enamoró del
reflejo de su propio espejo. – contó Uriel.
-
¿Miedo a enamorarse de uno mismo?- pregunté al
mismo tiempo que me reía a carcajada limpia.
-
Mejor
dicho Laia, esta época tienen miedo de conocerse a sí mismos, para saber qué
les gusta de verdad. Cuando complican las cosas, es porque el miedo tiene el
control y cuando pasa esto, la libertad de expresión se tira por la ventana. –
dijo Uriel también riéndose.
No entendía muy bien qué significaba enamorarse de uno mismo,
pero si que tenía razón Uriel de que cuando uno está enamorado o siente algo
parecido, tiene mucho miedo a cagarla y perder al ser amado. Era chiquita, pero
sentía dentro mí que Gabriel era especial para mí, pero a su vez el Chico también,
entonces fue cuando me pregunté a mí misma ¿Por qué ya tan chiquita debía
sentir esas cosas? Siempre me he sentido extraño ajeno a los demás, pero en
cuestión de sentimientos aunque era chiquita, tenía más claro lo que sentía por
la gente, pero el miedo lo sentía tan vivo dentro de mí que me sentía “atrapada”
sin poder ver las cadenas que me sujetaban las manos y los pies. Me sentía tan
unida a Gabriel, supongo que mi pasado de haber sido algo importante tanto para
él como para mí, hacía un año que me había visto a mí misma de otra vida en esa
misma habitación besar a Gabriel de tal forma que sentía que éramos pareja.
El miedo me concomía por dentro, y la presión de elegir bien
a su debido momento me perseguía silenciosamente todos los días hasta que
tuviera la suficiente valentía como para aceptar inevitablemente su respuesta.
PD. Vamos a tener que hacer un pequeño paron de emisión de estos capítulos porque estamos trabajando con el 11:11 así que durante dos semanas no habrá capítulo, pero quizás si que haya reflexión.
Recomedación: La mujer del hombre que viaja en el tiempo - HBO.
HR.
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