Bilbo estaba contento, porque íbamos a uno de sus lugares favoritos aunque la hora en la que íbamos había demasiada gente, así que solo pasaríamos por allá y nos iríamos por el paseo a caminar. Había quedado con el Chela en frente del ayuntamiento que estaba en la plaza Frà Bernadí mientras que bajaba por las escaleras de la plaza de Dalt Vila empezaron los nervios y un poco la incertidumbre, había esperado tanto tiempo que no me lo podía creer, parecía cómo si realmente todavía no hubiese llegado ese día tan importante para mí.
La plaza Fra Bernadí era realmente interesante, en medio había un lago y debajo de las bóvedas casi pareciera que estuvieses de viaje en el tiempo, por lo menos unos 200 años o así. Delante de la puerta del ayuntamiento había un chico castaños, con los ojos color cafés y una sonrisa brillante, vestía con una chaqueta de cuero y tejanos, me acerqué a él, pensaba que podría ser él, pero antes de que llegase él ya me vio y se puso a caminar hacia a mí.
- ¡Hola Laia! Soy Pablo, te voy a estar enseñado durante los próximos tres meses cómo trabajamos las guardias en la unidad, déjame que te de la bienvenida a la unidad.- dijo levantando la mano derecha, manteniendo todo el tiempo la distancia de un metro.
- ¡Hola, gracias!- dije contenta pero algo tímida.- disculpa pero ¿cuántos años tienes?- le dije.
- Cumplo 16 en un mes.- respondió enseguida.
- Genial.- dije como cortesía.
- Em… ¿vamos?- preguntó señanlizando hacia al final de la plaza.
- Sí, claro.- dije.
Empezamos a caminar, pero él se quedó mirando al Bilbo.
- ¿Y ese perro?- preguntó Pablo.
- Oh, se llama Bilbo, es mi perrito. Es la única excusa que tengo ahora para poder salir de casa… ¿es un problema?- dije.
- No, no tranquila. Entiendo que para ti es más complicado salir… ¿tienes 9 años verdad?- preguntó amablemente.
- Aún no, en dos meses.- dije.
- De acuerdo. ¡Vamos!- dijo.
Pablo me enseñó lo importante que era mantener el equilibrio de la vegetación del paseo del río Ter. Presté con mucha atención, cómo él me iba diciendo lo que se suponía que tendríamos que hacer.
-
Por el momento te encargarás de que todos los árboles mantengan el equilibrio energético. Los demás de la unidad, nos vamos cambiando los caminos, cada día hacemos un camino diferente, tenemos mucho que hacer en realidad. Porque energéticamente las personas necesitan nuestra ayuda constantemente, aunque no sepan quienes somos y no vamos de uniforme como la policía, los demás necesitan sentirse protegidos y estables energéticamente. Porque si no fuese así, el equilibrio sería horrible y después ¿cómo podrían hacer cosas las personas a lo largo del día?- explicó Pablo.
- Entiendo, me encargaré del mantenimiento energético. No hay problema.- respondí aceptando responsabilidades como una adulta con cuerpo de niña.
- Hasta Abril, te estaré acompañando yo. Luego pasarás una prueba con nuestro capitán y él decidirá si puedes encargarte solita de esto.- dijo Pablo.
- ¿Más pruebas?- pregunté.
- Es para asegurarnos de que cumples con lo requerido. Pero este trabajo es muy independiente, solo en casos excepcionales tendrás compañía, el resto harás el trabajo solita.- respondió.
Entonces miré hacia mi izquierda dónde estaba Uriel, tenía la manía de mirar allí, normalmente cuando lo hago sé que con quién me acompaña no puede verlo, pero Pablo miró a Uriel.
- Pero tú ángel de la guardia cuenta como compañía, no tendrás ningún problema en eso, ¿verdad Uriel?- dijo Pablo al mirar a Uriel.
- Claro. Yo la estaré acompañando. – respondió Uriel.
Nunca me había pasado en la superficie de 3D era algo extraño, normalmente hablar con tú ángel guardián es algo bastante privado, pero me gustó que él también lo viera, estaba claro que era mi primer trabajo con una visión muy abierta al futuro y al universo.
El papel de Uriel en esto era básicamente recopilar los datos y ser testigo de que estábamos realizando el trabajo, por eso enseguida que nos pusimos a andar por el paseo del río, él sacó un pergamino y su pluma para empezar a tomar apuntes. Empezamos reconociendo el terreno, es decir, caminábamos desde el embarcador hasta el puente del tren, sintiendo la energía de los árboles, era increíble porque cuando haces esto, es cómo si tú energía de la gran manzana, es decir el aura pero ampliada, se conecta con el aura de los árboles y puedes incluso escuchar sus historias o lo que comentan sobre la gente que pasea por allí, pensando las personas que nadie les escucha, pero los árboles sí que escuchan y quieren ayudarte por eso comparten una parte de su energía contigo, porque con esa pequeña aportación, una persona pueda solucionar sus problemas.
- ¿Alguna vez alguien te ha preguntado porque cuando uno sale a caminar acaba teniendo buenas ideas o las ideas más claras que si se queda en casa dándole vueltas?- me preguntó Pablo.
- La verdad es que no lo entiendo porque sucede.- respondí ignorante de mí.
- Porque los árboles te ayudan a que encuentres la solución a los problemas. Cuando comparten una parte de su energía contigo, tú les das una parte de tú energía que ya no necesitas, y es cuando de repente, te viene una idea muy buena que la acabas llevando a cabo.- respondió sin dejar de fascinarse por los grandes árboles.
- ¡Los árboles son mágicos!- dije fascinada también admirando cada árbol.
- ¡Son lo más!- dijo Pablo.
Mientras que íbamos hacia el pabellón, delante del monumento Victoria escuché cómo alguien me saludaba, pero en ese momento estábamos los tres a solas, me detuve a mirar quién me estaba saludando pero no vi a nadie.
- ¿Qué pasa?- preguntó Pablo.
- No, nada… juraría que había escuchado a alguien… no sé… una voz de hombre desconocida que me estaba saludando… seguro que me lo imaginé…- dije mientras volvía a caminar.
- ¡No, espera!- exigió Pablo, me mostró una mano y yo simplemente me detuve.- ¿dónde lo has escuchado?- me preguntó.
- Aquí… en este monumento.- dije.
Pablo regresó hasta el monumento, me fui a su lado, nos quedamos en silencio, pero nadie decía nada.
- Saludale tú, a lo mejor solo te contestará a ti.- dijo Pablo.
- ¿Hola?- dije, no esperaba respuesta.
- ¡Hola!- escuché.
- ¿Lo has oído?- le dije a Pablo.
- Si… viene de aquí.- dijo mientras se iba a la baranda.
Le seguí, quién nos estaba hablando era un árbol que estaba a la orilla del río, en un lugar no abierto al público, pero que se podía escuchar sin problemas.
- ¿Quién eres?- le pregunté.
- Mi nombre es Raiku, es un honor poder verte, Laia. Entre las hadas no hablan más que de ti… - respondió el árbol.
- ¿Las hadas?- repetí retóricamente.
Entonces vino una hada dónde estábamos se quedó delante de nuestras narices, se detuvo un poco el movimiento que suelen hacer es relativamente muy rápido, se sostenía en el aire gracias a las alas de luz que tenían en la espalda.
- Es un placer conocerte, Laia. Mi nombre es Otaku, soy la guardiana de este reino elemental y Raiku es el gran guardián de nuestro hogar. – dijo la hada.
- ¡Wow! No llevas ni media hora y ya el reino de las Hadas ya te hablan. ¡No lo había visto nunca! Ni a mí lo han hecho todavía… y llevó como tú trabajando en esto.- dijo Pablo flipando.
- Gracias Otaku.- dije con una sonrisa de cortesía.
Algo me temía que esa presentación de las hadas provenía por culpa de mí origen espiritual, que aún lo tenía muy confuso en mi mente, pero demasiado claro en mí corazón.
Ese primer día de trabajo fue tan hermoso que esperaba con muchas ansias que llegase el siguiente día, que fue también mágico. Tal como Pablo había dicho, siempre estaría por el río, aunque por primera vez tuve que hacer el papeleo de todo lo que había hecho durante mis horas de guardia. Para ello, tenía que viajar a 5D una hora antes de lo habitual para hacer el informe.
- Toma Gabriel, estos son mis apuntes que he recopilado durante su primera guardia, tienes que ayudarla a completar sus primeros informes, y luego la acompañas hasta el metro, ya que tiene que ir a clase. ¿De acuerdo? – le decía Uriel a Gabriel a las once de la noche, mientras que yo ya me metía en la cama ese día, mi madre no entendía nada. Nunca me había ido tan pronto a la cama.
Gabriel aceptó el pergamino y se puso a leerlo, arrugó la frente.
- Uriel ¿tú aprendiste a escribir o esto es una psicofonía? ¡No se entiende nada!- se quejaba Gabriel, a mí me hizo gracia.
- Es mi letra, no queda otra.- respondió Uriel, cuando ya estaba en la puerta para irse.
- Para la próxima piensa que los “inteligentes” tenemos que leer tus informes, ¿vale?- dijo Gabriel en plan broma, volví a reír.
Uriel arrugó la frente y los ojos y luego se despidió. Me volví a quedarme a solas en mi habitación con el arcángel Gabriel, dejó el pergamino encima del escritorio y se sentó a los pies de mí cama sin dejar de mirarme.
- ¿Cómo te ha ido?- preguntó Gabriel.
Simplemente sonreí y empecé a explicarle el día, mientras que me tumbaba en la cama mirando al techo ilusionada por lo bonito que había sido todo, pero Gabriel lo notaba que estaba un poco incómodo.
- Tumbate conmigo.- le dije.
- Vale.- respondió Gabriel.
Sin pisarme las piernas, se colocó en el lado de la pared, se tapó conmigo con el edredón y colocó su cabecita hermosa en el almohadón. Yo miraba al techo, pero de reojo pude ver que me miraba todo el tiempo con una media sonrisa, escuchando con atención lo que le estaba diciendo.
Recomendación: La que se avecina - Prime Video.
HR.
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