“La magia existe” es lo que me repetí en mí cabeza, porque volver a ver al Titi tan radiante sabiendo que hacía tres días estaba postrado en una cama, conectado a una mascarilla de oxígeno, tosía todo el tiempo y además casi no tenía voz, se le caía el pelo a mechones y sus brazos que siempre habían estado super musculosos de levantar las piezas de madera de la empresa de carpintería que él mismo había creado junto a sus hermanos, estaban tan hechos polvo... ¡Estaba tan radiante que no se le reconocía que había estado tan mal! Quizás había interpretado el papel más importante de su vida, que realmente se merecía un Oscar, porque realmente parecía otra persona pero era él mismo todo el tiempo.
Seguía pensando que la forma en cómo había permitido que sus hermanos sufrieran su pérdida, era la más horrible que podría haber escogido. Le respeté en el último momento, pero justo aquí, en esa playa tan bonita, pensé que ellos también tenían el mismo derecho de estar igual que yo. La diferencia, era tan abismal que a simple vista no se podía ni ver, el único requerimiento para poder estar allí en esa playa, era pensar que la muerte humana, solo es un paso más hacia la eternidad y no el final de todo. Algo que mí familia les costaría tres riñones reconocer que una persona puede tener vida eterna después de morir, y que además los vuelves a ver una vez ya están muertos, si transmutas la vieja creencia cristiana dónde las almas que mueren se reencuentran con Dios una vez que llegan al otro lado.
Ese paso, por primera vez reconocí que mí familia no estaba preparada para algo así, pero de alguna forma yo había nacido muy diferente ya que los ángeles me estaban permitiendo compartirlo, porque sabían que algún día, podría contarles tanto a ustedes, como a mí familia, cuando todo llegase a su debido momento. En la actualidad mí familia siguen pensando que morir es el final, pero algunos ya han tenido sus primeras experiencias con sus ángeles guardianes y son experiencias que les gustaría volver a repetir.
El Titi flotó con sus alas paradas en el aire hacia dónde me encontraba y después ligeramente rebajó su altura hasta remojarse los pies en la orilla justo delante de mí. No podía evitar mirarle a los ojos marrones que le brillaban como si se los hubiese untado con miel, ¡eran monísimos! Él me sonrió y colocó sus manos encima de mis hombros, parpadeó lentamente como un gatito cuando se siente a gusto con alguien.
- Me alegro de verte, Laia. – pronunció, su voz parecía que estuviese soñando automáticamente me puso los pelos de punta, pero no me sentía aterrada, más bien todo lo contrario, la curiosidad era tan grande que quería saber más.
- Titi… estás… ¡radiante!- le dije.
- Siéntate afortunada que estés hoy aquí, en mi ascensión. Tengo que decirte algo importante que debes saber, pero antes me debes prometer una cosa, ¿vale? – me preguntó.
Dije que si con la cabeza, me faltaban las palabras. Él se acercó a mi oreja derecha para susurrarme.
- Cuida de tus tíos, especialmente de Rafalé. Estaré un tiempo fuera, pero te prometo que volveré, y cuando lo haga, me podrás ver. – susurró el Titi y luego se separó de mí oreja, me sonrió esperando una respuesta.
- Sí, cuidaré de ellos.- le respondí.
- Sé que mi ida no te gusta, pero ha llegado el momento para que empieces a crear tú camino en esta nueva vida que elegiste venir. Tus misiones de vida te esperan, pero aquellos que falsos se pronuncien, te intentarán hacerte perder la razón. Recuerda quién eres, y lo demás simplemente estará conectado. – dijo el Arcángel Humiel.
Entonces el cielo se abrió con una luz muy intensa que cegaba al principio, las nubes eran blancas y entre ellas se veían ángeles que se escondían. Humiel se alejó de mí, miró a los demás ángeles que siguieron cantando en Arcturiano mientras que empezaron a hacer ritmos con las manos, tal y cómo Gabriel me había dicho, copié lo que hacían, aunque el cántico no lo podía reproducir. Humiel simplemente alzó sus manos hacia el cielo y sin dejar de mirarnos, y con las alas en reposo, empezó a alzarse, primero lentamente y después más rápido hacia las nubes de esa luz blanca anaranjada divina. Se me escaparon un par de lágrimas, ¡era tan bonito!
En cuanto llegó Humiel dentro de esas nubes, simplemente desaparecieron en un segundo y las estrellas volvieron a brillar como si nada hubiese ocurrido. Los ángeles se quedaron en silencio, hasta que uno gritó de alegría y los demás se pusieron muy felices y empezaron a saltar, me uní a ellos, entonces brindamos con un jugo de frutas y lo último que recuerdo fue estar con Gabriel con los pies en la orilla, hablando un ratito más.
Al día siguiente me desperté con una sonrisa de oreja a oreja, me fui al colegio muy diferente, incluso me quedé a almorzar en el colegio. A las cinco me tocaba estar con mi abuela, y a la noche al llegar a casa, me encontré con una cajita encima de la mesita de la salita.
- Laia, hemos empezado a desvalijar la habitación de tu tío y nos hemos encontrado esta cajita con una carta que va a tú nombre.- dijo mi madre, me dio la carta y me puse a leerla.
La carta decía “cuida de ella tal y como te prometí que hiciera hace 12.000 años, ahora vuelve a tú familia. Ha sido todo un honor ser el guardián de tal obsequio sagrado. ¡Que Horus nos bendiga a todos! Atentamente, el Titi”.
Me puse tan contenta que agarré la cajita y la abrí, era el catalejo de Horus que me había cuidado por tantos milenios. Volvía a mis manos y como es un objeto muy importante, le tuve que meter en un lugar especial en mí propia habitación que no diré dónde está.
Empezaron a pasar las semanas, el colegio parecía que todo era normal, el Bullying cada vez tenía más protagonismo, me quedaba sin recreo casi todas las semanas y mientras que los demás disfrutaban en el patio, yo me encontraba en el comedor charlando con la hermana Juana. Una anciana mujer muy dulce, de pelo canoso corto, llevaba unas gafas de pasta negras, siempre iba con una Rebequita roja debajo una batita verde, como si todavía estuviese ejerciendo de maestra titulada en la Universidad Autónoma de Barcelona, pero lo cierto es que se jubiló a partir del curso 1997-1998, cuando yo estaba en P4.
En ese colegio todavía quedaban seis hermanas, y eran las siguientes: La hermana Montserrat, que era la más anciana y la que impartió clase a mi madre hacía mucho tiempo, era un amor de hermana, muy simpática, atenta y amorosa; la hermana Patrocinio, que ya les conté como era, de las que menos que te quisieras encontrar; la hermana Sofía, una anciana que ya no vivía en el colegio pero que cada tarde venía y siempre me regalaba caramelitos de naranja, muy bonita y con grandes ganas de escuchar a los más pequeños; la hermana Juana, es la que les he explicado recién; la hermana Assumpta, era la directora del centro y finalmente la hermana Inmaculada, ella impartía a niños con problemas cognitivos en ese tiempo.
- En este colegio cuando vine a trabajar aquí, éramos hasta 16 hermanas, pero los tiempos cambian y ahora solo quedamos seis, aunque solo vivamos tres todavía en el centro, las otras viven en sus casas, incluso la hermana Sofía llegó a casarse y tuvo dos hijos, pero después agarró los hábitos y se quedó con nosotras.- me explicaba la hermana Juana.
- ¿Qué requisitos había para ser hermana del colegio?- le pregunté curiosa de mí.
- Tenías que ser monja, Joaquina de Vedruna era monja de clausura en un comienzo, luego se cambió de congregación y empezó a ayudar a los niños que no tenían educación, por eso fundó el colegio de hermanas, para ayudar a los niños a tener una vida mejor, bajo las reglas de la religión cristiana, que Dios en su gloria misericordia nos ha propiciado.- respondía tras santiguarse.
A pesar de ser monja, ella me dijo que había estudiado Química en la universidad autónoma de Barcelona.
- ¿Cómo es la relación con Dios?- le pregunté.
- Hay un Dios que nos cuida todo el tiempo, pero yo siento que hay mucho más que no conocemos, yo soy una mujer de ciencias, la química es mi gran pasión. Creo que entendiendo a la Química puedo entender a Dios, cómo nos ayuda y cómo nos ha creado.- explicó.
Las demás monjas se aferraban a la Biblia y no había quién las sacase de allí, pero ella era diferente, hablaba por primera vez de la metafísica (es lo mismo que hablan los ángeles, la unión entre Ciencia y Fe). Me dejó muy abrumada pero encantada de hablar con ella en esos ratitos de penitencia, más bien, deseaba estar así simplemente para entablar una conversación de este tipo con ella.
- Yo tengo Fe en Dios, pero también tengo preguntas que debo resolver en mí camino. ¿Sabes lo que decía un gran filósofo llamado Sócrates?- yo decía que no con la cabeza y ella proseguía.- decía que un alumno aprende cuando empieza a cuestionarse él mismo el origen de la vida y encuentra él mismo las respuestas. Con eso quería decir que, el papel del maestro es solo un guía y no una verdad absoluta o mejor dicho una sola forma de hacer algo, cuando existen tantas formas de hacer muchas cosas, ¿comprendes?- dijo la hermana Juana.
- Claro, puedes aprender matemáticas sumando dos más dos, o puedes aprenderlas haciendo algún encargo como por ejemplo, ir a comprar.- respondí.
- ¡Exacto! – dijo con alegría.
- Me siento igual que tú, pero en mi caso, es como si tuviera una conexión y mucha Fe con los Ángeles.- le dije.
- ¡Oh, siéntate afortunada porque no todo el mundo conserva esta conexión!- expresó ella tan bonita y hermosa que parecía un ángel en esta dimensión.
- Si, eso comentan algunos ángeles.- reí y ella también se puso a reír.
Finalmente llegó el día de mi Santo, ese día fue el primero que estaba esperando por tanto tiempo, fue el día en que regresé después de 76 vidas a ser parte oficial de la unidad 23 de la Orden de San Miguel.
Estaba realmente nerviosa, porque eso significaba que a partir de ese momento todas las personas, animales, plantas y minerales que vivían en Manlleu, estarían bajo mi protección, creo que en ese tiempo Manlleu tenía 18.000 habitantes. Fue algo muy importante, de hecho para cualquiera que regresa a este trabajo es muy importante, me había pasado solo 1.500 años fuera de la unidad, la última vez que estuve me habían dicho que tenía mucho que ver con una guerra que pasó en nuestra galaxia que en ese instante no recordaba que hablaba del fin de la guerra de Orión.
Me levanté de la cama, me preparé para ir al colegio, fui a la escuela con un entusiasmo bastante extraño sabiendo que la Laura sacaría alguna excusa para intentar bajarme esas expectativas que tenía, me quedé a comer en el colegio y luego a las cinco me fui a mi casa. Mi abuela estaba de viaje por Holanda durante esa semana, así que me tocaba estar en casa, los días que no tenía que ir al Tripijoc.
- Mamá, ¿puedo salir a pasear al Bilbo por el parque del Ter?- le pregunté.
- Claro, vigila al cruzar la calle, ¿de acuerdo?- respondió.
- Si mamá a las siete regreso.- le respondí ya en la puerta.
Cerré la puerta con una sonrisa de oreja a oreja, porque tenía que irme al parque del río a encontrarme con un chela (un compañero de trabajo, así nos llamamos) de la unidad 23 de la orden de San Miguel Arcángel. Mí primer día de trabajo, estaba tan solo empezando, a partir de ese momento oficialmente era una guardiana activa para proteger este mundo y para lo que le venía encima.
Recomendación: Ginny & Georgia
HR.
HERO&Corporation.
No hay comentarios:
Publicar un comentario