La virgen María me enseñó mediante imágenes superpuestas en la cabeza, distintos momentos importantes que el mundo estaría a punto de suceder, entre ellas estaba una crisis que conllevaría mucha pobreza y que además dijo textualmente “es el fin del velo y el comienzo de una nueva mirada”. Interpreté el mensaje como un cambio que estaba totalmente relacionado a toda la humanidad y en las misiones que todos mis amigos y compañeros de Agartha se estaban preparando para que en el momento que tenga que ser, podamos trabajar ayudando a la humanidad a encarar este cambio e intentar que el mayor número posible de personas puedan hacer el salto dimensional a 5D y no tener tantos hermanos y hermanas dejadas por el camino, porque hayan elegido no seguir y hayan tenido que desencarnar.
Antes de irse, se quedó parada delante de una fotografía dónde había un retrato mío de la boda de mis primos José y Heidi, la tocó y me miró.
- Ellos serán los primeros- dijo la virgen María.
Dejó la foto y una luz hermosa emanó desde su interior y se convirtió en un haz de luz verde clarito para desaparecer atravesando el cristal de la ventana. Entonces el tiempo regresó a su ritmo normal, y seguí cenando aunque me dejó con muchas dudas.
- Laia, ¿quieres abrir el vino?- preguntó mi padre.
- Si.- me levanté y me fui con él.
Agarré la botella y el sacacorchos y me dispuse a abrir el vino, a esa edad no se me permitía beber nada de alcohol ni coca cola por la cafeína, mi madre me decía que hasta la mayoría de edad no podría decidir si tomar o no. Ahora que tengo casi 30 años, sigo sin tomar nada de alcohol, ni drogas, ni fumo, ni tampoco bebo bebidas con cafeína, ni bebidas con gas (porque no me gustan), lo otro porque debo mantener mi estado consciente en plena uso de mis facultades mentales, porque en este trabajo del universo hay que estar sereno para poder cumplir con todo el trabajo y se trabajan muchas horas al día.
Pero aún y así, adoro abrir las botellas de vino y de cava, y me gusta brindar aunque yo lo haga con agua o a veces con Trina de manzana. En la cultura española y creo que también europea, cuando se trata de hacer la cuenta atrás para que pasen las doce de la noche, nosotros lo que hacemos es comernos las doce uvas de fin de año. Quince minutos antes de la medianoche, se prepara en un platito pequeño, doce uvas por persona, la uva tiene que ser del género moscatel (que es la que hay en esa temporada). Nosotros, ponemos la televisión sea en TVE o TV3 depende mucho del año en el que nos encontremos, para prepararnos para tomar las uvas. Por cada campanada que haga en la medianoche, se come una uva hasta completar las doce en total y finalmente se puede empezar a felicitar el nuevo año, se abre el cotillón de fin de año y empieza el baile hasta altas horas de la madrugada.
Aquellas navidades, Papá Noel me pasó unos patines de línea azul marino, terminé empezando el 2002 con los patines puestos y bailando la conga con mi abuela, el tiet Josep, mis padres y el Bilbo. ¡Fue muy divertido! Me acuerdo que esa noche mi madre se empeñó en que me pusiera la falda de pana, cuando yo siempre he odiado llevar falda porque son muy incómodas, pues con los patines era raro ir en falda pero como estábamos en familia, realmente no me importaba. Estaba claro que la forma de vestir de mi mamá era muy distinta a la que a mi realmente me gusta y me sienta más cómoda, porque además llevaba leotardos (eso si que me gustaba), pero jersei de manga larga, eso no me gusta llevarlos NUNCA, sufro de calor en los brazos cuando estamos en invierno, por eso siempre llevo manga corta verano e inverno.
Tengo que confesar que con cinco años, mi madre me compró un jersey muy bonito pero que era de lana que pica, y por eso tuve malas experiencias con los jersey y actualmente solo tengo uno, que lo uso en Noviembre cuando hace esas bajadas de temperatura de -6ºC y lo uso como si fuera una sudadera más, es decir me pongo manga corta o sin mangas, el jersey, la sudadera y luego la chaqueta de invierno, debajo de los pantalones, leggins, calcetines altos y gruesos.
Al día siguiente, teníamos que ir a comprar la comida preparada para el primer almuerzo del año 2002, como oficialmente las pesetas ya eran historia, acompañé a mi madre al banco a buscar nuestros primeros euros. Me hacía mucha ilusión que a mis padres, así que bajé al cajero con ella mientras que mi padre esperaba en el auto, el banco sacó el primer billete que pude ver el de 50€ y con eso nos fuimos a una rostería a buscar comiada preparada, como ensaladilla de pasta, pollo al ast y canelones. Nos fuimos a comer a casa de los titos, tradicionalmente pasábamos el fin de año con mi abuela y la primera comida con los titos.
No éramos muchos como estábamos acostumbrados a ser, al parecer ese año la familia vendría por los Reyes Magos. Me senté al lado del Titi, quería aprovechar cada minuto que la vida me ponía en la misma habitación que él, aunque empecé a sentirme algo nerviosa cuando me daba cuenta de que en tan solo unos seis días, Metatrón volvería para decirnos qué prueba me tendría que enfrentar para poder ayudar al Titi a no regresar tan pronto a 7D. Durante la comida, tenía a mi derecha la moneda de cinco duros que cada vez que no estuviera comiendo, agarraba la moneda y la hacía girar, entonces le miraba y sonreía contenta, porque él estaba allí todavía.
En la cavalgata de los Reyes Magos, ese año pedí mi gran deseo “ayudar al titi a quedarse” pero Gabriel descendió de los cielos, me abrazó y me miró a los ojos.
- Eres fuerte y muy valiente, pero este deseo no puedes mandarlo, porque no está en nuestras manos. Pide lo que quieras, menos eso, mi amor. – dijo Gabriel muy amablemente.
- ¡Por qué tú lo digas!- le grité y le di un empujón que quedó sentado en el suelo.
- ¿Me acabas de… empujar?- repitió.
Me puse de brazos cruzados e intenté ignorarle mientras veía pasar la carroza de Baltasar. Gabriel se levantó y se puso de rodillas delante de mi, colocó sus manos encima de mis hombros.
- ¡No vuelvas a empujarme! ¿De acuerdo? – insistió.
Le ignoré, él pasó una mano por mi mejilla y me obligó a mirarle a los ojos.
- Entiendo que estés enojada, pero debes pedir tus deseos. ¿Qué quieres? – insistía Gabriel.
- ¡Sino puedo pedir eso, no pediré nada!- grité.
- ¡Venga ya, Laia! ¿Puedes entrar en razón aunque sea un triste minuto, por favor? ¿Qué deseas para este año?- se veía que empezaba a quedarse sin paciencia Gabriel.
No le respondí. Cuando pasaron los caballos del final de la cavalgata, Gabriel se alejó sin dejarme de mirar directamente a los ojos, con una mueca de tristeza y molestia.
- Muy bien… deseo concedido. – dijo.
Gabriel se giró y preparó sus alas, pero en cuando iba a dar el salto, le agarré de la mano y tiré de él. Me miró a los ojos.
- ¿Vas a cumplir con mi deseo?- le pregunté sorprendida.
- No, si no quieres pedir nada, les diré a los Maestros que no necesitas nada este año. – respondió.
Le solté y Gabriel voló, sin quererlo le seguí con la mirada mientras que me quedaba allí como un faro esperando volverlo a ver.
La cena de los Reyes Magos fue magnifica, con todos los primos riéndonos sin parar, jugando y pasándola super bien, como si el tiempo se pueda detener en ese preciso momento. Luego cuando volví a casa, los Reyes Magos ya habían pasado y pude desenvolver los regalitos, y me fui a dormir, me levanté a las ocho de la mañana con una angustia grande, mi padre ya estaba levantado y esperábamos a que mamá se levantara que tardaría un poco porque a la hora de almorzar teníamos que ir a casa de la abuela Filomena.
- Mama, ¿sigue durmiendo?- le pregunté a papá.
- No, está en el hospital, anoche tu tio Hilario empeoró y está ingresado de nuevo en el hospital.- me informó papá.
- ¿Cómo que el titi está ingresado?- repetí con cara de sorpresa.
Resultó que a media noche empezó a respirar raro y se desmayó cuando fue a avisar a Rafalé, entonces, vino una ambulancia a reanimarlo y se lo llevaron al hospital de Vic. Mi padre había pactado con el Alfonsito, de que antes de ir a almorzar, iría a buscar a mi madre porque tenía que asistir al almuerzo sí o sí y el Alfonsito se quedaría con el Titi. Antes de eso, me fui al cuarto, cerré la puerta y la persiana de mi habitación, me tapé con el edredón, cerré la luz grande para quedarme con la lamparita, me enrosqué con el edredón y me puse a llorar. Esa fue la primera vez que lloré por el Titi después de saber la situación.
En mi habitación había mucha actividad angelical, entre ellos estaba Gabriel y Uriel, de fondo el coro de ángeles cantando para ayudar a animarme.
- Sé que no debería llorar pero… ¡no puedo parar!- les dije.
Gabriel se acercó a la cama y se sentó, pasó una de sus manos por mi espalda para empezar a hacer caricias, no le veía directamente solo de reojo, pero sus caricias me ayudaban mucho.
- Nosotros no te vamos a impedir que expreses tus sentimientos, si sientes que tienes que llorar, hazlo. Retenerlo solo te provocará más problemas a la larga. Los ángeles estamos acostumbrados a ver a las personas sentirse tristes, pero vemos muy pocas expresar libremente sus sentimientos sin miedo. ¡Nunca te sientas bloqueada por no poder expresarte, mi amor! Nosotros te ayudaremos a que siempre estés bien. – dijo Gabriel, su dulce voz se asentó en mis orejas como si fuera el canto de una nana, tan dulce y llena de amor, que por el peso de mis párpados por haber llorado, empezaron a cerrarse, pero para llorar más.
- Deja que las lágrimas fluyan, pues la fuente de sabiduría también debe alimentarse igual que la planta sagrada que alimenta tú lindo e hermoso corazón. – dijo Uriel ya sentado en la silla del escritorio.
¡Son tan dulces! Con la mano derecha, empecé a buscar la mano de Gabriel que seguía acariciándome la espalda, cuando la encontré tiré de ella, él inevitablemente se tuvo que incorporar hacia adelante, casi cayendo encima de mí, pero ni se inmutó, se quedó allí mientras que entrelazaba mis dedos con los suyos y le daba un besito en el reverso de la mano. Le escuché su pequeña sonrisa, pensé que se había sonrojado, así que noté como se acercaba un poquito más y se tumbaba conmigo. Con la otra mano, me acariciaba el pelo lentamente.
- ¿por qué tengo que sufrir esto?- le susurré solo lo pudo escuchar Gabriel por lo cercano que estaba.
- Esto muestra claramente lo que te importa Humiel, solo aquel que es capaz de llorar la pérdida de alguien, es capaz de decir que lo amaba, puesto que el amor duele cuando perdemos y el amor sana cuando ganamos. Pero aunque se pierda o se gane, expresarás amor porque todo lo que hay en la vida ha sido un fruto hecho con amor. – dijo Gabriel.
Le miré a los ojos arrugando la frente, él se quedó inmóvil intentando averiguar lo que pensaba.
- El Titi sigue con nosotros, él todavía no se ha ido…- dije.
Gabriel mostró su sonrisa y me dio un beso en la frente para quedarse mirándome con esos ojos verdes dilatados y muy hermosos.
- ¡Lo sé!- respondió Gabriel.
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HR.
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