El próximo 2 de Noviembre se celebra el 1º Aniversario de la emisión de estos capítulos, desde la corporación de este blog les queremos dar las gracias por las 16.000 personas que están siguiendo esta serie de la vida de Laia Galí HR en esta actual encarnación nº 84. Pedimos disculpas porque la semana pasada no pudimos compartir el capítulo, nos encontrabamos en Barcelona en una reunión de amigos. Espero que la disfruten, no se oliden de comentar, darle like y si lo desean buscarla en Instagram @laia_gali_hr para más novedades.
Capítulo 54:
En cuanto Kiara me dejó en París, bajé las últimas escaleras
para llegar al andén y buscarlo, lo encontré sentado dónde siempre, el metro
aún le faltaban diez minutos para llegar. Ese día por motivos de él personales,
no estuvo durante la ida, por eso estaba algo emocionada de verlo. Nos
abrazamos, aún no me acostumbraba a eso, pero era divino sentir esa compañía y
nos sentamos.
-
¡Felicidades!- dijo él, de su bolso sacó un
regalito envuelto.- quería que tuvieras algo para cuando regresases a casa, es
convertible a 3D. – dijo y me lo entregó.
-
¡Oh, gracias!- le dije emocionada y sorprendida.
Lo abrí y vi que era un payaso de cerámica muy bonito
tocando el violín, me gustó mucho el detallito.
-
¿te gusta? El fin de semana pasado fui a una
feria con mis padres y al verlo, le dije a mi ángel que lo guardase para ti.-
dijo él, le abracé de nuevo.
-
Lo guardaré con mucho amor en mi habitación.
Gracias.- le dije.
El tiempo fue pasando, las semanas también hasta que llego
principios de Marzo y la primavera empezaba a crecer con fuerza, los días eran
más largos y el colegio parecía una gota de esperanza, porque solo quedaban
tres meses para la libertad del verano. Ese día me tuve que levantar una hora
antes, porque en el colegio nos íbamos de excursión, era la segunda del curso,
pero es que de la primera no me acuerdo a dónde fue, porque yo me encontraba
poseída (creo que no me dejaron ir).
Llegué al bus con mucho sueño, en ese tiempo cuando te ibas
de excursión los autobuses se aparcaban en la plaza del mercado, que estaba
curiosamente a dos cuadras de mí casa. Mamá me llevó allí, me puse en la cola y
subí a un autobús de dos pisos, me tocó ir arriba y me senté sin querer estar
con nadie, en la ventana. Lo conseguí, cuando la profesora dijo que quedaba
solo un asiento libre y era el mío. Puse la cabeza en el cristal y a medio
camino se me cerraron los ojos, notaba a mi izquierda a Uriel que me acompañaba
sentado en el asiento libre. En cuanto abrí los ojos, me encontré con la cabeza
en los hombros de Uriel, en sus brazos realmente, le miré a los ojos mientras
él observaba algo, mire la otra mano y tenía un libro, empecé a hojear lo que
leía.
-
Leyes universales- leí susurrando.
-
Es el volumen de este año, estoy repasándolas
por si acaso ocurre algo contigo.- informó.
-
¿Algo conmigo?- repetí.
-
Nada importante, mi amor. Los ángeles guardianes
debemos estar siempre al día con las novedades que Dios afirma.- dijo con una
sonrisa ligera.
-
¿Qué son las leyes universales?- le pregunté aún
quedaba un rato largo para llegar a vete a tu saber dónde.
-
Consisten en las normas que se rige este
universo para que se mantenga el orden y la armonía. Son como las normas del
colegio, para que sepas qué está permitido hacer y qué no.- dijo Uriel.
-
Ah, ya entiendo. Son las normas de Dios.- dije.
-
Así es, él junto al Consejo Maximus deciden las
leyes y cada cierto tiempo salen volúmenes para las nuevas modificaciones.-
contestó.
-
¿Quién es el Consejo Maximus?- pregunté.
-
Ustedes lo llaman Karma, es el lugar dónde las
personas cuando mueren van allí para saber si tuvieron una buena encarnación o
una mala.- informó Uriel.
Me sonaba muchísimo pero no procedía de esta vida, sobre
todo porque recordaba cosas de haber estado allí.
-
Allí es dónde te juzgan, ¿cierto?- dije.
-
Grave error, mi amor. El universo no tiene el
derecho a juzgarte, ni Dios, ni el Karma, vas allí a ese lugar dónde pones en
equilibrio todo lo que has hecho y todo lo que has aprendido y luego, del
resultado que obtengas, determinas si ha sido eficaz o no para ti la encarnación.-
contestó, se le cerró el libro sin punto, pero no le importó.
-
Entonces, ¿por qué pensamos que nos castigan?-
pregunté.
-
Eso es cosa de la dualidad, y aquí estás en la
tercera dimensión, el punto que une la dualidad transformándola en trinidad.-
repitió.
Me quedé mirándolo sin entender, quería decirle que no le
entendía, pero él ya comprendió mi cara de turista sueco perdido en Plaza
Cataluña.
-
Recuerda porque existe la dualidad, mi amor.-
dijo Uriel.
-
Es la forma que tiene el universo, la unidad para
observarse.- contesté.
-
Entonces, necesita un punto que sujete esa
dualidad, y por eso llega…- dijo pero le interrumpí.
-
La tercera dimensión.- contesté.
-
Así es, entonces, si lo miras bien, ¿qué objeto
dibujan?- preguntó.
-
Un triángulo.- dije.
-
No, no lo estás entendiendo, mi amor. Espera,
mira…- dijo mientras se sacaba del bolso un papel y una de sus plumas con el
tintero. Y empezó a dibujar el triángulo.- tú lo ves de esta forma, un
triángulo, pero ¿y si le damos la vuelta?- dijo, y lo giró.
-
Una
balanza. Si, una balanza. El punto de sujeción es la forma la 3D y la
dualidad, sería la 1D y la 2D, lo veo.- dije contenta como si hubiese
descubierto el mayor secreto oculto del planeta.
Una balanza es la forma perfecta para poner las cosas en
equilibrio, pues el punto que les une, es la zona en que no está ni a un lado
ni al otro, solo es el que debe observar y comprender que ambas partes son
necesarios para continuar viviendo. Nada es la única fuerza, pues la luz
necesita la oscuridad para mantener la fuerza y estar así en equilibrio en el
universo. Lo entendí, porque curiosamente nos habían hablado de ellos en IÓN,
el Seraphin Hamiah que era el nuevo profesor de segundo año, nos estaba
explicando la importancia del ritmo y de la armonía, dos aspectos que el universo
son fundamentales, para que nosotros estemos aquí hoy.
Escuchar a Uriel siempre era una maravilla, a veces me
quedaba mucho tiempo observando qué hacía sin que tuviese la necesidad de
decirme nada, solo quería saber la suerte que tenía que con casi seis años,
tuviera tanta buena relación con mí arcángel guardián. No tenía ni idea ni
entendía eso que decían los adultos de que yo era una chica “diferente” y que
todo lo que hiciese de alguna manera u otra siempre “marcaría la diferencia”.
Los adultos hablaban como si llegase a presidenta del país, pero los ángeles
eran más realistas y hablaban de la misión y el propósito de vida que me estaba
preparando para realizar, y el hecho de tener tanta curiosidad por los
conocimientos universales a tan temprana edad, respondían inconscientemente lo
que yo no veía en mí o me costaba reconocer, de que yo “marcaría la diferencia”
hiciese lo que hiciese.
Entonces, en el bus, miré la carretera y me quedé pensando,
tenía una duda que no podía sacarme de la cabeza y del corazón, Uriel notó mi
preocupación, así que me pasó un brazo por los hombros se acercó a mí, yo no
quise mirarle, seguía observando el día que parecía ser algo gris.
-
¿Qué te
pasa, mi amor? – preguntó.
-
No sé si estoy tan bien, sabiendo que hace un
año, me sentaba con las compañeras de clase y me aceptaban en su entorno, y
ahora, todo es tan diferente. Me gustaría estar ahora con ellas, esta es la
primera excursión después de todo, y la verdad es que me gusta estar contigo,
pero si en IÓN tengo amigos, ¿por qué aquí cuesta tanto?- le dije.
-
En el
fondo te aman, mi amor. Pero tienen miedo, miedo a escuchar lo que dices, a
seguirte y a cambiarles la forma de ser… te dicen todo esto, porque no saben
cómo ser fuertes y vencer el miedo. Pero todo esto, algún día pasará. Pero yo,
aquí estoy, no lo olvides nunca, mi amor. A mí siempre me tendrás contigo, en
las buenas y en las malas, cuidándote. – dijo Uriel con su lindísimo
corazón.
El miedo, algo que no todo el mundo por desgracias a nivel
social, es capaz de enfrentarse a sus propios problemas y permiten que les
domine.
-
¿Cambiarles la forma de ser?- repetí.
-
En el
momento en que hables de nosotros, cuando puedas hacerlo, eso les va a chocar y
mucho, por ende, deberán aceptar el cambio en sus vidas, en todos los aspectos
si se comprometen a seguir a tú lado. – explicó Uriel, no entendí ni la
mitad de las palabras, pero parecía importante, simplemente asentí y volví a
ver por la ventana.
De repente escuchamos aplausos que venían del fondo, como
acto reflejó, me tumbé hacia adelante en el pasillo para ver qué pasaba, era la
profesora que había dicho de que ya habíamos llegado al lugar y que en cinco
minutos bajábamos del autobús. Me alegré, aunque estaba algo intrigada, ¿qué
museo será esta vez? Adoro estudiar y salir con el colegio, pero a veces hay
visitas un poco aburridas. Por eso, no tenía muchos ánimos, ni recordaba en ese
momento el nombre del lugar, pero días antes, nos habían dicho que teníamos que
ir de deporte, por eso nos hizo ir con el chándal del colegio, tendría que ser
algo de deporte, porque se empeñaban en que llevásemos calcetines, porque en
ese lugar, no dejan pasar con zapatos.
El autobús aparcó pero del lado dónde me encontraba no se
veía nada más que una pequeña casita hecha de rocas antigua, dónde el cartel
ponía Gnomopark. Una vez a fuera, nos pusieron por parejas y le tuve que
dar la mano a alguien de la clase, no recuerdo quién era, pero parecía que la
otra persona estaba asqueada de hacerlo, y empezamos a caminar para cruzar la
carretera, y llegar al recibidor de la casa. Allí nos dejaron desayunar todos
juntos en círculo. Cuando era una excursión, tenía bocata para desayunar y para
almorzar, todo un lujo, puesto que para desayunar mi madre siempre me ponía una
mandarina o un plátano. Tenía mucha hambre así que me comí todo el desayuno sin
hablar con Uriel, que él se había traído otro bocata de su vibración.
Al terminar, nos hicieron quitarnos los zapatos y guardarlos
en consignas dónde las llaves las guardaban las cuatro profesoras que vinieron
con nosotros. Entonces, bajamos unas escaleras, todo estaba enmoquetado,
recuerdo que la moqueta era azul y una vez a bajo, un pasillo con muchas
ventanas, que me quedé muy intrigada, hasta que nos abrieron las puertas de
cristal y nos quedamos todos los niños, en shock al ver el paraíso. Había
hinchables, piscina de bolas, toboganes de todas las alturas, juegos de
escalada, más hinchables,…. Era el paraíso de todo niño, un lugar de diversión
para nosotros.
Me aferré a la túnica de Uriel, porque pensaba que estaba
soñando o que todo era una broma pesada, porque no podía ser que la excursión
fuese ese lugar. Más niños estaban igual, y más cuando nos dijeron, que
podíamos ir a nuestro antojo dónde queríamos durante toda la mañana. Cómo era
de esperar, los niños empezamos a correr para ir a lo primero que se nos
pusiese por delante, pero al ver que había cola, le dije a Uriel ir a otro
hinchable y nos fuimos él y yo a todos los lados, subimos, nos divertimos, fue
fantástico. ¡La mejor excursión de mí vida!
En un momento en que estábamos a solas Uriel y yo, nos
pusimos a hablar mientras estábamos en lo alto de uno de los toboganes.
-
¿Te gusta,
mi amor? – preguntó Uriel.
-
Si, es la mejor excursión de mí vida.- contesté
como si me hubiese tomado cinco quilos de azúcar intravenoso.
-
Anasiel
pensó que te iría bien esto, y así lo hemos organizado, para ti y para tus
compañeros – dijo, me quedé observándole.
-
¿han sido los guías?- pregunté.
-
Si, mi
amor. Te hemos visto muy triste últimamente, y te queríamos dar un regalito
– dijo Uriel, le di un abrazo y bajamos juntos el tobogán.
¿Ven? ¡Son un amor! ¿Cómo podría tener yo miedo de ellos?
¡Son un amor y te cuidan muy bien! ¡Yo confío en ellos totalmente!
Capítulo 55:
Dos días después de la excursión al paraíso, de nuevo entró
la realidad sin previo aviso en mí vida. Estábamos en clase de lengua y de
repente llaman a la puerta, era la Roser, la directora del colegio. La Ramona
la dejó pasar y ella entró junto a otra mujer también monja (hace muchos años
que van sin hábito), se colocaron en medio del espacio del profesor.
-
Alumnos, la directora tiene unas palabras para
vosotros.- dijo la Ramona.
Ella le dejó paso a la Roser, eso era algo raro por eso
sentía en el corazón preocupación, algo había pasado y teníamos que saberlo.
-
Queridos alumnos, me hace muy feliz decirles que
a partir del Lunes, yo dejo de ser vuestra directora. Me han llamado en Vic en
el Escorial para que lo dirija temporalmente y después, regresaré a África a
seguir enseñando a niños de Uganda en un conclave que tenemos en una ciudad de
allí. Por eso, les tengo que presentar, que esta señora que tengo a mi lado,
será la nueva directora, su nombre es Assumpta. – dijo la Roser.
Sentí como me partían el corazón. La Roser, la que me había
salvado la vida, se iba del centro. ¿Por qué? ¿Por qué a mitad de curso?
-
Es un placer, poder hablarles, alumnos. – dijo
con una sonrisa forzada pues su ojos decían todo lo contrario Assumpta.- espero
que se lleven bien, y así no tenga que venir a buscarles para que vayan a mí
despacho. Durante mi tiempo aquí, haré que este colegio siga obteniendo buenos
resultados académicos, y se respeten las normas del conclave. – dijo.
De primeras no parecían buenas noticias, el cambio lo sentí
a peor, no por el centro, sino por la relación que mantenía ella misma con ella
misma. Me entró rabia de repente, no por el cambio, sino por las palabras y la
forma de decirlas la futura nueva directora.
Cuando llegó el lunes, me fui a clase como era normal, a
mitad de la clase de conocimiento del medio el teléfono sonó, interrumpiendo la
clase, la Ramona contestó y al terminar la conversación, me miró a mí.
-
Laia, tienes que ir al despacho de la directora.
Te quiere ver.- dijo la Ramona.
Me levanté con cara de ¿qué habré hecho? Fuese lo que fuese,
no era bueno. Con Uriel nos fuimos para allá, salimos de la clase, pasamos todo
el pasillo hasta llegar a las escaleras, luego agarramos el otro pasillo que
doblaba a la izquierda, hasta el final, antes de volver a doblar a la
izquierda, llamé a la puerta de cristal traslucido y entré al escuchar el
permiso.
-
¿Eres la Laia Galí?- me preguntó la Assumpta.
-
Sí.- dije.
Me pidió asiento, mientras ella arreglaba unos papeles en
una carpeta. El despacho era demasiado pequeño para ser la directora de un
centro, todavía se estaba terminando de instalar.
-
A partir de ahora y hasta que termines el curso,
te quedas castigada sin patio y vendrás al comedor a hacer copia, ¿me has
entendido?- exigió la Assumpta.
-
Si, pero ¿Por qué me castiga?- le dije.
-
Tras estudiar tú historia de los últimos meses,
he tomado la decisión de castigarte, ¿algún problema? Ya que no puedo
expulsarte porque la documentación está firmada por la anterior directora, solo
puedo dejarte sin patio y sin excursiones.- dijo ella.
¡Mal empezaba su mandato! ¡Otra que me declaraba la guerra! Así
fue como empeoró toda la situación y el curso en sí.
-
¿Sin excursiones también?- repetí gritando.
-
Sí, pero no grites.- dijo ella.
-
No, no lo acepto.- dije.
-
¿Cómo?- repitió.
-
No, no lo acepto. Acepto que me sigan castigando
por lo que hice, que ya pedí disculpas por ello, pero no acepto que usted me
diga que no puedo ir a las excursiones. ¡Exijo una explicación!- dije.
-
Ya me habían contado que eres rebelde, pero se
te va a quitar la tontería, si sigues por este camino. Yo, no te voy a dejar
pasar ni una, ¿entiendes?- amenazaba con cada palabra que decía.
-
Y yo a usted, no le voy a tolerar que se propase
conmigo, por un simple accidente ya erradicado, ¿sabe?- le dije.
La Assumpta se quedó mirándome como sino entendiese mis
palabras.
-
Entiendo que usted era de las que me quería
expulsar porque casi mato a un alumno, que además era amigo mío. Pero que sepa
que se equivoca conmigo, porque yo no soy como los demás. No todo es lo que
parece, ¿entiende? Mire, si esto va más allá, mi madre no le va a gustar y va a
ser peor… no le quiero meter miedo, pero creo que esto lo podemos solucionar
entre usted y yo. Acepto quedarme los patios en el comedor, pero las
excursiones, es demasiado.- negocié.
Se quedó en silencio, parecía que pensaba y entraba en razón,
pero en realidad no pasó. Me mandó a clase sin decirme nada. Así que volví a
clase y la Ramona antes de que yo pudiese entrar en la clase, recibió la
llamada de la directora y le contó lo sucedido.
-
Laia, recuerda que hoy a la hora del patio te
quedas en clase.- dijo la Ramona.
-
Ok.- dije y me senté en mi lugar para continuar
la clase.
No me pude concentrar y estuve repasando en mí cabeza mil
veces la conversación con la nueva directora. Cada vez tenía menos esperanza de
que hubiera alguien coherente entre el equipo docente de ese colegio, porque la
verdad es que… no entendía porque me declaraban la guerra solo con verme una
sola vez. ¿Qué es lo que escribían de mí los profesores al final del curso?
Estaba seguro que eso tenía mucho que ver, con que el tutor del año siguiente
se comportase así, seguramente que se preparaban todo el verano para decirme,
que me declaraban la guerra, de que yo era el causante de todo en vez de una
víctima más. ¡Horrible!
El colegio me daba esa cara de la moneda de aprender en dos
lugares distintos, dónde en IÓN todo era perfecto, ningún alumno se le pasaría
por la cabeza reírse mal de alguien, ni mucho menos aprovecharse los Maestros
de ser diferente, y en el momento en que subías a la superficie y me tenía que
ir al colegio, eso era la guerra. Luz y oscuridad de nuevo, las dos caras de la
moneda, no entendían porque me hacían eso aquí arriba, por eso deseaba quedarme
en Agartha y no estudiar más en el colegio. Pero fui de todos modos, porque
había elegido encarnar por alguna razón, pero sufrir tanto ya era demasiado.
Cada día era una tortura psicológica sin saber si se iban a
meterse conmigo, si los compañeros o los profesores, por hacer una pregunta diferente
o por hacer algo normal, y marcarlo como diferente. Las largas horas de clase,
y luego estar en el comedor, haciendo copia cien veces, hasta que terminase el
cuaderno “No seré una chica rebelde en
clase ni en el colegio, seré obediente”. ¡Vaya chorrada de frase! ¿Rebelde?
¿Ustedes piensan eso? Es evidente que no es este el problema que había. Y
obediente para ¿qué? ¿Para que hicieran conmigo lo que les diese la gana? ¡Ni
hablar! Si ser una rebelde en clase, quería decir ir en contra de las actitudes
de los profesores antes los alumnos, lo aceptaba con honor. No me di cuenta
pero, haciendo estas cosas, la gente hablaba de mí, gente que ni sabía quién
era y que además, no estudiaban en el mismo colegio, el rumor de quién era, se
había extendido a toda la ciudad.
Un sábado que mi abuela había quedado con su hermana
Cristina, y que estaba con ella mi prima Sofía, nos fuimos a la tarde al parque
del Ter, dónde curiosamente había compañeras de clase de Sofía y de la mía.
Todo parecía ir maravilloso el sábado, hasta que Sofía llegó con sus amigas y
los de mí clase, empezaban a reírse de mí, porqué había aparecido en el parque
y me quería columpiar como todo el mundo. Sofía se los miraba con una cara de
enojo, porque no entendía qué pasaba, hasta que una de las compañeras de la
otra clase, se acercó.
-
¿Qué haces tú aquí? ¡Vas a contaminar el
columpio y nadie más podrá sentarse!- dijo con prepotencia la niña.
Me quedé en silencio, Sofía se me quedó mirando y la chica
le contó cosas, que por la cara que ponía mi propia prima, sabía de lo que le
hablaban. La estuve observando para ver si se atrevería a defenderme, pero de
repente, se echó a correr con las chicas y a mí me dejaban detrás, yo las
quería atrapar hasta que me di cuenta de que querían deshacerse de mí.
Entonces, paré en seco y la miré. Esa fue la primera vez que vi la verdadera
cara de la moneda de mi prima del alma, sería capaz de abandonarme por un
simple rumor.
Así que me fui con Uriel a otro lado del parque, intentando
subir en alguna parte, pero parecía que la chica apestada no podía estar allí,
y me fui finalmente con la iaia Filo y me senté al lado de ellas dos.
-
¿No juegas, Laia?- preguntó Cristina.
-
No quiero, gracias.- dije amablemente, pero
estaba triste.
-
¿Por qué?- dijo mi abuela.
-
No me apetece estar aquí.- le dije.
Me quedé con ellas durante la hora y media, mientras veía
como la Sofía se la pasaban muy bien con sus amigas jugando a cosas, que yo
quería jugar. Me enojé con ella. Yo era la primera en llegar a casa, antes de
nada, le di un abrazo a la abuela y le dije en la oreja “No quiero volver al Ter si hay tantos compañeros de clase, por favor”
ella me miró y dijo que si con la cabeza, aceptando lo que le había dicho. Le
dije adiós a la Sofía con la mano sin ganas, le di dos besos a la Cristina y
subí las escaleras de mi casa con rapidez.
Una semana después, fue mi cumpleaños, y el domingo de esa
semana, mi abuela y el Tiet Josep tenían un almuerzo en mi casa programado, con
pastel de postre. En celebraciones como esta, en casa somos más de pescado que
de carne, excepto mi padre, así que casi dejamos el mar sin crustáceos pero fue
una linda celebración. Mi abuela me regaló bastantes cosas, pero lo que
recuerdo fue el Tiet Josep que venía con una bolsa de chuches junto mi edad
equivalente en dinero. En ese tiempo era muy chiquita para saber cómo
funcionaba el dinero, por eso mis padres se quedaban eso para que me pudiese
comprar ropa en rebajas. Porque la abuela también daba un sobrecito con dinero.
Dos semanas después, una noche de sábado, mis padres me
pidieron que me sentase en el sofá del salón porque me querían decir algo
importante. Me asusté, normalmente siempre eran para dar malas noticias. Solo
hacía una semana que se me había caído mi primer diente, cuando empezaron a
hablar sobre el ratoncito Pérez y los Reyes Magos, sobre todo de Papá Noel. Me
dijeron la verdad, que en realidad son los padres. Fue el momento más horrible
de mí vida, porque no podía creer que mis padres no creyeran en la importancia
de los Maestros Ascendidos en la Historia de la Humanidad. Eso es lo que me
puso triste en realidad, dejaron de ver… dejaron de ver como un niño… dejaron
de crear… dejaron de sentir… se estancaron.
Entiendo que algunos piensen que tenía una expresión
sobredimensionada de los Reyes Magos, pero una vez más lo digo, no miento. Esta
es mi experiencia de vida, acepto lo que piensen de mí, pero no intenten
hacerme ver o creer que no existe, pues este es mi perspectiva de la vida,
ustedes tienen otra y se las respeto.
Lo peor de esa noticia era que José y muchos niños del
colegio más grandes, también dejaron de ver y de sentir. Eso me volvió a romper
el corazón, al terminar mis padres la charla, me dejaron sola en el salón y me
abracé a Uriel y lloré.
-
¡No puede ser que dejaron ellos también de
sentir las dimensiones! ¿Por qué yo tengo que vivir así?- le dije.
-
Lo
elegiste, mi amor. Debes aceptar sus consecuencias y la responsabilidad que eso
te hace llevar este camino. – dijo Uriel.
Allí fue cuando me di cuenta de que cuando pudiese decir lo
que siento, habría problemas con más personas de las que pensaba. Evidentemente
que ahora me tocaba vivir unas navidades en dos aspectos muy diferente, aspecto
de luz en Agartha y el aspecto de oscuridad en la superficie.
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HR.
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