sábado, septiembre 05, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 46

 

Esa nochebuena fue muy diferente a lo que estaba acostumbrada a sentir, porque tan solo hacía una semana y poco más que había vuelto a la realidad de mi vida, y me sentía cada día con una culpabilidad tan grande, que dejé de ser literalmente una niña y de nuevo tuve que madurar más rápido de lo que sería habitual. Mientras que estábamos en casa de la iaia Victoria, el titi me invitó a ir a su habitación, al parecer tenía algo para mí.

-          Acaba de llegar esta carta por mensajero urgente desde 5D para ti, creo que te va a gustar de quién es…- dijo el titi con una sonrisa picarona.

Miré el remitente de la carta, me quedé con las cejas arqueadas pero el corazón me dolía, era del Chico de Ojos Verdes. En vez de abrirla, tiré la carta encima la cama, no quise abrirla, no tenía el valor de leerla.

-          ¿Qué te pasa?- preguntó el Titi.

-          Aún no le he contestado ninguna carta…- empecé a emocionarme pero de tristeza.- no me atrevo a decirle,… qué me ha pasado.- dije.

-          Uriel me comentó que ya lo sabe.- comentó el Titi.

-          Sí, pero no sabe que he estado a punto de matar a un hombre. No me siento feliz de eso, me siento muy mal por eso.- le confesé, pero terminé abrazado a él llorando.


Tenía mucho miedo de haberlo perdido a él también, si le decía lo que había hecho, aunque no fuese de mi voluntad, me dejaría de lado como todos. En dos semanas, no había vuelto a hablar con nadie, excepto seres de luz de 5D. Con mis padres poco les pude decir, a la iaia Filo menos, i al tiet Josep simplemente me acepta tal y como soy. Pero los compañeros de clase y los profesores, ya no confiaban en mí, porque a la hora del patio, tenía que estar al lado de los profes, me castigaron durante todo el que quedaba de curso.

Una cosa es tener espíritu solitario y la otra muy distinta es estar solo en la vida. La primera significa que disfrutas ratos con la gente pero mucho más cuando haces las cosas tú mismo y sin la ayuda de nadie, como por ejemplo viajar tú solo sin depender de nadie, te lo pasas en grande, en cambio, la otra forma, es que a pesar de que quieras en ciertos momentos socializar, no te den la chance porque tienen miedo de ti.

-          ¿Cuántas cartas te ha mandado desde que te ha pasado esto?- preguntó el titi.

-          Más de veinte.- contesté.

-          ¿Cuántas personas también han hecho lo mismo?- dijo el titi.

-          Ninguna, solo él.- dije entre lágrimas.

-          Pues ¿de qué te quejas? Está claro que le importas, sino no estaríamos hablando de esto.- afirmó el titi.

Me puse de pie y me fui al pasillo cerca de la puerta, al ver a Dary le hice una señal para que viniera a mi lado, él caminó por todo el pasillo hasta llegar a mi lado.

-          Ven conmigo.- le susurré y volví a caminar hacia el cuarto del Titi.

Dary entró detrás de mí, y cerró la puerta, el Titi se quedó mirándome sin entender qué estaba haciendo.

-          Tengo una idea, pero necesito que ustedes dos me hagan un favor, ¿puede ser?- dije.

-          Claro, dime mi amor. – dijo Dary.

El titi lo confirmó con un gestó con la cabeza. Entonces, les empecé a explicar.

-          ¡Cuenta con nosotros, mi amor! – dijo con una sonrisa Uriel.

El día después de Navidad, subimos como era tradición a San Bertumeu Del Grau, un pueblo que hay encima de una montaña en la comarca Osona en Cataluña, porque mi tío Quim nos había invitado a celebrar San Esteban con toda la familia Galí en su casa. Es tradición aquí celebrar San Esteban, es el día de los famosos canelones, pero en realidad nunca he sabido porque se celebra solo en Cataluña. Como ya les dije en otras ocasiones, la familia Galí es muy diferente a la Garcia, carecen de la ironía y son mucho más secos que un cactus en el desierto. Por eso me he sentido más integrada en la familia Garcia que la Galí.

Al llegar vi en el gran salón un árbol de navidad lleno de regalitos, todos ponían nombre y la gran mayoría eran para mí. Saludé a todos los que siempre veo de la familia, pero ese día éramos casi 30 personas, por los cuales, todos éramos familia. Personas que ni sabía que existían, primos y tíos que ya no sé dónde se encuentran pero todos viven en la comarca, curiosamente o en Vic o San Pere de Torelló. No se me quedó ningún nombre, bueno si, un primo ya de más de cuarenta años llamado Joan Lluís (Juan Luis) y su hija Elisabet. También había familiares de mi tía Rosa María, como por ejemplo su madre Rosa y su hermano Ramon, me alegré mucho de verlos de nuevo.

Pero cuando vi a Líon se me pasaron todos los males, arranqué a correr y él me agarró al vuelo, para terminar abrazada a él en sus brazos. Lo echaba mucho de menos a mi primo favorito de parte de Galí.

-          Mi León protector…- le susurré a la oreja.

-          Yo también te he echado de menos…- sonrío y susurró.

Me bajó de sus brazos y nos fuimos de la manita hasta el árbol de navidad, era el momento de abrir los regalos. En ese momento, llegó Uriel a mi izquierda y disimuladamente me entregó un paquete que guardaba en su saco, y se lo entregué a Líon.

-          ¡Feliz Navidad!- le dije con una cara de alegría.

-          ¡Oh, me has hecho un regalo! ¡gracias!- dijo en señal de sorpresa.

Le regalé tres pequeñas láminas hechas con dibujo abstracto en clase de dimensiones con el tiet Josep, firmados por los dos.

-          También ha colaborado el Tiet Josep.- le dije.

-          Pues ya le diré las gracias, en cuanto lo vea.- contestó super contento como siempre.

Cada vez eran más raras las navidades, empezaba a pensar cual era el sentido de la navidad, porque los regalos por muchos juguetes que fuesen, yo ese año no deseaba eso… tenía otros deseos para papá Noel y Reyes. Empecé a pensar en lo que decía José, un compañero de clase que me había llenado la cabeza de tonterías durante la última semana de clase antes de las fiestas, decía “los padres son papá Noel y los reyes” y yo le decía que no, que no era así… mis padres no podían ser mágicos, no tenían ni pizca de magia, no saben que son las dimensiones, van a saber ser un alquimista… ¡mentía seguro!

También esas navidades eran especiales para todo el mundo, porque se suponía que dejábamos atrás del siglo XX y entrabamos en el siglo XXI. Algunos tenían miedo, porque se había escampado un rumor de que el mundo se iba a terminar en nochevieja y otros decían que el futuro había llegado por fin. Ninguna de las dos sentía que podrían ser, solo sabía que sería en ese siglo que cumpliría mi misión y propósito.

Así que harta de escuchar a José, aprovechando que la Ramona nos había mandado a escribir una carta a los reyes magos, aproveché para apuntar una cosa que no había apuntado en la carta de mis padres. La profe nos dijo que teníamos que pedir para el inicio del siguiente trimestre, unos rotuladores de una marca en concreto. Como se me olvidó en la otra carta que ya se había entregado, pues lo puse en esa, pensando “si son mágicos no les importará que en esta segunda carta, les pida una cosa más, ¿no?”. Pero en ningún  momento le dije a mis padres nada de los rotuladores, pensé que no hacía falta decirles si los reyes magos ya lo sabrían al leer la carta, y la entregué a Baltasar que vino directamente un page de él en la escuela al día siguiente.

La nochevieja fue en casa de la abuela Victoria con todos los familiares, entre ellos estaba Aros, sentado en el sofá muy extraño, estaba más tranquilo de lo normal, tanto que no parecía él. Al parecer le habían permitido salir de la escuela psiquiátrica solo para celebrar la navidad, nochevieja y los reyes. Me quedé de pie observándolo, pensaba que miraba la televisión, pero miraba la pared blanca del fondo, como si estuviese hipnotizado. Dentro de mí algo se movió y empecé a tener muchas ganas de llorar, pero no por miedo, sino de tristeza, porque él estaba igual que yo, él veía ángeles y los seres de luz, pero terminó muy mal parado.

Mientras que los demás estaban en sus cosas preparando la mesa y entre otras cosas, yo me acerqué a Aros y le abracé con tanta fuerza que pude sacarlo de ese estado y me pudo corresponder ese abrazo. Le diagnosticaron esquizofrenia paranoide con conductas violentas. Antes de decirle nada, empecé a ver cosas que él mismo me pasó de corazón a corazón, sin pronunciar palabras, pude ver todo lo que sucedió ese año, pues el año anterior él ya no estaba así, él era él mismo. Las imágenes brotaban de nuestros corazones sintiendo al mismo tiempo el miedo y la tristeza que él estaba sintiendo, tanto en ese instante, como al recordarlo y proyectándolo en mí. Estaba sufriendo, de la misma forma como si estuviese en plena batalla entre lo que está bien y lo que está mal en él.

No sabía que le habían cambiado de colegio hasta que Uriel me lo contó ese día, pero pude ver que el tipo de colegio que le habían cambiado, era muy diferente a un colegio convencional. Ni sabía la existencia de colegios psiquiátricos, por las imágenes que vi, era lo mismo que un psiquiátrico pero para alumnos menores de edad, dónde se les impartían clases para el desarrollo cognitivo del niño, pero con la diferencia de que se quedaban a dormir y además pasaban terapia psiquiátrica y tomaban medicación para detener los delirios.


Esa misma noche, cuando sonó la última campanada con la última uva, tuvimos que felicitar a Aros porque era su 9º cumpleaños, él nació tres años antes que yo y supuestamente con el mismo “problema” que yo. Con el tiempo, su conducta violenta lo atribuyeron a la mala educación que tuvo de su papá, que según los médicos le costaba entender lo que estaba bien y lo que estaba mal, porque su papá le decía que robar era bueno y tener compasión por alguien era malo. Otra cosa que vi venir tras esas navidades tan extrañas es que la familia ya no le trataban de la misma forma que lo hacían antes de todo eso, empezaron a darle de lado, la propia familia. Eso lo hicieron de forma tan silenciosa que aunque no se emitiera ningún ruido, se veía nada más con observar la forma de relacionarse con él.

-          ¿Por qué la familia lo trata diferente a él?- le pregunté a Uriel.

-          Tienen miedo de él- dijo Uriel su cara decía que también veía una conducta injusta.

-          No quiere hacerles daño.- dije intentando consolarme.

-          Si, pero ellos no lo saben. Ellos no tienen la capacidad de la compasión tan alta como la tienes tú, mi amor. Aros es igual que tú, no lo olvides, solo que su camino ha tomado otro rumbo, la pregunta es ¿tú le dejarás de lado? – dijo Uriel.

-          Por supuesto que no. En mi puede confiar. Sé que no quiere hacer daño a nadie, aunque la conducta violenta no lo respalden mucho, sé más que nadie, como es esto de vivir así, con ustedes de nuestro lado. Aquí tiene a alguien de confianza, siempre.- le dije con todas mis facultades mentales intactas. Él no me da miedo.

La sonrisa de Uriel fue suficiente para que dejase de abrazar a Aros y le mirase a los ojos.

-          Pase lo que pase, yo estoy contigo. No lo olvides.- le dije.

Aros iba muy medicado y no pudo decir nada, tenía la boca pastosa, pero sus ojos emocionados fueron suficientes como para que yo supiera que me entendió.

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HR.

HERO&Corporation.

domingo, agosto 30, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 44 y 45

 Capítulo 44:

A primera hora del día siguiente, la Ramona estaba empezando los diez minutos de rezo obligatorios, ese día llegué pronto, algo inusual, pero ocurrió.

-          Vuestro amigo Gerard, se encuentra mucho mejor, se quedará en el hospital pero ya no está en peligro.- dijo la Ramona.

Esas palabras me calmaron mucho, no había matado a una persona y nunca más lo volvería a hacer, no en esta vida. Una buena noticia al fin y al cabo, porque ir al colegio a partir de ahora era muy diferente, el ambiente miedoso me hacía sentir cosas horribles que la gran mayoría eran ajenas pero de todas formas, yo también formaba parte de ese grupo. Al terminar de rezar, llamaron a la puerta, era la psicóloga que traía todas las cosas que había prometido.

-          ¡Oh no!- susurré, deseaba que fuese un mal sueño, pero no lo fue.

La Ramona le abrió la puerta y le ayudó a traer las cosas en la mesa de la profesora, yo me la quedé mirando a la psicóloga con una cara de “¡no puede ser más ciega!”, me entró miedo pero de todos modos me enfrenté a ello, cuando me llamaron y me volvieron a explicar solo para mí como funcionaría todo esto.

-          Voy a ir viniendo a lo largo de las horas para ver cómo vas, ¿ok?- dijo la psicóloga contenta.

-          No te preocupes, creo que ya lo ha entendido.- contestó la Ramona por mí, con otra sonrisa.


Me mandaron de vuelta al lugar y la psicóloga se quedó casi toda la hora, la Ramona empezó con matemáticas. A mi derecha agachado estaba Uriel junto a mí, de vez en cuando él le echaba una mirada a la psicóloga.

-          No se va a ir, mi amor, hasta que vea que su plan resulte. – dijo Uriel.

-          Ok.- dije.

Levanté la mano cuando la Ramona había puesto una operación básica en la pizarra.

-          ¿Si?- dijo la Ramona.

-          ¿Puedo salir a resolverla?- le dije.

-          Claro.- contestó.

Salí a la pizarra, la Ramona había escrito tres operaciones, dos sumas y una resta de dos divisores, algo muy básico, pero a los compañeros todavía les resultaba difícil.

-          ¿Le importa si le hago una pequeña variación, seño?- le susurré.

-          ¿Por qué?- susurró la Ramona.

-          No lo están entendiendo bien.- contesté.

Me dio permiso y borré toda la pizarra y al terminar miré a la psicóloga de reojo se quedó observando interesada. Respiré profundamente y empecé.

-          ¿Alguien podría decirme porqué se inventaron los números realmente?- pregunté a la clase.

Nadie pudo contestarme.

-          Hace mucho pero que mucho tiempo, los números surgieron como un idioma. Pero no era un idioma para hablar entre amigos, sino un idioma por el cual el universo podía comunicarse con nosotros.- dije, la clase estaba intrigada, la psicóloga sorprendida.

-          ¿El cielo habla?- dijo Silvia.

-          Sí y las estrellas también. Constantemente nos están hablando, pero nosotros no entendemos qué dicen.- dije.

-          ¿Y porque nos habla sino hay nadie?- dijo Eloi.

-          Si que hay alguien allí arriba, lo que pasa es que no lo podemos ver. Por ejemplo, esta noche debes haber soñado algo, ¿verdad?- dijo que si con la cabeza.- y el hecho de que al despertar solo lo hayas visto tu y los demás no, ¿hace que ese sueño no exista?- dije.

-          No, sigue existiendo. Para mi si.- contestó Eloi.

-          Así es como lo hace el cielo y las estrellas. Nosotros vemos nubes y un Sol, y de noche, puntos brillantes. Pero esos puntos, nos hablan a través de los números.- dije.

No sabía si había ganado ya esa estupidez de la psicóloga, pero la tenía impactada.

-          Esta noche, cuando veas una estrella, fíjate cuantas veces parpadea su brillo, y para contestarle, simplemente piensa muy fuerte otro número.- dije.

Entonces le pedí a la Ramona que me dijera una operación para resolver, la resolví sin contar con los dedos. Luego me senté de nuevo en mi lugar, y le miré a la psicóloga que no paraba de afirmar con la cabeza.

Pero por muy impresionante fuese esa ayudita en clase que hice, tuve que hacer ese cuadrante y además delante de todo el mundo, ¡ole vergüenza! Y al día siguiente, otra vez y así hasta que llegó el tercer día. En realidad no solucionó nada, porque la tarea la seguía sin hacer, tampoco esa era la solución a un problema que no quiso entender. Para que sepan, lo importante que es saber escuchar a los demás y más si te dedicas a ello, claro.

El tercer día fue horrible, hasta cerca de la hora del patio intentaba encontrar una solución a ese problema, pero no se me ocurría nada, incluso Uriel estaba en blanco, decía que los guías no habían encontrado una solución, y me estaba quedando sin paciencia. ¡No aguantaba por más tiempo hacer ese estúpido cuadrante! Entonces, llegó la psicóloga para ver cómo había ido el día, y cuando vio que todo estaba en rojo, me miró a lo lejos y dijo que no con la cabeza.

-          ¡Se acabó!- dije y me levanté de la silla para irme a la mesa de la Ramona, agarré el cuadrante, lo llevé a la mitad de la clase delante de la pizarra y dije bien clarito para que todos pudieran verme - ¡No me voy a humillar más delante de esta psicóloga que no sabe escuchar ni ejercer su profesión! ¿Ve esto, psicóloga? ¡Miren, chicos! Esto me quiere joder más la vida de lo que ya mucho la he jodido yo… y miren lo que hago, ¡miren!- empecé a trocear el cuadrante que era una cartulina gigante amarilla hasta que finalmente se lo entregué a las manos de la psicóloga y le dije - ¡No quiero volver a verla, sino es para pedirme perdón! ¿me escuchó? ¡Se acabó, no me va a joder más!- entonces regresé a mi sitio, en un silencio, porque los compañeros no sabían qué hacer.

La psicóloga se quedó atónita durante varios minutos, la Ramona se dirigió hacia los compañeros y les recordó que tenían que seguir con la tarea que les había dado. A mi no quiso decirme nada, se fue con la psicóloga a hablar en el pasillo, lo que vi fue como la psicóloga tiraba los trozos en el suelo y se ponía a abrazar a la Ramona, entonces sonó el timbre y la psicóloga no la volví a verla ¡por mucho tiempo!

Antes de continuar, quiero dejar claro que no he querido esconder su nombre el de la psicóloga, lo que pasa es que no me acuerdo de cómo se llamaba. Durante muchos años, pensé que quizás era su primer año laburando allí o con la profesión, pero me enteré de que ya llevaba más de ocho años ejerciendo, así que me di cuenta de que había estudiado psicología sin entender realmente para qué tenía que estudiar esa carrera. Por lo ocurrido, tenía toda la pinta de que lo hacía para aparentar ser socialmente una persona que se preocupa por los demás, pero sin hacerlo de corazón, solo por tener un título, un papel y reconocimiento. Cuando uno decide dedicarse a ayudar a los demás, lo que busca es ayudar, no tener reconocimiento o un título, incluso hay más personas sin título que harían el trabajo mucho mejor que esa psicóloga, más de lo que puedan imaginar.

Durante el tiempo que estuve poseída, los viajes a IÓN se habían suspendido y según Anasiel no regresaría hasta después de las fiestas de Navidad. Esa misma noche, volví a hacer viaje astral como una prueba para ver cómo me encontraba, cómo todo estaba bien, Uriel me dio unas cartas que había estado guardando.

-          ¿Qué es esto?- dije.

-          Mientras no estabas disponible, recibiste una carta cada día, te las he ido guardando. Te van a gustar mucho, me refiero de quienes son. – dijo Uriel mientras me encontraba sentada encima de su regazo debajo de uno de los árboles de la devesa en casi vísperas de noche buena.

Giré una de las cartas y me puse contenta, eran del Chico de Ojos Verdes. Las primeras cinco cartas hablaban de lo bien que se lo estaba pasando en ese pequeño viaje que hicieron por los Sistemas de Agartha, nada más pensarlo seguramente que se quedó algo preocupado porque él escribía y yo no le había enviado nada, pues en ese tiempo me encontraba en un lugar demasiado lejos como para mandar cartas. ¿Estaría enojado por no haber recibido ninguna respuesta que le había prometido? ¿Se pensaría que no me importaba tanto como quizás le hacía pensar en nuestros encuentros cara a cara? ¿Me había quedado sin su hermosa amistad? A la quinta carta, vi que andaba preocupado, ya que hacia el final decía “Tú silencio me está preocupando demasiado, no sé qué te pasa pero espero que todo vaya bien, y mañana cuando te vea en el metro, me cuentes”.

-          ¿Se lo dijiste en algún momento lo que pasaba, Dary?- le pregunté.

-          Un mes después, me vio por París y se acercó a preguntarme por ti, y se lo conté – dijo Uriel.


A la siguiente carta la escribió tres días después de volver, y me rompió por dentro al ver lo preocupado que estaba y decía “No te he visto, ¿estás bien? ¿Qué ha pasado? Necesito que me cuentes, por favor…”. Y la última antes de que Uriel le dijera, me rompió aún más “¿Hay algo en mí que te haya molestado como para dejarme así en silencio? Porque tengo pesadillas, desde entonces.”. Ambos estábamos viviendo un “infierno” en dos aspectos totalmente diferentes, incluso volvió a escribir un par de días más tarde, pero poco dijo, eran solo dos frases que decían “La fuerza está dentro de ti” la segunda frase decía “Visualízame y te ayudaré a salir de esta. Somos uno.”.

Me gustó saber que me estaba dando ánimos para que saliera de ese estado, quizás fue lo que me ayudó a enfrentarme a todo eso con mayor fuerza, pues me sentí que había pasado una prueba demasiado dura de mí misma. Ahora con todos los años que han pasado, tengo que decir, que no me acordaba de nada de lo que ocurrió dentro de la posesión hasta hace unos años, cuando lo compartí en una reflexión en el 2018 a principios. De alguna manera, me daba miedo saber la verdad de la situación, tampoco recordaba cómo fue el inicio del Bullying y culpaba a la Cristina como la causante de todo ese horror, por eso durante años la odié tanto que no podía estar cerca de ella. Pero siempre llega un día en que te das cuenta de que ella realmente no fue la causante, y no se preocupen que ya reparé todo eso, le pedí perdón en su momento, tardé mucho tiempo pero es que me daba mucho miedo admitir lo que me había pasado, es muy difícil que la gente entienda esto, y sé que en la actualidad a muchos les parecerá demasiado fuerte y no se lo creerán. Recuerden, que solo estoy haciendo igual que un espejo, lo dije al comienzo de esta serie, la mejor forma para que todo esto del yosoy y del nuevo tiempo funcione, tengo que enfrentarme a mi propio espejo y ser el espejo. Nada de lo que han leído y van a leer, es inventado, esta es mi vida. Algo atípica, supongo, pero esta es mi vida.

Capítulo 45:

Al leer la última carta me emocioné, Uriel me abrazó y me refugié en sus brazos. No podía creer lo que le importaba al Chico de Ojos Verdes, no podía creer que me estaba ayudando y que de algún modo, me echaba de menos y yo a él. Había pasado dos meses sin verme, y yo solo pensaba en ese momento en él, y en volver a IÓN.

-          ¿Cuándo volveré a IÓN?- le pregunté a Uriel.

-          Antes tendrás que pasar por unas revisiones con Hilaríon y Raffaello pero si todo va bien, después de Navidad- contestó.

-          ¿Tanto?- reaccioné sin pensar.

-          Es importante que pases consulta con esos dos seres de luz, quieren saber si realmente estás bien. – dijo Uriel con su voz amorosa.

-          Ya estoy bien.- le dije algo rabiosa.

-          Me sentiré más seguro si pasas consulta – dijo Uriel.

-          Ok.- le dije con la frente arrugada.


Los dos meses que me perdí en IÓN provocaron que tanto Uriel, Anasiel y el Maestro Ascendido Juan el Amado, viniesen tres veces a la semana a impartirme clases en casa, para ponerme al día de todo lo que habían hecho en clase. Juan el Amado, apareció una mañana en la hora del patio sin previo aviso, era la primera vez que lo conocía, no estaba en plantilla como maestro de IÓN pero Uriel me contó de que de vez en cuando ayudaba a los alumnos que estaban temporalmente fuera del recinto por enfermedad larga. Uriel fue quién nos presentó, y antes de que dijera nada, me encontraba a solas con el Juan el Amado.

-          ¿Te acuerdas de mí, querida Flor? – me preguntó Juan el Amado.

-          No, lo siento.- le contestó mirándole a los ojos color cafés hermosos que tenía.

-          Yo soy uno de los discípulos del Maestro Jesús, ¿lo conoces? – dijo

-          No en persona, pero si que Uriel habla bastante de él.- le contesté.

Juan el Amado abrió sus ojos en señal de sorpresa, y me quedé algo inquieta ¿a qué venía esa reacción? Pero lo ignoró, no quiso comentar nada más, y empezamos la clase. Él se agachó en la parte de la sorrera, que es donde nos encontrábamos, y empezó a armar una montaña de arena y al terminar agarró un grano de arena del medio y me la mostró.

-          ¿Qué crees que es esto que tengo en la mano? – preguntó el Amado.

-          Un grano de arena.- le contesté.

-          ¿Y eso? – señalizó la montaña de arena.

-          Un montón de arena junta.- le dije.

-          Aunque junte este granito con el montón, ¿crees que dejará de ser arena? – dijo.

-          No, porque la arena es su composición.- le dije.

-          Entonces, ¿Por qué se fusiona con el montón? – volvió a preguntar él.

Me quedé un buen rato pensando en la respuesta, pero no se me ocurría nada. Entonces, me pasó el granito de arena.

-          Imagina que este eres tú, y la montaña todos los compañeros que hay aquí en este patio jugando cada uno a su juego favorito. ¿Dónde está la diferencia? – dijo.

-          Que ambos somos lo mismo, humanos. Aunque juegan a distintos juegos, en su esencia somos humanos.- dije.

-          Así es, todos sois humanos, siendo o no la montaña, este granito será siempre un granito de arena, pero ¿siempre tiene que estar en la montaña para sentirse un granito de arena? – preguntó, eran muy interesantes sus planteamientos.

-          No tiene por qué estar siempre allí, vaya donde vaya, será siempre y formará siempre parte de la montaña. – contesté.

-          ¿Por qué? – dijo.

Me quedé un buen rato pensando la respuesta, pero solo se me ocurrían momentos en que yo misma prefiero estar acompañada de un ser de luz que de una persona, pero aún así no me obliga a sentirme “diferente” sigo siendo humana, un poco distinta, sí, pero humana de todos modos. Entonces, me sentí el granito de arena, solitaria sin ganas de socializar pero si de ser parte de la montaña, ¿cómo podría yo conseguirlo?

-          Decidir estar solo, no es que rechace ser parte de la montaña, solo que quiere estar solo porque quiere experimentar algo distinto o puede que le de más importancia su mundo interior, que el externo. – le dije, ya ni le miraba, me puse a dar un monólogo que Juan el Amado intentó no interrumpirme, sabía de antemano que algo estaba aprendiendo y quería que siguiese. – yo me siento diferente al resto, no me gusta socializar como los demás, no me siento una persona que para ser alguien tenga que ser observada por otros ojos, ¿comprendes? Me gusta observar, sin condicionarme por quién me observa. – dije.

-          ¿Qué sientes cuando estás aquí hablando con Uriel o conmigo? – preguntó Juan el Amado.

-          Me siento en paz, me gusta estar así, puedo ser yo misma, es decir, si estoy con alguien tengo que “reprimir” muchas cosas que siento o que hago, con ustedes simplemente soy yo, libre y amada por lo que soy y no por lo que las condiciones digan que debo ser.- contesté terminando con una sonrisa de complicidad, ya que aceptaba con mi asertividad que era cierto lo que decía.

-          ¿Te preocupa desconectarte de ellos? – preguntó.

-          Para nada, lo que me preocupa es tener que renunciar a ustedes para estar con ellos. Un día un amigo mío de IÓN me dijo que hay chicos de su edad que ya no se comunican con ustedes, yo no quiero hacerlo, quiero seguir así, siempre. Si ellos me hacen elegir entre ellos o ustedes, tengo claro que les a elijo a ustedes.- dije, no le quise decir quién era el chico que me dijo eso, pero ya se deben imaginar quién fue, el Chico de Ojos Verdes.

Juan el Amado me dio un abrazo agradecido por mis palabras, porque sabían que eran ciertas y puras de corazón. Entonces, se tuvo que ir al sonar la campana indicando el fin del patio y yo me puse algo triste, porque eso quería decir que la tortura debía continuar. Juan el Amado desapareció ante mis narices a dos pasos de mí, y detrás regresó Uriel, que me ofreció la mano y nos fuimos a la cola de nuestra clase para subir juntitos al aula.

Mientras que esperábamos en la cola la indicación para poder empezar a subir al aula, me fijé que todos los alumnos de otros cursos y de otras clases, iban marcados por mis uñas. Empecé a sentirme muy mal, la culpa me concomía por dentro, ¿qué estarían pensando de mí? ¿Se me habría acabado ser invitada a los eventos sociales de la clase? Aunque esa última pregunta no me preocupaba mucho, sabía que la respuesta era que si, ¿quién invitaría a alguien que puede herir físicamente a todo quién se le cruce por delante? Me quedé pasmada, al ver a un niño con pelo rubio, ojos color café y la piel blanquecina, me estaba observando y me sonreía a lo lejos. En un comienzo pensé que era otro ser de luz, pero cuando vi que los demás le llamaban, era un humano de un curso mayor que yo… Esa mirada no parecía de miedo, más bien de complicidad, algo nuevo tras todo lo ocurrido, me fijé en sus manos, cara, brazos, piernas… ninguna marca, ninguna. ¿Quién era ese chico? ¿Por qué no tenía la señal que había hecho a todos?

En clase de matemáticas, me quedé mirando por la ventana hasta que tocó el timbre, Uriel me acariciaba el pelo sin decirme nada, hasta que a la hora de lengua, quise hablar con él.

-          Dary, ¿De verdad que he marcado a todos los alumnos cuando estaba en… ese estado?- le pregunté telepáticamente.

-          Si, hacías eso… - dijo eso me provocó un golpe en el corazón, la culpa aumentaba por segundos, hasta que él prosiguió – Excepto a un chico… si hay uno que no has tocado… - terminó.

De 400 alumnos que había en la escuela y de más de 30 profesores que también había causado daño, se salvó solo un niño. Se me quedaron los ojos abiertos como platos, ¿Podría ser ese chico de antes? ¿Por qué no le toqué?

-          ¿A quién no toqué? – le dije.

-          Un chico que es un año mayor que tú, su nombre es Sergi. – dijo y empezó a describirlo, era la misma persona que había visto en la cola.

-          ¿Cómo sabes su nombre? – le dije.

-          Porque es importante para ti, mi amor. Recuerda que lo que sea importante para ti, para mí también lo es. – contestó Uriel dando por finalizada la conversación.


No entendía nada de lo que decía Uriel “importante para mí”… pero me entró tanta curiosidad, que en el momento que esperaba en el patio cubierto para que me vinieran a buscar para ir a almorzar, lo vi y no pude evitar quedarme fijada observándole como jugaba solito en un rincón a juegos que no sabía qué eran, pero me daban ganas de jugar con él. ¿Quién era ese chico? Como vi que iba con la bata del colegio, me quedó claro que se quedaba a almorzar en el centro, yo en cambio esperaba al Titi que me viniera a recoger, y vino cinco minutos después.

Al verlo lo abracé, desde que había vuelto de ese estado no lo había podido ver y tenía muchas ganas, así que me lancé literalmente a sus brazos y él me agarró al vuelo para quedar en su pecho.

-          Te he echado mucho de menos, Titi… te quiero mucho…- le dije llorando a lágrima viva susurrándole cerca de la oreja.

-          ¡Bienvenida de nuevo, amada Laia! Yo también te he echado mucho de menos… - lo decía con un sentimiento puro de ángel que él era.

Volví a ver a la abuela Victoria que aunque ella seguía perdida en sus recuerdos que iba olvidando por la enfermedad, le di un abrazo tan fuerte que pudo regresar por cinco segundos al presente para dedicarme una sonrisa y luego volver a su estado. Me senté a almorzar, tenía mucha hambre y ese día estaba a solas con el Titi, el mediodía se turnaban en la empresa de carpintería de mis titos, para que alguien le diera de comer a la abuela, que comía sola pero en realidad era como si no estuviera, así que empecé a hablar con el titi.

-          ¿Qué veías mientras que estabas “poseída”? – preguntó el titi curioso, mientras le daba un mordisco al trozo de pan para combinarlo con la sopa.

-          Oscuridad. Miedo. Una jaula. Pero no me acuerdo de casi nada. – le dije.

-          Un día que te tuve conmigo dijiste un nombre que me quedó paralizado… - dijo yo le miré y él prosiguió – Hilario, al principio pensé que me llamabas, pero también decías “pega a las mujeres” entonces supe que no hablabas de mi…- dijo se le oscureció la mirada al pensar quién era.

-          Si, me acuerdo que hablé con alguien que pegaba a las mujeres, pero no me acuerdo de quién era. ¿Hilario? – dije.

-          Hablabas de mi padre, en esta encarnación. Tú abuelo que murió cuando tu mamá tenía 14 años. ¿Alguna vez mamá te contó qué hacía? – me preguntó curioso.

-          No, nunca habla de eso. Ni lo conocía.- le contesté.

-          Él maltrataba a tú abuela Victoria y a todos nosotros, cuando se quedaba sin dinero y se lo jugaba todo al juego y en vino y cervezas. Era un golpeador de mujeres. – confesó el Titi, dejó de comer, de repente no le sintió nada bien la comida y dijo – Yo me llamo como él, porque él quiso. – terminó.

Me venían pequeños flashbacks de lo que decía, y en ese momento recordé…

-          Pero a mamá no la podía tocar, ¿cierto? – le pregunté.

-          ¿Cómo sabes eso? – dijo el titi alzando la ceja en señal de sorpresa.

-          Me lo dijo él, decía que tú la protegías y por eso era intocable.- dije.

-          Así hice, yo al ser un ángel de luz no me podía tocar, salía ardiendo. – dijo el Titi pero cortó sin terminar, se le empezaron a llenar los ojos de lágrimas y nos quedamos en silencio, casi toda la comida.

Tampoco pude comer mucho, se me cerró el estómago al saber que todo lo que había ocurrido allí a dentro, era cierto, por primera vez me di cuenta de que mis tíos habían existido por fruto de violaciones y no por amor. Unas siete violaciones que llegaron a ser seis tíos míos y mi mamá. Me levanté de la mesa y le di otro abrazo fuerte a la abuela Victoria, para susurrarle al oído “perdón abuela, por haber sufrido tanto. Estoy contigo, te amo, abuela. Te amo.”.

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HR.

HERO&Corporation.

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