jueves, mayo 28, 2020

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El tiempo nos ayuda a comprender mejor los aprendizajes, es por eso que cuando era adolescente todo lo que estuviera relacionado con los bosques, montañas y praderas, no me gustaban nada. Ir al campo a caminar, era algo que no hacía porque no me gustaba el hecho de estar en un lugar dónde el suelo no estuviese asfaltado, ni que hubiesen tiendas o edificios gigantes. No hace mucho tiempo que adoraba la torre Agbar de Barcelona sin ni siquiera haberla visto en persona nunca. Hace como diez años, soñaba con salir de Manlleu para irme a alguna ciudad grande como Madrid, Roma o mejor dicho Buenos Aires. No quería ver el campo, ¡nunca! Sobre todo en verano cuando los mosquitos arrasan mis piernas cómo si mi sangre estuviese de temporada… ¡horrible era pensar que me tenía que quedar en una ciudad de 20.000 habitantes!


Soñaba con Argentina por varias cuestiones, una de ellas era para salir de Manlleu y estar lo más lejos posible de mis padres o cualquiera que estuviese en contra del camino que había elegido, en ese tiempo solo era la escritura. Estaba harta de no conseguir el apoyo de los que a mí me importan y que solo me aceptan si cambio de profesión y me busco algo “serio”, por eso admití que el camino tendría que hacerlo sin ellos. Se te rompe el alma al pensarlo, pero sabes que si ellos no quieren, tendrá que ser así. La otra razón, en ese tiempo no sabía por qué pero siento un gran “impulso” en que debo estar allí muy pronto. Ahora sabemos que Argentina es el lugar dónde Gaia ha decidido que nazca su hijo Nueva Gaia, y que todos aquellos que hayamos decidido nacer en otros países, si sentimos este “llamado” es porque debemos y tenemos que estar en el momento en que deba ser. Por eso, a pesar del tiempo que hace que siento esto, sigo esperando el día, ahora sé que será pronto, pero de momento no hay fecha establecida.

Pero la relación con el campo y las montañas, empezaron a cambiar a partir del 2015, aunque les parezca chistoso, cuando uno se siente mal y está en una depresión por muchos meses, deja de tener en cuenta la importancia de aquello que es a fuera de él. Es decir, durante los primeros seis meses, no me quise comunicar con ninguna amistad, apenas decía ni quedaba con nadie porque no me apetecía, quería estar a solas, necesitaba estar a solas. En el primer mes, me quedé en casita sin apenas salir, igual que una cuarentena, pero con la diferencia de que no había peligro a fuera, pues las pesadillas residían dentro de mí corazón, muchas noches en vela intentando no tener pesadillas, llorar por cualquier cosa, programa de televisión, leyendo libros, escribiendo mis sentimientos en el diario personal… hasta que la salvación a mis penurias llegó de una forma inesperada, en el segundo mes decidí agarrar una mochila e irme al campo con la excusa de grabar planos para el canal de youtube.

Había perdido todas las ganas de hacer cosas, de crear y de sentirme viva. Por eso, salir al campo, por un camino que solo había hecho una vez en una caminata nocturna y sin mucha referencia, sin darme cuenta, abrí una puerta en mí corazón que no había abierto jamás llamada reino vegetal. Entonces, las praderas, las montañas y los bosques eran un lugar bellísimo que redescubría pero esta vez sintiendo los colores, sus sentimientos y sus conexiones. Fue cuando mis padres junto a dos tíos míos decidieron irse un domingo a la mañana a un bosque llamado la grabulosa que se encuentra en la comarca de Osona, me uní a ellos para conectar con el camino el elemento tierra, cuando uno de mis tíos le pillé abrazando a un árbol que él a su lado parecía una hormiga.

Me picó la curiosidad y le pregunté “¿por qué los abrazas?” y él me dijo “Así es como se comunican”. Y sin querer preguntarle más, caminé hacia el próximo árbol que tenía a tres metros, dejé a un lado un bolso que me había llevado para mis cosas, y lo abracé. La sorpresa me la llevé yo, cuando también planché una de mis orejas en el centro del árbol, la hormiguita escuchando al gran sabio, cuando el corazón empezó a latir con fuerza, no le presté mucha atención, solo cerré los ojos y susurré “perdón, no quería estar tan distante”, fue entonces cuando escuché como una especie de señora cantando muy bajo, abrí los ojos y empecé a mirar si había alguien cerca, pero no había nadie. De fondo podía escuchar el clic de la cámara, cuando papá me había pillado de esa forma, volví a cerrar los ojos y escuché esa voz femenina “te amamos, hormiguita”.

Me impactó tanto que tuve miedo, enseguida me separé y no volví a conectar más con ningún árbol, y así lo respeté durante los siguientes años. Aunque seguí caminando por el campo, contándoles a los árboles mis historias, que de algún modo, sentía que me escuchaban y que querían saber más, pero respetaban la decisión de no acercarme para conectar con ellos. Hasta que la vida me envió a alguien importante, el placer de poder reencontrarme con uno de mis hermanos de otra vida, que curiosamente vivía cerca. Y él dijo “si tanto deseas que te escuchen, debes aprender a escuchar también”, tenía razón, el reino vegetal seguramente que se alegraban de que podían contar conmigo, pero al negarme a conectar con ellos, pero ellos si que tenían que escucharme, me sentí muy mal durante varios días incluso semanas, ¡qué egoísta llegaba a ser!

De todos modos, no me sentí con ganas de volverlo a hacer, hasta el 3 de octubre del 2017 y más que un deseo fue una necesidad. Porque trasdós semanas y tres días duro trabajo a nivel de 3D entre España y Cataluña, dónde la guardia de la orden de San Miguel y muchos Seres de Luz de 5D que se ofrecieron como voluntarios, estuvimos a punto de evitar una gran hecatombe. Fueron dos semanas descansando muy poquito y trabajando muchas más horas de las permitidas, evitando que gente de poder tuviera la idea de ir más allá con una votación de derechos fundamentales del reino humano, por los cuales, los últimos tres días fueron del tirón, de Sol a Sol y lo más duro el día 1 de Octubre, nunca me había tenido que atrincherar en los diferentes colegios electorales para evitar que la policía nacional y la guardia civil matasen sin piedad a golpes a los civiles, por el simple hecho de votar nuestros derechos.

Evitamos las matanzas conformándonos amargamente con 893 heridos, por los cuales 2 personas perdieron uno de sus ojos, otros algunos miembros debido a las pistolas de pelotas que en Cataluña están prohibidas. Allí yo no iba con ninguno de los bandos, pero me mantuve firme junto a la guardia, mí unidad trabajamos con todos los mecanismos para evitar lo que fuese, en el campo neutral. Entre mossos de escuadra, policías locales, bomberos… del lado defendiendo las urnas, mientras que del otro lado, policías nacionales, guardia civiles que habían estado encerrado por dos semanas en un crucero en Tarragona para incitarles al odio aún más, con sus cachiporras preparadas para matarlos si era necesario. Y nosotros, en medio de todo eso, hablando y calmando a los violentos (de cualquier lado) para evitar tal masacre. En varias ocasiones tuvimos que defendernos, bloqueando golpes, arrancando las cachiporras de sus manos, entre otras cosas…


Aquel 3 de Octubre fuimos convocados todos los de Cataluña a una manifestación en cada ciudad grande de cada comarca, una manifestación de piedad y consciencia, dónde no se dijo ni se gritó nada, todos en silencio, con las manos arriba, saludando como los sordos, y de fondo una coral cantando la canción más triste que jamás había oído. La gente lloraba a moco tendido, igual como si hubiesen ido a un funeral de alguien importante, Cataluña había sido gravemente herida por su hermana España. La gran mayoría que podía ver a mi alrededor de más de millones y millones de personas convocadas a esa manifestación en las plazas de la ciudad, pude ver como la mayoría estaban heridos, los más leves ya tenían el alta pero fueron a la manifestación. Ese momento, se me cortó el alma porque todos estábamos sufriendo el mismo dolor. Total, la policía no pudo derrocar nada, Cataluña supo resistir, pero ¿a qué precio? Ni el de muertes ni heridos me quedé bien.

Al regresar a Manlleu, me fui directamente a dar una vuelta, el día se estaba acabando, el sol ya se había escondido y cuando vi el primer árbol que se me cruzó por delante en el paseo del Ter, ni me lo pensé, lo abracé y me quedé allí llorando durante un buen rato. Noté cómo los árboles desde sus ramas me observaban con pena, también lloraban aunque intentaban consolarme, noté como algo me tocaba la espalda, curiosamente se cayó una hoja que aún estaba verde en la espalda y empezaron a caer hojas verdes, dejando así las marrones en sus ramas, cómo si dijeran “estamos de luto, juntos”. Esas hojas cayendo, era la representación de la alegría siendo corrompidas por la violencia, porque cuando están secas, se caen por su propio peso, pero cuando están verdes, significa que están vivas y coleando.

Entonces, empecé a caminar hasta dónde los árboles querían que fuese, al Embarcador, mientras que caminaba, las hojas verdes caían con fuerza, cada árbol entendía qué estaba sucediendo y se arrancaban literalmente algunas de sus hojas, como si fueran sus lágrimas. Una vez llegué al Embarcador, un remolino de aire envió a un montón de hojas verdes al aire, dónde en forma de espiral empezaron a elevarse hasta desaparecer en medio del agua, dónde el aire dejó de tener fuerza y las hojas se las llevó el flujo del río. A pesar de su significado, era un espectáculo ver cómo me intentaban ayudar sin tener que pronunciar ninguna palabra. En el momento en que vi como las hojas desaparecían en el horizonte del río, interiormente me sentía mucho mejor, dónde poco a poco la neutralidad regresaba a mí corazón. Alcé la vista y observé a esos grandes sabios que llamamos árboles, y con la mano en el corazón les dije “gracias” les di un beso al aire, y me regresé a casa.

Desde entonces que conecto con ellos siempre que lo siento en el corazón, y durante estos tres años, he conocido a dos árboles muy especiales uno se llama Raiku que está custodiado por una hada, y otro árbol que se llama Arabella o Arela, custodiada por el guardián de las almas, ya que se encuentra en la zona del cementerio.

Recomendación: Babies – Serie documental (Netflix).

HR.

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sábado, mayo 23, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 30


-          Dary, necesito ayuda. Creo que me he roto el tobillo.- le dije susurrándole para que la familia no escuchara nada.

-          Ahora en el auto, llamo a un Maestro y vemos qué hacemos, tú apóyate en mí tanto como necesites. El auto está lejos. – dijo sinceramente Uriel.

Se me había olvidado que el auto lo habían aparcado en lo alto de unas escalinatas más empinadas de lo que recordaba, aunque hacía 24h que había pasado por allí y no me parecía tanto, pero claro, no estaba con un tobillo roto. Con la ayuda de Uriel en todo momento, subimos escalón por escalón haciendo intentar ver que en realidad no pasaba nada, aunque cada vez que ponía el pie en el suelo, veía las estrellas, les daba un abrazo y un beso y regresaba a la Tierra. Ese dolor, formaba parte de la experiencia que había decidido pasar, hacer ver que no ocurría nada, era la forma de decirles a mi familia lo fuerte que soy que me rompí un tobillo pero aún y así, no me quejo e intento seguir como si nada. ¿Cuántos serían capaces de hacerlo? 

Esto es algo que me sucede siempre que me rompo o me lastimo algo, el dolor es parte del proceso, por eso por mucho que grites no pasará hasta que aceptes que es parte del trabajo que estás aprendiendo, tampoco es que hayas hecho algo malo, solo que tenías que ver que de esa forma, hay más puntos de vista que debes fijarte para la próxima vez. 

-          Me asombra que no grites ni digas nada de momento a la familia, mi amor ¿por qué? – me preguntó Uriel cuando ya llegábamos al auto.

-          Recordé cómo eran las cosas en el frente, cuando era guardiana de luz en una guerra de hace mucho tiempo, allí me lastimé mucho, y aun así, tenía que seguir luchando para el bien de lo que fuese que estuviese defendiendo, hasta el fin de mis días, Dary. Así que lo de hacer escándalos no es lo mío…- le dije y ambos nos pusimos a reír.

-          Si, recuerdo que me dijiste que habías estado en una guerra muy importante, mucho antes de que nos volviésemos a encontrar. Pero no pensé que serías tan valiente incluso en estas circunstancias. Efectivamente, eres toda una guardiana. – contestó Uriel con una sonrisa de agradecimiento.

Uriel me ayudó a sentarme en el asiento de atrás derecho del auto, que iba lleno. Mari conducía, mi mamá iba de copiloto, en el medio estaba Juanito y al otro lado Jordi. Uriel disminuyó tanto su tamaño que pudo sentarse detrás del asiento del copiloto entre mis piernas, manteniendo así un poco en alto el tobillo, encima de una de sus manos, mientras que con la otra me agarraba la mano. El viaje de vuelta al piso, fue bajo el ritmo de uno de los temas del verano mix del radio casette del auto.


Al llegar al piso, los primos fueron los primeros en ducharse, luego fue la tita Mari y luego mamá me invitó a ducharnos juntas. Mientras esperaba mi turno, Uriel agarró sus anillos que los tenía dentro de su maleta de viaje, en teoría él también había venido a “desconectar” pero debido a la situación, tuvo que ponerse los anillos en los dedos y pedir ayuda. Me senté en el sofá, mientras que él se sentó junto a mí, estuve todo el tiempo observando cómo Uriel tocaba botones holográficos de la pantalla e intentaba hablar con un Maestro, para que nos indicara qué debíamos hacer. 

Le costó mucho porque no eran horas de conectar y sabían que estábamos de vacaciones, así que al final uno de los Maestros por el cual no supe el nombre en ese momento (ahora lo recuerdo como Hilaríon), se apareció en la pantalla holográfica para pasarnos consulta.

-          Gracias por atendernos, Maestro Hilaríon. Verás, hemos tenido un pequeño accidente en la playa…- Uriel le contó lo ocurrido, mientras que Hilarión ponía cara de interesante. - ¿qué debemos hacer? – terminó Uriel.

-          ¡Déjame verlo, por favor! – dijo Hilarión.

Uriel puso la pantalla holográfica cerca del tobillo y cuando vio que estaba aún más hinchado, su sorpresa me alertó de que era grave. 

-          ¡Deben ir a un hospital se ha roto el tobillo y habrá que intervenir!- dijo Hilarión su sorpresa era como si fuese demasiado urgente.

-          Pero no puedo decirlo en casa… quizás no nos manden a dónde quieren ustedes…- le dije.

-          No te preocupes, iremos nosotros dónde te manden. Díselo. Y nosotros te atendremos en el hospital. Uriel, en cuanto salgan, mándame un mensaje y enviaré a mis compañeros a socorrerla de inmediato. – dijo Hilarión.

-          De acuerdo. – contestó Uriel, cerró la pantalla holográfica.

-          Se lo voy a decir, en cuanto nos toque ducharnos.- le dije a Uriel.

Después de la ducha, mamá se empeñó en ayudarme a secarme con la toalla los pies, en cuanto vio el tobillo se quedó blanca.

-          ¿Qué te ha pasado?- dijo algo alterada.

-          Me tropecé y creo que me lo he roto, me llevas al hospital, ¿por favor?- le dije.

Me vestí, mamá también, antes avisó a toda la gente del piso, algo alterada, mi mamá es así, le cuesta mantener la calma en estos casos. La tita Mari se ofreció a llevarnos al Hospital San Juan de Dios. 

Al llegar al hospital, entramos por la parte de urgencias tal y como debía ser, mi mamá se fue a la centralita dónde le entregó la tarjeta sanitaria con mis datos y nada más ver mi nombre la chica que atendía llamó por teléfono.

-          ¡Ya llegó, parece grave!- dijo la chica.

Mamá no escuchó nada, porque se puso a hablar con Juanito que quiso acompañarnos, aunque no sabía qué sucedía (porque él nació con un pequeño retraso a nivel intelectual y estas cosas le costaban más de entender). No pasó mucho tiempo, cuando un celador, vino con una silla de ruedas para que pudiera sentarme y trasladarme por el lugar más fácil. 

De la puerta de entrada para los pacientes, salió un chico de apariencia de 30 años, muy alto y ancho de espaldas, con cabellos dorados hasta las orejas y perilla también dorada, unos ojos verdes muy brillantes. Vestía el uniforme de médico jefe de sala de trauma (de fracturas de huesos y articulaciones del cuerpo)

-          Señora Garcia, ¿es usted la madre de Laia, cierto? – dijo el médico, no miró la carpeta que tenía en su mano para saber mi nombre, cuando le miré él me miró y me guiñó un ojo, entonces comprendí que ese médico era Hilaríon.

-          Si, soy yo y ella es Laia, mi hija.- estaba preocupada.

-          Bien. Cuénteme, ¿qué ha sucedido? – le preguntó a mamá.

-          Mejor te lo cuento yo.- les interrumpí.

-          Claro. – dijo Hilaríon se agachó mientras le contaba lo sucedido, inspeccionó un poco el tobillo.- Vamos a mi consulta, para hacerle unas pruebas – dijo, se puso de pie y empezó a empujar la silla, mamá y Juanito vinieron conmigo, Uriel me agarraba la mano.

Desde que Hilaríon había dicho que teníamos que ir al Hospital en la pantalla holográfica, le dijera a mamá lo sucedido y Uriel informase de que íbamos a ese hospital, desde que salimos del piso para el hospital, pasaron solo 20 minutos, el tiempo suficiente como para que Hilaríon y su “equipo de seres de luz” se apareciesen en el hospital y nos estuviesen esperando, tanto la secretaria de la centralita, como el celador, él mismo y otro compañero que colaboró, todos ellos, eran Seres de Luz que habían bajado a 3D para acudir en mi ayuda. ¡Wow!





No era la primera vez que visitaba ese hospital, pero si que era la primera vez que entraba por urgencias. Si lo recuerdan bien, ese fue el lugar dónde me operaron en la boca cuando tenía 15 meses de vida, y allí pasaba consulta con Cati una vez por semana durante un tiempo, desde entonces que no había vuelto. El pasillo estaba abarrotado de gente por todas partes, entre pacientes y médicos o ayudantes de médicos, casi no se podía pasar, antes de llegar a su consulta número 23, me dejó delante del ventanal con vistas a las casas que había al otro lado del hospital, edificios de Barcelona. Varios minutos después, Hilaríon nos permitió entrar, él mismo me trajo hasta allí y un compañero que estaba dentro de la consulta y que resultaba ser un ayudante (también discípulo de él) cerró la puerta tras nuestra entrada.


-          Por favor, siéntate aquí- dijo Hilaríon señalando la camilla en medio de la consulta.

Uriel me ayudó, por el otro lado el compañero también me ayudó, mamá no le permitieron tocarme, no querían complicar más las cosas, así que les ofreció asiento en dos sillas que había a un rincón de la camilla.

-          Soy el doctor Hilaríon y este es mí ayudante, con su permiso vamos a proceder a hacerle una revisión para averiguar qué se ha dañado realmente y cuál será la cura más adecuada para ella. Así que les pido que se queden allí y no hablen, en este caso, solo podemos hablar con ella, ¿de acuerdo? – informó muy amablemente Hilaríon.

-          Ok.- dijo pero su cara era de preocupación y algo extraña pero no quiso indagar, solo quería que yo estuviese bien.

-          No te preocupes, no creo que vaya a hacer nada, Hilaríon.- le dije.

-          Solo sigo el protocolo, querida. – dijo mientras se dirigía hacia a mi, se sentaba en un taburete que era demasiado pequeño para su altura gigante.- vamos a ver, voy a tocarte para ver qué te duele y averiguar cuanto está roto… ¿preparada? – alzó las cejas en señal de advertencia.

-          Si.- me aferré a la mano de Uriel con fuerza.

Hilaríon empezó a inspeccionar, me dolía bastante incluso sin poder controlarlo grité varias veces cuando, intentó poco a poco mover el tobillo, pero como vio que podía moverlo con dificultad, su cara de preocupación masiva que tenía empezó a disiparse.

-          Bien, por lo menos es una buena noticia, no está roto, solo parece un esguince. De todas formas, haremos placas para averiguar que el hueso este bien, y seguramente te vamos a poner una escayola. – dijo Hilaríon. 

La verdad es que podría haber sido peor, a tan nivel que quizás hubiese tenido que operarme, pero curiosamente solo era un esguince, las placas (rayos X) determinaron que era un esguince no muy grave, pero que me tenía que olvidar de tener un verano de piscina y playa, porque lo más probable es que me pasaría todo el verano con la escayola en la pierna. ¡A tomar por saco mí verano!

Recomendación: Vem Me Satisfazer - MC Ingrid.

HR.

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sábado, mayo 16, 2020

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 29


Cuando llegó el lunes y papá ya no estaba, hacia las 10am todos se fueron levantando para desayunar algo ligerito, aunque yo no sabía qué era desayunar en casa, siempre desayunaba en el colegio. Fue entonces cuando vi que mis padres eran algo atípicos, porque en los armarios de la cocina del piso de mi tita había diferentes cajas de cereales, galletas, leche y cruasanes… algo que en casa, no había pero si que lo había visto en el supermercado y en las películas. 

Mamá aún dormía, le costaba levantarse, mientras que la tita Mari ya hacía una hora que estaba en la cocina preparando los desayunos, como era la primera vez que estaba en su casa, me llamó para que fuese con ella a la cocina.

-          ¿Qué sueles desayunar en casa normalmente, Laia? – me preguntó la tita Mari.

-          Em… no lo sé…- dije algo avergonzada.

-          ¿Cómo que no lo sabes? ¿Tú madre tiene que darte algo de desayunar cada mañana antes de ir al cole, no?- preguntó arqueando las cejas, mientras rebuscaba en cajones y estanterías más comida.

-          No, mamá nunca hace eso. Me levanto, me visto, agarro la mochila y para el colegio. Luego a la hora del patio, me tomo una mandarina o un plátano y hasta la hora de comer…- le dije.

La dejé con la boca abierta y parada, algo inusual, solía moverse por la cocina como si fuese un neutrón a tanta velocidad que no podías averiguar qué hacía exactamente. Mari dejó las estanterías y se dirigió hacia a mí, que me encontraba cerca de la puerta de la cocina, con una mano me agarró de la barbilla, obligándome a mirar hacia sus ojos, me dio un beso en la mejilla.

-          No te preocupes, aquí vas a desayunar lo que te apetezca.- dijo y me soltó para volver a las estanterías.

En ese momento ella empezó a hacerme un montón de preguntas en plan “¿te gustan los cereales? ¿Te gusta el queso, el jamón, la leche, quiere un…?” tantas preguntas me pusieron tan nerviosa que se me cerraba el estómago, igual me estaba despertando y mi sistema digestivo no estaba muy por la labor, por eso, suelo esperar una hora después de regresar de un viaje tanto astral como dimensional, para darle tiempo a mi cuerpo a entender en qué dimensión estamos. Sino hago caso de las cosas, mi cuerpo lo expulsa todo por dónde ha entrado.

Cómo no sabía qué contestar en la mayoría de veces, la tita Mari me dio la chance de probar los distintos tipos de cereales que tenía, para ver cuál de ellos me gustaba más.

-          Este me gusta más…- le dije.

-          Bien, esto se suele tomar con leche, ¿cómo la quieres caliente, fría o templada?- me preguntó.

-          ¿Puedo probar con leche antes de que hagas el mío?- le dije.

-          Claro, prueba de este, es de tu primo Juanito.- dijo mientras agarraba una cuchara y probaba.

-          No, no me gusta con leche, ¿puede ser sin?- le dije.

-          ¿Sin?- repitió.

-          Si, no me gusta que esté mojado…- le dije.

-          Claro.- contestó su cara parecía que había visto una loca, porque era raro eso.


Lo que más me gustó fue que desayunamos todos juntos en la mesa del comedor, algo que tampoco había experimentado nunca y menos a esa hora, solo había experimentado esa sensación durante el almuerzo y las cenas. Mamá se tomó un café con leche, la tita Mari otro café pero solo, mientras que los demás primos eran cereales, zumo de naranja recién hecho, un vaso de leche (en mí caso aparte), cruasanes y finalmente queso. Eso para ella era un desayuno “ligerito”, madre mía, tenía que hacer la digestión de eso de varias horas para poder bañarme.

El plan era relajarse, y jugar mucho, aunque yo de noche tenía que seguir yendo a IÓN, me alegraba estar en el Prat de Llobregat porque eso quería decir que vería al chico de Ojos Verdes hasta Barcelona. Aunque ya era la última semana de clases, eso me alegraba mucho. Él se sorprendió porque no se esperaba que estuviese allí, pero le dije dónde me encontraba y se alegró.

-          Entonces, ¿te puedo ver en 3D por allí en la playa?- le pregunté.

-          No, ¡ojalá! Pero no, porque hace tiempo te dije que Barcelona no es mi última parada, tengo que hacer otro trasbordo. Lo siento…- contestó.

-          Lo comprendo… ¡Ojalá estuvieras más cerca!- le dije.

-          ¡Ojalá!- contestó.

Volví de esa noche, como si fuera una noche más, pero en realidad había sido la última noche en IÓN, oficialmente estaba de vacaciones hasta el 1 de Septiembre. Dos meses sin verlo… ¡qué duro se me hacía con tan solo pensarlo! A partir de ese momento, los viajes astrales solo pasaban a ser una forma de comunicación hacia el mundo de los sueños, solo hasta que fuese a finales de Agosto para empezar con la operación vuelta a las clases. 

Casi no desayuné porque no me entraba casi nada, la tita Mari se preocupó, mamá no parecía que fuese grave, así que seguíamos con el plan del día, ir a la Playa y pasarse todo el día allí, incluso la Mari había preparado la comida para llevárnosla. Era especial, porque en dos días, regresaríamos a Manlleu, así que hicimos algo diferente. Cargamos el auto de cosas de playa y nos dirigimos hacia la playa del Garraf, un lugar dónde hay cabañitas cerca de la arena, casi no había gente porque era un día cualquiera con un Sol y una temperatura importante, ya era verano la época de tostarse al sol y de jugar en el mar y con la arena a construir cosas.

Puse la toalla de Piolín al lado de la de Juanito y Jordi, esa toalla me la había regalado la iaia Filo cuando se fue de vacaciones con una agencia de viajes a la costa azul de Francia, ella no tomaba el Sol ni iba a la playa, pero me compró esta toalla muy interesante, porque de los looney toons es el que más me gusta, detrás de Bugs Bunny, claro. 

Después de la digestión del almuerzo y de pasarnos todo el tiempo intentando construir un foso de agua en la orilla y terminamos rebozados en arena al dente, nos dejaron bañarnos con la bandera verde, sin peligro alguno, yo al ser tan chiquita y no saber a veces nadar bien, me tenía que quedar en la orilla, como máximo hasta las rodillas y allí jugaba cuando no había nadie más conmigo. Aunque Uriel no se despegaba de mí, tras el incidente en la piscina de que casi me ahogaba, siempre que iba a un lugar con agua, estaba más pendiente de mí que de cualquier otra cosa. Curiosamente Uriel se había puesto un bañador rojo, eran unos pantalones bastante ajustados dejando así sus pectorales y piernas hermosas al aire, sus alas estaban también radiantes, intentaba esconderlas tras su gigante espalda pero al ser tan grandes, era algo imposible. 

-          Dary, ¿jugamos a saltar olas?- le pedí.

-          ¿Las sabrás saltar? Son muy grandes…- decía Uriel.

No eran tan gigantes pero podía sin problemas.

-          Si, si que puedo.- le dije sin recibir su respuesta me dispuse a meter los pies en el agua y caminar, Uriel me siguió.

En el momento en que llegué a un punto en que el agua me llegaba hasta las rodillas, me detuve, Uriel me agarró de las manos, pensaba que era para saltar la primera ola pero no fue así.

-          De acuerdo pero lo haremos juntos, son muy altas y no quiero que te lastimes, ¿de acuerdo? – dijo Uriel preocupado.

Era protector pero esa actitud no se lo había visto nunca, era raro, pero no quise darle importancia.

-          Ok, yo te doy de las manos y a la que cuente tres, salto y tú me ayudas a saltar más alto ¿te parece bien así? – le dije.

-          Si. – dijo, su cara de preocupación aumentaba.


Nos preparamos para la que venía en menos de diez segundos hacia nosotros, Uriel se colocó detrás de mí le di las manos que las agarró con fuerza, y cuando vi que estaba muy cerca empecé a contar hasta tres, y me puse a saltar, Uriel me agarró con tanta fuerza que volé, la ola pasó por debajo de mis pies, incluso me estuve unos microsegundos sostenida en el aire, a merced de cualquiera que nos estuviese viendo, quizás vería algo que le perjudicaría de por vida. Cuando la ola pasó, Uriel me regresó al agua, y seguimos jugando y riendo, él también aunque no quería perder la concentración. Yo me lo estaba pasando demasiado bien que parecía malo para la salud.

-          Wey…- decía Uriel tras una carcajada cuando me subía como si en realidad no fuese tan pesada como decían mis padres.

-          ¿te diviertes, Dary?- le dije en un momento en suspensión en el aire.

-          Sí, ¿y tú? – la respuesta era clara con tan solo mirarme.- ya veo que si.- dijo contento.

En ese momento vino una ola tan chiquita que salté sin avisarle, él no lo vio y a la que volví a poner los pies en el suelo, noté como el tobillo derecho crujía y en vez de acabar de pie, caí de culo en el agua, suerte que no era profundo. Uriel no me había agarrado porque había como un pequeño descanso, cuando me vio en el suelo, con la pierna derecha hincada y mi mano estaba encima del tobillo acompañada de mi cara de dolor, se puso de rodillas en el agua y su cara de preocupación volvió.

-          Mi amor ¿estás bien? ¿Qué te pasa? ¿Te duele algo? – igual que una madre, pero lo agradecí que se preocupara, con un brazo lo pasó detrás de mi espalda y con la mano derecha la intentó poner encima del tobillo que me dolía, pero grité de dolor.- Ui, ya veo… tenemos que irnos a la toalla, ¿quieres que te lleve?- dijo.

Me quedé mirándole con cara de ¿Qué vas a hacer qué? Delante de todo el mundo…

-          Mejor camino, ¿me ayudas?- le dije.

-          No, yo te llevo. – dijo mientras que sin pedirme permiso empezó a agarrarme para llevarme en brazos, pero le puse una mano en su pecho y le aparté.

-          Dary, no saben nada de ti, no te pueden ver. Si me ven que de repente, regreso a la toalla, medio volando, mi familia va a pensar cosas horribles… mejor camino, me apoyo en ti y así pasarás más desapercibido, ¿ok? – le dije.

-          Tienes razón, me olvidé de dónde estamos. Te ayudo. – dijo ofreciéndome su brazo, dónde me apoyé y mientras que daba pequeños saltos hasta llegar a la arena, me fijé que nadie estaba mirando.

-          Vamos a la toalla.- le dije y Uriel acató mis órdenes. 

Me senté con cuidado, intentando pensar cómo se lo diría a mamá, pero no se me ocurría nada, solo pensaba que quizás había sido un mal gesto y que por hoy ya había suficiente playa hasta el día siguiente, aunque eran más de las 6pm. Uriel no se separó de mí en ningún momento, en la toalla, le invité a sentarse a mi lado, me rodeó con los brazos en mi espalda mientras que hacíamos tiempo hasta las 7pm que habían decidido marcharse de allí. 

Intenté levantarme como si no me doliese tanto, no les dije nada a la familia, no quería preocuparles, esto era como clase de entrenos, había días en que regresaba con agujetas y algunos moratones debido a un entrenamiento duro, y no decía nada porque no sabía cómo contarlo. Pero esto si que podía explicarlo, salté una ola lo hice mal y me lastimé el tobillo, fácil de entender sin explicar nada de Uriel. Pero no dije nada, dejando tiempo para ver si me pasaba. 

Me vestí Uriel en todo momento me ayudó, me costaba estar de pie, me dolía bastante y vi que el tobillo había empezado a hincharse y también se puso rojo. En el momento que estaba todo recogido, empecé a caminar, era peor que antes, me agarré muy fuerte al brazo de Uriel y empecé a caminar.

Recomendación: Acuerdate de mí - Morat.

HR.

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