También hubo novedades en el Tripijoc, los alumnos de cuarto curso de primaria ya no iban al grupo de pequeños e irse al grupo de los mayores, eso quería decir que en vez de ir los martes, jueves y viernes, ahora tenía que ir los lunes, miércoles y viernes. Al ser de los mayores, teníamos privilegios como era el hecho de ir el primer viernes de cada mes a la piscina a jugar, e incluso elegir los demás viernes si irse al grupo de pequeños o quedarse con el de grandes, ya que en nuestro grupo se organizaba un equipo de futbol para jugar contra los colegios de Manlleu, Vic, Torelló y San Hipólito de Voltregà. Los que no jugaban (la mayoría niñas) podían estar los viernes de entrenamiento con el grupo de pequeños, para echar una manito a los más pequeños.
Me interesaba mucho el equipo de futbol, pero a mi directamente sin pedírmelo y porque la mayoría lo decía, me quedé con los pequeños durante los viernes. Sinceramente no sabía como decirles a mis padres que quería jugar al equipo de futbol, pero eso ya hablaremos más adelante. De alguna forma el corazón me insistía en que tenía que conseguir entrar en ese equipo y jugar de forma “más profesional” sin ningún coste adicional.
El lunes, después de la hora de deberes, tocaba hacer manualidades (lo llamábamos talleres), y los miércoles había asamblea para hablar de las actividades que se harían durante el mes y entre otras cosas, normalmente allí era dónde ensayábamos las obras de teatro, tanto las que acababan mostrándolas a los padres, como los que hacíamos entre nosotros.
El primer día del Tripijoc, empezó bastante mal porque al estar en el grupo de mayores, sabía que me iba a encontrar con una chica que me hubiese mejor gustado no saber nada de ella. Esta chica se llamaba Sandra, había repetido curso unas cuantas veces, y en vez de parecer una chica de quinto de primaria, parecía de segundo de secundaria. Ella iba al Pompeu Fabra, seguramente que conocía a mi prima Sofía pero ni me percaté a decirle nada, de hecho siempre intentaba no hablarle, porque después de ver lo qué había pasado el año anterior cuando estaba con la Ana, decidí por mí cuenta de que ella no tenía buenas vibras.
- ¿Cómo te llamabas?- me preguntó la Sandra interrumpiendo mis pensamientos.
- Laia.- dije muy seca.
- Eso… Laia, ¿tú eres amiga de la Ana, verdad?- me preguntó curiosa.
Le miré a la cara y empecé a sentir un dolor en el corazón que no me dejó hablar, así que solo pude confirmarlo con la cabeza.
- ¿Sabes por qué no ha venido?- siguió interrogándome.
Carraspeé e intenté agarrar fuerzas de dónde fuese.
- Ella ya no vendrá más, se ha vuelto a Almería.- dije.
- ¿Cómo dices?- respondió no aceptando lo que le dije, se enojó un poco.
La Sandra se fue a ver a la Maribel que estaba entrando en la sala de talleres.
- Maribel, ¿dónde está la Ana?- le preguntó algo ansiosa.
- Ya no vendrá más, regresó a Almería.- le respondió la Maribel.
Entonces la Sandra me miró pero yo no podía apartar mis ojos de su cara, ¿qué me estaba pasando? ¿Por qué sentía ese dolor en el corazón cada vez que la miraba? No quería saber la respuesta, así que respiré profundamente y le dije a Uriel que me siguiera, nos fuimos hacia el patio, todavía era la hora de merendar, me concentré con el croasan de chocolate blanco que me había ido a comprar, antes de llegar al Tripijoc.
Era otra novedad más, mis padres ya no me vendrían a buscar a las cinco de la tarde si me tocaba Tripijoc, al ser tan mayor y responsable, mi padre decidió que podía salir del colegio solita e irme al Tripijoc, y si antes tenía que ir a comprar merienda en la plaza, pues me daban permiso, eso quería decir que empecé a cruzar la calle solita, por lo menos calles que no tenían mucho tráfico, como era el caso de las siguientes: Santo Domingo, Bisbe Morgades, Enric Delaris, Horta de San Juan y Fedanci. Me sentía casi una adulta, consiguiendo pequeños pasos para el día de mañana poder irme a cualquier parte del mundo y de las estrellas. Quizás para muchos no fuese tan importante, pero para mí si lo fue, mis padres me estaban dando ciertas responsabilidades, eso quería decir que confiaban en mí. Muchos padres de mis compañeros de clase, no les daban esa oportunidad, por lo menos hasta que fuesen a secundaria y aún nos quedaba estar tres años más en la primaria.
Durante la primera semana en el Tripijoc, la Sandra no hizo otra cosa que seguirme por dónde iba, e intentaba de alguna forma que jugara con ella, siempre y cuando dejase de lado a los demás amiguitos que tenía, como por ejemplo Sergi el dibujante y Jesús que eran en su momento mis mejores amigos del lugar. Noté enseguida que me estaba apartando de ellos, por eso me resistí por lo menos el primer mes, después un día en que mi padre me vino a recoger a la hora (solía ser puntual él)…
- ¡Hola papá!- le saludé dándole un abrazo.
- ¡Hola Laia! ¿Estás lista para ir a casa?- me preguntó mi papá.
- Si, voy a agarrar mis cosas, un momento.- le dije y me fui con Uriel a la sala de talleres a la zona de las chaquetas.
Uriel me ayudó a abrigarme, aunque ya era Octubre hacía frío poco quedaba del recuerdo del verano ya… Me puse la mochila en la espalda y me fui a la entrada, los familiares no los dejaban entrar mucho, se quedaban en la entrada cuando no era un día de función o de fiesta especial.
- ¡Vale!- dijo la Sandra a mi padre.
- ¡Laia, vendrá tú amiguita con nosotros!- dijo mi papá.
Miré a la Sandra con un poco de mala cara, ella me miró con esa mirada que tenía de manipulación.
- ¿Por qué?- pregunté.
- Ella vive cerca de casa y no tiene quién la lleve, le acercaremos con el auto en un momento. No me cuesta nada.- dijo mi papá.
No me pude negar, pero estaba totalmente en desacuerdo, ¿cómo se había atrevido a hacer algo así? Daba miedo ella, quería todo el tiempo estar conmigo, y yo no tendría ningún problema por lo que me “obligaba” a hacer… pero no se rendía. ¡Dios, que cabezona era!
Salimos a la calle, el frío no tardó en hacernos una visita ligera, deseándonos que pronto vendría el verdadero frío del invierno, a tan solo cinco metros más hacia el río, mi padre había estacionado el auto, del lado derecho en la puerta de atrás, vi al arcángel Gabriel que nos estaba esperando, pero cuando vio que venía la Sandra, su rostro de felicidad se borró completamente, frunció el ceño y caminó hacia a mí velozmente.
- ¿Qué es esto? ¿Qué hace ella aquí? – me preguntó.
No le podía responder, tenía a la Sandra demasiado cerca y a mi padre casi también.
- Tranquilo Gabriel, solo la vamos a acompañar a su casa. – le avisó Uriel.
- ¡Mala idea!- respondió tajantemente Gabriel.
- No podía hacer nada más, Gab. – respondió algo brusco Uriel.
Se quedaron mirando a los ojos los dos hermanos, pero no tuvieron otra que aceptarlo, así que cuando papá abrió el auto, abrí la puerta de mi lado, la Sandra se puso por el otro lado, pero en medio se quiso poner Gabriel, no solía estar dentro del auto, pero insistió, Uriel iría volando detrás en las alturas.
Me quedé callada todo el camino, cuando llegamos a la casa de ella, me di cuenta de que vivía demasiada cerca de mí casa y me preocupé. ¿Y si salía a hacer una guardia con mi perro y ella me viese?
En cuanto llegué a casa, me fui al baño y hablé con Uriel.
- ¿Qué es lo que busca?- le pregunté.
- Mi amor… sigo aquí. – decía Gabriel.
- No lo sé, pero te quiere a ti. – respondió Uriel.
- ¿Solo a mí o a los demás también?- pregunté.
- Solo a ti, amor. – respondió Uriel.
- Así no lo quiero, ¿Por qué no le digo que sin ellos no podrá tenerme como amiga?- pregunté.
- Solo le interesas para que seas su perrito faldero, querida. – dijo Gabriel.
- ¿Cómo su perrita faldera?- repetí.
- ¿Qué era la Ana para ella? – preguntó Gabriel.
Tenía razón. Ahora que soy adulta hay cosas que no acepto y hago lo que sea para que no acaben formando parte de un capítulo de mí vida difícil de superar. Pero con casi diez años, tomé la peor decisión que uno puede tomar, intentar comprenderla… ese miedo que sentía dentro de mí, sabía que era una aviso pero al mismo tiempo empatizaba con ella o quería hacerlo, pensé que si no me oponía tanto a ella, quizás se marcharía antes, si era que el universo me la había puesto para algo importante, quizás para ayudarla en algo.
A partir de ese momento, mi padre y yo la acercaríamos a su casa todos los días que tocase Tripijoc, en cambio yo intentaría que me intentase contar su historia, porque intuía que ese dolor era lo que realmente tenía que ayudarla a hacer algo. Me sentía como un soldado en plena guerra, sin saber si cada acto o decisión me iba a mantener con vida y con los pies en la tierra, o simplemente me esperaría la muerte. Sin intentar apartarme en ningún momento de mis amistades, me dividí un poquito, porque sabía que Sandra no le caía nada bien a Jesús, a Sergi el dibujante todavía, pero a Jesús no lo tragaba, porque hablaba todo el tiempo en español, pero me di cuenta de que lo discriminaba un poquito (o lo que pensaba que era un poquito) porque tenía una discapacidad cognitiva.
No me di cuenta, ahora en la actualidad si alguien ya es capaz de discriminar a alguien por tener un problema cognitivo, eso para mi ya se me activa una RED FLAG. Pero tenía que aprender eso, ya que fue la primera vez que me estaba haciendo amiga de una chica que en realidad no debería haberlo hecho. Pensé que quizás no le caía bien porque no lo conocía, pero aunque intentaba que se conocieran, no resultaba bien la cosa. Siempre la Sandra terminaba cada intento con un comentario racista, sobretodo cuando un día se me escapó que mi mejor amiga en el colegio era la Saida. Madre mía cuando le dije eso, porque me sentía dolida de que tratase así de mal a Jesús, me intentó hacer ver que “hablar con la Saida” era algo horrible. Pero hice como que no escuché nada.
Ese curso el colegio había empezado un nuevo programa que me puso muy contenta, porque la Assumpta me entendió y para ese año puso a disposición de aquellos alumnos que hubiesen llegado al país o que llevasen poco tiempo aquí en España, pudieran integrarse en las clases, haciendo clases de refuerzo sobre temas más importantes, como las materias de matemáticas, lengua española y lengua catalana. La Saida estaba apuntada, al igual que Mohamed el nuevo y Karim, también alumnos de otras clases que habían llegado hacía poco en el país, la mayoría eran de Marruecos, tal y como los guías habían dicho que ocurriría, y lo mejor que teníamos que hacer por ellos, era aceptarlos tal como son y darles la chance de tener un futuro mejor que el que estaban destinados en su país. Que quizás el gobierno de USA tenga la culpa de las guerras de Oriente Medio, que ha obligado a miles de millones de personas tener que abandonar su país de origen en busca de una vida mejor. Ya suficiente mal lo estarían pasando, al no comprender los idiomas de nuestro país, como para que incluso les hiciéramos la vida imposibles, pensando que somos los dueños de estas tierras, cuando en verdad, la humanidad solo está de paso por este planeta.
A la Sara prefirieron mejor no ponerla en ese programa, porque ya sabía español, pero no sabía catalán, así que la Carmencita se responsabilizó de darle cuadernos de iniciación en catalán y enseñarle, tanto en horas de clase como en algunas ocasiones fuera de horario, que algunas veces se tenía que quedar una horita más, para darle un poco más al catalán, que aquí en Manlleu es el idioma vehicular, aunque si hablas en español no pasa nada, pero en Cataluña es mejor que sepas catalán si vienes a trabajar y a vivir, y más si te vas a las montañas y no en la ciudad de Barcelona o Tarragona.
Carmencita ya le habían avisado los demás profesores que yo me encargaría de seguir con la integración de la Saida en clase, en las demás clases. En este caso ella no se opuso sino que todo lo contrario, se unió a conseguir que tanto la Saida como la Sara consiguiesen hablar catalán cada vez mejor, tanto hablado como escrito, yo también le echaba una manito a Sara. Fue en ese curso cuando vi a Sergi también arrimar el hombro con la Saida, lo agradecí tanto que me di cuenta de que tenía un mejor amigo muy especial que quizás hay muy pocos así en el mundo. El resto de la clase, aunque el Bullying se disipó un poquito, sentía los celos de los demás, en su momento no entendía porque, ya que ellos sacaban mejores notas que yo (al intentar que Saida se sacara el curso, descuidé un poquito los míos pero aprobaba bien), ahora quizás entienda que tuvieran celos por lo que ofrecía en clase, esta ayuda en particular, el orgullo a veces no permite disfrutarlo todos por igual. Pero no se los tuve en cuenta.
Recomendación: Las nueve revelaciones - Película en youtube (free).
HR.
HERO&Corporation.
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