*Continuamos con la emisión de los capítulos entre los lunes o los viernes (si la semana no se complica).
- ¿Cómo dices?- dije sin querer grité y mi madre se despertó.
El corazón se me aceleró y me puse nerviosa, así que reposé la cabeza hacia la izquierda y me hice la dormida. Gabriel se quedó en silencio, mi madre no ve a los ángeles, pero si que escucha sus voces, escuché como el ángel temporal de mi madre le cantaba una nana para que se quedase dormida otra vez, en cuento lo consiguió le hizo un gesto a Gabriel y me tocó la punta de la nariz, volví a abrir los ojos y comprobé que estuviera dormida cuando la escuché de nuevo roncar en bajito.
- Dice Uriel que vio a un Egregor deambular por la zona y una vez que ya estaban bajando por la colina, lo ha escuchado reírse de forma malvada. – me explicó el arcángel del rayo blanco.
- ¿Aún soy mortal, Gab?- le pregunté preocupada.
Gabriel dijo que si con la cabeza.
- Gämael me amenazó de muerte hace dos años, desde entonces lo ha intentado unas cuantas veces, ¿qué pasará si lo acaba consiguiendo?- le pregunté.
- No ocurrirá mientras esté contigo, mi amor. Antes deberá matarme a mí, y lo tiene complicado, porque soy un ente inmortal. – explicó poniéndose protector como si fuese el héroe de una película.
Sin quererlo me eché a reír, ese comentario me lo provocó.
- No sé de dónde saliste, pero ¡gracias por salvarme!- le dije mirándole directamente a los ojos.
Gabriel sonrió complaciente y me dio un besito en la frente, entonces empezó a acariciarme el nacimiento del pelo, mientras que yo recostaba la cabecita en la almohada.
- ¡Vinimos a protegerte, querida!- volvió a sonreír.- Anda, duérmete, que mañana nos vamos al teatro…- dijo.
Con la mano derecha me aferré a uno de sus brazos con fuerza lo arrastré hacia mí pecho, para quedar-me reposada encima de su pecho, finalmente mientras que ya cerraba los ojos, sentí como él se recostaba en la cama junto a mí, hasta que se quedó también dormido, apoyando su barbilla encima de mí pelo.
Las enfermeras me trajeron el desayuno, Gabriel aún estaba cuidándome, porque mi madre aún no había llegado. En ese box estábamos solos, así que pude charlar con él.
- ¿Quieres una galleta?- le pregunté.
- No, aún no aprendiste. – dijo.
Entonces soplé encima de la galleta y se la mostré, Gabriel se quedó sorprendido agarró la galleta y la mordió.
- ¡Perfecta! ¿Cuándo aprendiste a dimensionar los alimentos?- preguntó Gabriel.
- Uriel me enseñó el truco.- arqueé una ceja y me puse a reír.
Detesto comer sola, así que usando este pequeño truquito, puedo invitar a los ángeles a comer conmigo. En realidad no es soplar y ya está, este truquillo es un secreto pero solo puedo compartirles que tiene mucho que ver con la fusión celular cuántica.
Supongo que está mal decir esto pero, tomarse un vaso de leche con colacao y unas galletitas para desayunar en un hospital es mucho mejor, que no desayunar nada en casa, como estábamos acostumbrados. Es verdad que era diferente, porque no habían grumos y aunque a la mayoría no les gusta, a mí me encantan, ya les avisé que soy rara. Porque aparte del Colacao con grumos, adoro las patatas de bolsa rancias, aquellas que dejas la bolsa abierta un día y están como resecas, las adoro.
Mamá llegó al terminar de desayunar, y el medico me vio enseguida, y me dieron el alta a media mañana, ese día estuve en casa, me tocaba ir a comer a casa l’Abue, pero al final el médico me mandó pastillas para el dolor, que al final tomé muy pocas y me dijo que estaría con el brazo escayolado hasta la primera semana de septiembre, si las cosas no se complicaban.
A las siete de la tarde, fuimos a ver el espectáculo de fin del Casal Anigami, vi a quién le había tocado vender las palomitas y chucherías, una chica de Torelló. Nos sentamos a primera fila, nos reservaron los sitios, Gabriel y Uriel también estaban conmigo, fue muy interesante, pero hubiese deseado haber estado en el escenario y no sentada en la grada. Me hubiese apetecido mucho si el número de los malabares no hubiese sido tan nefasto, salir allí a hacer el número más bonito de todos. Me prometí a mi misma que si alguna vez hiciera algo del circo, sería haciendo malabares o con el diablo.
Cuando terminó el espectáculo, pudimos ir a la zona de alumnos a tomar un piscolabis, y toda la gente del Casal estaba pendiente de mí, preguntándome cómo estaba, y la forma en como se tomaron la noticia el día anterior al saber lo qué me había pasado. Las noticias volaron, porque una chica de Torelló dijo “¿Es verdad que volaste sin motivo unos metros?” y le tuve que decir que si, aunque me moría de ganas de decirle, que gracias a Gabriel estaba allí viva, porque iba a morir allí.
Pasé un mes de Agosto complicado, porque una vez más fue muy caluroso y no podía ir a la pileta a refrescarme, a la hora de bañarme, me tenía que poner una bolsa en el brazo que hacía de efecto invernadero y me ardía el brazo. Me pasaba todo el mes, dibujando, escribiendo en un cuaderno y jugando a las cartas con mi abuela, arrasando en el cinquillo. Con el tiet Josep, empecé a hacerme muchas preguntas sobre el trabajo que había elegido tener como guardiana, y pensé en que quizás algún día me lastimaría el brazo derecho, así que le pedí al Tiet Josep que me enseñara a escribir con las dos manos, y así convertirme en ambidiestra.
Aprovechando que estaba practicando la escritura a mano, agarré una novela para niños y empecé a copiarla, una página con la derecha la otra con la izquierda, para cambiar la letra, de enganchada, a separada como los mayores. Se lo había visto al Kamal, un niño de un curso superior que le castigaron a nuestro curso una vez, y vi que había cambiado la letra y pensé que se tenía que hacer antes de empezar cuarto de primaria.
Una tarde que estaba en la buhardilla con mi abuela limpiando, en una de las cajas de libros que tenía desde hacía mucho tiempo, agarré un cuaderno hecho a máquina Olivetti de escribir, que era de matemáticas. Empecé a ojearlo y mi abuela se me quedó mirando riéndose.
- ¿Qué haces, Laia?- me preguntó la iaia Filo.
- ¿De quién era este cuaderno, iaia?- le pregunté.
- De tú padre, cuando estaba estudiando lo que vas a hacer en unos años, lo llaman ustedes… ¿secundaria, no?- dijo, antes se llamaba EGB.
Entonces vi en la portada el nombre de mi padre, y seguí ojeándolo.
- ¿Puedo llevarlo abajo?- le pregunté.
- Si, pero para qué, ¿si esto es muy avanzado para ti?- respondió.
- No importa. Sé lo que es.- le dije.
Bajamos la escalera de caracol de madera y después las escaleras del segundo piso, para regresar al salón del primer piso, mientras que ella agarró el periódico, siempre quería estar actualizada, yo me puse en la pequeña mesa de la sala, con un bloque de notas, una lapicera y el cuaderno, para ponerme a hacer operaciones que reconocí.
- Dary, creo que alcancé el problema que tenían los maestros el otro día, sobre la misión de la expansión de Dreyfus.- le susurré a Uriel.
- ¿Qué has averiguado? – respondió Uriel colocando los codos encima de la mesita y se colocó de rodillas en el piso.
Se me daban bastante bien las matemáticas en clase, pero no me gustaban, y aunque era demasiado “avanzado” para mí, en IÓN estaba acostumbrada a hacer matemáticas propio de universitarios, se lo tienen que imaginar en plan físico teórico o algo así, con un poco de expansión planetaria, como si fuera de la NASA. Uriel simplemente se percató a escuchar lo que le susurraba sin que mi abuela se enterase de ello, se le veía tan concentrada actualizándose con su periódico diario.
Dreyfus, lo que nosotros llamamos la Luna, en su cara oculta hay una única ciudad gigante, en plan la película Valiant, la ciudad de los mil planetas dónde se fusionan miles de millones de civilizaciones de nuestro universo que actualmente están trabajando en este sector de la galaxia y les llega de paso al trabajo. Digamos que es una ciudad de luz para trabajadores, porque no hay muchos turistas.
Lo qué sucedió fue que uno de los puentes iónicos inter-temporales que se unían entre Venus y Dreyfus, se rompió. No sé si lo saben, pero cada planeta tiene siete portales físicos que le pueden llegar a transportar a siete distintos planetas dentro del cuadrante de esta galáxia. Solo se puede acceder, con permiso de los Seres de Luz y sabiendo un poco como funcionan, estos lugares son sagrados y suelen ser apartados de las civilizaciones, normalmente suelen estar en secreto para que la humanidad no haga un uso perjudicial de ellos. Estos portales, actúan en función de agujero de gusano inter-temporal, la unión que produce este tubo de energía sin tiempo y que te absorbe como si fueras una aspiradora, suele estar marcado por Iones energéticos cuánticos, es decir, energía libre, que solemos llamar nosotros cuando nos referimos a energía que no tiene ningún objetivo en específico (como las células madre).
Cuando esto se rompe, el agujero de gusano empieza a crear nuevas vías de comunicación entre ambos planetas, pero como el camino es más largo y más intenso, puede que cuando regreses a tu planeta el tiempo no sea el mismo. Es decir que puede que al regresar, vuelvas a cualquier momento del tiempo-espacio, tanto en el futuro como en el pasado, por eso son inestables y pasan revisiones diarias. Si ocurre algo así, automáticamente se cierra el acceso y se intentar poner una solución.
- Puede que funcione, espera, esta noche hay una reunión en Agartha, si me permites voy a hacer unas llamaditas a ver si podemos asistir y así puedas ofrecer esta solución, mi amor. ¿Te parece bien? – propuse el arcángel Uriel.
- Ok.- le respondí algo sorprendido, aunque no sabía que llegaría tan lejos mi idea.
Desgraciadamente se me prohíbe compartir la reunión y decir dónde fue, pero mi idea fue aceptada por los Maestros de Venus que estaban de visita en Agartha. Aunque no solucionaron del todo el problema, ayudó bastante.
Ese año la comida con los Galí llevaba una sorpresa debajo del brazo, no recuerdo el sitio dónde fuimos, pero solo recuerdo que era en medio de la naturaleza, dónde había un perro guardián parecido a un San Bernardo y a un Golden que me pasé casi todos los ratitos de la comida a fuera con el perrito acariciándolo y estando al lado de su compañía que era muy relajante, que parecía que entrases en trance de meditación. En la entrada, al lado del párking había unos columpios, que mientras que esperábamos a los demás, me subí y mi abuela se subió al de mi lado. Yo tenía todavía el brazo escayolado, así que no me podía columpiar como siempre, pero ver a mi abuela columpiarse fue toda una experiencia muy divertida. La iaia Filo siempre tenía un momento gracioso para ofrecerte en lugares tan formales como era el restaurante.
Recomendación: The Peripherial - Prime Video.
HR.
HERO&Corporation.
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