miércoles, octubre 05, 2022

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 158 [2T]

 

Des del punto de vista humano que yo tenía, no podía saber cuál era la mejor forma para ayudarla, por eso siempre cuento con la colaboración de Uriel y Gabriel, solo en ocasiones más especiales o de mayor magnitud, necesitamos el punto de vista de los Maestros Ascendidos. Para entender esto debemos entender porque existen las dimensiones, en primer lugar existen por una vibración en sí que se experimenta, y dicha vibración crea Seres que viven en ese “mundo”, dónde tienen un punto de vista para comprender sus conflictos.

En este caso, con el punto de vista solo de 3D, me quedaba corta para ayudar a la Saida, y no solo a ella, sino a los futuros inmigrantes que llegarían muy pronto. Si la directora no quería mover un dedo por ello, eso sería una gran dificultad de aprendizaje para la Saida, porque no podría pasar de curso y en el futuro no podría ni ir a trabajar. Noté en el corazón que teníamos que pedir ayuda a la 5D, por eso esa misma noche, me fui de viaje dimensional junto con el arcángel Gabriel a IÓN, con el objetivo principal de ir a ver a Saint Germain.


Tuvimos que esperar quince minutos sentados en los sillones del pasillo, porque el director se encontraba reunido en ese momento. Sabía que me estaba perdiendo la primera hora de clases, pero eso era necesario y se debía hacerlo sí o sí, sentía en el corazón que me lo agradecería la vida en el futuro cuando fuese el momento.

-        ¡Por favor, espero que nos pueda ayudar!- susurré perdiendo la paciencia, porque empecé a tener las piernas inquietas y a resoplar con fuerza, como si estuviese nerviosa, pero al mismo tiempo furiosa si nos mandaba a la mierda también el Maestro.

-        Tranquila mi amor…- dijo Gabriel mientras repasaba los documentos que tenía en sus manos.

-        ¿Y si no nos ayuda?- dije susurrando.

-        Y por esa misma razón, aquí solo entran personas de la superficie cualificadas. Mi amor, somos los Seres de Luz, eso es a lo que nos dedicamos. ¿Por qué no confías un poco más en nosotros y menos en los humanos? – dijo Gabriel dejando de leer los documentos, sus cejas se arqueaban como si tuviera razón y es que en el fondo, lo tenía y eso me daba rabia.

-        Los humanos apestan…- susurré.

-        Yo prefiero decir que son niños, por lo menos entiendes que les cuesta entender cosas esenciales, porque aún no las han aprendido. Como por ejemplo, estar allí cuando realmente alguien les necesita, algo que a ti, se te da muy bien, mi amor. Y por ello, yo me siento feliz de estar a tu lado hoy aquí… ¿sabes? – Dijo terminando con una sonrisa mirándome con esos ojos verdes felices.

-        ¿Por qué eres tan pelota Gabriel?- le dije arrugando la frente.

Gabriel se abalanzó hacia a mí, casi tan cerca que podía notar su respiración haciéndome cosquillas en los labios, él arrugó la frente.

-        ¡Deja que las pelotas reboten en la cancha e intenta aceptar mis piropos! – dijo Gabriel bromeando.

No pude evitar sonreír, él también terminó haciéndolo, pero su cercanía era sospechosa que se aceleró el latido de mí corazón. Finalmente coloqué mi cabeza encima de su brazo, él no podía dejar de mirarme a ver qué hacía, mientras que pasaba mis manos alrededor de su brazo.

-        Suerte que te tengo a ti, entonces…- dije.

Él sonrió de vuelta.

-        ¡Ay, Laia! Por ti no pasan las vidas, que sigues igual… yo aquí contigo y tú sin aceptar mis piropos…- bromeó Gabriel.

Me entró la risa, porque en su cara se notaba que la ironía le empezaba a funcionar. Con una mano le cerré la mandíbula, él se dejó.

-        Así estás más guapo.- le dije para seguir bromeando.

-        ¡Oye!- dijo mientras que me pinchaba con los dedos entre las costillas, eso hacía que me estremeciera de cosquillas que sin querer pegué un grito que nos miró todo el mundo.

Nos quedamos inmóviles en silencio, intentando aguantar la risa, mientras que nos ruborizábamos tan rápidamente que no dio tiempo a respirar o pararse a pensar, nos quedamos callados mirándonos de reojo.

Quién diga que los ángeles no son divertidos, realmente no ha tenido contacto con ellos, porque son super divertidos, siempre te sacan una sonrisa incluso en los días más tristes que tengas, ellos siempre están allí nunca te fallan ni te fallarán, debes confiar en ellos, aunque el tiempo parezca decir lo contrario, solo están allí, al otro lado del velo, quizás en silencio, pero están allí.

Una vez dentro del despacho del Maestro Saint Germain, la situación cambió drásticamente, la seriedad se abrió paso sin previo aviso, porque la noticia que le compartí al Maestro ni se inmutó, no porque no fuera algo que no importase, sino porque ya sabía que había sucedido.

-        ¿Cómo lo sabes?- le preguntó.

-        Yo mismo supervisé el hecho de que estas personas de origen magrebí se fuesen a España a buscar una vida mejor. Me alegra que hayas venido a avisarnos, ahora viene algo más complicado y que necesitaremos la ayuda de personas como tú, y también a ti Gabriel. La situación es realmente delicada, hay vidas en juego, ¿saben? ¡Hay niños que pueden morir de hambre o por armas de fuego! – informó el Maestro Saint Germain, su cara de seriedad nos puso en nuestros sitios.

Gabriel y yo nos miramos a los ojos directamente, y él miró al Maestro.

-        ¿En qué podemos ayudar? – preguntó Gabriel.

En ese momento le agarré de la mano a Gabriel, él entrelazó sus dedos con los míos.

-        Necesitaríamos a la legión de Rayo Blanco para guiarles en el camino de llegar a otros países de la Unión Europea para tener una vida mejor, e intentar que su integración sea más fácil. ¿Puedo contar con toda la legión que se ofrezca?- dijo el Maestro.

-        Por supuesto, los reuniré de inmediato en cuanto regrese a Manlleu. – Respondió Gabriel.

-        ¿La legión vive en Manlleu?- pregunté sorprendida.

Gabriel me miró y dijo que no con la cabeza.

-        Yo soy el capitán de la legión de luz, y yo sí que vivo en Manlleu, pero de 5D, mi amor. Los demás viven en Agartha o algunos en tú dimensión. – respondió Gabriel mirándome con sus ojos verdes que te atrapaban sin quererlo.

Esa fue la primera vez que supe exactamente dónde vivía, me alegré que fuese mi misma ciudad, aunque fuese en otra dimensión.

-        ¿Saint Germain y yo en qué puedo ayudarte?- le pregunté.

-        Cuida de la Saida, pero todavía no te acerques a ella, espera a ver si otro de tú clase se da cuenta de lo que sucede ¿de acuerdo? – dijo el Maestro.

-        ¿Por qué no puedo ser yo directamente?- le pregunté.

-        Debes recordar cual es tú posición, querida. Eres uno de nosotros, eso quiere decir que debes esperar a que le salga otro la voluntad de ayudar. Se supone que estás allí para refrescarles los valores para ser un Ser de Luz, si lo haces tú directamente, no les estarás dando la oportunidad a ellos para que nos muestren si están entendiendo lo que les estás enseñando, ¿de acuerdo? – dijo el Maestro.

Dije que si con la cabeza y me quedé callada, mientras que Saint Germain y Gabriel terminaban de hablar de ciertas cosas.

-        La guerra de Oriente todavía se va a largar mucho más, así que deben estar atentos a estos nuevos movimientos migratorios que van a venir, es importante que se sientan en casa, porque de algún modo, perdieron su zona de confort y tienen mucho miedo a todo aquello que sea nuevo. Necesitan un hogar, un nuevo país dónde no sean crueles con ellos, ¿lo entienden? – dijo el Maestro Saint Germain.

Tanto el arcángel Gabriel como yo dijimos que si con la cabeza, era una situación complicada, la guerra entre Irak y Estados Unidos era algo atroz que de algún modo los países del norte de África habían perdido mucho sus riquezas que antaño eran grandiosos. Si el tiempo y el universo lo decían de ese modo, nosotros acataríamos sin rechistar esa orden, así que simplemente dejamos que las cosas sucedieran por su propio peso, yo observando a la compañera, mientras que Saint Germain no dijese lo contrario.

Gabriel me dejó a la entrada del edificio dónde tenía que asistir a mi primera clase del día, mientras que nos estábamos despidiendo, él me agarró de las manos, sonreía como si le hubiesen dado el mejor regalo de su vida, pero no reconocía a qué se refería. Inclinó la cabeza ligeramente hacia un lado y me miraba con tanta atención que sus ojos verdes se volvían cada vez más penetrantes.

-        Anda, ve a clase. ¡Nos vemos después! – dijo Gabriel.

-        Sí, es mejor que me vaya.- le dije.

Le solté de las manos y me di media vuelta, caminé un par de pasos, pero me detuve, me volví a girar, él me estaba mirando, sin pensármelo corrí hacia él y le abracé, él simplemente aceptó mi abrazo que le sorprendió pero escuché su respiración profunda seguido de su risita hermosa. Entonces, me fui a clase.


Pasaron varias semanas, y en clase en 3D nadie se había acercado a la Saida sino fuese para reírse de ella o simplemente ridiculizarla, incluso en la hora del patio no sabía ni a dónde ir. Así que ella como vio que yo no le hacía nada, empezó a fijarse en mí y en el patio me seguía, pensando que a lo mejor yo le haría compañía. Pero Saint Germain había sido muy claro, tenía que esperar, a que alguien por lo menos hiciese el paso, cada día que pasaba y veía que no habíamos tenido suerte, le enviaba un mensaje a través de los anillos de Uriel a Saint Germain, tenía que estar informado todo el tiempo que fuese necesario. La espera fue dura y muy dolorosa, en algunas ocasiones pensaba que a lo mejor a Saint Germain se le había soltado los tornillos, porque aunque no quería que pasase, la Saida estaba sufriendo, sus ojos se reflejaban claramente que así era y no quería verla así.

Una tarde que vino mi madre al colegio a ver a la Laura para decirle cómo me estaba yendo en el curso, en el momento en que me fui con ella por las escaleras ya que eran las cinco de la tarde, nos encontramos a la Saida también bajando…

-        ¡Hola Laia!- dijo la Saida, era lo único que había aprendido a decir, hola y adiós, mi nombre se lo sabía perfectamente y lo pronunciaba muy bien.

Me giré pero no le pude responder, mi mamá me vio.

-        ¡Laia, contesta a esta niña tan guapa! ¿no?- dijo mi mamá.

-        Mamá, no puedo.- le susurré.

-        ¿Y por qué no si ha sido amable contigo?- preguntó.

-        Porque es difícil, mamá.- le dije susurrándole más brusco.

-        ¡Hola Laia!- volvió a decir la Saida.

-        ¡Hola guapa! ¿Cómo te llamas?- dijo mi mamá a la Saida.

-        Saida.- dijo ella tan inocente.

-        ¡Qué bonito nombre! Soy la mamá de Laia.- le dijo, pero la Saida solo se le quedó mirando con una sonrisa, no lo entendía tanto todavía.

Le miré y le saludé con la cabeza, pero porque mi madre viera algo, pero es que todavía no podía hacer algo así. Antes de que dijera nada más mi mamá, me puse a bajar las escaleras más rápido y mi mamá me vino detrás, olvidando a la Saida, en ese momento le agarré de la mano a Uriel, le tiré de él que se tuvo que agachar.

-        ¡Habla con Saint Germain y dile que voy a actuar, llevamos tres semanas y nadie se acerca a ella!- le susurré a Uriel.

-        Vale. – respondió Uriel muy atento y serio por la situación.

-        Si te dice lo contrario, dile que ya lo iré a ver yo a su despacho el lunes. Pero es que esto no se puede sostener más tiempo, ¿vale?- le exigí.

Uriel dijo que si con la cabeza, le solté. 

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HR.

HERO&Corporation. 

 

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