domingo, septiembre 15, 2024

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 198 [2T] - PENÚLTIMO CAPÍTULO

 Estamos a tan solo 1 capítulo para terminar la segunda temporada.

Tengo pocos recuerdos de cómo pasé de estar despierta a empezar a hacer efecto la anestesia, aunque la aparición del Maestro Orange, fue antes de ponerme anestesia. Solo recuerdo que me hicieron tumbar y enseguida ya estaba dormida aunque notaba que me quitaban la bata y me preparaban, noté un pinchazo en el brazo izquierdo y acto seguido me separé del cuerpo.

Flotaba en paz, por encima de mí cuerpo, mientras que los médicos intentaban devolverme a la vida, entré en parada cardio-respiratoria, miré el reloj el tiempo iba más lento, pero llevaba una hora y media de operación. Del ombligo salía un tubo que me conectaba con el cuerpo, sonreí, aún no había fallecido, pero estaba separada de mí cuerpo, como si hubiese entrado en el astral.

-        Laia… Laia…- identifiqué la voz del arcángel Uriel que me llamaba a mi izquierda.

Detrás de la puerta había un pequeño ventanal redondo, ahí vi a Uriel que me decía con una mano que fuera con él, le obedecí. Para volar en el Astral solo debes desearlo, es muy fácil. Traspasé la puerta como un fantasma, y cuando vi al Uriel me quedé fascinada, brillaba mucho su aura en tonos naranjas.

-        Wow, ¡brillas mucho, Dary!- dije.

-        Ven…- me ofreció su mano.

Le agarré la mano, la podía notar, claro ahora estaba en su misma vibración o casi en la misma. Volamos por un pasillo y regresamos a la sala de espera dónde estaban todos mis familiares, en silencio, preocupadísimos, pero por primera vez, pude ver a sus ángeles sin hacer ningún esfuerzo, entre ellos sentado en una silla apartado de los demás, estaba el Arcángel Gabriel. También brillaba mucho, era ¡impresionante! Cuando nos vio, saltó de la silla y fue hacia nosotros.

-        Gab… ¡Wow!- dije impresionada.

-        ¡Regresa! ¿vale? – dijo con los ojos negados de lágrimas.

No le pude contestar me pilló de sorpresa, quería darle una abrazo, pero Uriel me agarró y me frenó.

-        ¡No hay tiempo! Te esperan…- dijo Uriel.


Por las palabras de Gabriel, aún no estaba claro si iba a morir o no esa noche, pero verlo así, me rompió por dentro. Uriel me llevó al final del pasillo, pasamos una puerta y todo se volvió blanco, tan blanco que no podías distinguir si flotabas, caminabas o qué. Cuando ese blanco se disipó, empecé a tener mucha calor, y poco a poco me di cuenta que estábamos en el aire libre, concretamente en un campo de trigo en pleno verano. La brisa nos azotaba el pelo y el trigo picaba suavemente nuestros brazos, el Sol era fuerte pero todo se veía con mucha luz, como si los colores fuesen más vivos, además que por dentro me sentía muy en paz, aunque no sabía dónde estaba, sentía que estaba en casa.

Al final del campo de trigo, había tres árboles, un roble, un olivo y un pomelo. Debajo del Olivo había un hombre con la tez tostadita, el pelo larguito morocho, con rulos, vestía con una túnica blanca sujetada por una cuerda vieja, nos miraba con una sonrisa, a pesar de tener la barba tupida.

-        ¡Ahí está!- dijo Uriel saludando desde la distancia, el señor nos devolvió el saludo mientras que caminábamos hacía él.

-        ¿Quién es?- dije.

Nos acercamos al Olivo, pero antes de subir por un caminito, Uriel se detiene y me obliga a girarme, le miro a los ojos.

-        Yo me quedo aquí. No tengas miedo, mi amor. Él es un buen amigo, ¿confías en mí? – dijo el Arcángel Uriel.

-        ¿Por qué no vienes?- le dije algo asustada y curiosa al mismo tiempo.

-        No puedo, porque él ha pedido verte a solas. Pero cuando termines, volveré a por ti. – dijo Uriel.

-        Vale.- dije, no tuve más remedio.

Uriel me ayudó a subir por el camino que hacía una pequeña colina y un escalón, sin subir, simplemente me ofreció su mano y me ayudó, una vez arriba, me dejó la mano, me giré le dije adiós con la mano, él sonrió y me devolvió el saludo. Cuando volví a mirar hacia adelante, el otro ser que al no ver sus alas intuí que era un Maestro Ascendido, me miró con una sonrisa, dio un par de pasos hacía a mi pero se detuvo, me miró a los ojos y sonrió. Los ojos eran verdes pero mostraban una amabilidad que le emergía desde lo más profundo de su corazón.

-        ¿Tienes miedo?- me preguntó, su voz era profundamente dulce, algo en el corazón me hizo sentir que estaba hablando con algún familiar que solo no recordaba desde cuanto hacía que no hablaba con él.

-        No. ¿Quién eres?- le pregunté.

-        Ven, tengo que presentarte a alguien. – dijo, me ofreció una mano, me quedé mirándosela porque vi que tenía un agujero en medio de la mano redondo pero algo grande.

Le miré con sorpresa, le agarré la mano pasé un dedo por el agujero, le volví a mirar y él sonrió mientras que me mostraba la otra mano, tenía el mismo agujero, entonces vi que en los pies también tenía agujeros. ¡No podía ser, era él!

-        ¡Jesús!...- dije sorpresiva pero susurré en realidad, él sonrió.

-        Me alegra de volver a verte, Laia. ¡Ha pasado mucho tiempo! – dijo.

Me puse a reír y automáticamente me lancé a darle un abrazo por la cintura, él la aceptó con algunas carcajadas. Luego acepté su mano y nos fuimos a caminar por el bosque.

-        Maestro Jesús, ¿Ya estoy lista para…? Espera… ¿Estoy muerta?- dije pensando en voz alta.

-        No, no… sigues viva. Solo estás de paso. Quiero presentarte a unos amigos que serán muy importantes para ti, porque dentro de un tiempo estarán en tú dimensión. – explicó el Maestro Jesús.

-        ¿Dónde estamos? ¡Sé que el cielo no existe pero… me siento como en casa, aunque no reconozca nada!- dije mirando el paisaje.

-        Efectivamente, el cielo no existe al igual que el infierno tampoco. Pero en una cosa has acertado, estás en casa. Aún no lo recuerdas, pero viviste aquí en una de tus vidas, ¿Sabrías decirme el nombre de la ciudad?- preguntó el Maestro Jesús.

Dije que no con la cabeza.

-        Estamos en el Jardín de los deseos, la parte más frondosa y que casi nadie visita, de la ciudad Cruz del Sur. Mira, allí está la Tierra. – señalizó el cielo, se veía un punto fijo en el firmamento aunque fuese de día, realmente estaba lejos de casa pero me sentía en casa.

-        ¿Estoy en la casa de Dios?- pregunté ilusionada y sorprendida.

-        Si, es una forma de decirlo. – dijo con una sonrisa Jesús.


Quería seguir paseando y pasarme aquí un tiempo largo, pero de repente pensé en mis padres, ellos seguían en la sala de espera del hospital, intentando que yo no muriera y me sanase lo antes posible. Pero ¿quería volver? ¿Quería volver a mi vida a-social? Un lugar dónde me costaba tanto hacer amistades y que además en clase la cosa era complicada, ¿quería volver a eso o ya me podía quedar allí?

-        ¿Por qué me cuesta tanto hacer amigos en clase, Maestro Jesús?- le pregunté preocupada y ya un poco desesperada porque desde parvulitos que la cosa está así.

-        Siento mucho por todo lo que estás sufriendo, y me gustaría poder decirte que todo se va a arreglar, pero…- no terminó la frase, se quedó en silencio.

-        ¿Pero?- pregunté.

-        Se va a complicar más. – Me miró con los ojos vidriosos.

-        ¿Más? ¡Ahora si que no quiero volver a casa, prefiero morir!- dije.

El Maestro Jesús se detuvo y se puso de rodillas ante mí, para mirarme directamente a los ojos, me volvió a mostrar sus manos.

-        Lo sé, asusta y te gustaría quedarte. Pero si yo pasé por esto. – me mostró sus manos con los agujeros.- tú podrás pasarlo también. Está escrito que debes pasar por ello, no simplemente por ti, por los aprendizajes que aún debes reconocer en ti, sino, piensa en tus compañeros de clase. Ellos en el futuro van a hacer cosas muy importantes, ¿recuerdas por qué estás con ellos? – preguntó.

-        Si, pero me hacen sentir tan mal…- dije casi a punto de llorar.

-        Nuestro trabajo no es que te hagan sentir el rey del mundo o el rey de reyes, nuestro trabajo es silencioso y extraño. Solo con el tiempo empezarán a comprenderlo todo, ten fe en ti, en el destino que tú espíritu ha elegido experimentar. Además, tienes una responsabilidad con ellos, debes acompañarlos en lo qué harán, porque la ascensión del planeta depende un poco de ti también. Elegiste pasar por esto, y te sentirás abandonada en muchos momentos, pero nosotros estaremos contigo, aquí. – me puso la mano en el pecho.- Yo me sentí abandonado, cuando estuve en la Cruz, pero mi padre nunca me abandonó, y nosotros tampoco lo haremos. – explicó el Maestro Jesús.

Todos debemos pasar por nuestra propia crucifixión, una experiencia que no es agradable a la vista, pero es necesaria porque el espíritu ha elegido antes de encarnar pasar por ello, y nosotros como cuerpos no nos acordamos, nos da miedo y a veces queremos recular o simplemente evitarlo en todo momento, pero el destino es el que es. El Maestro Jesús tuvo que pasar por la crucifixión, porque se suponía que sus parábolas eran blasfemias, mientras que el pueblo esperaba el gran Mesías, y resulta que por egoísmo y miedo no quisieron reconocerlo hasta que tuvo que pasar por ese tormento y luego, resucitar a partir de ese momento el pueblo se inclinó ante él cuando ya estaba ascendido en la quinta dimensión.

Aunque he aprendido mucho sobre ello, y en ese tiempo no tenía mucha idea de lo que pasó realmente al Maestro Jesús, sus palabras me ayudaron a comprender que el destino lo elige el espíritu y el cuerpo solo acata órdenes. Si hay miedo, es por la incertidumbre que pasa el alma al no saber si lo que se debe hacer va a tener un resultado positivo o negativo. Como pueden ver, cada parte de nuestro SER tiene sus obligaciones, el espíritu guiarnos hacia nuevos horizontes, el alma hacernos recordar de dónde venimos y si lo que está a punto de suceder ya lo vivimos antes pero de forma negativa, y el cuerpo solo experimenta las indicaciones del espíritu y siente todos los sentimientos del alma. 

HR.

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jueves, septiembre 12, 2024

Últimas Noticias De La Hermandad Blanca

 

Nunca he pensado que si los seres de luz me han dado la oportunidad de estar a su lado y trabajar con ellos, fuese solo en mis sueños, algo que en la realidad no estaba sucediendo. Pero desde que me puse a trabajar ya de cara para las personas de 3D y dije públicamente con el permiso de ellos que podía decir sobre la existencia de los ángeles y los seres de luz. Eso tan solo hace diez años de mí vida, y con tan solo este tiempo, ningún día he pensado que estaba perdiendo el tiempo, sino todo lo contrario, aunque muchos me miraban por encima del hombre pensando <pobrecita, necesita amigos de verdad>… yo simplemente pensaba <sigue en tú matrix, porque cuando veas la puerta de salida, no habrá vuelta a atrás>.

Sabía con cinco años, que el 2024 pasarían cosas inolvidables que cambiarían el mundo por completo, y hasta ahora han ido ocurriendo acontecimientos personales en mí vida, que me han dejado sin palabras, sorpresas muy agradable y reencuentros inolvidables. Cuando vean esto, habré regresado de estar una semana en la playa (pensaba que me iban a dar vacaciones, pero no fue así, era tan secreto todo que cuando me chocó en la cara, no sabía qué responder).


He ido al Estartit (Empordán, Cataluña, España) últimamente he ido bastante en los últimos tres años, pero era por pequeñas <cositas> que tenía que hacer, revisar y aprobar dentro del plan divino, como los OVNIS que suelen venir a Roca-Maura (la mayoría son de la Hermandad Blanca), piedras y caminos que aparecen y desaparecen a su antojo (son caminos que te llevan a viajar a puntos remotos de la esfera Tierra, es decir quizás agarres un camino de estos y termines en el Nepal y sino regresas por el mismo camino, te quedas allí, porque no simplemente te <teletransportas> sino que además puedes caer en cualquier lugar del tiempo).

La guinda del pastel, ha sido esta semana. Por si fuera poco, he conocido al guardián que han acordado la Hermandad Blanca y la Familia de la Creación, para que esto esté ocurriendo ya. Y es que todos los universos paralelos, que son hermanos al nuestro, es decir los siete que tenemos (excepto el versus 2 y 6 que actualmente están en guerra y no es compatible con nuestro plan hasta que vuelvan a la paz), de que algunos lugares de la esfera, se están unificando al ser igual que los demás universos, para que así tengamos un espacio para poder comunicarnos con nuestros amigos de otros universos, como si estuviéramos mirándonos en un espejo en un lugar natural, lugares dónde haya un espacio de poder energético. En el Estartit tenemos las Rocas de la plaza del Molinot, todo ese paseo des del faro verde, es en realidad un portal y un punto de conexión con los otros universos paralelos que nos acompañan.

Atención NO SE PUEDE CRUZAR A OTR UNIVERSO, pero ese camino unifica los universos, verás a personas que quizás ya no estén en tú universo y en alguno de los siete aún exista en este plano. Pero no será tú familiar, habrá vivido otras cosas muy distintas a la tuya, pero se podrán ver, solo debes venir si sientes venir, pasearte por ahí, si quieres grabar, mejor hazlo después del faro verde, el portal hace interferencias y podrías perder la grabación, lo mismo digo si te vuelves, para antes de pasar el faro o perderás el video.

Esto ya está ACTIVO para todos, de momento solo podemos anunciar este lugar, con el paso del tiempo iremos comunicando otros puntos para comunicarse, que de momento siguen en fase de pruebas.

Y si dudas de nuestras informaciones, te propongo ver los dos videos que hemos puesto esta semana en Tik-Tok sigan a Laia_galí_hr dónde le mostramos las diferencias del lugar. ¡Aprovechen, es una experiencia que ya está disponible como habitantes de 4D que ya somos! 


 HR.

HERO&Corporation. 

 

domingo, septiembre 08, 2024

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 197 [2T]

 

El silencio dio paso a que yo tenía razón con lo que le comenté, la Montse no tenía palabras.

-        ¿Dónde has aprendido eso?- preguntó.

-        Una vez escuché a un viejo amigo que decía <Para vivir bien solo se necesita dos cosas, hacerse preguntas e intentar responderlas buscándolas sin ayuda de nadie>. Es decir, si haces las preguntas correctas, obtendrás las respuestas acertadas.- le expliqué.

-        Supongo que era muy sabio tu amigo.- comentó la psicóloga.

-        Depende de lo que usted entienda por sabio.- le dije.

-        ¿Qué quieres decir?- preguntó frunciendo el ceño.

-        ¿Qué es para usted un sabio?- le pregunté.

-        Una persona que ha estudiado mucho y sabe de todo.- respondió.

-        ¿Ve? No tenemos el mismo concepto usted y yo.- comenté.

-        ¿No?- dijo.

-        No. Para mí un sabio no tiene que estudiar, solo debe ser él mismo y compartir su sabiduría. La sabiduría no se aprende de los libros, no es lo mismo saber cuánto son 2 + 2, que comprender porque las matemáticas nos explican tantas cosas. Un sabio lo es, cuando comparte los propios aprendizajes que ha tenido, sea en la edad que sea, simplemente aporta su granito de arena al mundo para mejorarlo.- le expliqué.

Cuando me dieron el alta, mis padres dejaron de estar tan preocupados, porque la Montse no pudo dar un diagnóstico de que me pasara algo en el cerebro, más bien, les dijo a mis padres “vuestra hija es una persona muy inteligente y será brillante, lo veo”. Me salvé por los pelos… yo también estaba cagada, no quería manchar mi expediente con algo que sabía que no era verdad en mí, mi cabeza está en perfecto uso de mis facultades mentales. Pero a pesar de esas pruebas, no me pudieron quitar ese diagnóstico que me hicieron a los seis años, lo importante es que mi expediente o historial médico no está ese diagnóstico, pero el de la Montse si. Solo se encontraba en el expediente académico y parecía que las tutoras le daban demasiada importancia.

Lo que más me preocupaba no era ir a San Tomás sino quedarme encerrada de nuevo en un psiquiátrico, recordaba que me había pasado en la vida anterior a esta, concretamente el año 1876 mi padre de esa vida en Southampton, me encerró en un manicomio porque no me quería casar como las demás mujeres de mi edad (en ese tiempo tenía 14 años).

 Llegó diciembre, el frío agarraba bien fuerte las noches y las nevadas se dejaban ver escasas pero divertidas. Durante las fiestas de la inmaculada concepción, recuerdo que no me sentía nada bien, hacía como un día que me dolía la tripa mucho y que casi no podía comer, además que tenía diarreas muy fuertes y nada me entraba. Recuerdo que durante la comida de ese día, mis padres habían comprado las famosas conchas gigantes con salsa de marisco dentro, no me pude comer la mía y me fui al sofá, de fondo en TV3 hacían Harry Potter y la piedra Filosofal pero apenas tenía fuerzas para mantener los ojos abiertos y me quedé a hacer la siesta en el sofá.

Durante la tarde noche de ese día, mis padres ya muy preocupados por lo que me pasaba, porque además tenía mucha fiebre, me llevaron a urgencias en el Hospital General de Vic. Recuerdo que no tuve que esperar mucho, aunque había una larga fila, pero mis síntomas eran tan preocupantes que a los médicos de urgencias dejaron de atender a los demás y se fijaron en mí. A pesar de ser fin de semana, los médicos de guardia acudieron muy rápido a intentar reparar mis síntomas, pero al final me tuve que quedar ingresada para hacerme más pruebas.


De la consulta de urgencias, me pasaron a un box, allí me pusieron la bata (que manía con tener que ir con el culo al aire y qué incómodo era), allí me pusieron una vía de suero y empezaron a alimentarme por ahí y a ponerme medicación para bajar la fiebre. Ingresé un 9 de Diciembre, quiero que quede claro porque las fechas en esta ocasión son muy importantes. Pasé la noche ahí, pero al despertar me cambiaron de box, los síntomas no mejoraban, me hicieron análisis de sangre, tóxicos e incluso de orina y de mierda. Solo en los de mierda salió una infección que no supieron determinar bien si era salmonelosis o tifus.

Recuerdo que una de las doctoras que estaban de guardia, se parecía mucho a una actriz que salía en la serie que emitían por la televisión en aquel tiempo que se llamaba doctoras de philadelphia, había una que llevaba el pelo castaño cortado a un dedo de los hombros todo liso, era una réplica a la actriz. A veces pienso que ya deliraba por la fiebre que tampoco me bajaba, al igual que los dolores de la parte baja de la barriga, y no había manera de que la diarrea terminara, seguía in crescendo. Todas las pruebas no daban nada claro, en alguna ocasión dijeron que quizás tenía algo tan grave y contagioso que quizás no superaría (eso lo escuché cuando susurraban en la puerta, esa fue la primera vez que supe que quizás iba a morir).

Las posibilidades de morir también crecían como olas gigantes en el mar. Pasé la segunda noche ingresada en un box, sin poder comer ni beber nada, me tenían así a pesar de tener hambre y sed a todas horas, porque no sabían si al final me iban a abrir a ver qué pasaba. Me desperté de madrugada porqué en el box apareció Azrael el arcángel de la muerte, cuando te viene a visitar son malas noticias, porque significa que vas a morir si la situación no cambia.

Tenía dudas, pero no me atreví a decir nada, solo le miré a los ojos y él se acercó, se sentó a un lado de la cama y con la mano derecha me acarició la frente. Entonces le di la mano y él la agarró fuerte y simplemente lloré, mi madre estaba en la habitación dormida en un sillón, no se enteró de nada, pero lloré porque sabía que iba a morir y que solo me quedaban 24h de vida.

La pregunta que se te plantea cuando vas a morir es “¿qué harías si supieras que al final del día vas a morir?”. Mi destino era estar en esa cama de hospital y esperar ese destino, los médicos seguían sin adivinar qué pasaba, y ese día empecé a dormir todo el día, no podía mantener los ojos abiertos mucho tiempo, me pesaban mucho y eso no les gustó nada.

-        ¡Vamos a controlarle las pulsaciones!- dijo una de las médicas.

Estaba inconsciente pero lo escuchaba todo, me pusieron un aparato en el dedo y empecé a escuchar el latido del corazón que iba bastante rápido, pero había un pitido que me asustaba.

-        Está perdiendo presión arterial.- dijo la enfermera.

-        ¡Mierda! Tiene una hemorragia pero no sé en qué lugar.- dijo la médica.

La familia estaba en el pasillo, abrí un ojo y vi que había muchos médicos y enfermeros.

-        Esto se nos está yendo de las manos,… tenemos que salvarla.- dijo la médica.

Veinte minutos más tarde, pude volver a despertarme, me pusieron un medicamento expresamente para coagular la sangre para que no perdiera por la hemorragia que tenía, y llegaron de nuevo a la habitación, fue en ese momento cuando los médicos decidieron trasladarme a Barcelona en ambulancia de carácter urgente.

Fue irónico pero el traslado a Barcelona en ambulancia me recordaba tal y como vine a este mundo. Nací en el mismo hospital en el que me estaban intentando averiguar qué me pasaba, pero me tuve que ir en ambulancia para Barcelona porque cuando nací me ahogaba y no sabían porqué, hasta que en Barcelona supieron que me faltaba el paladar. A pesar que habían pasado once años y nueve meses, volví a ir en Ambulancia dirección a un hospital de Barcelona, esta vez sería el Valle de Hebrón.

Decidí ir sentada en la ambulancia en los asientos con ventanas, si era mí última noche con vida, quería vivirlo al máximo, le pedí si podían encender la sirena y lo hacían, ¡qué divertido! Mi madre me acompañó y estaba aún más cagada que yo, me puse triste al saber el gran dolor que le causaría saber que yo moriría esa noche, y eso me reventó el corazón. Si se hubiese quedado embarazada a finales de Julio, quizás el dolor no sería para tanto, pero esa prueba de embarazo durante la Mercè decía que yo iba a ser la única hija de esa familia. La hermana que tenía que venir en ese año, decidió mejor no venir, mi madre solo se hizo la prueba de embarazo porque tenía una falta y pensó que se había quedado, pero lo cierto es que ya había tenido el aborto natural un día antes de la prueba, aunque todavía no le había “venido” poco tiempo después de esa prueba le vino y pensó que era la menstruación normal, y un aborto natural de pocas semanas, se confunde mucho con la menstruación.

Cuando estaba esperando en esa sala, se me vinieron tantas cosas a la cabeza, recuerdos de momentos felices, pero no podía sacarme de encima el sufrimiento que tendrían mis padres, si al final de la operación algo se tuerza y no vuelvo a la vida. No tenía miedo a morir, ya lo había hecho en otras vidas, y morir no es doloroso, pero me dolió pensar las lágrimas y lo rotos que estarían los corazones de mi familia. A pesar de todo, quería aferrarme a ese tanto por ciento tan pequeño de que todo saldría bien. Lo último que se pierde en esta vida es la esperanza, y yo quería seguir viviendo, pero ¿y si mi contrato de encarnación dice hasta esta fecha? El 11 de diciembre del 2004, con once años.

Quince minutos antes de que me vinieran a buscar, se escucharon del pasillo lágrimas, una madre gritaba de dolor desgarrada, porque su hijo de ocho años no había superado la operación de apendicitis con peritonitis. Ese grito se me quedó grabado en la retina, se me puso la piel de gallina, miré a mis padres, quizás era la última vez que los veía.

-        Mamá, papá… ¡quiero un abrazo!- les dije.

Se levantaron de las sillas de madera super incómodas dónde estaban y me dieron un abrazo fuerte. Por si acaso, mamá intentaba no llorar, le di un beso en la mejilla.

-        Volveré…- le susurré.

Nos interrumpió una enfermera que venía con una camilla para llevarme a la zona de quirófanos. Me levanté de la silla de ruedas, me pasaron el gotero a la camilla y me tumbé boca arriba. Miré el reloj, eran las 11 y 11 minutos cuando me llevaban a quirófano, el día 11 de diciembre del 2004, a las 11 y 11 minutos de la noche, con 11 años me dirigía en la camilla hacía quirófano. Esta sincronización sentí en el corazón que el universo me estaba esperando, algo iba a pasar, algo que iba a cambiar mi vida para siempre…

Lo primero que me llamó la atención fue el quirófano, las paredes eran naranjas y los pijamas de los enfermeros también. ¿Pero no se suponía que son o azules o verdes? La sala estaba llena de enfermeros muy jóvenes, la mayoría residentes, pero todos excepto uno me estaban dando la espalda, estaba sentada en la camilla todavía despierta, esperando a la doctora Zaragoza. El enfermero que llevaba gafas azules y no era muy alto, tan solo como 1,71m dio un paso hacia a mí y con el dedo levantado de la mano derecha, y con la cara descubierta, me sonrió.

-        ¿Estás bien, Laia?- preguntó.

-        Algo nerviosa.- dije.

-        No te preocupes, la doctora Zaragoza es muy buena doctora.- dijo.

-        Eso espero.- dije sin poder evitar aguantarme la risa.

Una de las enfermeras que estaba a mi izquierda se acercó a la camilla, me puso la mano en la frente.

-        ¿Decías algo, bonita?- dijo.

-        Nada. Aquí tú compañero, que ha dicho que la doctora Zaragoza es muy buena doctora.- le dije.

Ella miró hacia su izquierda pero yo al mirar otra vez, todos estaban de espaldas. Cuando se giraron para verme, ninguno llevaba gafas y ninguno iba con el gorrito de colores. ¿Dónde había ido ese?

-        ¿Y el chico de las gafas azules?- dije.

-        ¿Qué? No tenemos ningún compañero así.- dijo la enfermera.

-        ¿Cómo qué no? Si acaba de decirme esto… estaba aquí hace un segundo…- dije.

-        No, no hay nadie así.- dijo la enfermera.

¿A quién había visto? Con el tiempo supe que ese chico de gafas azules era en realidad el Maestro Orange, no le había reconocido, nadie excepto yo le podía ver. 

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 HR.

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El Espejo De Mí Vida - Capítulo 207 [3T]

  La Eva era profesora de gimnasia, un amor de chica. No tengo comentarios la verdad, los dos años que me impartió fueron realmente muy he...