EL BLOG DE LOS SERES DE LUZ CAMINANDO JUNTOS HACIA LA 5D. Mensaje del àngel (5€), Terapia emocional (10€), Canalización en directo (17€) si quieres un servicio envía un correo a laiafgali@gmail.com
Nunca he pensado que si los seres de luz me han dado la
oportunidad de estar a su lado y trabajar con ellos, fuese solo en mis sueños,
algo que en la realidad no estaba sucediendo. Pero desde que me puse a trabajar
ya de cara para las personas de 3D y dije públicamente con el permiso de ellos
que podía decir sobre la existencia de los ángeles y los seres de luz. Eso tan
solo hace diez años de mí vida, y con tan solo este tiempo, ningún día he
pensado que estaba perdiendo el tiempo, sino todo lo contrario, aunque muchos
me miraban por encima del hombre pensando <pobrecita, necesita amigos de
verdad>… yo simplemente pensaba <sigue en tú matrix, porque cuando veas
la puerta de salida, no habrá vuelta a atrás>.
Sabía con cinco años, que el 2024 pasarían cosas inolvidables
que cambiarían el mundo por completo, y hasta ahora han ido ocurriendo
acontecimientos personales en mí vida, que me han dejado sin palabras,
sorpresas muy agradable y reencuentros inolvidables. Cuando vean esto, habré
regresado de estar una semana en la playa (pensaba que me iban a dar
vacaciones, pero no fue así, era tan secreto todo que cuando me chocó en la
cara, no sabía qué responder).
He ido al Estartit (Empordán, Cataluña, España) últimamente
he ido bastante en los últimos tres años, pero era por pequeñas <cositas>
que tenía que hacer, revisar y aprobar dentro del plan divino, como los OVNIS
que suelen venir a Roca-Maura (la mayoría son de la Hermandad Blanca), piedras
y caminos que aparecen y desaparecen a su antojo (son caminos que te llevan a
viajar a puntos remotos de la esfera Tierra, es decir quizás agarres un camino
de estos y termines en el Nepal y sino regresas por el mismo camino, te quedas
allí, porque no simplemente te <teletransportas> sino que además puedes
caer en cualquier lugar del tiempo).
La guinda del pastel, ha sido esta semana. Por si fuera
poco, he conocido al guardián que han acordado la Hermandad Blanca y la Familia
de la Creación, para que esto esté ocurriendo ya. Y es que todos los universos
paralelos, que son hermanos al nuestro, es decir los siete que tenemos (excepto
el versus 2 y 6 que actualmente están en guerra y no es compatible con nuestro
plan hasta que vuelvan a la paz), de que algunos lugares de la esfera, se están
unificando al ser igual que los demás universos, para que así tengamos un
espacio para poder comunicarnos con nuestros amigos de otros universos, como si
estuviéramos mirándonos en un espejo en un lugar natural, lugares dónde haya un
espacio de poder energético. En el Estartit tenemos las Rocas de la plaza del
Molinot, todo ese paseo des del faro verde, es en realidad un portal y un punto
de conexión con los otros universos paralelos que nos acompañan.
Atención NO SE PUEDE CRUZAR A OTR UNIVERSO, pero ese camino
unifica los universos, verás a personas que quizás ya no estén en tú universo y
en alguno de los siete aún exista en este plano. Pero no será tú familiar,
habrá vivido otras cosas muy distintas a la tuya, pero se podrán ver, solo
debes venir si sientes venir, pasearte por ahí, si quieres grabar, mejor hazlo
después del faro verde, el portal hace interferencias y podrías perder la
grabación, lo mismo digo si te vuelves, para antes de pasar el faro o perderás
el video.
Esto ya está ACTIVO para todos, de momento solo podemos
anunciar este lugar, con el paso del tiempo iremos comunicando otros puntos
para comunicarse, que de momento siguen en fase de pruebas.
Y si dudas de nuestras informaciones, te propongo ver los
dos videos que hemos puesto esta semana en Tik-Tok sigan a Laia_galí_hr dónde
le mostramos las diferencias del lugar. ¡Aprovechen, es una experiencia que ya
está disponible como habitantes de 4D que ya somos!
El silencio dio paso a que yo tenía razón con lo que le
comenté, la Montse no tenía palabras.
-¿Dónde has aprendido eso?- preguntó.
-Una vez escuché a un viejo amigo que decía
<Para vivir bien solo se necesita dos cosas, hacerse preguntas e intentar
responderlas buscándolas sin ayuda de nadie>. Es decir, si haces las
preguntas correctas, obtendrás las respuestas acertadas.- le expliqué.
-Supongo que era muy sabio tu amigo.- comentó la
psicóloga.
-Depende de lo que usted entienda por sabio.- le
dije.
-¿Qué quieres decir?- preguntó frunciendo el
ceño.
-¿Qué es para usted un sabio?- le pregunté.
-Una persona que ha estudiado mucho y sabe de
todo.- respondió.
-¿Ve? No tenemos el mismo concepto usted y yo.-
comenté.
-¿No?- dijo.
-No. Para mí un sabio no tiene que estudiar, solo
debe ser él mismo y compartir su sabiduría. La sabiduría no se aprende de los
libros, no es lo mismo saber cuánto son 2 + 2, que comprender porque las
matemáticas nos explican tantas cosas. Un sabio lo es, cuando comparte los
propios aprendizajes que ha tenido, sea en la edad que sea, simplemente aporta
su granito de arena al mundo para mejorarlo.- le expliqué.
Cuando me dieron el alta, mis padres dejaron de estar tan
preocupados, porque la Montse no pudo dar un diagnóstico de que me pasara algo
en el cerebro, más bien, les dijo a mis padres “vuestra hija es una persona muy inteligente y será brillante, lo veo”.
Me salvé por los pelos… yo también estaba cagada, no quería manchar mi
expediente con algo que sabía que no era verdad en mí, mi cabeza está en
perfecto uso de mis facultades mentales. Pero a pesar de esas pruebas, no me
pudieron quitar ese diagnóstico que me hicieron a los seis años, lo importante
es que mi expediente o historial médico no está ese diagnóstico, pero el de la
Montse si. Solo se encontraba en el expediente académico y parecía que las
tutoras le daban demasiada importancia.
Lo que más me preocupaba no era ir a San Tomás sino quedarme
encerrada de nuevo en un psiquiátrico, recordaba que me había pasado en la vida
anterior a esta, concretamente el año 1876 mi padre de esa vida en Southampton,
me encerró en un manicomio porque no me quería casar como las demás mujeres de
mi edad (en ese tiempo tenía 14 años).
Llegó diciembre, el
frío agarraba bien fuerte las noches y las nevadas se dejaban ver escasas pero
divertidas. Durante las fiestas de la inmaculada concepción, recuerdo que no me
sentía nada bien, hacía como un día que me dolía la tripa mucho y que casi no
podía comer, además que tenía diarreas muy fuertes y nada me entraba. Recuerdo
que durante la comida de ese día, mis padres habían comprado las famosas
conchas gigantes con salsa de marisco dentro, no me pude comer la mía y me fui
al sofá, de fondo en TV3 hacían Harry
Potter y la piedra Filosofal pero apenas tenía fuerzas para mantener los
ojos abiertos y me quedé a hacer la siesta en el sofá.
Durante la tarde noche de ese día, mis padres ya muy
preocupados por lo que me pasaba, porque además tenía mucha fiebre, me llevaron
a urgencias en el Hospital General de Vic. Recuerdo que no tuve que esperar
mucho, aunque había una larga fila, pero mis síntomas eran tan preocupantes que
a los médicos de urgencias dejaron de atender a los demás y se fijaron en mí. A
pesar de ser fin de semana, los médicos de guardia acudieron muy rápido a
intentar reparar mis síntomas, pero al final me tuve que quedar ingresada para
hacerme más pruebas.
De la consulta de urgencias, me pasaron a un box, allí me
pusieron la bata (que manía con tener que ir con el culo al aire y qué incómodo
era), allí me pusieron una vía de suero y empezaron a alimentarme por ahí y a
ponerme medicación para bajar la fiebre. Ingresé un 9 de Diciembre, quiero que
quede claro porque las fechas en esta ocasión son muy importantes. Pasé la
noche ahí, pero al despertar me cambiaron de box, los síntomas no mejoraban, me
hicieron análisis de sangre, tóxicos e incluso de orina y de mierda. Solo en
los de mierda salió una infección que no supieron determinar bien si era
salmonelosis o tifus.
Recuerdo que una de las doctoras que estaban de guardia, se
parecía mucho a una actriz que salía en la serie que emitían por la televisión
en aquel tiempo que se llamaba doctoras
de philadelphia, había una que llevaba el pelo castaño cortado a un dedo de
los hombros todo liso, era una réplica a la actriz. A veces pienso que ya
deliraba por la fiebre que tampoco me bajaba, al igual que los dolores de la
parte baja de la barriga, y no había manera de que la diarrea terminara, seguía
in crescendo. Todas las pruebas no daban nada claro, en alguna ocasión dijeron
que quizás tenía algo tan grave y contagioso que quizás no superaría (eso lo
escuché cuando susurraban en la puerta, esa fue la primera vez que supe que
quizás iba a morir).
Las posibilidades de morir también crecían como olas
gigantes en el mar. Pasé la segunda noche ingresada en un box, sin poder comer
ni beber nada, me tenían así a pesar de tener hambre y sed a todas horas,
porque no sabían si al final me iban a abrir a ver qué pasaba. Me desperté de
madrugada porqué en el box apareció Azrael el arcángel de la muerte, cuando te
viene a visitar son malas noticias, porque significa que vas a morir si la
situación no cambia.
Tenía dudas, pero no me atreví a decir nada, solo le miré a
los ojos y él se acercó, se sentó a un lado de la cama y con la mano derecha me
acarició la frente. Entonces le di la mano y él la agarró fuerte y simplemente
lloré, mi madre estaba en la habitación dormida en un sillón, no se enteró de
nada, pero lloré porque sabía que iba a morir y que solo me quedaban 24h de
vida.
La pregunta que se te plantea cuando vas a morir es “¿qué
harías si supieras que al final del día vas a morir?”. Mi destino era estar en
esa cama de hospital y esperar ese destino, los médicos seguían sin adivinar
qué pasaba, y ese día empecé a dormir todo el día, no podía mantener los ojos
abiertos mucho tiempo, me pesaban mucho y eso no les gustó nada.
-¡Vamos a controlarle las pulsaciones!- dijo una
de las médicas.
Estaba inconsciente pero lo escuchaba todo, me pusieron un
aparato en el dedo y empecé a escuchar el latido del corazón que iba bastante
rápido, pero había un pitido que me asustaba.
-Está perdiendo presión arterial.- dijo la
enfermera.
-¡Mierda! Tiene una hemorragia pero no sé en qué
lugar.- dijo la médica.
La familia estaba en el pasillo, abrí un ojo y vi que había
muchos médicos y enfermeros.
-Esto se nos está yendo de las manos,… tenemos
que salvarla.- dijo la médica.
Veinte minutos más tarde, pude volver a despertarme, me
pusieron un medicamento expresamente para coagular la sangre para que no
perdiera por la hemorragia que tenía, y llegaron de nuevo a la habitación, fue
en ese momento cuando los médicos decidieron trasladarme a Barcelona en
ambulancia de carácter urgente.
Fue irónico pero el traslado a Barcelona en ambulancia me
recordaba tal y como vine a este mundo. Nací en el mismo hospital en el que me
estaban intentando averiguar qué me pasaba, pero me tuve que ir en ambulancia
para Barcelona porque cuando nací me ahogaba y no sabían porqué, hasta que en
Barcelona supieron que me faltaba el paladar. A pesar que habían pasado once
años y nueve meses, volví a ir en Ambulancia dirección a un hospital de
Barcelona, esta vez sería el Valle de Hebrón.
Decidí ir sentada en la ambulancia en los asientos con ventanas,
si era mí última noche con vida, quería vivirlo al máximo, le pedí si podían
encender la sirena y lo hacían, ¡qué divertido! Mi madre me acompañó y estaba
aún más cagada que yo, me puse triste al saber el gran dolor que le causaría
saber que yo moriría esa noche, y eso me reventó el corazón. Si se hubiese
quedado embarazada a finales de Julio, quizás el dolor no sería para tanto,
pero esa prueba de embarazo durante la Mercè decía que yo iba a ser la única
hija de esa familia. La hermana que tenía que venir en ese año, decidió mejor
no venir, mi madre solo se hizo la prueba de embarazo porque tenía una falta y
pensó que se había quedado, pero lo cierto es que ya había tenido el aborto
natural un día antes de la prueba, aunque todavía no le había “venido” poco
tiempo después de esa prueba le vino y pensó que era la menstruación normal, y
un aborto natural de pocas semanas, se confunde mucho con la menstruación.
Cuando estaba esperando en esa sala, se me vinieron tantas
cosas a la cabeza, recuerdos de momentos felices, pero no podía sacarme de
encima el sufrimiento que tendrían mis padres, si al final de la operación algo
se tuerza y no vuelvo a la vida. No tenía miedo a morir, ya lo había hecho en
otras vidas, y morir no es doloroso, pero me dolió pensar las lágrimas y lo
rotos que estarían los corazones de mi familia. A pesar de todo, quería
aferrarme a ese tanto por ciento tan pequeño de que todo saldría bien. Lo
último que se pierde en esta vida es la esperanza, y yo quería seguir viviendo,
pero ¿y si mi contrato de encarnación dice hasta esta fecha? El 11 de diciembre
del 2004, con once años.
Quince minutos antes de que me vinieran a buscar, se
escucharon del pasillo lágrimas, una madre gritaba de dolor desgarrada, porque
su hijo de ocho años no había superado la operación de apendicitis con
peritonitis. Ese grito se me quedó grabado en la retina, se me puso la piel de
gallina, miré a mis padres, quizás era la última vez que los veía.
-Mamá, papá… ¡quiero un abrazo!- les dije.
Se levantaron de las sillas de madera super incómodas dónde
estaban y me dieron un abrazo fuerte. Por si acaso, mamá intentaba no llorar,
le di un beso en la mejilla.
-Volveré…- le susurré.
Nos interrumpió una enfermera que venía con una camilla para
llevarme a la zona de quirófanos. Me levanté de la silla de ruedas, me pasaron
el gotero a la camilla y me tumbé boca arriba. Miré el reloj, eran las 11 y 11
minutos cuando me llevaban a quirófano, el día 11 de diciembre del 2004, a las
11 y 11 minutos de la noche, con 11 años me dirigía en la camilla hacía
quirófano. Esta sincronización sentí en el corazón que el universo me estaba
esperando, algo iba a pasar, algo que iba a cambiar mi vida para siempre…
Lo primero que me llamó la atención fue el quirófano, las
paredes eran naranjas y los pijamas de los enfermeros también. ¿Pero no se
suponía que son o azules o verdes? La sala estaba llena de enfermeros muy
jóvenes, la mayoría residentes, pero todos excepto uno me estaban dando la
espalda, estaba sentada en la camilla todavía despierta, esperando a la doctora
Zaragoza. El enfermero que llevaba gafas azules y no era muy alto, tan solo
como 1,71m dio un paso hacia a mí y con el dedo levantado de la mano derecha, y
con la cara descubierta, me sonrió.
-¿Estás bien, Laia?- preguntó.
-Algo nerviosa.- dije.
-No te preocupes, la doctora Zaragoza es muy
buena doctora.- dijo.
-Eso espero.- dije sin poder evitar aguantarme la
risa.
Una de las enfermeras que estaba a mi izquierda se acercó a
la camilla, me puso la mano en la frente.
-¿Decías algo, bonita?- dijo.
-Nada. Aquí tú compañero, que ha dicho que la
doctora Zaragoza es muy buena doctora.- le dije.
Ella miró hacia su izquierda pero yo al mirar otra vez,
todos estaban de espaldas. Cuando se giraron para verme, ninguno llevaba gafas
y ninguno iba con el gorrito de colores. ¿Dónde había ido ese?
-¿Y el chico de las gafas azules?- dije.
-¿Qué? No tenemos ningún compañero así.- dijo la
enfermera.
-¿Cómo qué no? Si acaba de decirme esto… estaba
aquí hace un segundo…- dije.
-No, no hay nadie así.- dijo la enfermera.
¿A quién había visto? Con el tiempo supe que ese chico de
gafas azules era en realidad el Maestro Orange, no le había reconocido, nadie
excepto yo le podía ver.
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Con el inicio de las clases, también se inició mí último
curso en el Tripijoc, me puse triste porque yo quería seguir más tiempo allí,
pero como ya dije en otra ocasión, todo empieza y todo acaba algún día. Ese
año, tuve una sorpresa muy agradable, resulta que Jesús y Aitor que tenían un año
más y ya estaban en la secundaria, les permitieron estar un curso más. Pensé ¿a
mí me dejarán también? Dejaremos el resultado para más adelante…
Comprendí porque les dieron esa chance, principalmente
porque Jesús tenía muchos problemas cognitivos, y Aitor tenía muchos problemas
de integración social. Por eso hicieron una excepción, porque en los seis años
que llevaba allí, nunca había pasado, siempre sexto de primaria es el último
curso allí. Al fin y al cabo, el Tripijoc era un centro social de integración,
me di cuenta en ese momento que estaba metida en un grupo dónde cada uno
teníamos nuestros problemas sociales o cognitivos, y por un momento me entró
vergüenza. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? ¿Eso significa que soy como
ellos? ¿Cuál es mí problema realmente para que esté aquí? ¿Eso va a cambiar la
forma en como me vean los demás a nivel cognitivo?
Lo digo porque ese año, pasó algo completamente diferente y
que me puso en una situación muy complicada, que me hubiese cambiado la vida
por completo. Fuera del Tripijoc, hablamos del colegio en sí, la tutora de ese
año, había leído los comentarios de los demás tutores que me habían tenido en
los cursos anteriores, y no sé cómo le picó, por así decirlo, que pensó que el
hecho de que el informe psicológico de primero de primaria dijera “dificultad
cognitiva para aprender y seguir el ritmo de la clase”, pensó que mandarme a un
psicólogo del hospital general de Vic, resolvería ese pequeño problema de
aprendizaje. Antes de explicarlo, quiero decir una cosa, todavía no he
comprendido si a la Ana le preocupaba que yo tuviera un problema y quería
resolverlo o simplemente quería putearme. Ustedes juzguen por sí mismos, y si
quieren me lo comparten en los comentario, les leeremos.
Era un viernes a la mañana, cuando la Ana después del patio
me mandó a llamar, me fui a su mesa y la escuché.
-Laia, esta tarde tienes que ir a este sitio, que
te estoy anotando en la agenda, con tus padres. Tienes que ir a un psicólogo
para hacerte unas pruebas. Si terminas antes de las cuatro, puedes regresar a
clase y sino, ya nos veremos el lunes, ¿de acuerdo?- dijo la Ana mientras me
anotaba en la agenda un comunicado a mis padres.
-¿Psicólogo?- pregunté arrugando la frente.
-Si, es una persona que te hará unas preguntas
para ver cómo estás.- respondió la Ana.
-¡Ya sé lo que es! ¿Por qué?- dije.
-No te preocupes, es completamente rutinario.-
dijo como excusa la Ana.
No me gustó su intención, pero como ya les había llamado
antes a mis padres, no pude zafar. Ese mediodía me fui a almorzar en casa del
abue, y casi a las tres de la tarde me fui a casa, con mis padres agarramos el
auto y nos fuimos a Vic. El hospital General de Vic, habían hecho una nueva
hala de psiquiatría a cincuenta metros del Hospital, papá estacionó el auto en
un parking y nos fuimos a esa nueva hala que había plantas, un parque y además
muchos árboles, un lugar realmente hermoso. Todo el edificio estaba acristalado
a lo moderno, en plan que lo había diseñado un arquitecto del siglo XXI.
Entramos y vi el cartel que decía “Psiquiatría” además que
había otro cartel que decía el nombre Osona-ment.
El miedo que ya sentía por mí venas aumentó y el corazón empezó a notarse
fuerte dentro del pecho, agarré la manito fuerte del Arcángel Uriel y seguí a
mis padres hasta el primer piso, nos sentamos en la sala de espera dentro de un
silencio que parecía que estaba en el corredor de la muerte. Mis padres estaban
muy preocupados, el arcángel Uriel también tenía la cara desencajada y yo no
sabía qué estaba pasando y me preocupé aún más.
Salió la psicológa a saludarnos, pero primero quiso hablar a
solas con mis padres, y nos dejaron a Uriel y a mí en la sala de espera.
-Dary, ¡tengo miedo! ¿Qué es lo que está
pasando?- le dije mirándole a los ojos.
-Te van a hacer
unas pruebas, dónde quieren ver si tienes autismo, ¿sabes lo que es? –
explicó Uriel.
Dije que no con la cabeza.
-Autismo
son aquellas personas que les cuesta mucho mantener contacto físico con los
demás, aparte de que les cuesta mucho todo el tema de socializar con otras
personas. Hay diferentes niveles, pero sé que tú no tienes eso. – dijo
Uriel mientras que me abrazaba por la espalda.
-¿Por qué crees que no?- le pregunté.
-¿Te
molesta que te abrace?- dijo Uriel.
Dije que no con la cabeza.
-Una
persona con autismo no aceptaría el contacto físico sin excepciones. – dijo
Uriel.
Problemas sociales, lo entendí, la Ana se estaba preguntando
porque no hacía amigos más allá del Sergi i la Saida, porqué en clase teníamos
esas diferencias tan grandes, porque tanto al Sergi como a la Saida también
eran “marginados sociales” en la clase. Pero ¿hacía falta llegar a estos
extremos y hacerme pasar este miedo?
-¿Y si dice que si?- pregunté muy asustada.
-Te van a
cambiar de colegio, y te llevarán a San Tomás. – respondió Uriel.
¡Mierda! San Tomás es un colegio para niños con Sindromes de
Dawn y problemas cognitivos importantes, los autistas también van. Sabía que si
iba allí, se iba a la mierda todo mí futuro, los guías veían que también era
una situación compleja.
La psicóloga me dio paso a su despacho, en todo momento fui
agarrado de la manito de Uriel, no quería que me dejase sola y él no lo hizo.
Me senté en la silla y ella que se llamaba Montse, se sentó en su lugar.
-¿Cómo estás, Laia?- preguntó la psicóloga con una
sonrisa.
Era bajita con el pelo corto rubia, siempre llevaba
pendientes grandes y estrambóticos de colores muy vivos, su energía transmitía
muy buena onda, pero la situación era compleja. Aunque quería contestar, no me
salían las palabras, noté como Uriel me acariciaba la espalda para que me
calmara, le miré de reojo, sonreía un poco pero me di cuenta que lo hacía
forzado para calmarme, se avalanzó hacia a mí.
-Simplemente
se tú misma pero no le cuentes ni des por sentada de nuestra existencia, ¿de
acuerdo? Confiamos en ti, mi amor. – me susurró en la oreja izquierda
Uriel.
-¿Qué hago aquí?- le pregunté a la psicóloga.
-Uy, veo que quieres ir al grano…- dijo mientras
que encima de la mesa abrió un pequeño dosier y me empezó a mostrar las
páginas.- solo queremos hacerte unas pruebas, pura rutina, nada grave.- dijo la
psicóloga.
-¿Para qué?- pregunté.
-Es pura rutina, no te preocupes. ¿ves estos
ejercicios?- me dijo, dije que si con la cabeza, eran rompecabezas de lógica, y
ella prosiguió.- ¿crees que podrás hacerlos con un cronometro?- me preguntó
mientras se sacaba del bolsillo un cronómetro.
Le miré a los ojos cafés en silencio. Uriel volvió a
acercarse.
-Hazlos. –
susurró Uriel.
-¿Cuánto tiempo tengo?- le dije.
-Un minuto por cada ejercicio.- respondió la
psicóloga.
-De acuerdo. ¿Tiene un…?- dije y me entregó un
lápiz y un bolígrafo, me dejó elegir, y elegí el bolígrafo.
La psicóloga preparó el cronometro y empezó a girarme el
dosier para tenerlo de mi lado, pero le paré poniendo la mano encima del papel.
-Así está bien.- dije.
-¿Del revés?- dijo la psicóloga sorprendida.
-Si. ¿Acaso no sabe leer ni escribir al revés?-
le dije mirándole a los ojos fijamente, ella no se lo podía creer.
Se aclaró la voz y puso en marcha el cronometro, y yo
simplemente me dispuse a hacer el primer ejercicio. No me acuerdo bien qué eran
pero todas relacionadas con lógica y números. Empecé a escribir las respuestas
al revés y en menos de quince segundos ya tenía el ejercicio hecho. Dejó el
bolígrafo encima de la hoja y le miré a los ojos, flipaba. Revisó el ejercicio
y me miró con los ojos como dos platos.
-Correcto.- dijo haciendo una pausa.- Es la
primera vez que veo que alguien sepa escribir incluso al revés. ¿Sabes hacerlo
normal?- me preguntó.
-Claro, pero he pensado que quería un poco más de
emoción, ¿no?- le dije mirándole a los ojos, y proseguí.- al fin y al cabo,
sabemos porqué estoy aquí.- le dije.
Ella tragó saliva y seguimos por los demás ejercicios, al
final hice algunos más del revés y luego del derecho. Las diferentes pruebas
también incluían buscar palabras en un texto y sobretodo operaciones
matemáticas y de geometría que todavía no había dado en clase. Incluso había
juegos de tangram, memory y de operaciones matemáticas complejas.
Tuve que regresar todos los lunes a la tarde hasta
principios de diciembre, esas pruebas eran duras y me las repitieron varias
veces por si acaso había sido suerte o para descartar cualquier cosa que me
pudiera ayudar. En ningún momento me ayudó Uriel, él simplemente era testigo de
lo que se hacía pero se quedaba callado y muy quieto para no darme ninguna
pista. Con cada semana que pasaba, me di cuenta de que descartaban el autismo y
problemas de cognición, más bien la Montse quería averiguar que inteligencia
tenia, y por eso un lunes me quiso hacer un test de inteligencia.
-Ya tengo los resultados de tu test de
inteligencia.- explicó la psicóloga.
-¿Cómo ha ido?- le pregunté.
-Estoy muy sorprendida, porque has sacado la
puntuación más alta, ¡nunca había tenido un paciente así!- dijo sorprendida
ella.
-¡Esa es mi
querida Laia! ¡Sí señora! – vitoreó Uriel agarrándome por la cintura, yo
sin querer sonreí pero le tuve que mirar a la psicóloga para no darle indicios
de que había alguien más con nosotros, sabía que no era bueno explicarle la
existencia de Uriel, eso no me sacaría de allí jamás.
-¿Le puedo hacer una pregunta?- le dije.
-Claro.- respondió.
-¿Cuál es su número favorito?- le pregunté.
-Em… no lo sé, nunca me he planteado tener uno…-
respondió.
-¿Cómo? ¡Eso es imposible! Debe haber un número
que le llame especialmente la atención.- le exigí.
-No, me gustan todos… no sé. ¿por qué es
imposible?- preguntó intrigada.
-Todos tenemos un número que nos representa, que
nos dice exactamente como nos sentimos y nos expresamos. Si todavía no lo sabe,
déjeme que le diga cuál, ¿puedo?- le pregunté.
-Si, claro.- dijo.
Le miré a la cara, pero luego desvié la mirada a su
izquierda y vi a su ángel de la guarda.
-Es el 5
– dijo su ángel de la guardia.
-El 5. ¿Le dice algo?- le pregunté.
-Si, nací en Mayo.- dijo.
-Ese número es muy importante, religiosamente
significa las cinco voluntades del hombre: voluntad de sentir, voluntad de
hacer, voluntad de pensar, voluntad de decir y la voluntad de saber. Pero en la
historia de los números el 5 representa enfrentar esas barreras que se interponen
en su camino. Y espiritualmente significa una alabanza a sus deseos más
escondidos, como un punto de sujeción ante las adversidades de la propia
desdicha.- le expliqué.
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