domingo, septiembre 08, 2024

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 197 [2T]

 

El silencio dio paso a que yo tenía razón con lo que le comenté, la Montse no tenía palabras.

-        ¿Dónde has aprendido eso?- preguntó.

-        Una vez escuché a un viejo amigo que decía <Para vivir bien solo se necesita dos cosas, hacerse preguntas e intentar responderlas buscándolas sin ayuda de nadie>. Es decir, si haces las preguntas correctas, obtendrás las respuestas acertadas.- le expliqué.

-        Supongo que era muy sabio tu amigo.- comentó la psicóloga.

-        Depende de lo que usted entienda por sabio.- le dije.

-        ¿Qué quieres decir?- preguntó frunciendo el ceño.

-        ¿Qué es para usted un sabio?- le pregunté.

-        Una persona que ha estudiado mucho y sabe de todo.- respondió.

-        ¿Ve? No tenemos el mismo concepto usted y yo.- comenté.

-        ¿No?- dijo.

-        No. Para mí un sabio no tiene que estudiar, solo debe ser él mismo y compartir su sabiduría. La sabiduría no se aprende de los libros, no es lo mismo saber cuánto son 2 + 2, que comprender porque las matemáticas nos explican tantas cosas. Un sabio lo es, cuando comparte los propios aprendizajes que ha tenido, sea en la edad que sea, simplemente aporta su granito de arena al mundo para mejorarlo.- le expliqué.

Cuando me dieron el alta, mis padres dejaron de estar tan preocupados, porque la Montse no pudo dar un diagnóstico de que me pasara algo en el cerebro, más bien, les dijo a mis padres “vuestra hija es una persona muy inteligente y será brillante, lo veo”. Me salvé por los pelos… yo también estaba cagada, no quería manchar mi expediente con algo que sabía que no era verdad en mí, mi cabeza está en perfecto uso de mis facultades mentales. Pero a pesar de esas pruebas, no me pudieron quitar ese diagnóstico que me hicieron a los seis años, lo importante es que mi expediente o historial médico no está ese diagnóstico, pero el de la Montse si. Solo se encontraba en el expediente académico y parecía que las tutoras le daban demasiada importancia.

Lo que más me preocupaba no era ir a San Tomás sino quedarme encerrada de nuevo en un psiquiátrico, recordaba que me había pasado en la vida anterior a esta, concretamente el año 1876 mi padre de esa vida en Southampton, me encerró en un manicomio porque no me quería casar como las demás mujeres de mi edad (en ese tiempo tenía 14 años).

 Llegó diciembre, el frío agarraba bien fuerte las noches y las nevadas se dejaban ver escasas pero divertidas. Durante las fiestas de la inmaculada concepción, recuerdo que no me sentía nada bien, hacía como un día que me dolía la tripa mucho y que casi no podía comer, además que tenía diarreas muy fuertes y nada me entraba. Recuerdo que durante la comida de ese día, mis padres habían comprado las famosas conchas gigantes con salsa de marisco dentro, no me pude comer la mía y me fui al sofá, de fondo en TV3 hacían Harry Potter y la piedra Filosofal pero apenas tenía fuerzas para mantener los ojos abiertos y me quedé a hacer la siesta en el sofá.

Durante la tarde noche de ese día, mis padres ya muy preocupados por lo que me pasaba, porque además tenía mucha fiebre, me llevaron a urgencias en el Hospital General de Vic. Recuerdo que no tuve que esperar mucho, aunque había una larga fila, pero mis síntomas eran tan preocupantes que a los médicos de urgencias dejaron de atender a los demás y se fijaron en mí. A pesar de ser fin de semana, los médicos de guardia acudieron muy rápido a intentar reparar mis síntomas, pero al final me tuve que quedar ingresada para hacerme más pruebas.


De la consulta de urgencias, me pasaron a un box, allí me pusieron la bata (que manía con tener que ir con el culo al aire y qué incómodo era), allí me pusieron una vía de suero y empezaron a alimentarme por ahí y a ponerme medicación para bajar la fiebre. Ingresé un 9 de Diciembre, quiero que quede claro porque las fechas en esta ocasión son muy importantes. Pasé la noche ahí, pero al despertar me cambiaron de box, los síntomas no mejoraban, me hicieron análisis de sangre, tóxicos e incluso de orina y de mierda. Solo en los de mierda salió una infección que no supieron determinar bien si era salmonelosis o tifus.

Recuerdo que una de las doctoras que estaban de guardia, se parecía mucho a una actriz que salía en la serie que emitían por la televisión en aquel tiempo que se llamaba doctoras de philadelphia, había una que llevaba el pelo castaño cortado a un dedo de los hombros todo liso, era una réplica a la actriz. A veces pienso que ya deliraba por la fiebre que tampoco me bajaba, al igual que los dolores de la parte baja de la barriga, y no había manera de que la diarrea terminara, seguía in crescendo. Todas las pruebas no daban nada claro, en alguna ocasión dijeron que quizás tenía algo tan grave y contagioso que quizás no superaría (eso lo escuché cuando susurraban en la puerta, esa fue la primera vez que supe que quizás iba a morir).

Las posibilidades de morir también crecían como olas gigantes en el mar. Pasé la segunda noche ingresada en un box, sin poder comer ni beber nada, me tenían así a pesar de tener hambre y sed a todas horas, porque no sabían si al final me iban a abrir a ver qué pasaba. Me desperté de madrugada porqué en el box apareció Azrael el arcángel de la muerte, cuando te viene a visitar son malas noticias, porque significa que vas a morir si la situación no cambia.

Tenía dudas, pero no me atreví a decir nada, solo le miré a los ojos y él se acercó, se sentó a un lado de la cama y con la mano derecha me acarició la frente. Entonces le di la mano y él la agarró fuerte y simplemente lloré, mi madre estaba en la habitación dormida en un sillón, no se enteró de nada, pero lloré porque sabía que iba a morir y que solo me quedaban 24h de vida.

La pregunta que se te plantea cuando vas a morir es “¿qué harías si supieras que al final del día vas a morir?”. Mi destino era estar en esa cama de hospital y esperar ese destino, los médicos seguían sin adivinar qué pasaba, y ese día empecé a dormir todo el día, no podía mantener los ojos abiertos mucho tiempo, me pesaban mucho y eso no les gustó nada.

-        ¡Vamos a controlarle las pulsaciones!- dijo una de las médicas.

Estaba inconsciente pero lo escuchaba todo, me pusieron un aparato en el dedo y empecé a escuchar el latido del corazón que iba bastante rápido, pero había un pitido que me asustaba.

-        Está perdiendo presión arterial.- dijo la enfermera.

-        ¡Mierda! Tiene una hemorragia pero no sé en qué lugar.- dijo la médica.

La familia estaba en el pasillo, abrí un ojo y vi que había muchos médicos y enfermeros.

-        Esto se nos está yendo de las manos,… tenemos que salvarla.- dijo la médica.

Veinte minutos más tarde, pude volver a despertarme, me pusieron un medicamento expresamente para coagular la sangre para que no perdiera por la hemorragia que tenía, y llegaron de nuevo a la habitación, fue en ese momento cuando los médicos decidieron trasladarme a Barcelona en ambulancia de carácter urgente.

Fue irónico pero el traslado a Barcelona en ambulancia me recordaba tal y como vine a este mundo. Nací en el mismo hospital en el que me estaban intentando averiguar qué me pasaba, pero me tuve que ir en ambulancia para Barcelona porque cuando nací me ahogaba y no sabían porqué, hasta que en Barcelona supieron que me faltaba el paladar. A pesar que habían pasado once años y nueve meses, volví a ir en Ambulancia dirección a un hospital de Barcelona, esta vez sería el Valle de Hebrón.

Decidí ir sentada en la ambulancia en los asientos con ventanas, si era mí última noche con vida, quería vivirlo al máximo, le pedí si podían encender la sirena y lo hacían, ¡qué divertido! Mi madre me acompañó y estaba aún más cagada que yo, me puse triste al saber el gran dolor que le causaría saber que yo moriría esa noche, y eso me reventó el corazón. Si se hubiese quedado embarazada a finales de Julio, quizás el dolor no sería para tanto, pero esa prueba de embarazo durante la Mercè decía que yo iba a ser la única hija de esa familia. La hermana que tenía que venir en ese año, decidió mejor no venir, mi madre solo se hizo la prueba de embarazo porque tenía una falta y pensó que se había quedado, pero lo cierto es que ya había tenido el aborto natural un día antes de la prueba, aunque todavía no le había “venido” poco tiempo después de esa prueba le vino y pensó que era la menstruación normal, y un aborto natural de pocas semanas, se confunde mucho con la menstruación.

Cuando estaba esperando en esa sala, se me vinieron tantas cosas a la cabeza, recuerdos de momentos felices, pero no podía sacarme de encima el sufrimiento que tendrían mis padres, si al final de la operación algo se tuerza y no vuelvo a la vida. No tenía miedo a morir, ya lo había hecho en otras vidas, y morir no es doloroso, pero me dolió pensar las lágrimas y lo rotos que estarían los corazones de mi familia. A pesar de todo, quería aferrarme a ese tanto por ciento tan pequeño de que todo saldría bien. Lo último que se pierde en esta vida es la esperanza, y yo quería seguir viviendo, pero ¿y si mi contrato de encarnación dice hasta esta fecha? El 11 de diciembre del 2004, con once años.

Quince minutos antes de que me vinieran a buscar, se escucharon del pasillo lágrimas, una madre gritaba de dolor desgarrada, porque su hijo de ocho años no había superado la operación de apendicitis con peritonitis. Ese grito se me quedó grabado en la retina, se me puso la piel de gallina, miré a mis padres, quizás era la última vez que los veía.

-        Mamá, papá… ¡quiero un abrazo!- les dije.

Se levantaron de las sillas de madera super incómodas dónde estaban y me dieron un abrazo fuerte. Por si acaso, mamá intentaba no llorar, le di un beso en la mejilla.

-        Volveré…- le susurré.

Nos interrumpió una enfermera que venía con una camilla para llevarme a la zona de quirófanos. Me levanté de la silla de ruedas, me pasaron el gotero a la camilla y me tumbé boca arriba. Miré el reloj, eran las 11 y 11 minutos cuando me llevaban a quirófano, el día 11 de diciembre del 2004, a las 11 y 11 minutos de la noche, con 11 años me dirigía en la camilla hacía quirófano. Esta sincronización sentí en el corazón que el universo me estaba esperando, algo iba a pasar, algo que iba a cambiar mi vida para siempre…

Lo primero que me llamó la atención fue el quirófano, las paredes eran naranjas y los pijamas de los enfermeros también. ¿Pero no se suponía que son o azules o verdes? La sala estaba llena de enfermeros muy jóvenes, la mayoría residentes, pero todos excepto uno me estaban dando la espalda, estaba sentada en la camilla todavía despierta, esperando a la doctora Zaragoza. El enfermero que llevaba gafas azules y no era muy alto, tan solo como 1,71m dio un paso hacia a mí y con el dedo levantado de la mano derecha, y con la cara descubierta, me sonrió.

-        ¿Estás bien, Laia?- preguntó.

-        Algo nerviosa.- dije.

-        No te preocupes, la doctora Zaragoza es muy buena doctora.- dijo.

-        Eso espero.- dije sin poder evitar aguantarme la risa.

Una de las enfermeras que estaba a mi izquierda se acercó a la camilla, me puso la mano en la frente.

-        ¿Decías algo, bonita?- dijo.

-        Nada. Aquí tú compañero, que ha dicho que la doctora Zaragoza es muy buena doctora.- le dije.

Ella miró hacia su izquierda pero yo al mirar otra vez, todos estaban de espaldas. Cuando se giraron para verme, ninguno llevaba gafas y ninguno iba con el gorrito de colores. ¿Dónde había ido ese?

-        ¿Y el chico de las gafas azules?- dije.

-        ¿Qué? No tenemos ningún compañero así.- dijo la enfermera.

-        ¿Cómo qué no? Si acaba de decirme esto… estaba aquí hace un segundo…- dije.

-        No, no hay nadie así.- dijo la enfermera.

¿A quién había visto? Con el tiempo supe que ese chico de gafas azules era en realidad el Maestro Orange, no le había reconocido, nadie excepto yo le podía ver. 

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viernes, agosto 16, 2024

El Espejo De Mí Vida - Capítulo 196 [2T]

 

Con el inicio de las clases, también se inició mí último curso en el Tripijoc, me puse triste porque yo quería seguir más tiempo allí, pero como ya dije en otra ocasión, todo empieza y todo acaba algún día. Ese año, tuve una sorpresa muy agradable, resulta que Jesús y Aitor que tenían un año más y ya estaban en la secundaria, les permitieron estar un curso más. Pensé ¿a mí me dejarán también? Dejaremos el resultado para más adelante…

Comprendí porque les dieron esa chance, principalmente porque Jesús tenía muchos problemas cognitivos, y Aitor tenía muchos problemas de integración social. Por eso hicieron una excepción, porque en los seis años que llevaba allí, nunca había pasado, siempre sexto de primaria es el último curso allí. Al fin y al cabo, el Tripijoc era un centro social de integración, me di cuenta en ese momento que estaba metida en un grupo dónde cada uno teníamos nuestros problemas sociales o cognitivos, y por un momento me entró vergüenza. ¿Cómo no me había dado cuenta antes? ¿Eso significa que soy como ellos? ¿Cuál es mí problema realmente para que esté aquí? ¿Eso va a cambiar la forma en como me vean los demás a nivel cognitivo?

Lo digo porque ese año, pasó algo completamente diferente y que me puso en una situación muy complicada, que me hubiese cambiado la vida por completo. Fuera del Tripijoc, hablamos del colegio en sí, la tutora de ese año, había leído los comentarios de los demás tutores que me habían tenido en los cursos anteriores, y no sé cómo le picó, por así decirlo, que pensó que el hecho de que el informe psicológico de primero de primaria dijera “dificultad cognitiva para aprender y seguir el ritmo de la clase”, pensó que mandarme a un psicólogo del hospital general de Vic, resolvería ese pequeño problema de aprendizaje. Antes de explicarlo, quiero decir una cosa, todavía no he comprendido si a la Ana le preocupaba que yo tuviera un problema y quería resolverlo o simplemente quería putearme. Ustedes juzguen por sí mismos, y si quieren me lo comparten en los comentario, les leeremos.

Era un viernes a la mañana, cuando la Ana después del patio me mandó a llamar, me fui a su mesa y la escuché.

-        Laia, esta tarde tienes que ir a este sitio, que te estoy anotando en la agenda, con tus padres. Tienes que ir a un psicólogo para hacerte unas pruebas. Si terminas antes de las cuatro, puedes regresar a clase y sino, ya nos veremos el lunes, ¿de acuerdo?- dijo la Ana mientras me anotaba en la agenda un comunicado a mis padres.

-        ¿Psicólogo?- pregunté arrugando la frente.

-        Si, es una persona que te hará unas preguntas para ver cómo estás.- respondió la Ana.

-        ¡Ya sé lo que es! ¿Por qué?- dije.

-        No te preocupes, es completamente rutinario.- dijo como excusa la Ana.

No me gustó su intención, pero como ya les había llamado antes a mis padres, no pude zafar. Ese mediodía me fui a almorzar en casa del abue, y casi a las tres de la tarde me fui a casa, con mis padres agarramos el auto y nos fuimos a Vic. El hospital General de Vic, habían hecho una nueva hala de psiquiatría a cincuenta metros del Hospital, papá estacionó el auto en un parking y nos fuimos a esa nueva hala que había plantas, un parque y además muchos árboles, un lugar realmente hermoso. Todo el edificio estaba acristalado a lo moderno, en plan que lo había diseñado un arquitecto del siglo XXI.

Entramos y vi el cartel que decía “Psiquiatría” además que había otro cartel que decía el nombre Osona-ment. El miedo que ya sentía por mí venas aumentó y el corazón empezó a notarse fuerte dentro del pecho, agarré la manito fuerte del Arcángel Uriel y seguí a mis padres hasta el primer piso, nos sentamos en la sala de espera dentro de un silencio que parecía que estaba en el corredor de la muerte. Mis padres estaban muy preocupados, el arcángel Uriel también tenía la cara desencajada y yo no sabía qué estaba pasando y me preocupé aún más.

Salió la psicológa a saludarnos, pero primero quiso hablar a solas con mis padres, y nos dejaron a Uriel y a mí en la sala de espera.

-        Dary, ¡tengo miedo! ¿Qué es lo que está pasando?- le dije mirándole a los ojos.

-        Te van a hacer unas pruebas, dónde quieren ver si tienes autismo, ¿sabes lo que es? – explicó Uriel.

Dije que no con la cabeza.

-        Autismo son aquellas personas que les cuesta mucho mantener contacto físico con los demás, aparte de que les cuesta mucho todo el tema de socializar con otras personas. Hay diferentes niveles, pero sé que tú no tienes eso. – dijo Uriel mientras que me abrazaba por la espalda.

-        ¿Por qué crees que no?- le pregunté.

-        ¿Te molesta que te abrace?- dijo Uriel.

Dije que no con la cabeza.

-        Una persona con autismo no aceptaría el contacto físico sin excepciones. – dijo Uriel.

Problemas sociales, lo entendí, la Ana se estaba preguntando porque no hacía amigos más allá del Sergi i la Saida, porqué en clase teníamos esas diferencias tan grandes, porque tanto al Sergi como a la Saida también eran “marginados sociales” en la clase. Pero ¿hacía falta llegar a estos extremos y hacerme pasar este miedo?

-        ¿Y si dice que si?- pregunté muy asustada.

-        Te van a cambiar de colegio, y te llevarán a San Tomás. – respondió Uriel.

¡Mierda! San Tomás es un colegio para niños con Sindromes de Dawn y problemas cognitivos importantes, los autistas también van. Sabía que si iba allí, se iba a la mierda todo mí futuro, los guías veían que también era una situación compleja.

La psicóloga me dio paso a su despacho, en todo momento fui agarrado de la manito de Uriel, no quería que me dejase sola y él no lo hizo. Me senté en la silla y ella que se llamaba Montse, se sentó en su lugar.

-        ¿Cómo estás, Laia?- preguntó la psicóloga con una sonrisa.


Era bajita con el pelo corto rubia, siempre llevaba pendientes grandes y estrambóticos de colores muy vivos, su energía transmitía muy buena onda, pero la situación era compleja. Aunque quería contestar, no me salían las palabras, noté como Uriel me acariciaba la espalda para que me calmara, le miré de reojo, sonreía un poco pero me di cuenta que lo hacía forzado para calmarme, se avalanzó hacia a mí.

-        Simplemente se tú misma pero no le cuentes ni des por sentada de nuestra existencia, ¿de acuerdo? Confiamos en ti, mi amor. – me susurró en la oreja izquierda Uriel.

-        ¿Qué hago aquí?- le pregunté a la psicóloga.

-        Uy, veo que quieres ir al grano…- dijo mientras que encima de la mesa abrió un pequeño dosier y me empezó a mostrar las páginas.- solo queremos hacerte unas pruebas, pura rutina, nada grave.- dijo la psicóloga.

-        ¿Para qué?- pregunté.

-        Es pura rutina, no te preocupes. ¿ves estos ejercicios?- me dijo, dije que si con la cabeza, eran rompecabezas de lógica, y ella prosiguió.- ¿crees que podrás hacerlos con un cronometro?- me preguntó mientras se sacaba del bolsillo un cronómetro.

Le miré a los ojos cafés en silencio. Uriel volvió a acercarse.

-        Hazlos. – susurró Uriel.

-        ¿Cuánto tiempo tengo?- le dije.

-        Un minuto por cada ejercicio.- respondió la psicóloga.

-        De acuerdo. ¿Tiene un…?- dije y me entregó un lápiz y un bolígrafo, me dejó elegir, y elegí el bolígrafo.

La psicóloga preparó el cronometro y empezó a girarme el dosier para tenerlo de mi lado, pero le paré poniendo la mano encima del papel.

-        Así está bien.- dije.

-        ¿Del revés?- dijo la psicóloga sorprendida.

-        Si. ¿Acaso no sabe leer ni escribir al revés?- le dije mirándole a los ojos fijamente, ella no se lo podía creer.

Se aclaró la voz y puso en marcha el cronometro, y yo simplemente me dispuse a hacer el primer ejercicio. No me acuerdo bien qué eran pero todas relacionadas con lógica y números. Empecé a escribir las respuestas al revés y en menos de quince segundos ya tenía el ejercicio hecho. Dejó el bolígrafo encima de la hoja y le miré a los ojos, flipaba. Revisó el ejercicio y me miró con los ojos como dos platos.

-        Correcto.- dijo haciendo una pausa.- Es la primera vez que veo que alguien sepa escribir incluso al revés. ¿Sabes hacerlo normal?- me preguntó.

-        Claro, pero he pensado que quería un poco más de emoción, ¿no?- le dije mirándole a los ojos, y proseguí.- al fin y al cabo, sabemos porqué estoy aquí.- le dije.

Ella tragó saliva y seguimos por los demás ejercicios, al final hice algunos más del revés y luego del derecho. Las diferentes pruebas también incluían buscar palabras en un texto y sobretodo operaciones matemáticas y de geometría que todavía no había dado en clase. Incluso había juegos de tangram, memory y de operaciones matemáticas complejas.

Tuve que regresar todos los lunes a la tarde hasta principios de diciembre, esas pruebas eran duras y me las repitieron varias veces por si acaso había sido suerte o para descartar cualquier cosa que me pudiera ayudar. En ningún momento me ayudó Uriel, él simplemente era testigo de lo que se hacía pero se quedaba callado y muy quieto para no darme ninguna pista. Con cada semana que pasaba, me di cuenta de que descartaban el autismo y problemas de cognición, más bien la Montse quería averiguar que inteligencia tenia, y por eso un lunes me quiso hacer un test de inteligencia.

-        Ya tengo los resultados de tu test de inteligencia.- explicó la psicóloga.

-        ¿Cómo ha ido?- le pregunté.

-        Estoy muy sorprendida, porque has sacado la puntuación más alta, ¡nunca había tenido un paciente así!- dijo sorprendida ella.

-        ¡Esa es mi querida Laia! ¡Sí señora! – vitoreó Uriel agarrándome por la cintura, yo sin querer sonreí pero le tuve que mirar a la psicóloga para no darle indicios de que había alguien más con nosotros, sabía que no era bueno explicarle la existencia de Uriel, eso no me sacaría de allí jamás.

-        ¿Le puedo hacer una pregunta?- le dije.

-        Claro.- respondió.

-        ¿Cuál es su número favorito?- le pregunté.

-        Em… no lo sé, nunca me he planteado tener uno…- respondió.

-        ¿Cómo? ¡Eso es imposible! Debe haber un número que le llame especialmente la atención.- le exigí.

-        No, me gustan todos… no sé. ¿por qué es imposible?- preguntó intrigada.

-        Todos tenemos un número que nos representa, que nos dice exactamente como nos sentimos y nos expresamos. Si todavía no lo sabe, déjeme que le diga cuál, ¿puedo?- le pregunté.

-        Si, claro.- dijo.

Le miré a la cara, pero luego desvié la mirada a su izquierda y vi a su ángel de la guarda.

-        Es el 5 – dijo su ángel de la guardia.

-        El 5. ¿Le dice algo?- le pregunté.

-        Si, nací en Mayo.- dijo.

-        Ese número es muy importante, religiosamente significa las cinco voluntades del hombre: voluntad de sentir, voluntad de hacer, voluntad de pensar, voluntad de decir y la voluntad de saber. Pero en la historia de los números el 5 representa enfrentar esas barreras que se interponen en su camino. Y espiritualmente significa una alabanza a sus deseos más escondidos, como un punto de sujeción ante las adversidades de la propia desdicha.- le expliqué.

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lunes, agosto 05, 2024

Hace Tanto Tiempo Que Sigue Presente

 

No puedes soltar el pasado e intentar volver sin que nada haya ocurrido. A pesar de tener la “excusa” de vivir otra vida, de haber nacido de nuevo, el pasado está contigo vayas dónde vayas. Aunque no te acuerdes, tendrás algo que te va a conectar con él y quizás vuelvan a suceder situaciones parecidas, pero cuando algo presente se vuelve pasado, nunca te abandona, porque forma parte del libro de tus vidas.

¿Un amor que ya no tienes? Quedan los recuerdos, y cuando reencarnas, esa persona vuelve a ti, con otro nombre, otra familia y otro tiempo. Ambos sin recordar quienes fueron, intentando despertar el corazón para comprender la magnitud de SER. Recuerda que el cuerpo tiene fecha de caducidad, pero ni tú alma ni tú espíritu la tienen, ellos son eternos y partes de los engranajes de la propia eternidad.


Por ejemplo, les voy a compartir una experiencia que tuve con mi llama Gemela hace unos 190.300 años aproximadamente en el planeta Cruz del Sur

¾     ¿No es así?- pregunté curiosa.

¾     Esa no es la definición de hogar, mi amor. El hecho de que tú y yo estemos juntos, no significa que somos un “hogar”, solo significa que hay amor entre nosotros y lo compartimos. ¿Sabes lo que nos hace unirnos tú y yo y crear un hogar?- preguntó Gabriel amablemente y emocional.

¾     ¿El amor?- pregunté sorpresiva.

¾     Exacto. ¿Y sabes de dónde surge el amor?- preguntó.

 

Dije que no con la cabeza, y él suspiró, agarró aire y siguió.



¾     Las energías que encienden el amor, son dos, luz y oscuridad. No puedes decir que sientes amor, cuando solo te centres en la luz. Esa luz sería mi presencia, es como si dijeras, me amas porque nos besamos, hacemos el amor, te doy de la mano y paseamos juntos. Pero realmente estar juntos, es aceptar al otro tal y como es. Sus virtudes y sus defectos, esos defectos son propicias de la oscuridad, y al mezclarlas en un infinito ying yang, provocan esta fusión tan hermosa, por los cuales, tu y yo somos una pareja, y por eso lo que siento por ti es amor, porque te amo.- aclaró y confesó Gabriel.

 

Muchos me preguntan ¿por qué el arcángel Gabriel es mi llama gemela? No tengo una respuesta a eso, pero lo somos. Actualmente no se llama así, tiene otro nombre, otro cuerpo y una época totalmente diferente a esa, pero seguimos adelante con nuestra historia de amor. Incluso cuando en algunas vidas, uno de los dos no recordaba todo el libro de encarnaciones completo, ha seguido pasando.

Este fragmento lo he sacado del libro que estoy canalizando que de momento tiene un título muy interesante (puede que lo cambie cuando lo termine) y se llama El Universo De Los Dioses.

Gabriel, Mandiel, Gael, Frederick, Diego… diferentes nombres pero el mismo espíritu y misma alma, en sus distintas vidas, en las estrellas, en Atlántida, Egipto antiguo, Noruega o Irlanda… el amor ha seguido pasando miles de vidas y sigue tan presente. La peor vida fue cuando fui general de Cristobal Colón y cuando llegué al Morro de San Pedro de las Rocas (Cuba), después de estar encarcelado por casi un mes, salimos matando a los indígenas (en el segundo viaje de Colón 1509), cuando era el alba me enfrenté a un indígena a espada y él a flecha… le miré a los ojos y era él (si, siendo hombre también he tenido vidas homosexuales) y no lo maté. Mis fuerzas me decían que no y él no me mató, podía hacerlo pero tampoco lo hizo. Al final de ese día, vi su cadáver en las costas de lo que sería Cuba y eso me destrozó por dentro, sin saber ni su nombre ni nada, algo en mí me desgarró y después una flecha envenenada me atravesó el abdomen y caí al océano boca abajo, me ahogué.

A partir de esa vida, empecé a encarnar en la gran mujer, america más en latinoamerica, fuimos aztecas y luego encarnamos en muchas ciudades de las actuales Colombia, Guatemala, Bolivia, Chile y Argentina, cuando todavía esos países ni eran una idea. En la mayoría acabamos juntos, en otras algo nos lo prohibía y eso si que era sufrir. Siempre me preguntan ¿Cuántos años tienes en total con todas tus vidas pasadas? La respuesta a esta pregunta se puede hacer de la siguiente manera, en realidad tengo un año más que el arcángel Gabriel y él tiene 2 mil millones y medio de años aproximadamente, uno de mis primeros recuerdos con un año de vida (como un angelito de aspecto de 14 años) era ver la creación del arcángel Gabriel, en lo que ahora conocemos que es el Universo Paralelo nº VII (todavía no existía ni este universo, ni los otros seis que le acompañan).

Recordar tantas cosas es bastante costoso, porque tienes que aceptar todo lo que hiciste, aunque ahora veas que es algo malo, cuando lo hiciste era bueno para ti. Integrar toda esta información y darte cuenta de que realmente tienes la prueba que andabas buscando, la eternidad existe y la muerte en realidad no existe. ¿No te has planteado nunca <qué hay después de morir>?

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El Espejo De Mí Vida - Capítulo 205 [3T]

  Sabía que me jugaba algo grave, nunca les había mentido a mis padres, ni les había hecho algo parecido jamás. Pero yo no podía volver a ...