Yo no sabía hablar en Marroquín, pero conocía a amigos de clase que si. Así que me acerqué a Mohamed para hablar con él.
- Moha, ¿por qué no le preguntas en Marroquín de dónde es?- le dije.
- ¿Por qué?- respondí Mohamed.
- Creo que te va a entender más a ti, que a los demás.- le confesé.
Me miró y sin decir nada le preguntó cosas en Marroquín, la Saida empezó a entender y a relajarse un poquito, me miró un momento yo simplemente le miré con una mirada relajada de amistad. Los demás seguían juzgándola por su apariencia, aunque no llevaba velo pero si que tenía la bata puesta y un pelo oscuro con rulos, no sabía por qué pero les dio gracia.
- Se llama Saida y viene de Nador, de Marruecos.- traducía Mohamed.
El nombre les entró la risa a los compañeros de clase, vi perfectamente que empezaban a no aceptarla, así que yo le miré y me señalé a mí misma…
- Yo Laia.- dije con una sonrisa, ella sonrió tras intentar repetir mí nombre.
Los demás al escuchar su voz literalmente se rieron de ella, entre ellos estaba Nil, Aleix, Cristina, Júlia,… Yo me enojé mucho, pero en ese momento la Laura nos mandó a sentarnos a nuestros lugares, pero mis ojos solo podían estar pendientes de la Saida. Empaticé con ella tanto, que podía sentir su miedo desde mí lugar y el hecho de que los demás de clase fuesen racistas, me dolía mucho el corazón. Miré hacia la ventana que tenía a mi izquierda.
- Dary, ¿estás aquí?- susurré.
- Si, aquí estoy. Dime, mi amor. – dijo Uriel al aparecer de rodillas a mi izquierda.
- Tenemos que informar de esto, la llegada de la Saida siento que debemos informar a los Maestros, ¿qué opinas?- le pregunté.
- Así es, voy a concertarte una cita para esta misma noche con Saint Germain para que informes. ¿Podrás hacerlo tú solita o me necesitas? – respondió Uriel.
- No ya puedo yo, pero dile a Gabriel que se presente en la cita, ¡por favor!- le dije.
- Claro. – respondió mientras revisaba sus anillos.
Si había una pequeña posibilidad de pensar que yo sería una humana más, estaba claro que no iba a permitir que la tratasen tan mal como lo estaban haciendo los compañeros. Ser un racista es una mierda, porque las personas así se piensan que por no cambiar de país, tienen no sé qué derecho por los cuales se creen que son los “dueños” del país y pueden insultar a los que nacieron en otros países, porque son “inferiores”. Existen muchos motivos por los cuales alguien decide abandonar su país de origen y decida irse a otro, pero en este caso, la familia de la Saida había ocurrido como algo forzoso, ya que económicamente su país de origen estaba en declive.
La Laura solo la miró un par de veces y decidió empezar la clase, quedaban dos horas antes de ir a almorzar, en esas dos horas, solo se dirigió la Laura a la Saida una vez para saludarla y nada más, ni siquiera dijo al grupo de clase los motivos de su llegada repentina a nuestra clase. Ella simplemente la olvidó y se puso a hacer clase, en ese tiempo Mohamed se quedó sentado a su lado para irle traduciendo, hasta que alzó la mano y la Laura le dio permiso para hablar.
- Seño, dice que no ha ido a escuela desde hace un año. Que resulta que en Nador, por ser una niña, no tenía derecho a estudiar, y me ha dicho que casi no sabe escribir, ni leer.- dijo Mohamed.
- ¡Céntrate en la clase Mohamed!- le gritó y volvió a escribir en la pizarra continuando la clase la Laura.
- Pero si…- dijo Mohamed, pero cuando vio la cara de la Laura se calló por miedo y se puso a escribir en su hoja lo de la pizarra.
Rectifico, tener una profesora racista es una verdadera puta mierda.
A los magrebís que ya habían nacido en Cataluña no les decía nada, ni les mostraba su cara racista, pero a los que venían sin entender el idioma, SI. Los que más necesitaban ayuda, ella pasaba olímpicamente de ellos. ¡Qué decepción de mujer y además que rabia me dio!
Levanté la mano y la Laura me dio permiso para hablar.
- ¿Puedo ir al baño por favor?- le pregunté.
- Recién viniste del patio, Laia.- respondió quejica.
- Sí, lo sé. Pero si no le parece bien, iré a ver a la directora ¿sabe si se encuentra en su despacho?- le dije claramente.
- ¿A la directora, por qué?- dijo alzando las cejas en señal de sorpresa la Laura.
- ¿Me deja sí o no?- le exigí arrugando la frente.
Dijo que si con la cabeza con algo de pavor… yo me levanté y me fui de la clase, Uriel me acompañaba. La mirada de la Laura se me quedó impregnada en la retina incluso cuando había cerrado la puerta y me estaba dirigiendo hacia el final del pasillo, para terminar llamando a la cristalera traslucida de una puerta antigua. Llamé dos veces, hasta que escuché la voz de la directora que me daba paso para entrar, abrí la puerta y me asomé.
- Hola, ¿puedo hablar un segundito con usted señora directora?- le dije amablemente.
- ¡Hola Laia! Claro, pasa.- dijo sorprendida.
Uriel y yo entramos, cerramos la puerta y nos sentamos, cada uno en un asiento. La Assumpta cerró unas carpetas de cartón que tenía abiertas en la mesa, cruzó las manos encima de la mesa y se puso a escucharme con atención.
- Dime, ¿qué quieres decirme?- dijo amablemente.
- Me preguntaba si este colegio tiene, un programa de integración para inmigrantes.- le dije.
La Assumpta arqueó una ceja y se quedó en silencio.
- ¿Sabe lo que le estoy diciendo?- le pregunté y ella dijo que no con la cabeza.- Si, un programa para aquellos alumnos que vengan del extranjero a vivir, para aprender nuestro idioma y se les refuerza algunas capacidades para poder seguir las clases.- le expliqué.
- No, lo siento, pero no tenemos ese programa. Este colegio no tiene ninguna necesidad para tener algo así.- respondió.
- ¿Conoce el caso de la Saida de 3rA?- le pregunté.
- Si, tienen alumnos nuevos algunos cursos, son sus hermanos.- respondió.
- Más a nuestro favor, no saben nada de catalán ni español, tampoco inglés, solo hablan su origen nativo. ¿Cómo piensa ayudarlos?- le pregunté rascándome la garganta e inclinando la cabeza ligeramente a la izquierda.
- Las tutoras ya están haciendo su trabajo.- respondió.
No me pude aguantar y le dije la actitud que había tenido la Laura nada más llegar, la Assumpta arrugó la frente, pensando que me estaba entendiendo, pero no fue así…
- Este centro confía en el equipo docente, Laia. La Laura hará sido un mal entendido.- respondió defendiéndolas.
Quería llamarla racista también a ella, pero sentí que no haríamos nada. Así que respiré profundamente…
- Por lo menos ¿sabrá porque se ha tenido que ir de su país?- le pregunté.
- No.- respondió tajantemente.
- Pues yo, me puedo hacer una idea de porque…- le insinué.
Sentía que le tenía que decir lo que los ángeles hacía tiempo me habían mostrado, pero no tenía permiso de Uriel, hasta que me miró y dijo que si con la cabeza, entonces, simplemente le expliqué el motivo.
- ¿Se acuerda de lo sucedido en Nueva York en setiembre?- le pregunté.
Ella me miró frunciendo el ceño y dijo que si con la cabeza.
- ¿Sabe el daño que ha causado que el presidente Bush haya enviado el ejército a Irak?- le pregunté.
- Ya veo que miras las noticias, lo que no entiendo es porque las entiendes, eres demasiado pequeña para eso…- comentó la directora.
- No soy chiquita si lo puedo entender. Pero es que la situación es muy grave, por culpa de esa guerra, la parte de marruecos y Oriente Medio está muy afectada y han perdido la mayoría trabajos, y sus casas. ¿Entiende? Lo único que les queda es huir de su país e intentar empezar de nuevo en uno distinto dónde hablan un idioma que no entienden.- le dije.
- ¿Tú crees que es por eso o te lo imaginas?- dijo la Assumpta intentando no empatizar con la situación.
Di un golpe en la mesa bastante fuerte, ella se me quedó mirando.
- ¡Esto es muy serio! Este centro necesita urgentemente un programa de integración de inmigrantes para el siguiente curso, porque la Saida no será la única que vendrá por este motivo. ¿Entiende?- le grité, porque me enojó su actitud esnob que tenía en ese tiempo.
- ¿Has hablado con ella que no habla español ni catalán ni mucho menos inglés?- preguntó como si intentase reírse de mí.
- ¡No me ha hecho falta! Por qué tan solo mirándole a los ojos a usted, sé que digo la verdad.- le dije muy seriamente.
Se presentó un silencio con miradas fijas, algo que pensaba que le relajaría, pero en vez de eso, fingió escribir algo en un papel, yo respiré profundamente, sentía la mano de Uriel encima de mí hombro que me calmaba bastante.
- Mira, no sé si estás imaginando o qué, pero… no creo que haga falta. Nos apañaremos, la profesora está apta para ello. No te preocupes que la Saida ni sus hermanos se quedaran fuera.- respondió la directora.
- ¡Es inútil mi amor! ¡Vámonos, ya se dará cuenta cuando sea tarde! – dijo Uriel le vi la mano que me ofrecía para que me levantara, lo hice sin dejar de mirarle a los ojos a la directora, estaba furiosa y me fui de su despacho haciendo un portazo.
De camino de vuelta a clase, solo pensaba en las respuestas de la directora, que en ese tiempo parecía que tanto los profesores como ella, solo estaban de adorno, el resto no servían para realmente ayudar a los niños con su educación.
- Dary, no quiero que la Saida sufra acoso escolar como yo estoy sufriendo, ¿de acuerdo? Ella tiene derecho a estar integrada en la clase y hacer amigos, pero no quiero dejarla de lado.- le pedí.
- La tendremos vigilada, pero tenemos que esperar antes las indicaciones de Saint Germain, él nos dirá qué es mejor para ella y sus hermanos ¿vale? – respondió el arcángel Uriel.
Dije que si con la cabeza, me sentía con muchos sentimientos encontrados en ese momento y mis palabras se me atascaban en la garganta, así que no quise decir nada más.
- Debemos seguir las normas, así van las cosas, mi amor. Y recuerda, que para ayudar de la forma correcta, debemos saber cuál es la forma correcta para ayudarles. – comentó Uriel.
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HR.
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